Jaime de Althaus
Para Lampadia
La historiadora y diputada española Cayetana Álvarez de Toledo estuvo en el CADE, brillante como siempre. Su alegato en defensa de la democracia liberal y contra el asedio externo e interno que sufre, fue extraordinario. Y contra la degradación de la política.

Por eso, comenzó su intervención diciendo que el mensaje que ella quería dar era el de un emplazamiento a los empresarios.
Que deben tener orgullo de lo que hacen, pero no deben desentenderse de la política, que es lo más importante que hay.
Y el problema es que la política se ha degradado porque los mejores la han abandonado.
Por eso, deben involucrarse en ella.
Les llamó a participar, a invertir en democracia, en política.
Tiene toda la razón. En el Perú las elites empresariales, profesionales e intelectuales han desertado la política, dejándola en manos de una segunda o tercera fila de personas sin mayor preparación o con intereses particulares o pecuniarios.
Es verdad que desde que se abrió y liberalizó la economía a comienzos de los 90, los empresarios tuvieron que ponerse a trabajar, competir e invertir para salir adelante y crecer. Tenían que ocuparse de lo suyo. Pero por ocuparse solo de lo suyo pueden terminar perdiéndolo.
El empresariado, los grupos económicos, los gremios deberían elaborar un plan de mediano y largo plazo para ver la manera de ir colocando empresarios o profesionales de alto nivel en partidos políticos o como candidatos invitados al Congreso, por ejemplo, como una suerte de servicio político obligatorio. Con una masa crítica de seis senadores inteligentes a partir del 2031, se puede tener una influencia decisiva. Algunos podrían tener verdadera vocación y pasar a integrar de manera permanente la clase política del país.
Por lo demás, los empresarios tienen autoridad moral para liderar el país porque desde que se abrió la economía han conquistado lo que tienen compitiendo en el mercado, interno o externo, sin privilegios proteccionistas o rentistas. No hay razón para esconderse.
También deberían organizar o financiar escuelas de formación política y económica para jóvenes y no tan jóvenes, con becas para quienes las necesiten, tanto en Lima como en regiones del interior. Es decir, contribuir a la formación de una clase política preparada. Hubo hace unos años una iniciativa de ese tipo interesante que se llamó Reflexión Ciudadana, pero fue abandonada. Recambio ahora juega un papel en esa línea, aunque no se compromete claramente con la difusión de las virtudes de la economía de mercado.
Y eso es importante porque algo que resulta fundamental y en lo que hubo también abandono casi total, fue en la batalla cultural o de las ideas. La izquierda monopolizó la escuela pública, la universidad y muchos medios durante décadas, sin que hubiese contrapeso alguno del lado de las ideas de la libertad. Allí hay un papel muy claro para el empresariado: financiar think tanks, medios, portales y campañas informativas que difundan claramente la potencia de la libertad económica y la economía de mercado para lograr el crecimiento y la reducción de la pobreza, y cómo las ideas estatistas empobrecen y hunden a los países.
La tragedia acá fue que cuando el empresariado se decidió por fin a realizar una campaña fuerte de difusión de las ideas de la prosperidad, por radio y televisión, el 2009 y 2010, quienes participaron aportando a dicha campaña terminaron investigados por el equipo Lava Jato donde el caso emblemático -por lo arbitrario, abusivo e injusto- fue el de Ricardo Briceño.
No solo eso: todos aquellos que aportaron a la campaña de Keiko Fujimori fueron citados y algunos procesados. No cabe duda de que la motivación de José Domingo Pérez era ideológica: separar a los empresarios de la política y alejarlos de la batalla de las ideas. Y, lamentablemente, lo logró. Los empresarios fueron expulsados de la política. Incluso se prohibió el financiamiento privado de las campañas, algo que ya fue restablecido, pero muy pocos se animan.
Pero el caso cocteles ya fue archivado por el Tribunal Constitucional. La persecución judicial de la política y del empresariado ha terminado. Es el momento entonces de poner fin al divorcio del empresariado con la política y con la difusión de las ideas. Debería proponerse incluso que haya think tanks partidarios por impuestos, para mejorar el nivel de los partidos y la calidad de la democracia, y conectar a la empresa con la política.
Es el momento de hacerle caso a Cayetana Álvarez de Toledo. Si queremos tener un país. Lampadia






