Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
No hay duda que, en el siglo XXI, todos tenemos una vida agitada. Sin embargo, siempre debemos darnos un tiempo para mirar a nuestro alrededor, informarnos, leer y reflexionar sobre lo que pasa en el mundo y cómo nos puede impactar. Esto ciertamente modificará nuestra situación relativa de fuerzas, debilidades y cambiará nuestras amenazas y oportunidades. En ese contexto, debemos replantear nuestras visiones y objetivos, pues pretender que podremos seguir haciendo lo mismo y de la forma tradicional, nos dará muy ingratas sorpresas.
Ya hace un par de años hablamos de los cambios dramáticos planteados por Andrew McAfee en su libro “More from less”, y ahora, relacionado a ese mismo tipo de análisis, me quiero referir a la información y reflexiones de Andrés Oppenheimer, planteadas en su libro “¡Sálvese quien pueda!”. A los peruanos y especialmente a nuestras actuales autoridades, que no sé si leerán, nos hace falta tomar consciencia de los cambios en el mundo, para no seguir impulsando legislación y reglas de juego, que anularían muy rápidamente nuestra competitividad y el futuro de los jóvenes.
Hoy, más que nunca en el mundo, la curva de crecimiento del conocimiento e innovación, se ha vuelto exponencial, haciendo que lo que tardaba siglos en cambiar o convertirse en obsoleto, ahora tome muy pocos años, sino meses, en ser reemplazado. La tesis central de Oppenheimer, que pareciera apocalíptica, es que gradualmente nuestros trabajos serán reemplazados con ventaja por robots o computadoras, inicialmente en tareas repetitivas y mecanizadas, cosa que ya está ocurriendo, pero también en temas de análisis, diagnóstico y toma de decisiones, pues ellos tienen la ventaja de acumular, aprender y disponer en tiempo real, en la nube, de todo el conocimiento teórico y el cúmulo de experiencia empírica disponible a la fecha de su especialidad, así como tomar decisiones e innovar en base a inteligencia artificial, que se supera día a día.
Con esta información disponible, me pongo a pensar qué estará pasando por la mente de las autoridades del ministerio de trabajo, cuando persisten en hacer cada vez más rígida la legislación laboral en el Perú, país en el que, como todos sabemos, estas normas benefician a menos del 5% de la población económicamente activa y desampara, si no aleja cada vez más, a la inmensa mayoría capaz sólo de realizar actividades repetitivas o de poca creatividad.
Estamos pues, creando las condiciones ideales para tener dentro de poco una tormenta perfecta, pues tenemos una población muy poco educada, la mayoría de “los más educados”, con títulos de universidades de ínfima calidad (veamos sino la evidencia reciente) y cuando desean acceder al mercado laboral, la legislación impone que sea bajo una gran rigidez normativa. Por mencionar sólo algunas, pretende vacaciones de un mes, CTS, Fondo de Pensiones u otras cargas, con que el Estado no beneficia a sus trabajadores CAS, pero impone a las empresas.
En esas condiciones, será muy barato reemplazar: cajeros, asistentes de oficina, cocineros, vendedores de seguros, abogados, operadores de equipos, contadores, asesores financieros, funcionarios públicos y hasta médicos, si por un lado no mejoramos la educación y por el otro, no flexibilizamos las normas laborales.
Lo que está claramente planteado, es que, si no permitimos el desarrollo inmediato de las mejores opciones empresariales y laborales en el Perú, tendremos asegurada una gran inequidad y la necesidad de maximizar subsidios a un número desmedido de desempleados y subempleados.
Recordemos que cuando apareció la teoría de Malthus, el concepto en la mente de este estudioso era que el mundo tenía una población en crecimiento descontrolado, mientras que, la producción de alimentos no crecía a la par y consecuentemente, se debía controlar su tasa de crecimiento. La respuesta a ese gran problema vino de la mano de la tecnología, con la que se pudo maximizar y multiplicar la producción de alimentos, con menos recursos, mientras que, en el tiempo, las civilizaciones más adelantadas auto-controlaron su tasa de crecimiento poblacional.
En el Perú, la población menos educada y de menor capacidad empresarial, se sigue multiplicando desde edades muy tempranas y con prole muy numerosa, mientras que, la población más educada y con mayor potencial económico, viene postergando la edad de paternidad y reduciendo la prole. Obviamente, el primer grupo sufrirá de una gran desventaja económica y sus familias agravarán su estado de postergación, mientras, por otro lado, quienes han postergado su paternidad, se han tomado el tiempo necesario para consolidar su formación profesional y posición económica, actuando responsablemente, seguro lograrán sus metas. No dudemos que los sociólogos de izquierda, los culparán de inmediato por la inequidad que se va a generar.
Desde ahora, debemos proyectar cómo será en unos cuantos años la pirámide socio-económica del Perú e identificar cual será, de un lado la necesidad de subsidios para esa tremenda población de mínimos ingresos y de fácil sustitución por robots, mientras que, de otro lado, tendremos que identificar, cuál tendrá que ser la presión tributaria que tendrá que soportar ese grupo minúsculo que, con sus impuestos tendrá que solventar a toda la sociedad peruana.
Está claro que, si la presión excede ciertos límites, estos oprimidos contribuyentes optarán fácilmente por emigrar y la situación de los que se queden, será dramáticamente peor. Lampadia