Comentario de Lampadia:
“Bumerán Chávez. Los fraudes que llevaron al colapso de Venezuela” es un libro escrito por el periodista de ABC Emili J. Blasco y que acaba de salir a la venta. En él, como reseña el ABC, se narra descarnadamente como “el colapso institucional, económico y social del país caribeño no es fruto de la dilapidación del legado de Hugo Chávez, sino consecuencia misma de sus políticas. Es el bumerán que, al volver en su vuelo, rompe el espejo en el que se veía a la república bolivariana. Sus páginas aportan nuevas primicias sobre la injerencia de Cuba, el fraude electoral, la corrupción económica, el narcoestado y las relaciones con Hizbolá. También hay revelaciones sobre la protección del chavismo a ETA y su relación con Podemos”.
Líneas abajo reproducimos el extracto publicado y editado por ABC en el que se relata la forma en que se consumó el fraude electoral. Un fraude electrónico, que debe ser una alarma para el Perú. Como hemos señalado repetidamente en Lampadia (Ver: No al voto electrónico y La peligrosa campaña por el voto electrónico), este método permite la manipulación y el secuestro de la voluntad popular. El proyecto del voto electrónico en el Perú debe enterrarse para siempre.
Dirigentes chavistas añadieron votos falsos «para robar las elecciones» en 2013
La victoria de Maduro se produjo por un anómalo pico de sufragios hora y media después de la hora oficial de cierre
Emil J. Blasco
ABC de España
20/04/2015
Las computadoras secretas de los chavistas lo indicaban bien claro. A las seis de tarde, la hora en que el 14 de abril de 2013 debían cerrar los centros electorales en Venezuela, las presidenciales las había ganado Henrique Capriles Radonski. Suya era la banda tricolor que, no obstante, al final de un proceso amañado, se acabaría poniendo Nicolás Maduro. Un sistema informático paralelo al oficial permitía al chavismo saber en tiempo real a lo largo del día la evolución del voto, así como el número de votos falsos que debía producir para girar el resultado. Eso ocurría en el marco de un proceso completamente electrónico, como es habitual en Venezuela, y con la complicidad del Centro Nacional Electoral (CNE). Gran parte de la trampa se gestionó desde Cuba.
A las diez de la mañana, Diosdado Cabello se personó en la sede del Ayuntamiento de Caracas, en el municipio Libertador. El número dos del régimen acudió con su jefe de seguridad, Leamsy Salazar. Ambos subieron a la planta del despacho del alcalde y se encaminaron a una dependencia próxima. Allí se había instalado una sala de seguimiento informático electoral considerada «top secret». De acceso absolutamente restringido, en ella se dieron cita Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, y Jorge Rodríguez, alcalde caraqueño y gran mago del engaño electoral chavista.
En la sala, dispuestos en forma de U, había veinticuatro monitores, uno por cada estado venezolano, más uno central que totalizaba los datos de todo el país. Testigo ya de unos cuantos secretos del chavismo, Salazar se dio cuenta desde el primer instante de lo irregular de la situación: en las pantallas estaban apareciendo los votos que iban logrando Capriles y Maduro. Eso ni siquiera podía conocerlo el CNE, dado que las máquinas electrónicas de votación solo se conectaban en red al final para transmitir los resultados.
Los centros electorales habían abierto a las seis de la mañana y en pocas horas el candidato de la Mesa de la Unidad (MUD) había cobrado ya buena delantera. «Maldita sea, ¿vamos a permitir que esta mierda de elecciones las gane este “marico” el coño de Capriles?», preguntó Cabello. Salazar cuenta que entonces los dirigentes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) hicieron una reunión de urgencia, a la que luego se sumó el vicepresidente Jorge Arreaza. Hacia las cuatro de la tarde Capriles seguía arriba, según nuestro testigo, por 220.000 votos. Había que romper la baraja.
«Es cuando ese día se cayó el sistema de internet. Al poco salió en público Arreaza anunciando que había habido un problema con internet y que se estaba arreglando. Cuando se restituyó el servicio las pantallas de las computadoras comenzaron a revertir la situación: iban llegando más votos para Maduro». El clima cambió en la sala y los jerarcas chavistas empezaron a reírse cínicamente. «Estabas cagado, ¿verdad?», se tomaban el pelo entre ellos. Al final de la noche, el CNE proclamó vencedor a Maduro por 223.599 votos: le atribuyó 7.587.579 (50,6 por ciento), frente a los 7.363.980 de Capriles (49.1 por ciento). ¿Qué había pasado?
Salazar aduce que la caída de internet fue provocada para descargar el tráfico en la red telefónica y así poder manejar con mayor garantía el complejo volumen de datos que alimentaba el sistema informático paralelo del PSUV. Bajo mano, el CNE había entregado a activistas del partido el mando técnico de las máquinas de votación y de otros procesos clave de la jornada.
Prórroga injustificada
Para esa operación final el chavismo necesitaba tiempo, así que poco antes de las seis de la tarde, cuando debían cerrar los centros electorales, el CNE anunció que prorrogaba el horario hasta las ocho allí donde se necesitara. Los votos para Maduro fueron más abundantes en los centros que demoraron su cierre, con un inexplicable pico, del todo anómalo, especialmente pronunciado entre las 19.30 y las 20.05 horas. Entre las seis y las ocho, Maduro recibió más de seiscientos mil votos, un volumen que materialmente no era posible sumar mediante el procedimiento natural de votación.
Los especialistas en seguridad informática Anthony Daquin y Christopher Bello concluyen que hay 1.878.000 electores falsos (múltiple cedulación). Además, en la auditoría del sistema de votación en la que pudo participar, Bello comprobó que las máquinas de votación tenían cuatro BIOS (Basic Input Output System). Eso facilitaba la comunicación con dispositivos externos y habría hecho posible tanto el conteo del voto como la emisión de voto falso en origen.
El robo electoral fue confirmado confidencialmente a Estados Unidos por algunos de los principales dirigentes chavistas. Desaparecido Chávez, algunos comenzaron a entablar contactos indirectos para limpiar su pasado. Emisarios de Cabello y del nuevo ministro de Interior y Justicia, el general Miguel Rodríguez Torres, reconocieron lo que todo el mundo sospechaba. «-Vale, es verdad. Añadimos trescientos cincuenta mil votos. Las estaciones uno, dos y tres de los centros electorales estaban operados por gente nuestra. -Capriles nos quitó novecientos mil votos, y habrían llegado a ser dos millones si no llega a haber voto asistido y los demás procedimientos».
Puede que las cifras estuvieran redondeadas, y que ese «añadir» se refiriera solo al voto fabricado de forma compulsiva en el último momento. En cualquier caso era una admisión en toda regla de que habían robado la presidencia.