Pablo Bustamante Pardo
Expresidente de IPAE
Director de Lampadia
Curiosamente, Perú y Chile tuvieron un buen período de crecimiento relativamente alto, hasta que por diversas razones se interrumpieron para transitar a los procesos actuales de crecimiento bajo e insuficiente para expresar su potencial productivo.
En ambos casos pareciera efectivamente, que se habría caído en la llamada ‘trampa de los ingresos medios’. Chile estancado 12 años, y el Perú frenado desde el 2011 y estancado 11 años, desde el 2024.
Aprovecho el análisis de la Fundación para el Progreso de Chile, que compartimos líneas abajo, para revisar por qué, después de haber tenido un muy buen período de crecimiento, habríamos frenado desde el 2011.
Como se puede ver en el gráfico, después de superar, hacia el 2003, la parada de la economía por el corte de la cadena de pagos de 1998, tuvimos uno de los mejores procesos de crecimiento económico de nuestra historia.
Entonces se conjugaron varios factores:
El regreso de la inversión privada después de décadas (especialmente a las regiones), los altos precios de los minerales, la abundancia de inversión extranjera, la caída de las tasas de interés y la apertura de la economía entre otros.
Un factor muy importante fue la mejora del capital humano, pues las empresas privadas, sin que se note o se haya destacado, desarrollaron un proceso de capacitación laboral en todos los sectores de la economía.
La capacitación laboral, junto con las mejoras tecnológicas originadas por los nuevos procesos productivos, promovieron un importante aumento de la productividad.
Además tuvimos un manejo político razonable, especialmente durante el segundo gobierno de Alan García.
Lamentablemente, desde el 2011, varios de estos factores se cayeron, bajando el ritmo de crecimiento y llevándonos hacia el estancamiento. Al disminuir el crecimiento de la inversión, cayó el nivel de innovación, bajando la productividad total de factores.
Estos factores, sumados al desastroso manejo político de Humala, PPK, Vizcarra y Castillo, rompió nuestro proceso de crecimiento, en mi opinión, más que la trampa de los ingresos medios.
Con Humala no solo se paró la inversión minera, se paró toda la cadena de inversión privada y se enclavó en el Estado, funcionarios ideologizados, anti-inversión y anti-economía de mercado.
PPK jugó con la izquierda, no corrigió nada, y lideró la ruptura Ejecutivo-Congreso.
Vizcarra destruyó la institucionalidad democrática, fomentó la politización del sistema judicial y propició la muerte de miles y miles de peruanos con el manejo corrupto de la pandemia.
Castillo fue el corolario de esta estúpida cadena de despropósitos, que terminó de descarrilar nuestro desarrollo.
La presidente Boluarte, en gran medida, ha desperdiciado la oportunidad de convocar a colaboradores capaces y de enmendar entuertos, más allá de unos esporádicos chispazos de un mejor enfoque.
Trampa o no trampa, el Perú tiene las condiciones para hacerlo bien por mucho tiempo. Empecemos por buscar un mejor liderazgo político.
Salir de la trampa de ingresos medios
Fundación para el Progreso – Chile
Francisco Pérez Mackenna
Publicado en La Tercera – Pulso
20.09.2025
Glosado por Lampadia
La semana pasada tuve la oportunidad de ser panelista en el ChileDay en Madrid, donde reflexioné acerca de un mal que algunos economistas sostienen que aqueja a nuestra economía: ellos lo llaman «la trampa de los países de ingresos medios».
Según esta teoría, una vez que los países pobres comienzan su peregrinación hacia el desarrollo, en algún punto de su progreso y de forma casi inexorable, son capturados por una especie de fuerza de gravedad maligna que les impide continuar su curso hacia el pleno desarrollo.
La realidad de un Chile estancado en PIB per cápita por 12 años, sumado a un crecimiento potencial de nuestra economía de apenas un 2% al año, confirmarían que hoy habitamos dentro de esta trampa.
En palabras de Robert Lucas, los modelos neoclásicos de crecimiento distinguen entre efectos de nivel (cambios que mueven hacia arriba o abajo el PIB de una nación pero que no cambian su trayectoria) y efectos de crecimiento (cambios que alteran la pendiente de la trayectoria de un país).
Los primeros, aunque se pueden expresar en el tiempo como aumentos de la velocidad de crecimiento del PIB, son efectos de una sola vez y que eventualmente se agotan.
Curiosamente el ahorro, la tasa de costo del capital, la estructura tributaria, las barreras al comercio, o la «permisología», por dar algunos ejemplos, inciden en el nivel de una economía.
Mejoras en estos ámbitos producen eficiencias que desplazan la producción hacia arriba, pero no necesariamente levantan la pendiente de nuestra trayectoria.
Las reformas estructurales son necesarias para subir de nivel, pero si no vienen acompañadas de otras acciones, éstas terminan agotándose y los países pueden caer en la trampa de los ingresos medios.
¿Qué más debemos hacer para salir de la trampa?
Para encontrar la respuesta vale recordar otro aspecto de la economía del crecimiento: en sus propios modelos neoclásicos de crecimiento, Robert Solow concluyó que para mejorar la pendiente de una economía lo único que importa finalmente es la mejora tecnológica o el aumento de la productividad.
Si bien para los países desarrollados el crecimiento depende de su capacidad de innovación en la frontera y de su potencial para crear y expandir redes a través de las cuales estas ideas se difundan, para los países en vías de desarrollo la cosa es distinta.
Según el trabajo de la economista Nancy Stokey, habría dos variables que explican las diferencias en las tasas de crecimiento de los países subdesarrollados:
la tecnología, que es un input que llega desde el extranjero,
y el capital humano que se acumula domésticamente.
Es en la interacción de estas dos fuerzas donde encontramos las mejoras de productividad. O, dicho de otra manera, lo que permite subir la pendiente de desarrollo.
La receta de Stokey puede parecer simple, pero no lo es debido a una característica intrínseca del capital humano: tiene rendimientos crecientes. A diferencia de lo que ocurre con el capital físico, el capital humano vale más donde abunda. Cuando alguien acumula conocimiento y habilidades, genera un efecto positivo que se irradia a sus colegas. Esto explica que los países desarrollados no solo no liberan talentos, sino que los captan de países menos desarrollados.
Si miramos los últimos 65 años de nuestra historia económica, el salto positivo que experimentó Chile se explicaría mejor por un cambio de nivel que por la tendencia de nuestra pendiente.
Experimentamos un alza importante de nuestro PIB, acompañada de apertura económica, atracción de inversión y creación de capital fijo, pero nos ha faltado mayor compromiso en la formación y atracción de capital humano.
Para competir y crecer, un país debe crear condiciones excepcionalmente atractivas para el capital humano.
Chile cuenta con atributos naturales excepcionales y con industrias con alto potencial, pero adolece de otros factores: un declive de nuestro sistema educacional, donde la educación primaria ha quedado rezagada en la discusión; una estructura tributaria que no ha pensado cómo incorporar este desafío; o la creciente inseguridad delictual, conspiran directamente contra este factor.
Temas de urbanismo, sistemas de salud y regulación laboral también se podrían agregar a la lista de campos en donde es necesario hacer mejoras para vencer esa otra fuerza de gravedad que atrae capital humano desde el mundo desarrollado.
En cifras, el objetivo no parece inalcanzable, pero requiere de visión y compromiso a largo plazo, pues los beneficios de invertir en capital humano se ven en un horizonte mayor a los cuatro años. Lampadia