Por: José Enrique Vera Ocaña
Gestión, 26 de mayo de 2021
La anemia y la desnutrición crónica son uno de los principales problemas que el estado peruano ha buscado lidiar durante los últimos años. Lamentablemente la pandemia ha sido uncontexto que está recrudeciendo el componente nutricional en los infantes del país. Por ejemplo, según el documento de política a cargo de Unicef “Covid-19: Impacto de la caída de los ingresos de los hogares en indicadores de salud y educación en Perú” se estima que, a partir de la reducción de los niveles de ingreso de las familias a causa de la pandemia, la prevalencia de anemia en menores de 6 a 35 meses pasaría de 40.1% en 2019 a 50.8% en el 2020, niveles cercanos a los obtenidoshaceunos11años.
Entre los factores que impulsan a este incremento se encuentra la reducción de la cobertura de servicios de salud durante la emergencia sanitaria, las paralizaciones de los principales programas sociales que tienen por objetivo contribuir a la mejora nutricional de los infantes, la menor capacidad de los hogares para acceder a dietas balanceadas, entre otros.
La coyuntura del país obliga al Ejecutivo a destinar mayores esfuerzos y recursos a otras falencias del sector (oxígeno, vacunas, camas UCI), pero la idea aquí es no descuidara este problema de salud pública.
Para el inminente próximo Gobierno es crucial que se refuercen y se amplíen las intervenciones de los programas sociales que intentan contribuir con la reducción de anemia y desnutrición crónica a través del fomento de prácticas de higiene, consejería en alimentación saludable, suplementación de hierro, inmunizaciones, y más. Además, en línea con las propuestas de los candidatos presidenciales de otorgar bonos económicos a los más vulnerables, sería interesante que se gestione la entrega de vales de consumo para que puedan ser canjeados principalmenteporalimentosbalanceadosquefavorezcanalnivel nutricional de la familia ya sea en mercados locales o MYPES (para zonas urbanas) o en organizaciones de productores locales (para zonas rurales). Eso ayudaría a direccionar el consumo de las familias y de los infantes, ya que no necesariamente el dinero entregado a los hogares asegura que se gaste en productos saludables o alimentos en sí.
Asimismo, la lucha contra la anemia y la desnutrición es un factor que también favorece a otros sectores, como lo es el aspecto educativo. Las propuestas de gobierno planean destinar una fuerte cantidad de recursos para dotar de elementos tecnológicos a los estudiantes con brechas de conectividad o implementar a las escuelas de herramientasparaelregresogradualdelaeducaciónpresencial. Pero es importante resaltar, como complemento a lo anterior, que uno de los mejores determinantes para la mejora educacional de los estudiantes es el componente nutricional.
Diversos estudios evidencian que reducir la desnutrición y la anemia en etapas iniciales de vida favorece posteriormente en el rendimiento académico (Carpio y otros, 2020; Monge y otros, 2017; Outes y otros, 2011). Si los candidatos tienen por objetivo mejorar el rendimiento académico del alumnado, una buena opción es asegurar un buen estado nutricional en etapas tempranas.