Alejandro Deustua
Contexto.org
24 de junio de 2025
Para Lampadia
Estados Unidos ha impuesto un acuerdo de cese de fuego en la confrontación entre Israel e Irán logrando la aceptación de las partes.
La solidez del acuerdo depende, sin embargo, de los resultados del impresionante y preciso operativo aéreo realizado por la fuerza norteamericana sobre Irán y de la vocación de cumplimiento de las partes.
Sobre lo primero han existido, desde el término del operativo norteamericano, interrogantes distintas: ¿fueron los blancos nucleares iraníes realmente devastados como sostuvo Trump; o fueron éstos dañados sólo severamente encontrándose aún en evaluación (jefe del Comando Conjunto de Estados Unidos); o aquéllos sólo fueron presumiblemente “muy significativos” sin poder afirmarse aún el resultado (director del Organismo Internacional de Energía Atómica)?
Por lo demás, no existe claridad sobre el destino de 400 kgs. de uranio enriquecido aparentemente retirado antes por los iraníes. La respuesta a estas inquietudes, sobre la que se ha abierto un debate, es esencial para determinar el curso a seguir.
Y si bien el acuerdo ha disminuido considerablemente la alarma de los mercados y de los socios occidentales, su anuncio contrasta con la predisposición de las partes a violentarlo dependiendo de las circunstancias. Como se sabe, apenas anunciado el acuerdo y aprovechando la diferencia horaria para su vigencia, las partes redoblaron sus respectivos ataques arrojando dudas sobre la sostenibilidad del entendimiento.
Sin embargo, el acuerdo ha sido una demostración de la capacidad norteamericana para, mediante el uso de la fuerza, imponer un cese del fuego en el Medio Oriente.
Entre las opciones de “paz o tragedia” presentadas al término de la intervención de Estados Unidos, el cese del fuego está operando. Pero la paz parece lejana.
Como es evidente ésta no puede ser alcanzada automáticamente luego del cese de hostilidades como se ha pretendido.
Fortalecer el marco de la no proliferación (TNP) y establecer un nuevo acuerdo de gestión de capacidades nucleares limitadas sometidas a la observación de la OIEA que enfatice que el arma nuclear no será lograda por Irán en reemplazo del acuerdo denunciado por Trump en 2018 es un paso previo indispensable.
Ello permitiría un grado de satisfacción iraní en el enriquecimiento de uranio con fines pacíficos.
Y si la realización del acuerdo requería una salida airosa, Irán logró una represalia final anunciada al eventual perjudicado (Qatar donde se encuentra la base norteamericana atacada) y tolerado (Estados Unidos, que asimiló el ataque sin más). Con el entendimiento Irán consigue además condiciones para la sobrevivencia de un gobierno apuntalado hoy más por el sentido patriótico que por el apego ciudadano.
Sin embargo, el estado teocrático llega debilitado al cese de fuego. Su capacidad misilera, que Israel mermó, ha evidenciado que carece de la precisión necesaria para alcanzar blancos que no sean masivos en ciudades israelíes. Por lo demás, su comando militar ha sido fortísimamente golpeado. Reponer sus capacidades (reconstrucción de la infraestructura dañada) será una prioridad mientras que recuperar su poder disruptivo (complicación del estrecho de Hormuz, fortalecimiento de Hamás o Hesbolá o ataques terroristas extrar-regionales p.e.) será una tentación.
De otro lado, aunque Irán no parece haber recibido ahora ayuda eficaz de sus aliados, éstos se mantendrán tan activos como los intereses en juego: exportación petrolera a China, cooperación militar y nuclear con Rusia, diversificación de su actividad paramilitar en el extranjero y relaciones de mutuo beneficio en el Medio Oriente (Qatar, p.e.)
Israel, en cambio, llega fortalecido al cese de fuego.
No obstante el daño causado a sus ciudades, Israel ha logrado degradar la cadena de producción nuclear iraní, golpear seriamente su liderazgo militar, confirmar su capacidad de penetración en Irán y, especialmente, consolidar en el campo de batalla la alianza con Estados Unidos. Ello debiera permitirle avanzar en el establecimiento de un orden regional cuyos fundamentos hoy, sin embargo, son frágiles (Hamás y Hesbolá no han sido eliminados e Irán sigue siendo una amenaza).
Estados Unidos, de otro lado, no sólo ha restaurado la eficacia de su presencia militar en la zona sino que llega a la reunión cumbre de la OTAN de estos días como un líder pacificador de inmenso poder militar efectivo.
La excelencia de su operación aérea no tiene parangón contemporáneo.
Sin embargo, aquélla ha sido disminuida por el debate sobre sus resultados.
De comprobarse que éstos han sido sustantivos, Estados Unidos podría sentar, con Israel y los países del Golfo, las bases de un entendimiento en Medio Oriente.
Y también prepararse para intensificar el esfuerzo de lograr un entendimiento entre Ucrania y Rusia.
En este marco, es necesario que los países de la región que mantienen relaciones de baja intensidad con Irán se dispongan a prevenir cualquier intento iraní de explotar, mediante acciones extra-diplomáticas, los intensos vínculos que otros países de la región mantienen con la dictadura teocrática.
Especialmente preocupante al respecto es la presencia iraní en Venezuela y Bolivia y, mediante el Hesbolá, en la frontera de Brasil, Argentina y Paraguay.
Lampadia