Jaime de Althaus
Para Lampadia
El responsable de que Ricardo Gareca no haya querido renovar con el Perú es Agustín Lozano y el sistema informal del fútbol peruano que Lozano representa y que impide generar una base suficiente de buenos jugadores.
Gareca sabe que sin esa base no llegará a ninguna parte, y que para generarla se requiere retomar una reforma profunda del fútbol peruano que comienza con una transformación de los clubes en empresas modernas y serias capaces de invertir en divisiones de menores e infraestructura para capitalizar a mediano y largo plazo con la venta de jugadores talentosos.
Evidentemente Gareca no pudo convencer a Lozano de esa necesidad. Lo dice la nota de El Comercio que dio la mala noticia: “Cabe precisar que en las reuniones que sostuvo Ricardo Gareca con Agustín Lozano se dio a conocer la intención del DT de realizar un trabajo más amplio y de mejora para el fútbol peruano que no solo abarque a la selección”.
Es claro que Lozano no aceptó esa propuesta. Y la razón es simple: implicaría poner fin al statu quo de unos clubes relativamente informales en los que el dueño o dirigente prefiere los negocios y arreglos de corto plazo y las prebendas y dádivas clientelistas que Lozano les ofrece para reelegirse, antes que invertir de verdad en el futuro transformando el club en una organización societal dotada de una administración transparente y un gobierno corporativo.
La negativa de Gareca no solo nos priva de un buen entrenador de la selección. Implica la negación de la reestructuración del fútbol, un proceso que había comenzado con buenos auspicios hace unos años, con Edwin Oviedo, y que interrumpido por la directiva que preside Lozano.
Pero eso es algo que el país no puede aceptar. El fútbol es demasiado importante para la autoestima, el orgullo y la unidad nacionales como para dejar que intereses pequeños y eventualmente mafiosos impidan su desarrollo y modernización.
Los clubes deben convertirse en empresas modernas y solventes. ¿Cómo? Lo primero sería interesar a empresarios importantes a que inviertan en ellos. Pero para facilitar ese interés se requeriría, como señala Felipe Cantuarias, ex presidente del Sporting Cristal, que se apruebe una ley que, de un lado, facilite la conversión de las asociaciones civiles que son los clubes en sociedades anónimas y, de otro lado, facilite también que la Sunat capitalice en la bolsa de valores las acreencias que tiene con varios clubes, a fin de que inversionistas adquieran esas acciones y se conviertan en socios de esos clubes convertidos en sociedades anónimas.
El Congreso, tan pródigo en leyes cuestionadas, debería priorizar el debate y la aprobación de una ley como esa. No podemos seguir postergando un proceso de cambio que ya se produjo en países de la región con muy buenos resultados. Si queremos regresar al mundial, debemos tener fábricas de buenos jugadores. Es lo que hay que construir. Lampadia