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Confianza

Confianza

CARLOS MILLA VIDAL
Desde Cusco
29 de agosto del 2021
Para Lampadia

Esta semana, nuestro país ha dado un paso muy complicado que ha puesto en cuestión todo el sistema democrático, y amenaza en llevarnos a un totalitarismo anunciado. Una mayoría de parlamentarios, incluidas dos bancadas “democráticas”, ha optado por respaldar al gabinete Bellido en una clara muestra de que el miedo a perder los privilegios y las curules va por encima de los “principios” democráticos, y la responsabilidad de la representación que ostentan.

CONFIANZA 

La confianza es un sentimiento. Es una parte central del “software social”. Significa fundamentalmente que “creemos en la palabra del otro”, y esperamos conductas previsibles.

Una sociedad que expresa confianza nos da el ambiente necesario para una sana convivencia.

Otorgar la confianza tiene un significado muy importante. Si yo doy mi confianza es que creo que el interlocutor cumplirá con su palabra. Esto vale, para todo en la vida, para honrar una deuda, para la vida cotidiana, para el amor.

La confianza es un acto moral.

Los usos y costumbres de nuestra democracia exigen que las instituciones más importantes que constituyen la base del equilibrio de poderes (Ejecutivo y Legislativo), pasen por un “ritual” de otorgamiento de confianza.

El Ejecutivo, a través del presidente del consejo de ministros, debe comparecer ante el congreso a decir lo que va a hacer, a presentar sus lineamientos de política de gobierno, a presentar un plan de acción en los diversos sectores. A establecer sus prioridades para los próximos meses, (las prioridades en este caso, deben estar alineadas con las URGENCIAS NACIONALES. Estas las conocemos de sobra: Salud y Economía). El ejecutivo debe mostrar la idoneidad del equipo de ministros que lo acompañan.

El Legislativo por su lado, debe preguntar, debe analizar, debe dialogar, y finalmente decidir por votación, y dar un resultado.

“Te creemos”, y confiamos que gobernarás para el bien del país”, debería ser el mensaje de un “otorgamiento de confianza”.

La presentación de Bellido: 

Mi paisano, ha seguido a todas luces un cuidadoso guion. Su propósito no ha sido dar un mensaje de compromiso con el bien mayor, ni el bien del país… Ha tenido un propósito: Provocar, no entrar en materia, no presentar un plan de gobierno. Hablar de generalidades. 

  • Chacchar su Coca (que sabemos ya no es su costumbre cotidiana sólo trataba de provocar al congreso, y lanzar un mensaje a los Cocaleros del Vraem (¡No los tocaremos¡). Ya lo hizo Evo Morales en las Naciones Unidas, y multiplicó él área dedicada a la “Coca cultural” en el Chapare y las yungas bolivianas. 

  • Hablar en quechua unas breves palabras (Ignorando las decenas de lenguas aborígenes que deberían sentirse “excluidas”), provocó a la presidenta del Congreso que mostró muy poca intuición política… Le regaló un triunfo ante “la calle”.

  • Reforzó la narrativa de enfrentamiento con “las mayorías excluidas”, y no perdió la oportunidad en polarizar: Ricos contra pobres, blancos contra indios, La “sierra excluida” contra la capital, y la aludió a Paco Yunque, sabiendo que el Perú de hoy no es el Perú de Vallejo.  

  • Solo el congresista Chiabra, le pidió un plan de gobierno y metas claramente medibles para poder dar seguimiento. Bellido lo ignoró…Es decir… salió ganando.

Nos preguntamos… ¿Habrá un plan de gobierno? ¿Tendrán la voluntad de hacer gestión? ¿O están cumpliendo rigurosamente un plan para seguir desmantelando la institucionalidad en todos los ministerios? Y de esta manera facilitar la dictadura. ¿Reconocer al sindicato de maestros, opositor al SUTE, tiene como propósito contar con la base social para la futura constituyente?, ¿Trasladar a Montesinos es el paso previo para liberar a Abimael? Remoción de mandos militares y policiales.

Semanas antes (y no fue casualidad) el vocero oficioso, pero más genuino del partido del lápiz, el congresista Bermejo amenazó con usar sus dos “balas de plata” para cerrar el Congreso. Para esto, usaría la puerta que les había dejado abierta el “lagarto”, con la celebrada y controvertida clausura del congreso anterior, y su ya famosa “negatoria de confianza fáctica”.

Estamos ante la presentación más inconsistente y pobre, con el peor y menos idóneo gabinete, donde, desde el premier está cuestionado y varios otros ministros, acusados de delitos, incluido el terrorismo. Sin embargo, se retiran triunfadores con una “confianza” que huele a componenda.

¿Principios?, ¿Cálculo político?, o intereses personales:

Difícil saber cuáles han sido los móviles, de cada uno de los congresistas. Pero una verdad salta a la vista: Inexperiencia en las artes congresales, falta de operadores políticos, y una inexplicable e irresponsable falta de capacidad de concertación. Un congreso que mayoritariamente es oposición terminó “Dando la confianza” bajo un pretexto: “Gobernabilidad”.

Hubo falta de liderazgo, e incapacidad de pensar en “el bien mayor”, la dispersión de bancadas sólo ayudó al desastre.

La democracia del Perú está bajo amenaza, y el único espacio donde de acuerdo con la ley y la Constitución debemos actuar es el Congreso.

Este congreso no estuvo a la altura moral de sus responsabilidades.

¿Estamos a tiempo?

Señores Congresistas… Los invito a ver a la “verdadera” presentación del Premier.

https://fb.watch/7I2w-4-vG2/

¿Podrán ser ustedes capaces de coordinar?, de juntarse no por intereses sino por principios?

Hay un país que espera mucho de ustedes. Lampadia




Totalitarios y autoritarios

Totalitarios y autoritarios

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

Las impresionantes manifestaciones de protesta contra la dictadura comunista que oprime Cuba desde hace 62 años, han despertado solidaridad y esperanzas en todo el mundo. No obstante, no será tan fácil para los cubanos liberarse de ese régimen despótico.

La académica y diplomática norteamericana Jeane Kirkpatrick estableció una diferencia sustancial entre totalitarismo y autoritarismo, para diferenciar a los sistemas totalitarios, comunistas o nazis, de las dictaduras como las que, por ejemplo, hemos tenido en el Perú y países vecinos en diversos períodos.

Kirkpatrick sostenía que era mucho más probable que una dictadura autoritaria se liberalizara y evolucionara hacia la democracia, a que un régimen totalitario comunista cambiará.

El totalitarismo comunista -o fascista- no solo impone una brutal represión sobre el pueblo:

  • elimina la libertad de prensa,
  • liquida la alternancia en el poder e impide la existencia de una oposición política,
  • sino que encuadra a la población en un partido único,
  • disuelve la sociedad civil y encasilla a la población en organizaciones controladas por el partido y el gobierno.
  • Además, por supuesto, de impartir, desde el nacimiento hasta la muerte, una ideología que se inocula en las escuelas, los medios de comunicación y las artes.

Por eso es tan difícil que un pueblo que cae bajo el yugo totalitario se libere de él. Los rusos demoraron 74 años en acabar con el totalitarismo comunista. El totalitarismo nazi y fascista duró menos por la derrota militar que sufrió. Un nuevo tipo de totalitarismo, la teocracia islámica en Irán es un fenómeno relativamente nuevo, y no se sabe todavía cómo puede terminar.

Precisamente en un premonitorio artículo publicado en 1979, “Dictaduras y doble estándar”, Kirkpatrick hizo una crítica implacable de la política norteamericana del gobierno de Jimmy Carter, que dejó caer a dos aliados, los socavó y contribuyó a que los reemplacen gobiernos enemigos de los EEUU con el argumento de que lo hacían para defender la democracia y los derechos humanos.

En efecto, en 1979 fueron derrocadas las dictaduras del Sha de Irán y de Somoza en Nicaragua, y reemplazados no por gobiernos democráticos respetuosos de los derechos humanos, sino por otras dictaduras enemigas de los EEUU:

Dice Kirkpatrick, refiriéndose también a otros países como Cuba: “En cada uno de estos países, el esfuerzo norteamericano por imponer la liberalización y la democratización a un gobierno enfrentado a una violenta oposición interna no sólo falló, sino que en realidad ayudó a la toma del poder por nuevos regímenes bajo los cuales las personas comunes gozan de menos libertades y menos seguridad personal que bajo las autocracias anteriores; más aún, regímenes hostiles a los intereses y políticas norteamericanos.”

Y, premonitoriamente, “en este momento [1979] hay mucha más probabilidad de una liberalización y democratización progresiva en Brasil, Argentina y Chile que en el gobierno de Cuba”. En efecto, las dictaduras de Brasil, Argentina y Chile finalmente terminaron y se establecieron gobiernos democráticos en esos países, mientras el pueblo cubano sigue todavía sojuzgado por una tiranía comunista.

En suma, la diferencia que estableció Kirkpatrick entre totalitarismo y autoritarismo tiene una importancia práctica muy importante, no solo académica.

Y su crítica al doble estándar de la política exterior de los EEUU está vigente. Los EEUU no solo actúan, como cualquier país, en función de sus intereses geopolíticos y estratégicos, sino que tienen -como bien ha precisado Henry Kissinger- una política ambivalente, que combina eso con un defensa idealista de la democracia, que los lleva a cometer errores fatales, como en los casos descritos por Kirkpatrick en 1979 en Irán y Nicaragua, donde contribuyeron a derribar dos dictaduras amigas y a establecer otras mucho peores en términos de represión y violación de los derechos humanos, y enemigas de los EEUU.

Hoy la teocracia que gobierna Irán es un peligro con su política nuclear no solo para los EEUU sino para el mundo entero, y en Nicaragua Daniel Ortega, el mismo al que ayudaron a encaramarse en 1979, sigue en el poder después de un breve interregno democrático. Y en ambos, el pueblo sufre mucho más que antes. Lampadia




2021… un buen año de agua

2021… un buen año de agua

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Lima, 28 de mayo de 2021
Para Lampadia

El tema preferido de los agoreros del clima es la sequía. Hay quienes dicen que con el calentamiento global habrá escasez de agua para toda la humanidad. Para esos videntes de desdichas, la agricultura peruana está condenada a una sequía apocalíptica.

El problema es que luego de los anuncios agoreros, no solo no aparece la sequía, sino todo lo contrario; los ríos se cargan de bote a bote – inclusive algunos se desbordan – y los agricultores brindamos por ello.

A los hechos me remito. Todos fuimos testigos de la gran cantidad de agua que transcurrió por nuestros ríos – entre diciembre y abril pasados – camino al mar. Incluso, muchos no ven – seguramente por temas de soroche – la belleza de las lagunas altoandinas llenas, las pasturas de la Sierra verdes y frondosas, y el ganado sano y bien nutrido. Además ¡qué grato resulta medir la recuperación de los acuíferos subterráneos de la Costa, luego de meses de abundancia de aguas de avenida!

Ahora – acabada la temporada de lluvias – entramos al estiaje, y muchos se lamentarán por la escasez de agua. Pregunto: ¿qué hicieron esos quejumbrosos para retener parte de las abundantes aguas de lluvias que tuvieron frente a sus narices y que se perdieron en el mar? La respuesta es… nada.

Entonces, en vez de quejarse – más bien – hay que actuar como corresponde. Desde las cabezadas de nuestras cuencas – en hermandad entre la Costa y la Sierra, tal como lo hicimos entre Ica, Huancavelica y Ayacucho en el período 2015 / 2018 – hasta las desembocaduras de nuestros ríos en el mar, debemos llevar a cabo lo que se denomina la “Siembra y Cosecha de Agua”.

Arriba – donde más llueve – debemos construir muchos reservorios; pequeños, medianos, y grandes. No importa el tamaño, sino el volumen de agua almacenable por todos los reservorios en conjunto. De eso se trata; de guardar la mayor cantidad de aguas de lluvias posible, para disponer de ellas en los estiajes.

También debemos reforestar y revegetar todas las cabezadas y quebradas. La tala indiscriminada de los últimos años ha dejado a nuestros cerros pelados, lo cual – ante cualquier lluvia, por más pequeña que sea – deviene en mortíferos huaicos que arrasan con todo lo que encuentran en su camino. La vegetación compuesta de bosques y pastizales se constituiría así en una gigantesca esponja natural, que retendría el agua de lluvias, y evitaría la erosión de nuestras quebradas.

La agricultura de secano debe cederle el paso a la agricultura bajo riego. Y el riego en sí, debe tecnificarse a todo nivel. Hay que instalar aspersores de agua en las planicies y quebradas altoandinas, y riego por goteo en las partes medias y bajas de nuestros valles estupendos.

Los acuíferos deben manejarse sosteniblemente. En efecto, el subsuelo sirve muy bien para almacenar grandes cantidades de agua. En ese sentido, los acuíferos se rellenan naturalmente; a través flujos de aguas superficiales (ríos, acequias, surcos, etc.) y artificialmente; a través de procesos de infiltración inducida, tal como se está haciendo en Ica, con resultados muy favorables.

Pero el manejo eficiente del agua implica – también – acciones administrativas innovadoras, tales como tarifas diferenciadas, o lo que en su momento planteamos como “tomas libres”. ¿Qué significa eso? Pues que en épocas de abundancia – llámese, en las temporadas de lluvias, como la que acaba de pasar – casi no se debe cobrar por el agua. Y todas las compuertas deben abrirse para que el agua discurra libremente por todos los cauces y acequias.

En cambio, el agua regulada; aquella proveniente de reservorios y represas debe cobrarse a tarifas que cubran los costos de inversión y distribución del agua. De esa forma, promovemos la infiltración de las aguas de avenida, para – precisamente – recargar al máximo los acuíferos, y hacer uso de las aguas subterráneas en los estiajes. Y todo ello, sin afectar las finanzas de las Juntas de Usuarios

Dicho esto, no podría concluir este artículo sin dar gracias a Dios y a la madre naturaleza, simplemente porque después de un 2020 realmente seco, dispusieran que este año 2021… sea un buen año de agua.

La del estribo. ¡No al estatismo controlista e inoperante! ¡No al totalitarismo opresor y corrupto! ¡No al populismo demagógico! ¡No al marxismo – leninismo fracasado en todo el mundo! ¡No al terrorismo sanguinario y su aliado el narcotráfico! ¡No al candidato violentista que con su matonería – en el 2017 – amenazó y forzó a la bruta a los maestros y escolares de Ica para que no vayan a clases!

Este domingo ¡votemos por la democracia! ¡votemos por la libertad! ¡votemos por el Perú! Lampadia




Sin medias tintas frente al estatismo y el totalitarismo

Sin medias tintas frente al estatismo y el totalitarismo

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Lima, 16 de abril de 2021
Para Lampadia

El estatismo y el totalitarismo – aquí y en todo el mundo – suelen ser hermanos de la corrupción y la barbarie. Van de la mano. Son como el hambre y la necesidad. Los unos no existen sin los otros. El estatismo, el totalitarismo, la corrupción y la barbarie viven en simbiosis… los unos se alimentan y protegen entre sí. Y lo que es peor, el estatismo y el totalitarismo siempre se perpetúan en el poder. Y con ellos desaparecen las libertades, y el poder se ejerce sin divisiones ni restricciones. ¡Chau democracia!

Ejemplos tenemos muchos, pero aquí van los más conocidos y emblemáticos de la historia moderna: la Unión Soviética con Stalin, Alemania con Hitler, España con Franco, Italia con Mussolini, China con Mao, Camboya con Pol Pot, Corea del Norte con Kim Il Sung. Y aquí en el barrio tenemos los casos de Cuba con Fidel Castro y Venezuela con Chávez y Maduro.

Como se ve, hay estatismos y totalitarismos de derecha y de izquierda. El problema es que cada cual es más pernicioso que el otro. Todos son corruptos, arbitrarios y empobrecedores. Todos son abusivos, criminales y hambreadores. Todos son elitistas, clientelistas e ineficientes. La pregunta es ¿queremos los peruanos un totalitarismo estatista como aquellos?

Repito. El estatismo y el totalitarismo siempre degeneran en corrupción y barbarie. Y como se ha visto a lo largo de la historia, las poblaciones de aquellos regímenes se empobrecen hasta el extremo de la hambruna. Por ello, los venezolanos salen masivamente de su país. ¡No tienen qué comer! ¡Lo han perdido todo! ¡No tienen futuro!

El estatismo y el totalitarismo acaban con las libertades, empezando con la libertad de prensa y opinión. Acaban con la propiedad privada. Y con ello desaparecen la iniciativa y creatividad de las personas. Con el estatismo y el totalitarismo desaparece también el principio de la igualdad ante la ley. Y se acaba la democracia y los derechos de las personas.

Nadie niega que haya corrupción y pobreza – y mil males más – en democracias como la nuestra. El punto es que sólo en democracia podemos aspirar a corregir dichas lacras e injusticias. Sólo con libertad de prensa y opinión se puede conocer la verdad. En tiranía es imposible. En tiranía, la verdad es la verdad del tirano. El tirano piensa por el pueblo, no deja pensar al pueblo. Por ello – y por muchas cosas más – no debemos andar con medias tintas frente al estatismo y el totalitarismo.

OTRO SÍ DIGO: Dialogar, consensuar y tolerar son cosas buenas. En realidad, son tres grandes virtudes. Sin embargo, hay casos en que los diálogos resultan una pérdida de tiempo, consensuar se torna imposible, y tolerar – en vez de una virtud – es una muestra de debilidad. Efectivamente, existen diálogos de sordos, consensos utópicos, y tolerancias permisivas. Ese es el caso cuando están de por medio el estatismo y el totalitarismo… por ejemplo.

Efectivamente

  • ¿cómo dialogar con los propulsores de más estatismo del que tenemos en nuestro país, si tenemos un Estado fallido por donde se le mire?
  • ¿Acaso no estamos carentes de agua, salud, educación y seguridad?
  • ¿Acaso no tenemos que recurrir a gobiernos extranjeros para construir hospitales, carreteras y recintos deportivos, ya que nuestro Estado es incapaz de hacerlo de manera eficiente y honesta?
  • ¿Cuándo – a lo largo de la historia – el Estado peruano ha sido eficiente y servicial, de cara a la ciudadanía?

¿Para qué – entonces – quieren algunos estatizar aún más la economía del Perú? ¿Qué tienen los estatistas peruanos en la cabeza? Lampadia




El liberalismo se enfrentó a la tiranía

El liberalismo se enfrentó a la tiranía

“La economía es una ciencia del pensamiento en términos de modelos unidos al arte de elegir modelos que son relevantes para el mundo contemporáneo”.
John Maynard Keynes a Roy Harrod, 4 de julio de 1938

La filosofía política liberal es clara: derechos económicos y humanos individuales, autonomía personal, gobierno representativo, libre circulación de bienes y personas a través de las fronteras, libre desarrollo tecnológico sin trabas para promover la economía del mercado global y, bienestar y regulaciones suficientes, pero no tanto como para afectar el crecimiento económico. La mayoría de los debates políticos están dentro de este amplio marco liberal.

Sin embargo, todavía hay incertidumbre sobre el futuro del liberalismo. En Europa, la crisis de inmigración ha impulsado el nacionalismo (ya en aumento), en gran parte responsable de la campaña de Brexit. En los Estados Unidos, la política está polarizada y los comentarios de Trump no ayudan, lo cual causa que la desconfianza hacia el gobierno y otras instituciones cruciales esté aumentando. El descontento popular resultó en unas elecciones inimaginables y un ganador con una plataforma populista.

En Lampadia queremos compartir las ideas de tres pensadores vieneses (presentadas por The Economist) que creían que el capitalismo, acompañado por el estado de derecho y la democracia, era la mejor manera para que las personas retengan su libertad. Hayek, Popper y Schumpeter formularon una respuesta a la tiranía: “Entre los optimistas hubo tres exiliados vieneses que lanzaron una lucha contra el totalitarismo. En lugar de la centralización, defendieron el poder difuso, la competencia y la espontaneidad”.

El análisis de The Economist concluye que: “Tomados en conjunto, en la década de 1940, Hayek, Popper y Schumpeter ofrecieron un ataque contra el colectivismo, el totalitarismo y el historicismo, y una reformulación de las virtudes de la democracia liberal y los mercados. El capitalismo no es un motor para la explotación belicista (como creían los marxistas), ni una oligarquía estática, ni un camino hacia la crisis. Acompañado por el estado de derecho y la democracia, es la mejor manera para que las personas conserven su libertad.”

Ver artículo líneas abajo:

Los exiliados responden
Hayek, Popper y Schumpeter formularon una respuesta a la tiranía

Puede que sus vidas y reputaciones divergieran, pero sus ideas estaban enraizadas en los traumas del país donde todos ellos nacieron

The Economist
23 de agosto, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Mientras se desataba la segunda guerra mundial, los intelectuales occidentales se preguntaban si la civilización podría recuperarse. George Orwell, el más brillante de los pesimistas, escribió “Animal Farm” y comenzó a trabajar en “1984”, que se publicó como “una bota estampando sobre un rostro humano – para siempre”.

Entre los optimistas se encontraban tres exiliados vieneses que iniciarion una lucha contra el totalitarismo. En lugar de la centralización, abogaban por el poder difuso, la competencia y la espontaneidad.

  • En Massachusetts, Joseph Schumpeter escribió “Capitalism, Socialism and Democracy”, publicado en 1942.
  • En Nueva Zelanda, Karl Popper escribió “The Open Society and its Enemies” (1945).
  • En Gran Bretaña Friedrich Hayek escribió “El camino a la servidumbre” (1944).

Viena, su hogar original, había sido destruida. En 1900 era la capital de la monarquía de los Habsburgo, un imperio bastante liberal y políglota. Se enfrentó a dos guerras mundiales, el colapso del imperio, el extremismo político, la anexión de los nazis y la ocupación aliada. Graham Greene lo visitó en 1948 y describió la antigua joya del Danubio como una “ciudad destrozada y lúgubre”.

La guerra y la violencia “destruyeron el mundo en el que crecí”, dijo Popper. Schumpeter veía a Austria simplemente como un “pequeño naufragio de un estado”. “Todo lo que ahora está muerto “, dijo Hayek, del apogeo de Viena.

Sin embargo, la ciudad los formó. Entre 1890 y la década de 1930 fue uno de los lugares con más personajes brillantes del mundo. Sigmund Freud fue pionero en el psicoanálisis. El Círculo de filósofos de Viena debatió la lógica. La escuela de economía austriaca lidió con los mercados; Ludwig von Mises hizo grandes avances en el rol de la especulación y el mecanismo de precios. Von Mises fue mentor de Hayek, primo del filósofo Ludwig Wittgenstein, que fue a la escuela con Adolf Hitler, que estuvo en la Heldenplatz en 1938 para dar la bienvenida a “la entrada de mi patria en el Reich alemán”.

Los tres pensadores de los tiempos de guerra tenían diferentes antecedentes. Schumpeter era un extravagante aventurero nacido en una familia provincial católica. La familia de Popper era intelectual y tenía raíces judías; Hayek era el hijo de un doctor. Pero ellos tenían experiencias en común. Los tres asistieron a la Universidad de Viena. Cada uno había sido tentado, y habían repelido, el socialismo; Schumpeter fue ministro de finanzas en un gobierno socialista. También perdió su fortuna en un colapso bancario en 1924. Luego se fue a Alemania, y, después de que murió su esposa, emigró a Estados Unidos en 1932. Hayek dejó Viena para la London School of Economics en 1931. Popper huyó de Austria justo a tiempo, en 1937.

Cada uno estaba preocupado por la complacencia de los países anglosajones de que no caerían en el totalitarismo. Sin embargo, abundaban las señales de advertencia. La depresión en la década de 1930 hizo que la intervención del gobierno pareciera deseable para la mayoría de los economistas. La Unión Soviética era un aliado en tiempos de guerra y, en esa época, no se aceptaban las críticas a su régimen basado en el terror. Quizás lo más preocupante es que la guerra había traído autoridad centralizada y un solo propósito colectivo en Gran Bretaña y EEUU: la victoria. ¿Quién podría estar seguro de que esta máquina de comando y control se apagaría?

Hayek y Popper eran amigos, pero no muy cercanos a Schumpeter. Los hombres no cooperaron. Sin embargo, surgió una división del trabajo.

  • Popper buscó eliminar los fundamentos intelectuales del totalitarismo y explicar cómo pensar libremente.
  • Hayek se propuso demostrar que, para estar seguro, el poder económico y político debe ser difuso.
  • Schumpeter proporcionó una nueva metáfora para describir la energía de una economía de mercado: la destrucción creativa (creative destruction).

El inicio del exilio

Popper. Decidió escribir “The Open Society” después de que Hitler invadiera Austria y lo describiera como “mi esfuerzo de guerra”. Comienza con un ataque al “historicismo” o grandes teorías disfrazadas de leyes de la historia, que hacían agresivas profecías sobre el mundo y dejan de lado la volición individual. Primero se destruyó la idea de Platón, con su creencia en una Atenas jerárquica gobernada por una élite. La metafísica de Hegel y su insistencia en que el estado tiene su propio espíritu son descartadas como “cantos desconcertantes”. Popper escucha con simpatía la crítica al capitalismo de Marx, pero considera que sus predicciones son algo mejor que una religión tribal.

En 1934 Popper había escrito sobre el método científico, en el cual las hipótesis son avanzadas y los científicos intentan falsificarlas. Cualquier hipótesis que quede en pie es un tipo de conocimiento. Este concepto moderado y condicional de la verdad se repite en “The Open Society”. “Debemos romper con el hábito de deferencia hacia los grandes hombres”, argumenta Popper. Una sociedad saludable significa una competencia por ideas, no una dirección central, y un pensamiento crítico que considere los hechos, no quién los presenta. Contrariamente a lo que afirma Marx, la política democrática no era una farsa sin sentido. Pero Popper pensó que el cambio solo era posible a través de la experimentación y la política fragmentaria, no de sueños utópicos y esquemas a gran escala ejecutados por una élite omnisciente. 

Hayek compartía la visión de Popper del conocimiento humano como contingente y disperso. En “The Road to Serfdom” (El camino a la servidumbre), él hace una afirmación despiadada: que el colectivismo, o el anhelo de una sociedad con un propósito común general, está inherentemente equivocado y es peligroso para la libertad. La complejidad de la economía industrial significa que es “imposible para cualquier hombre inspeccionar más que un campo limitado”. Hayek se basó en el trabajo de von Mises sobre el mecanismo de precios, argumentando que sin él el socialismo no tenía manera de asignar recursos y conciliar millones de preferencias individuales. Debido a que no puede satisfacer la gran variedad de necesidades de las personas, una economía central planificada es innatamente coercitiva. Al concentrar el poder económico, concentra el poder político. En cambio, sostiene Hayek, una economía competitiva y política es “el único sistema diseñado para minimizar el poder ejercido por el hombre sobre el hombre por medio de la descentralización “. La democracia era un “dispositivo para salvaguardar” la libertad.

Schumpeter es un rompecabezas. (En su historia del neoliberalismo, Daniel Stedman Jones elige a von Mises como su tercer pensador vienés). Su anterior libro, un tomo sobre la historia de los ciclos económicos, fracasó en la década de 1930. Ahora está de moda describir su seguimiento, “Capitalismo, socialismo y democracia”, como una de las mejores obras del siglo XX. Pero, en realidad, su trabajo puede ser turgente y prolijo; hay partes que están dedicadas a profecías del tipo que Popper consideraba como locuras. La opinión de Schumpeter de que el socialismo eventualmente reemplazaría al capitalismo -porque el capitalismo anestesió a sus propios acólitos- a veces se piensa que es irónica. Sin embargo, como una pepita de oro en medio de lodo, el libro contiene una idea deslumbrante sobre cómo funciona realmente el capitalismo, enraizado en la perspectiva del empresario, no en la de los burócratas o los economistas. 

Hasta que John Maynard Keynes publicó su “Teoría general” en 1936, los economistas realmente no se preocupaban por el ciclo económico. Schumpeter hizo hincapié en un tipo diferente de ciclo: uno más largo de innovación. Los empresarios, motivados por la perspectiva de ganancias monopólicas, inventan y comercializan productos que superan sus antecesores. Luego son derrotados. Este “vendaval perenne” del nacimiento y la muerte, no los esquemas de los planificadores, es cómo se hacen los avances tecnológicos. El capitalismo, aunque desigual, es dinámico. Las empresas y sus propietarios disfrutan de ventanas limitadas de ventaja competitiva. “Cada clase se asemeja a un hotel”, escribió Schumpeter anteriormente; “Siempre lleno, pero siempre de diferentes personas”. Tal vez estaba recordando su propia experiencia en la industria bancaria de Viena.

Tomados en conjunto, en la década de 1940, Hayek, Popper y Schumpeter ofrecieron un ataque contra el colectivismo, el totalitarismo y el historicismo, y una reformulación de las virtudes de la democracia liberal y los mercados.

El capitalismo no es un motor para la explotación belicista (como creían los marxistas), ni una oligarquía estática, ni un camino hacia la crisis. Acompañado por el estado de derecho y la democracia, es la mejor manera para que las personas conserven su libertad.

Revisitando el tema de la servidumbre

La recepción de las investigaciones de Popper varió en el tiempo. Popper luchó para publicar su libro (era largo y todavía se racionaba el papel). En 1947, Schumpeter fue aclamado como una obra maestra; y su reputación se disparó. El trabajo de Hayek tuvo poco impacto hasta que apareció en Reader’s Digest en EEUU, convirtiéndolo en una sensación de la noche a la mañana. Y, con el tiempo, los caminos de los tres hombres divergieron. Popper, que se mudó a Gran Bretaña en 1946, volvió a centrarse en la ciencia y el conocimiento. Schumpeter murió en 1950. Hayek se trasladó a Michigan, convirtiéndose en una luminaria de la Escuela de Chicago de economistas de libre mercado y crítica estridente de todo el gobierno.

Pero la estatura combinada de los tres aumentó. En la década de 1970, el keynesianismo y la nacionalización habían fracasado, lo que llevó a una nueva generación de economistas y políticos, incluidos Ronald Reagan y Margaret Thatcher, a enfatizar los mercados y las personas. El colapso de la Unión Soviética en la década de 1990 reivindicó el ataque de Popper sobre la estupidez de los grandes esquemas históricos. Y las continuas reinvenciones de Silicon Valley, desde el mainframe y las PC hasta Internet y los teléfonos celulares, confirmaron la fe de Schumpeter en los empresarios.

Los tres austriacos son vulnerables a las críticas comunes. La concentración de su poder intelectual sobre las ideologías izquierdistas (en lugar del nazismo) puede parecer desequilibrada. Schumpeter había sido complaciente con el ascenso del nazismo; pero para Popper y Hayek, la devastación desatada por el fascismo era evidente. Ambos sostenían que el marxismo y el fascismo tenían raíces comunes: la creencia en un destino colectivo; la convicción de que la economía debe orientarse hacia un objetivo común y que una elite auto-seleccionada debe dar las órdenes.

Otra crítica es que ponen muy poco énfasis en domesticar el salvajismo del mercado, particularmente dada la miseria del desempleo en la década de 1930. De hecho, Popper estaba profundamente preocupado por las condiciones de los trabajadores; en “The Open Society”, enumera con aprobación las regulaciones laborales establecidas desde que Marx escribió sobre los niños que trabajan en las fábricas. Pensó que las políticas pragmáticas podrían mejorar gradualmente la suerte de todos. En la década de 1940, Hayek fue más moderado, y escribió que “se puede asegurarles a todas las personas un mínimo de alimentos, abrigo y ropa, suficientes para preservar la salud y la capacidad de trabajo”. El ciclo económico fue “uno de los problemas más graves” de la época. Schumpeter mostró menos signos de compasión, pero era profundamente ambivalente sobre el impacto social de la destrucción creativa.

Hoy en día, los austriacos siguen siendo tan relevantes como siempre. La autocracia se está endureciendo en China. La democracia está en retroceso en Turquía, Filipinas y otros lugares. Los populistas acechan en EEUU y Europa: en Viena, un partido con raíces fascistas pertenece a la coalición gobernante. Los tres habrían estado perturbados por la decadencia de la esfera pública en Occidente. En lugar de un concurso de ideas, existe la indignación tribal de las redes sociales, el fanatismo de la izquierda en los campus de Estados Unidos y el miedo y la desinformación en la derecha.

Juntos, el trío identificó sobre la tensión entre la libertad y el progreso económico, ahora exacerbada por la tecnología. En la década de 1940, Hayek y Popper pudieron argumentar que la libertad individual y la eficiencia eran compañeras. Una sociedad libre y descentralizada asigna recursos mejor que los planificadores, que solo podían adivinar el conocimiento disperso entre millones de individuos. Hoy, en cambio, el sistema más eficiente puede ser centralizado. Big Data podría permitirles a las empresas tecnológicas y los gobiernos “ver” toda la economía y coordinarla de manera mucho más eficiente de lo que podrían hacerlo los burócratas soviéticos.

Schumpeter pensó que los monopolios eran castillos temporales que eran arrasados por nuevos competidores. Las élites digitales de hoy en día parecen atrincheradas. Popper y Hayek podrían estar luchando por una descentralización de Internet, de modo que las personas posean sus propios datos e identidades. A menos que el poder se disperse, habrían señalado, que siempre es peligroso. Lampadia




Alivio y superación de la Pobreza (separando la paja del trigo)

Alivio y superación de la Pobreza (separando la paja del trigo)

Agustín Laje, Director del Centro de Estudios Libertad y Responsabilidad (LIBRE), en su artículo ¿Por qué hay tantos niños ricos de izquierda?, sostiene que el joven que ha aprendido a vivir mediante el esfuerzo de otros (sus padres), quiere lo mismo para los demás. Un buen sentimiento, pero completamente errado pues sus padres jamás hubieran mantenido a un completo desconocido que no integre su grupo familiar.

Agrega que el joven que vive de la redistribución de la riqueza que efectúan sus padres en su favor, “ha aprendido de forma inconsciente a concebir la economía como una torta dada que debe ser repartida, cuando lo cierto es que en la economía la torta no está ni dada (debe producirse) ni puede ser repartida por una figura paternalista sin que ello ponga en peligro los propios incentivos que llevaron a crear dicha torta”.

 

 

Laje señala, además, que “lo que no entiende el niño rico de izquierda, es que los peores totalitarismos que ha vivido la humanidad han sido consecuencia precisamente de querer hacer de la sociedad moderna una ‘gran familia’ y del Estado un ‘buen padre’”.

Lo mismo sucede cuando un buen ser humano es conmovido por una desgracia individual, a la que se reacciona con los mejores sentimientos y brinda algún tipo de apoyo o ayuda, que luego se proyecta a la necesidad de apoyar inmediatamente a todos los que tengan problemas similares. Así, nace el asistencialismo en una concepción que puede llevar a pensar que hay que distribuir la “torta”. Una suerte de modelo mental ‘Ganar-Perder’, determinista, que implica que la riqueza existe per se y no es creada. Cuando contrariamente, el modelo ‘Ganar-Ganar’ es el mejor para lograr la prosperidad de los ‘más’.

Así ha pasado precisamente con la humanidad, que ha tenido un crecimiento exponencial de bienestar, ingresos y trabajo, durante los últimos 200 años.  

 

El mismo tipo de pensamiento, se introduce ‘osmóticamente’ en muchos religiosos que por su sagrada función conviven con la miseria física de muchos seres humanos, a quienes dedican su vida, ayudando de la manera que un alma sola puede hacer, de uno en uno. De esta vivencia, vemos muchas veces que con el corazón en la mano, se proponen acciones sociales imbuidas de la misma concepción asistencialista.

Está muy claro que la miseria no puede ser dejada de pasar y que debe ayudarse a soportar la pobreza extrema, tanto por parte del Estado, como de las empresas e individuos con mayores capacidades, pero eso no debe llevarnos a confundir la necesidad de diseñar políticas públicas que permitan eliminar la pobreza en forma sostenible, mediante los mismos procedimientos que aplicaron los países que ya lo lograron: buena educación, acceso a buenos servicios públicos, disposición de infraestructuras que faciliten sus labores y calidad de vida e, inversión e innovación que permitan la creación de empleo de calidad para el sustento de vidas dignas.

Los países que todavía mantenemos altos niveles de pobreza, corremos el riesgo de caer en políticas que confunden los planos individuales con los sociales. Y peor aún, el mayor riesgo, históricamente comprobado, el del populismo. Aquella prédica que se cuela por todas las ranuras sentimentales y promueve falsas esperanzas.

Por esa razón es que una sociedad, una nación que quiera emprender un camino sólido hacia la prosperidad, necesita buenos líderes. Estos, nos parecerán, duros, algunas veces, pero todos sabemos que el camino al bienestar tiene siempre luces y escollos, requiere una buena dosis de persistencia y el sacrificio de la gratificación inmediata, por el bienestar futuro.  

Laje explica que: “En primer lugar, debe decirse que los principios de justicia socialista basados en la necesidad (“de cada uno según su capacidad a cada uno según su necesidad” decía Marx), resultan apropiados para regir órdenes sociales micro, tales como la familia o el grupo de amigos en las sociedades modernas. En efecto, hace justicia la madre que da a sus hijos según sus necesidades y urgencias, y no según otros criterios como podría ser el mérito. ¿Acaso consideraríamos justo que el padre de familia evalúe el mérito de sus hijos, por ejemplo, en la escuela, a la hora de decidir si suministrarles o no alimento?”

“Ahora bien, si intentáramos aplicar hasta las últimas consecuencias el principio de la necesidad como criterio de justicia en un orden extenso, sólo una situación de incompleta injusticia e ineficiencia podría derivarse de tal cosa. El legítimo altruismo familiar devendría en ilegítimo saqueo social por parte de una autoridad planificadora que acabaría a la postre con toda libertad individual y hundiría a la sociedad en el hambre y la miseria (el genocidio soviético y el genocidio maoísta son sólo dos ejemplos históricos de lo dicho)”.

Recomendamos leer el artículo de Laje. Es muy importante entender porque el sentido común puede a veces llevarnos a proyectar nuestro pequeño espacio de experiencia personal para sustentar la construcción de trampas sociales y políticas que al final hacen más difícil la superación de la pobreza. Reflexionemos sobre los peligros del asistencialismo desaprensivo y del populismo. Estamos entrando en un nuevo proceso electoral, tengamos muy presente que, lo que tenemos o queremos para nuestro hogar, no se puede lograr del mismo modo para el conjunto de la sociedad. Lampadia

 

 
 



Indefensos ante la manipulación

Indefensos ante la manipulación

Por Rafael Argullol, El País de España, 20 de mayo 2015

 

Comentario de Lampadia

Stefan Zweig es sin dudas uno de los más grandes escritores del siglo XX. Entre sus obras más importantes están: Momentos Estelares de la Humanidad, Castellio contra Calvino – Conciencia contra Violencia, El Mundo de Ayer (sus memorias) y varias biografías como las de Fouché, Américo Vespucio, María Antonieta, María Estuardo, Erasmo de Rotterdam y Magallanes.

El artículo de Argullol, que publicamos a continuación, es una reflexión muy importante sobre la devaluación de la verdad: “En nuestra [época] sólo ha irrumpido una multitud de pequeños brujos que juegan con la mentira y casi todos convivimos indiferentemente con ella. Pero la falta de amor a la verdad entraña el mayor peligro: es el terreno abonado para que los grandes brujos entren en escena”.

 

 

Indefensos ante la manipulación

Hace años, estando en Río de Janeiro, me empeñé en visitar Petrópolis, una ciudad situada en la sierra de Orgaos, a 60 kilómetros de la capital carioca. Tenía curiosidad por ver la ciudad que albergó la corte estival de los emperadores de Brasil, dado que siempre resulta una sorpresa ser informado de que Brasil tuvo emperadores, aunque por escaso tiempo, en el siglo XIX. Petrópolis es agradable, con un clima seco que contrasta con el de Río. Su principal patrimonio es, precisamente, el Museo Imperial. Sin embargo, tiene otro pequeño museo cuyo contenido tiene una importancia simbólica mucho mayor que el que recuerda la pompa extravagante de los fugaces emperadores. Me refiero al dedicado a Stefan Zweig, en la casa donde el escritor austriaco y su mujer Lotte se suicidaron el 22 de febrero de 1942.

En este pequeño museo advertí, por primera vez, que no había una fotografía, sino dos, sobre aquella muerte. En la que yo conocía hasta entonces los cadáveres de Stefan y Lotte se mostraban, separados, sobre una cama, con una mesilla al lado con diversos objetos: un vaso, una botella de agua, una caja de cerillas, una lámpara. En la otra fotografía, desconocida para mí, el cadáver de Lotte aparecía inclinado sobre el de Stefan, juntas las manos de ambos. Me comunicaron amablemente que la variación de la escena era la consecuencia de que la policía, tras tomar una primera fotografía, habría separado pudorosamente los cadáveres, de modo que la siguiente fotografía fue la que se hizo pública para la prensa. Pensé que en la variación de las dos imágenes se alojaba todo un mundo, y que así lo hubiese considerado el propio Zweig.

Modestamente enmarcado colgaba en una pared de la casa el llamado testamento de Stefan Zweig, un breve texto que el novelista había escrito, al parecer, el día anterior al suicidio, dirigido al juez y a la policía. En realidad era un documento tan singular que sólo podía estar dirigido al conjunto de los hombres. En la primera mitad del texto, tras advertir que dejaba la vida por propia voluntad y en plena posesión de sus facultades mentales, Zweig agradecía a los brasileños la extraordinaria hospitalidad que le habían ofrecido, al tener que huir él de Europa, acosado por el nazismo. Finalizaba: “Europa, mi patria espiritual, se ha destruido a sí misma (…). Por eso me parece mejor concluir a tiempo y con ánimo sereno una vida para la que el trabajo espiritual siempre fue la alegría más pura y la libertad personal el mayor bien sobre la tierra. Saludo a mis amigos. ¡Ojalá puedan aún ver el amanecer! Yo, demasiado impaciente, me adelanto a ellos”.

En Petrópolis entendí el resurgimiento, en los últimos decenios, de Zweig como escritor. Al igual que sucede en otros casos, su recepción había experimentado un violento zigzag. Tremendamente popular en la Europa de entreguerras, había desaparecido de las estanterías después de la segunda contienda mundial, como si los estudiantes nazis que quemaban sus libros en las plazas de Alemania hubiesen conseguido exterminarlo para siempre. Con frecuencia veíamos Veinticuatro horas de la vida de una mujer y otras novelas de Zweig en las bibliotecas de nuestros abuelos, pero en la universidad ningún profesor recomendaba a un escritor que parecía definitivamente periclitado. Pero los últimos años del siglo XX, el siglo que lo había llevado a la cima y lo había destruido, albergaron el inesperado retorno de Recientemente he releído El mundo de ayer; Stefan Zweig subtituló Memorias de un europeo a un libro escrito en circunstancias adversas: sin apuntes, sin archivos, sin amigos con los que compartir los recuerdos del pasado y, por encima de todo, en una situación de permanente hostigamiento traumático que, como se deduce del testamento previo al suicidio, no se amortigua ni siquiera en el amable exilio de Brasil. Es más, El mundo de ayer sirve para encontrar explicación al suicidio, aparentemente chocante, de alguien que no está enfermo, no es un fracasado y no es sentimentalmente infeliz. Sirve para encontrar explicación a lo que quizá podría ser definido como un suicidio civilizatorio, si es que tenemos —no tenemos— necesidad de definir actos como este.

Más allá de sus múltiples aciertos literarios, El mundo de ayer es una lección magistral sobre la demolición de los vínculos entre palabra y verdad. Los totalitarismos, a través de los cuales la Europa exaltada por Zweig, junto a tantos otros escritores, se había “destruido a sí misma”, ponían al descubierto que aquella demolición dejaba indefenso por completo al individuo y, en consecuencia, listo para la manipulación y la sumisión. Extirpando la verdad a las palabras se extirpaba también el espíritu a los hombres. Es posible que, en la lejana Petrópolis, Zweig, antes de suicidarse, pensara que los efectos de lo que estaba sucediendo conmoverían irreparablemente el futuro.

Y, al menos en parte, tenía razón. Nosotros, por fortuna y por el momento, vivimos muy lejos de aquel paisaje apocalíptico que se tragó el mundo de Zweig. Sin embargo, en muchos sentidos somos herederos de aquella extinción. Nuestra época ya no ha recuperado, o no ha querido recuperar, la verdad interna de la palabra. Si somos sinceros, nuestra época ya no piensa en términos de palabra o de verdad. “Dar la palabra”, un ritual sacralizado hasta hace poco, ha dejado, en apariencia, de tener significado, y en nuestra vida pública la presencia de la verdad se ha convertido en fantasmagórica, aplastada por las obesas siluetas de la rentabilidad, la eficacia, el impacto o la utilidad. En lenguaje, o la falta de lenguaje, lo dice todo: compárese el tono con el que se proclama la actual construcción europea con el que refleja Zweig en El mundo de ayer cuando hace referencia al entusiasmo con que Rilke, Valéry y tantos otros se referían a la “unidad espiritual” de Europa. Europa era una cultura; no, como alardean los portavoces del presente, una marca.

Con todo, donde el lector actual puede encontrar la mayor vibración al recorrer las páginas de Zweig es al percibir ciertos paralelismos entre los riesgos del pasado y del presente. Huérfanos de la verdad de las palabras, o incapaces de encontrarla y compartirla, también nosotros nos encontramos indefensos ante la manipulación, por más que nuestra fe tecnológica nos mantenga ensimismados. Las épocas parecen muy distantes, es cierto. En la nuestra sólo ha irrumpido una multitud de pequeños brujos que juegan con la mentira y casi todos convivimos indiferentemente con ella. Pero la falta de amor a la verdad entraña el mayor peligro: es el terreno abonado para que los grandes brujos entren en escena.