Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Lima, 16 de abril de 2021
Para Lampadia
El estatismo y el totalitarismo – aquí y en todo el mundo – suelen ser hermanos de la corrupción y la barbarie. Van de la mano. Son como el hambre y la necesidad. Los unos no existen sin los otros. El estatismo, el totalitarismo, la corrupción y la barbarie viven en simbiosis… los unos se alimentan y protegen entre sí. Y lo que es peor, el estatismo y el totalitarismo siempre se perpetúan en el poder. Y con ellos desaparecen las libertades, y el poder se ejerce sin divisiones ni restricciones. ¡Chau democracia!
Ejemplos tenemos muchos, pero aquí van los más conocidos y emblemáticos de la historia moderna: la Unión Soviética con Stalin, Alemania con Hitler, España con Franco, Italia con Mussolini, China con Mao, Camboya con Pol Pot, Corea del Norte con Kim Il Sung. Y aquí en el barrio tenemos los casos de Cuba con Fidel Castro y Venezuela con Chávez y Maduro.
Como se ve, hay estatismos y totalitarismos de derecha y de izquierda. El problema es que cada cual es más pernicioso que el otro. Todos son corruptos, arbitrarios y empobrecedores. Todos son abusivos, criminales y hambreadores. Todos son elitistas, clientelistas e ineficientes. La pregunta es ¿queremos los peruanos un totalitarismo estatista como aquellos?
Repito. El estatismo y el totalitarismo siempre degeneran en corrupción y barbarie. Y como se ha visto a lo largo de la historia, las poblaciones de aquellos regímenes se empobrecen hasta el extremo de la hambruna. Por ello, los venezolanos salen masivamente de su país. ¡No tienen qué comer! ¡Lo han perdido todo! ¡No tienen futuro!
El estatismo y el totalitarismo acaban con las libertades, empezando con la libertad de prensa y opinión. Acaban con la propiedad privada. Y con ello desaparecen la iniciativa y creatividad de las personas. Con el estatismo y el totalitarismo desaparece también el principio de la igualdad ante la ley. Y se acaba la democracia y los derechos de las personas.
Nadie niega que haya corrupción y pobreza – y mil males más – en democracias como la nuestra. El punto es que sólo en democracia podemos aspirar a corregir dichas lacras e injusticias. Sólo con libertad de prensa y opinión se puede conocer la verdad. En tiranía es imposible. En tiranía, la verdad es la verdad del tirano. El tirano piensa por el pueblo, no deja pensar al pueblo. Por ello – y por muchas cosas más – no debemos andar con medias tintas frente al estatismo y el totalitarismo.
OTRO SÍ DIGO: Dialogar, consensuar y tolerar son cosas buenas. En realidad, son tres grandes virtudes. Sin embargo, hay casos en que los diálogos resultan una pérdida de tiempo, consensuar se torna imposible, y tolerar – en vez de una virtud – es una muestra de debilidad. Efectivamente, existen diálogos de sordos, consensos utópicos, y tolerancias permisivas. Ese es el caso cuando están de por medio el estatismo y el totalitarismo… por ejemplo.
Efectivamente
- ¿cómo dialogar con los propulsores de más estatismo del que tenemos en nuestro país, si tenemos un Estado fallido por donde se le mire?
- ¿Acaso no estamos carentes de agua, salud, educación y seguridad?
- ¿Acaso no tenemos que recurrir a gobiernos extranjeros para construir hospitales, carreteras y recintos deportivos, ya que nuestro Estado es incapaz de hacerlo de manera eficiente y honesta?
- ¿Cuándo – a lo largo de la historia – el Estado peruano ha sido eficiente y servicial, de cara a la ciudadanía?
¿Para qué – entonces – quieren algunos estatizar aún más la economía del Perú? ¿Qué tienen los estatistas peruanos en la cabeza? Lampadia