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En 1895 Argentina tuvo el PBI per cápita más alto del mundo, ¿qué salió mal?

A fines del siglo XIX, Argentina tenía el PBI per cápita más alto del mundo, seguido por Estados Unidos, Bélgica, Australia, Reino Unido y Nueva Zelanda.

Pero en 1945 llegó al poder el General Juan Domingo Perón quién instaló el estatismo, el déficit fiscal y la inflación, llevando a Argentina a una fracción del PBI per cápita de EEUU.

La herencia del peronismo no deja, hasta estos días, que Argentina construya su potencial de desarrollo. Pasa de crisis en crisis, siempre dando saltos atrás, como parece será en las próximas elecciones con los Fernández-Fernández del peronismo duro y corrupto.

Veamos la nota de Marcelo Duclos sobre como Argentina perdió el tren del desarrollo, convirtiéndose en el ejemplo perfecto del des-desarrollo.

Por Marcelo Duclos
INFOBAE
17 de abril de 2018

 

 

 

 

 

Es sabido que hacia finales del siglo XIX Argentina había logrado posicionarse como uno de los países más ricos del planeta. A la hora de elegir, por aquellos años, un destino para emigrar, daba exactamente lo mismo ir a Nueva York o a Buenos Aires. Muchas familias que salían de Europa u Oriente Medio quedaron divididas entre Estados Unidos y Argentina, ya que un destino u otro se podía decidir a partir de un boleto más económico o a un horario de salida del barco.

Se ubica ese proceso virtuoso entre 1880 y 1940, años en que la mayoría de inmigrantes decidieron que Argentina sería un buen lugar para vivir, con oportunidades laborales, paz, libertad religiosa y un porvenir para la familia.

Los recién llegados seguramente no imaginaron que el “sueño argentino” se convertiría en la realidad muy pronto. De la mano del esfuerzo y el trabajo la mayoría se convirtió en propietarios y comerciantes exitosos. Pero probablemente lo más difícil de advertir era que todo quedaría en la nada. Que ese crecimiento se estancó y que el país que se convirtió en una potencia desarrollada, en un par de décadas pasó a ser el único caso de estudio de “desdesarrollo”, como alternativa a los países desarrollados, en desarrollo y no desarrollados.

Lo que siempre se comentó acerca de la opulencia argentina de aquellos años era que el país se encontraba en una élite de cinco países de posición privilegiada. Sin embargo, una actualización del Maddison Historical Statistics reveló que en 1895 y 1896 Argentina no era uno de los países más ricos, sino el número uno, con el PBI per cápita más alto del mundo.

Los siguientes puestos fueron para Estados Unidos, Bélgica, Australia, Reino Unido y Nueva Zelanda.

El historiador económico Angus Maddison (1926-2010) se dedicó a recolectar los datos para la realización de estadísticas, con importantes investigaciones, sobre todo previas a 1960. Luego de su muerte, la Universidad de Groningen continuó con su legado con el “Proyecto Maddison”.

¿Cómo se explica el éxito?

Luego de la Revolución de Mayo en 1810 y la Independencia en 1816, Argentina no pudo encontrar fácilmente un modelo de prosperidad. Luego de los gobiernos de Juan Manuel de Rosas, y su derrocamiento en la Batalla de Caseros (1852), el país tomó el proyecto de Constitución de Juan Bautista Alberdi (1853/60), de clara orientación liberal. El nuevo marco político y legal fue proinmigración, defendió la libre empresa, mantuvo al Estado apartado del desarrollo productivo y se limitó a ofrecer el marco jurídico apropiado dentro de un Estado de derecho. Los resultados en materia de atracción de inmigrantes, en crecimiento, desarrollo económico y ahora en estadísticas son tan claros, que no merecen ninguna explicación. La relación entre las políticas aplicadas y los resultados son tan evidentes como el caso opuesto en la Venezuela actual.

¿Cómo se explica la decadencia?

Como hacen falta pocos años para cosechar buenos resultados, también en poco tiempo se puede arruinar un proceso virtuoso. Luego de las tres presidencias constitucionales, producto de elecciones libres y democráticas, en 1930 Argentina sufre su primer golpe de Estado militar. El daño institucional fue aún mayor cuando la Corte Suprema de Justicia de entonces avaló la figura del gobierno de facto que cortó con la democracia incipiente. Luego de la lucha entre radicales y conservadores, un nuevo alzamiento militar en 1945 terminó con la llegada de Juan Domingo Perón al año siguiente a la presidencia.

Allí se cambió la Constitución, que pasó de un modelo liberal a desconocer la inviolabilidad de la propiedad privada, en el marco de un fascismo inspirado en el modelo italiano de Benito Mussolini. Luego del golpe que derrocó a Perón en 1955, ya la Constitución que se puso en vigencia era un híbrido entre las de Alberdi y Perón. Aunque estaba el espíritu liberal de los Artículos 14 y 19 , apareció el 14 bis con los “derechos sociales”, herencia del peronismo.

A partir de ese momento todo fue estatismo, crisis de déficit, inflación y parches insuficientes que se convirtieron en soluciones tan precarias como contraproducentes en el largo plazo. La solución para el futuro, aunque resulte paradójico, está en los libros de historia. La única diferencia con relación al boom que vivió la Argentina fundacional con el que puede venir en el futuro, es que la tecnología y la globalización podrían hacerlo mucho más fácil, rápido, sencillo y exponencial.

¿Es demasiado tarde para retomar el rumbo?

Si no nos conformamos con la nostalgia y queremos aprovechar las oportunidades y potenciales que tenemos para volver a ser, debemos tener en claro el camino, con la misma claridad conceptual de un Alberdi o un Sarmiento, que hasta se daban el lujo de pelearse entre ellos. Cuando vemos las discusiones y las aptitudes intelectuales de nuestra clase política actual, el panorama parece sombrío.

La Argentina de hoy nos muestra una discusión entre una oposición que propone la más impúdica decadencia y un oficialismo que manifiesta buenas intenciones y poco más, porque considera que no es momento político de algo mínimamente más audaz. Julio Argentino Roca, que se le plantó a la Iglesia Católica en 1884 para quitarle el registro de personas y crear un registro civil laico, se revuelca en la tumba. Las autoridades de hoy le tienen más temor al sindicato docente que lo que en su momento le tuvieron los héroes de la patria al ejército de Rosas.

Seguramente las dos primeras asignaturas que tenemos son las de poner el Estado en su lugar y cambiar la concepción acerca del comercio. Dejar de mirar el libre intercambio (interno y externo) como algo digno de sospecha y abrazarlo como un salvavidas en aguas profundas, porque es lo que es.

Cuando un trabajador pueda pasar por la puerta de un comercio que tenga en su vidriera el famoso letrero de “Se necesita personal” para ingresar y trabajar, y se pueda emprender y producir sin la pesada carga gubernamental, volveremos a ser lo que fuimos… y más. Lampadia




Mentira presidencial

“Estamos, en este momento, revisando el tema de los precios de las medicinas”.

“No puede ser que, en el Perú, el precio de las medicinas esté más caro que en Europa y Estados Unidos, por nuestras propias normas”.

“Tenemos que estar sujetos a un producto de marca, que la química le pone el precio que quiere”.

“Pronto anunciaremos que será obligatorio que las farmacias puedan vender medicinas genéricas”.

Presidente de la República, Martín Vizcarra, en entrevista con radio Exitosa el lunes pasado. (Fuente: América). 

Es lamentable que los juegos políticos del presidente de la República estén ahora, con mayor frecuencia, escalando a confrontaciones con el sector empresarial. En esta ocasión, con respecto a los precios de las medicinas, el presidente ha hecho afirmaciones absolutamente alejadas de la realidad.

Resulta que los medicamentos de una muestra representativa, desarrollada por Ipsos, para medicamentos de uso crónico y habitual, agudos y genéricos, son 30% más baratos en el Perú que en la región. Veamos:

En el caso de los medicamentos crónicos la diferencia es de 23%:

En el caso de los medicamentos agudos, la diferencia es de 21%:

Y en el caso de los medicamentos genéricos, la diferencia llega a 79%:

Esto último llama mucho la atención, es una diferencia muy grande que no hace sentido. Una posible interpretación sería que se están comparando medicinas de distinta calidad. Hay que tomar nota que en el caso de los genéricos lo importante es que estos sean bio-equivalentes, o sea, que más allá del precio, el efecto de las medicinas sea el mismo que el de los medicamentos originales en su aplicación.

Viendo medicamentos específicos, de la muestra de 23 crónicos y de consumo habitual, 19 son más económicos que en la región. Veamos:

Ver el resto del informe de Ipsos, de principios de año, en el siguiente enlace: Análisis comparativo de precios en el Perú y Latinoamérica.

Las aguas ya están suficientemente agitadas, como para que el presidente de la República genere distorsiones y siga enfrentando al sector privado.

La economía está muy afectada, y más allá de las explicaciones del ministro de Economía, la verdad es que esto se debe fundamentalmente a la falta de inversión, privada y pública; la mejora pasa por generar confianza y no desasosiego.

Presidente, la agenda política no aguanta más confrontación. Lampadia




La verdad detrás de la guerra comercial EEUU-China

La verdad detrás de la guerra comercial EEUU-China

¿Por qué Estados Unidos y China insisten en una guerra comercial que compromete el valor comercial de más de medio billón de dólares y miles de millones en ganancias corporativas en un sinfín de sectores económicos? ¿Será posible llegar a un acuerdo comercial entre ambos países que permita establecer condiciones arancelarias tales que puedan ser respetadas en un plazo previsible, de tal forma que se de tranquilidad a los mercados?

Responder ambas preguntas son fundamentales porque como hemos escrito previamente en Lampadia:  Desaceleración global es altamente probable en 2019 , El Perú crece por debajo de su potencial, el desempeño del conflicto comercial EEUU-China será un factor determinante en la coyuntura económica mundial del presente año, la cual estará caracterizada por una desaceleración global sincronizada. De tornarse más agresiva esta confrontación, comprometerá el crecimiento de países emergentes como el Perú, siendo ambos países sus principales socios comerciales.

Al respecto, resulta útil leer un reciente artículo escrito por Minxin Pei en Project Syndicate (ver líneas abajo), el cual da mayores alcances respecto a la verdadera naturaleza del conflicto comercial en mención.

Pei enfatiza el hecho de que, si bien un acuerdo comercial es altamente deseable y probable para menguar la incertidumbre en torno al futuro de las relaciones económicas entre ambos países, ello de ninguna manera implica poner fin a lo que él denomina como “la guerra fría chino-estadounidense”. Ello porque el origen de este conflicto, además de tener cierto carácter ideológico, se encuentra en el aspecto de la seguridad, ya que para EEUU, China constituye una verdadera amenaza en este rubro particular, por lo menos en el largo plazo.

“En EEUU, existe un consenso cada vez mayor de que China constituye la amenaza a la seguridad a largo plazo más grave que enfrenta el país. Acuerdo comercial o no, es probable que esto conduzca a más políticas centradas en lograr un desacoplamiento económico integral. Romper una relación económica construida durante cuatro décadas puede ser costoso, pero continuar con el fortalecimiento de su principal adversario geopolítico a través del comercio y las transferencias de tecnología es suicida”.

Entonces la solución a este conflicto comercial, sugiere inteligentemente Pei, no pasaría por levantar los aranceles anteriormente establecidos o por aumentar las compras de ciertos productos por parte de China a EEUU, sino necesariamente por aplacar de una vez por todas las preocupaciones de EEUU respecto a los avances del sector de seguridad en China.

Si bien este escenario es poco probable dada la particular personalidad del presidente chino Xin Jinping, ya que implicaría desmantelar ciertas instalaciones militares de China hacia EEUU, podría verse la posibilidad de establecer un acuerdo entre ambos países para compartir los avances y/o innovaciones en este sector particular en cada uno de los países. Esto podría dar paso al fin de la “segunda Guerra Fría”. Lampadia

¿Por qué un acuerdo comercial entre Estados Unidos y China no es suficiente?

Minxin Pei
Project Syndicate
18 de febrero, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Si EEUU y China no logran alcanzar un acuerdo comercial integral, el comercio bilateral caerá en picada, y el desmoronamiento de la relación económica entre ambos países se acelerará. Pero incluso si se llega a un acuerdo, ese desenlace continuará, porque, en el fondo, la guerra comercial siempre ha sido sobre el tema de seguridad.

Cuando los negociadores comerciales chinos y estadounidenses se reúnen en Washington para tratar de forjar un acuerdo sobre comercio, los observadores se centran en gran medida en los desacuerdos económicos de los países, como los subsidios de China a sus empresas estatales. Pero pensar que un acuerdo sobre comercio protegerá al mundo de una guerra fría chino-estadounidense sería tan prematuro como ingenuo.

Por supuesto, un acuerdo comercial es altamente deseable. El colapso de las negociaciones comerciales desencadenaría una nueva ronda de aumentos de aranceles (de 10% a 25%, en $ 200 mil millones de productos chinos exportados a Estados Unidos), lo que provocaría la caída de los precios globales de las acciones y estimularía a las empresas a mover más sus actividades fuera de China. En medio de los aranceles, el comercio bilateral se desplomaría y el desmoronamiento de la relación económica entre Estados Unidos y China se aceleraría, creando una incertidumbre generalizada y mayores costos.

Pero incluso si se alcanza un acuerdo general, ya sea antes del 1 de marzo o dentro de unos meses, el proceso continuará, aunque de una manera más gradual y menos costosa. La razón, que muchos inversionistas y ejecutivos corporativos no han reconocido, es que la guerra comercial no tiene nada que ver con el comercio; más bien, es una manifestación de la creciente competencia estratégica entre las dos potencias.

Es cierto que Estados Unidos tiene quejas legítimas sobre las prácticas comerciales de China, incluidas sus violaciones de los derechos de propiedad intelectual, que, después de más de una década de fallidos compromisos diplomáticos, justifican una postura más dura. Pero si EEUU Y China no fueran adversarios estratégicos, sería poco probable que se inicie una guerra comercial en toda regla que ponga en peligro el valor comercial de más de medio billón de dólares y miles de millones en ganancias corporativas. Si bien China puede perder más en tal conflicto, las pérdidas estadounidenses difícilmente serán triviales.

Estados Unidos está dispuesto a sacrificar su relación económica con China, porque los riesgos que plantean los intereses e ideologías nacionales en conflicto de las dos potencias ahora superan los beneficios de la cooperación. En un momento en que China, que ha estado ganando rápidamente influencia internacional en Estados Unidos, sigue una política exterior agresiva, el énfasis de Estados Unidos en el compromiso ya no es sostenible.

Un número creciente de otras partes interesadas, incluidos los vecinos más cercanos de China, parecen estar de acuerdo con el movimiento del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hacia la confrontación. Este cambio está personificado por los ataques de Estados Unidos contra el gigante chino de telecomunicaciones Huawei. Más allá de que Canadá arreste al CFO de la compañía, Meng Wanzhou, quien ahora espera un proceso de extradición, Estados Unidos ha estado advirtiendo a los aliados que no usen la tecnología Huawei para sus redes inalámbricas 5G, por razones de seguridad.

Un acuerdo comercial entre Estados Unidos y China no puede resolver estos problemas. De hecho, incluso si se resuelven las manifestaciones más agudas del conflicto comercial actual, ambos países internalizarán una de sus lecciones clave: comerciar con un enemigo geopolítico es un asunto peligroso.

En EEUU, existe un consenso cada vez mayor de que China constituye la amenaza a la seguridad a largo plazo más grave que enfrenta el país. Acuerdo comercial o no, es probable que esto conduzca a más políticas centradas en lograr un desacoplamiento económico integral. Romper una relación económica construida durante cuatro décadas puede ser costoso, pero continuar con el fortalecimiento de su principal adversario geopolítico a través del comercio y las transferencias de tecnología es suicida.

Del mismo modo, para China, la guerra comercial ha expuesto la vulnerabilidad estratégica creada por la dependencia excesiva de los mercados y las tecnologías estadounidenses. El presidente chino Xi Jinping no volverá a cometer el mismo error, ni ningún otro líder chino. En los próximos años, China, aprovechando cualquier período de calma en la guerra comercial, también trabajará para reducir drásticamente su dependencia económica de Estados Unidos.

Pero, por muy convincente que sea la razón estratégica para China y Estados Unidos, el desacoplamiento económico de las dos economías más grandes del mundo, que en conjunto representan el 40% del PBI mundial, sería desastroso. No solo fracturará el sistema de comercio global, sino que también eliminará cualquier restricción a la rivalidad geopolítica chino-estadounidense, lo que aumenta el riesgo de una escalada potencialmente devastadora.

La única forma de evitar este resultado es que China se levante de manera creíble para mitigar las preocupaciones de seguridad de Estados Unidos. Esto significa que en lugar de centrarse en, digamos, comprar más soya estadounidense, China debería desmantelar las instalaciones militares que ha construido en sus islas artificiales en el Mar de China Meridional. Solo un movimiento tan audaz puede detener, si no revertir, el rápido descenso a una guerra fría chino-estadounidense. Lampadia

Minxin Pei, es profesor de gobierno en el Claremont McKenna College y el autor de China’s Crony Capitalism. Es también Presidente inaugural de la Biblioteca del Congreso en Relaciones Estados Unidos-China.

 




Cuidados en el manejo de cifras de pobreza

Cuidados en el manejo de cifras de pobreza

Como ya hemos escrito previamente (ver  Lampadia: Retomemos el libre comercio, Otra mirada al mito de la desigualdad), nosotros hemos seguido de cerca el “estancamiento de los ingresos de la clase media” en los Estados Unidos, y la proyección de la consecuente mayor desigualdad hacia los países emergentes. Base del argumento del discurso populista del entonces candidato presidencial Donald Trump.

En las publicaciones indicadas, explicamos las diferencias de análisis sobre la evolución de los ingresos de la clase media, siguiendo una publicación de The Economist. Veamos:

La economía de EEUU ha crecido enormemente durante las últimas cuatro décadas, pero no todos sus trabajadores han cosechado los frutos. Tal vez la estadística más citada para demostrar cuán desiguales han sido las ganancias es el ingreso familiar promedio. Las estadísticas oficiales de la Oficina del Censo muestran que este número se mantuvo estable durante 40 años. Sin embargo, un análisis reciente de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) descubrió que en realidad aumentó en un 51% entre 1979 y 2014. ¿Por qué es que las cifras de la CBO son mucho más alentadoras?

Los datos de ingresos de los hogares generalmente se ajustan por inflación utilizando el índice de precios al consumidor (IPC). Esto muestra que los estadounidenses no han progresado mucho desde la década de 1970.

Sin embargo, las estimaciones de la CBO tienen en cuenta el cambio demográfico. Los hogares se han ido reduciendo, lo que significa que la misma cantidad de dinero en una familia ahora representa un mayor poder adquisitivo.

El CBO también usa el índice de gasto de consumo personal (IGC) como su medida de inflación, en lugar del IPC. Históricamente, el índice IGC ha demostrado que la inflación es medio punto porcentual más bajo que el IPC, una diferencia que se suma con el tiempo.

Además, las estimaciones de la CBO tienen en cuenta los impuestos y las transferencias, como los seguros de salud financiados por el gobierno. Los ingresos después de impuestos para la clase media han aumentado mucho más rápidamente que los ingresos antes de impuestos.

Fuentes: Oficina del Censo; CBO; BLS; BEA; NBER; The Economist

Fuentes: Oficina del Censo; CBO; BLS; BEA; NBER; The Economist

Para contribuir con este análisis, queremos compartir a continuación  un artículo del prestigioso economista Angus Deaton, Premio Nobel de Economía 2015, en el que señala más precisiones acerca de los ajustes que deben realizarse a los ingresos de los hogares para tener una medida más exacta de su verdadero poder adquisitivo. Esto puede nutrir la discusión acerca de cómo realmente debe medirse la pobreza en los países.

Cómo la pobreza en Estados Unidos se convirtió en “noticia falsa”

Project Syndicate
8 de enero, 2019
ANGUS DEATON
Premio Nobel de Economía 2015, profesor emérito de Economía de la Universidad de Princeton. Autor de “The Great Escape: Health, Wealth and the Origins of Inequality” (El Gran Escape, salud, riqueza y el origen de la desigualdad).
Glosado por Lampadia

PRINCETON – Bajo el gobierno del incontinentemente mendaz presidente Donald J. Trump, todos deberían preocuparse por la integridad de las estadísticas oficiales de Estados Unidos. También hay muchas otras cosas de las que preocuparse bajo Trump, en particular el destino de la democracia en Estados Unidos. Pero sin datos oficiales creíbles, no puede haber auténtica rendición de cuentas, y sin ella, tampoco democracia.

Piénsese en los datos de pobreza en Estados Unidos publicados por el gobierno de Trump. Parece que los números de base producidos por la Oficina del Censo de los Estados Unidos están (hasta ahora) intactos, pero hubo un frenesí de interpretaciones erradas que superan el maquillaje partidista habitual.

A los comentaristas de derecha les gusta citar la afirmación de Ronald Reagan en 1988, cuando dijo que en la Guerra contra la Pobreza declarada por Lyndon B. Johnson en 1964, ganó la pobreza. Esa afirmación (eterno latiguillo para criticar la red de seguridad social ampliada por las reformas de la “Gran Sociedad” de Johnson) se condice con las estimaciones de pobreza oficiales, cuya metodología no se actualiza desde los sesenta.

Como esa metodología no tiene en cuenta la situación impositiva de las personas (incluido el crédito fiscal para personas de bajos ingresos) y programas como los vales para alimentos (el ahora llamado Programa de Asistencia Complementaria Nutricional, o SNAP por la sigla en inglés), tampoco tiene en cuenta sus efectos, sin importar su eficacia en la reducción de necesidades. Una falencia estadística tan reconocida es una invitación a que los comentaristas llenen el vacío con prejuicios (como hizo Reagan).

Más cerca en el tiempo, el Consejo de Asesores Económicos de Trump afirmó (en un informe publicado en julio en el que recomienda sumar requisitos laborales a las prestaciones sociales) que, gracias a la red de seguridad estadounidense, la Guerra contra la Pobreza “está en gran medida ganada, y es un éxito”. Este argumento depende de abandonar las métricas tradicionales, que miden el ingreso, para usar en cambio el consumo.

Aunque puede haber razones para considerar que el consumo es mejor que los ingresos como medida de bienestar, no está clara la representación de los más pobres en una encuesta tediosa e invasiva a la que el 40% de los encuestados no responden. Todavía más preocupante es la “corrección” (esencialmente arbitraria) al índice de precios al consumidor (IPC), que reduce la línea de pobreza de modo que quedan menos personas debajo de ella.

Puede ser que el IPC oficial no capture adecuadamente las mejoras de calidad en bienes y servicios, una falencia cuyas consecuencias han sido tema de la literatura académica (en particular, un panel de la Academia Nacional de Ciencias presentó argumentos contra el uso de una corrección mecánica). Pero debatir esa cuestión es muy diferente a abandonar el IPC oficial en favor de otro políticamente conveniente que elimina casi totalmente la pobreza.

Un caso más flagrante de manipulación de datos tiene que ver con un informe del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la pobreza extrema y los derechos humanos. Por invitación del gobierno de los Estados Unidos, el Relator Especial, Philip Alston, examinó la pobreza extrema en el país y presentó sus conclusiones al Consejo de Derechos Humanos de la ONU en junio de 2018.

La lectura de los resultados es espantosa. Como ejemplos de pobreza extrema en partes de Estados Unidos, el informe incluye campamentos de tiendas en las calles de Los Ángeles, patios bañados en aguas residuales no tratadas, porque las autoridades locales se niegan a suministrar los correspondientes servicios, y el uso extendido de multas y confiscaciones contra personas pobres como forma de recaudación de ingresos de los gobiernos de muchos pueblos y ciudades. Johnson declaró una guerra contra la pobreza, pero hay partes de Estados Unidos que ahora están librando una guerra contra los pobres.

Somos muchos los que creemos que las fallas de la red de seguridad social de Estados Unidos llevan a que haya allí más pobreza extrema que en otros países (y sin duda, más que en otros países desarrollados). Las reformas de las prestaciones sociales para alentar a los receptores a trabajar han beneficiado a algunas personas pobres, pero han perjudicado a los más desfavorecidos, con lo que aumentaron la desigualdad dentro de la población pobre.

Sendos libros de Kathryn J. Edin y H. Luke Shaefer y de Matthew Desmond presentan en detalle los sufrimientos de los estratos más pobres de Estados Unidos. Shaefer y Edin sostienen que varios millones de niños estadounidenses viven con menos de dos dólares al día. En un artículo que salió en enero de 2018 en el New York Times, observé que el Banco Mundial ahora publica estimaciones de la pobreza mundial que incluyen a los países ricos, según las cuales, en Estados Unidos hay 5.3 millones de personas que viven con menos del equivalente de la línea mundial de pobreza.

En mi argumento, usé un valor de cuatro dólares por persona por día en los países ricos como aproximadamente equivalente a la línea mundial de pobreza de dos dólares usada para los países pobres. En Estados Unidos hay más “pobres globales” que en Sierra Leona o Nepal; y las tasas de pobreza en Estados Unidos y China son similares, pese a que los ingresos per cápita del primer país son más del triple de los del segundo.

Los cálculos del Banco Mundial que presenté recibieron muchas críticas, desde la derecha y desde la izquierda. La Fundación Heritage sostiene que si se usa como criterio el consumo en vez de los ingresos, en Estados Unidos sólo hay 250,000 “pobres globales” (dejando a un lado la cuestión de si padres que venden los números de seguridad social de sus hijos para sobrevivir o arriesgan la seguridad de sus hijos para encontrar morada tendrán tiempo para responder la encuesta de consumo). En tanto, en la izquierda muchos se niegan a creer que haya estadounidenses tan pobres como los africanos o asiáticos más pobres. La derecha quiere disminuir las transferencias internas, y la izquierda quiere aumentar las transferencias internacionales.

Luego la historia se pone surrealista. El informe de Alston provocó una airada descarga de la embajadora de los Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, quien afirmó que “es evidentemente ridículo que Naciones Unidas examine la pobreza en Estados Unidos”; en tanto, la respuesta oficial del gobierno estadounidense calificó de erróneas las cifras de Alston. Pero Alston sólo usó cifras tomadas de la Oficina del Censo de los Estados Unidos; el documento las describe como “la cifra exagerada citada por el Relator Especial” y luego cita con aprobación los cálculos de la Heritage, que se basan en mi línea de pobreza de cuatro dólares por día.

A continuación (tal vez sólo haya sido coincidencia) el gobierno de Trump sacó a Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos, de modo que Haley no asistió a la presentación del informe. Haley, como el Consejo de Asesores Económicos, señaló que el gobierno de Trump sabe cómo enfrentar la pobreza extrema (obligando a la gente a trabajar).

Podrá ser cierto o no, pero preferir los cálculos de la Fundación Heritage a los de la Oficina del Censo (una decisión que los funcionarios de la agencia cuestionaron) o manipular arbitrariamente el IPC y después tratar los números alternativos como superiores a las estadísticas oficiales se pasa sin duda de la raya. El gobierno de Trump mostró en 2018 que no está dispuesto a que le señalen fallas, ya sea la pobreza extrema o la inaceptable cifra de muertos del huracán María en Puerto Rico. Y todo indica que la distorsión de la verdad continuará el año entrante, con la amenaza que eso implica para la democracia. Lampadia




Perú crece por debajo de su potencial

Perú crece por debajo de su potencial

El pasado 21 de enero el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó su informe Actualización de Perspectivas de la Economía Mundial, enero 2019 en el que reveló algunas revisiones a la baja de las cifras de crecimiento mundial que vale la pena señalar, de cara al contexto económico internacional que enfrentará el Perú este año y el 2020.

Como se desprenderá del análisis, el Perú no solo enfrentará un contexto complejo en estos años, sino que sus tasas de crecimiento proyectadas son poco competitivas a la luz de su nivel de desarrollo.

En primer lugar, el informe destaca una revisión a la baja de las cifras de crecimiento de la economía mundial en los años 2019 y 2020 en 0.2 y 0.1 puntos porcentuales respectivamente, ubicándolas en 3.5% y 3.6% respectivamente, tras haber crecido 3.7% en el 2018. A continuación, el análisis del desagregado regional, que es relevante para nuestro país:

  • En relación a EEUU, el informe proyecta una caída en sus tasas de crecimiento en el 2019 y 2020, ubicándolas en 2.5%, y 1.8% respectivamente, tras haber crecido 2.9% en el 2018. Esta proyección a la baja obedece a un retiro progresivo del estimulo fiscal en esos años, además de que la tasa de fondos federales superará temporalmente su tasa de interés neutral.
  • En relación a la zona euro, se prevé un crecimiento de 1.8% en 2018 y una desaceleración en 2019 y 2020, con 1.6% y 1.7%, respectivamente. El informe destaca que esta región es la que más bajas ha sufrido en las proyecciones respecto a Octubre, en particular, Italia por el encarecimiento en el costo de su endeudamiento público y Francia, debido a la crisis política y social que enfrenta Macron.
  • En relación a China, se proyecta una desaceleración en su crecimiento con una tasa de 6.2% en el 2019 y 2020, tras haber crecido 6.6% en el 2018. Esto se debe, principalmente, a una mayor regulación financiera hacia la banca paralela y a un agravamiento del conflicto comercial con EEUU.
  • En relación a América Latina y el Caribe, se proyecta un crecimiento de la región en el orden del 2% y 2.5% en los años 2019 y 2020 (0.2 puntos porcentuales menos en ambas tasas respecto al reporte de Octubre) y se estima que el 2018 cerró con un 1.1%. Las revisiones a la baja se deben principalmente a un menor crecimiento proyectado para México y  a una contracción más severa de Venezuela.
  • Finalmente, el FMI proyecta un crecimiento para los países emergentes y en desarrollo en el orden del 4.5% en el 2019 y 4.9% en el 2020, tras haber crecido 4.6% en el 2018. Lo relevante de esta cifra es que el Perú creció y crecerá por debajo del promedio de estos países en los próximos años (3.8% en el 2018 y 3.7% en 2019 y 2020).

Nota: Estimados de crecimiento para el Perú incluidos por Lampadia.

En los años 2019 y 2020, el Perú no solo enfrentará la desaceleración de sus principales socios comerciales, sino que su crecimiento proyectado ni siquiera le permitirá competir en la liga de los países emergentes.

Como hemos señalado recientemente en Lampadia: Aterrizaje en la mediocridad, este crecimiento mediocre de la economía peruana que, alguna vez llegaría a tasas del 9% en la segunda mitad de la década pasada, se debe a una cada vez más notoria debilidad del gobierno, reflejada en su falta de entendimiento de que lo que realmente genera riqueza es la inversión y que, por ende, una estrategia de desarrollo que no implique convocar al sector privado no puede tener éxito. Es irresponsable no desarrollar la demanda interna de nuestra economía, apoyada por la inversión, en un contexto internacional desfavorable.

Por otra parte, diversos economistas como Roberto Abusada destacan que una tasa de crecimiento de 4% apenas alcanza para absorber los 300 mil jóvenes que entran al mercado laboral anualmente, pero sin ninguna garantía de acceso a un trabajo formal.

En ese sentido, urge elevar la tasa de crecimiento potencial de la economía, ubicada en 3.5%, según estimaciones del BCRP, de manera que el Perú retome la senda de crecimiento alto de la década pasada y permita generar empleo de calidad y reducir con una mayor rapidez la pobreza.

Ello implica hacer una serie de reformas estructurales que incluyen la reforma laboral, tributaria, educativa, entre otras. Y muy especialmente, viabilizar los proyectos de inversión mineros, como Tía María, y de infraestructuras. Esperemos que el Gobierno pueda emprender acciones al respecto sino el mundo, más que un socio estratégico, terminará complicando la situación de nuestro país en los próximos años. Lampadia

Compartimos a continuación el resumen de la Actualización de Perspectivas de la Economía Mundial, enero de 2019 presentada por el FMI el pasado 21 de enero:

Perspectivas de la Economía Mundial
Debilitamiento de la expansión mundial

FONDO MONETARIO INTERNACIONAL
GLOSADO POR Lampadia

  • La expansión mundial se ha debilitado. Se estima que en 2018 el crecimiento mundial fue de 3.7%, conforme a lo pronosticado en la edición de octubre de 2018 de Perspectivas de la economía mundial (informe WEO), a pesar del desempeño más flojo de algunas economías, particularmente en Europa y Asia. Se proyecta que la economía mundial crezca 3.5% en 2019 y 3.6% en 2020, es decir, 0.2 y 0.1 puntos porcentuales menos que lo proyectado en octubre pasado.

Fuente: Actualización de Perspectivas de la Economía Mundial, enero de 2019 – FMI

  • Los pronósticos de crecimiento mundial correspondientes a 2019 y 2020 ya se revisaron a la baja en el último informe WEO, en parte a raíz de los efectos negativos de los aumentos de aranceles introducidos en Estados Unidos y China previamente en el año. La revisión adicional a la baja desde octubre refleja las consecuencias de una moderación del ímpetu en el segundo semestre de 2018 —como por ejemplo en Alemania, tras la adopción de nuevas normas sobre emisiones para vehículos de combustión, y en Italia, donde las preocupaciones en torno a los riesgos soberanos y financieros han constituido un lastre para la demanda interna—, pero también obedece a un debilitamiento de la actitud de los mercados financieros y a una contracción en Turquía que ahora se proyecta que será más profunda de lo previsto. 

Fuente: Actualización de Perspectivas de la Economía Mundial, enero de 2019 – FM

  • Los riesgos para el crecimiento mundial se inclinan a la baja. Un recrudecimiento de las tensiones comerciales que vaya más allá de lo contemplado en el pronóstico sigue siendo una importante fuente de riesgo para las perspectivas. Los resultados definitivos siguen estansujetos a un proceso de negociación posiblemente espinoso en el caso de la disputa entre Estados Unidos y China y a procesos internos de ratificación en el caso del T-MEC. Por lo tanto, el comercio, la inversión y el producto a escala mundial siguen estando amenazados por la incertidumbre de las políticas y otras tensiones comerciales actuales. De no resolverse las diferencias y de materializarse el consiguiente aumento de las barreras arancelarias, aumentarían los costos de los bienes intermedios y de capital importados y los precios de los bienes finales para los consumidores.
  • Las condiciones financieras ya se han tornado más restrictivas desde octubre. La intensificación de las tensiones comerciales, sumada a las inquietudes en torno a la política fiscal italiana y las preocupaciones acerca de varios mercados emergentes y, hacia finales del año, de un cierre del gobierno de Estados Unidos, contribuyó a que los precios de las acciones bajaran en el segundo semestre de 2018. Una gama de eventos catalizadores en economías clave de importancia sistémica podrían provocar un deterioro más generalizado de la actitud de los inversionistas y una revaluación repentina y drástica de los precios de las acciones en un entorno de fuerte carga de la deuda. El crecimiento mundial probablemente se situaría por debajo de la proyección de base si cualquiera de esos eventos se materializara y precipitara un episodio generalizado de aversión al riesgo: 
  • Varios factores, aparte del recrudecimiento de las tensiones comerciales, podrían provocar un deterioro aun mayor de la actitud frente al riesgo, lo que incidiría negativamente en el crecimiento, especialmente en vista de los altos niveles de deuda pública y privada. Entre esos posibles factores están la salida del Reino Unido de la Unión Europea sin que medie un acuerdo y una desaceleración más importante de lo previsto en China.
  • La principal prioridad común en materia de políticas es que los países cooperen y resuelvan pronto sus desavenencias comerciales y la resultante incertidumbre en torno a las políticas, en lugar de elevar más las barreras perniciosas y desestabilizar una economía mundial que ya está desacelerándose. En todas las economías es fundamental adoptar medidas para estimular el crecimiento del producto potencial, lograr una mayor inclusión y reforzar los defensas fiscales y financieras, en un entorno caracterizado por una pesada carga de la deuda y condiciones financieras más restrictivas.



Las implicancias geopolíticas y económicas del enfrentamiento por los chips

Las implicancias geopolíticas y económicas del enfrentamiento por los chips

De todas las industrias en las que la guerra comercial entre Estados Unidos y China ha tenido lugar, no hay aquella que involucre tantos productores de bienes intermedios en el mundo como la industria de los semiconductores, en particular, el mercado de chips.

Si bien el liderazgo en la producción de este mercado la tiene Estados Unidos, China ha venido realizando enormes esfuerzos para desarrollar su industria y dejar de depender de la masiva importación de estos productos, cuyo monto es inclusive mayor a las importaciones de petróleo.

Entre las iniciativas desarrolladas destacan la puesta en marcha de un fondo de inversión destinado a la investigación y desarrollo en la industria de los semiconductores en el 2014, por un monto de $ 150 mil millones. Asimismo, el impulso de  “Made in China”, un programa de desarrollo productivo nacional diseñado en el 2015 para impulsar las industrias de alta tecnología.

Tales han sido los esfuerzos del gigante asiático para potenciar este mercado que Estados Unidos ha tratado de limitar su avance con acciones que incluyen la prohibición de la venta de chips de gama alta fabricados por Intel a fabricantes chinos de supercomputadores, durante el Gobierno de Obama; y la prohibición de la venta de procesadores hacia ZTE, una empresa china productora de smartphones y equipos de telecomunicaciones, durante el Gobierno de Trump, que, de no ser porque se levantó dicha restricción a tiempo, dicha empresa se iba a la bancarrota.

Sin embargo y más allá del conflicto comercial que acontece en estos dos países, ¿Por qué es importante la discusión en torno a este mercado y por qué este conflicto comercial podría poner en riesgo la globalización, uno de los pilares del modelo de desarrollo mundial actual?

Básicamente por dos razones.

En primer lugar, como indica un reciente artículo de The Economist, “los chips de las computadoras son los cimientos de la economía digital y la seguridad nacional. Los coches se han convertido en ordenadores sobre ruedas. Los bancos son computadoras que mueven dinero. Los ejércitos luchan con el silicio y el acero”.

Es decir, es una industria que está presente en una gran cantidad de bienes y servicios que utilizamos y que, conforme se desarrolle más el llamado “Internet de las cosas”, la tendencia es que su presencia siga aumentando. En ese sentido, es fundamental la discusión en torno a las implicancias que esta guerra comercial tiene a nivel de precios ya que son insumos que, con el tiempo, estarán más presentes en nuestras vidas.

En segundo lugar, pero no menos importante, es la enorme complejidad de la cadena de valor de esta industria la cual involucra un proceso de diseño, fabricación, ensamblaje y embalaje. Como también se señala en The Economist, “La industria [de chips] es un himno a la globalización. Una firma estadounidense tiene 16,000 proveedores, más de la mitad de ellos en el extranjero”.

En ese sentido, cualquier política pública que involucre la cadena de valor de los chips, tendrá fuertes implicancias en muchas partes del mundo, desde las montañas de Apalaches, en donde se recoge el silicio, materia prima para la producción del material de dicho producto, hasta en Taiwan o Corea del Sur, donde se encuentran las fábricas finales de los chips.

Viéndolo por ambos lados, una guerra comercial que implica dividir la industria en Estados Unidos y China perjudicaría a los productores y consumidores de ambos países.

En línea con ello, coincidimos con la posición de The Economist en que Estados Unidos debe enfocarse en tres líneas de política:

  • Trabajar con sus aliados en Europa y Asia para prevenir prácticas chinas injustas como la transferencia de tecnología forzada y el robo de la propiedad intelectual.
  • Fomentar la innovación doméstica, tal como está haciendo China con las dos iniciativas que se especificaron líneas arriba – Fondo de inversión y el Programa “Made in China”.
  • Desarrollar procedimientos que permitan garantizar la seguridad de los productos de fabricación china, acordes con estándares de manejos de datos. Lampadia

Superpotencias y tecnología
Guerras de los chips: China, América y la supremacía del silicio

Estados Unidos no puede darse el lujo de ignorar las ambiciones sobre semiconductores de China. Tampoco puede simplemente domesticarlos.

The Economist
1 de diciembre, 2018

Traducido por Lampadia

Las disputas comerciales que el presidente Donald Trump saborea tienen una sensación pasada de moda. Las tarifas son las armas principales. Los mercados de la vieja economía, desde los automóviles hasta el acero, son los principales campos de batalla. Los agricultores y las fábricas preocupan al presidente. Y su química personal con otros hombres poderosos puede hacer o deshacer tratos. De ahí el enfoque de la reunión entre Trump y Xi Jinping en la cumbre del G20 de esta semana, que tuvo lugar en Buenos Aires después de que The Economist fuera a prensa.

Sin embargo, el conflicto comercial que más importa entre Estados Unidos y China es una lucha del siglo XXI por la tecnología. Cubre todo, desde inteligencia artificial (ai) hasta equipos de red. El campo de batalla fundamental está en los semiconductores. La industria de chips es donde el liderazgo industrial de Estados Unidos y las ambiciones de superpotencia de China chocan más directamente. Y lo que sea que digan Trump y Xi en el G20, este conflicto durará más que los dos.

Esto se debe a que los chips de computadora son los cimientos de la economía digital y la seguridad nacional. Los coches se han convertido en ordenadores sobre ruedas. Los bancos son computadoras que mueven dinero. Los ejércitos luchan con el silicio y el acero. Las empresas estadounidenses y sus aliados, como Corea del Sur y Taiwán, dominan las áreas más avanzadas de la industria. China, por el contrario, sigue dependiendo del mundo exterior para el suministro de chips de alta gama. Gasta más en importaciones de semiconductores que en petróleo. La lista de las 15 principales empresas de semiconductores por ventas no contiene un solo nombre chino.

Mucho antes de que Trump llegara a la escena, China dejó en claro su intención de ponerse al día. En 2014, el gobierno de Beijing anunció un fondo de inversión de 1 billón de yuanes ($ 150 mil millones) para mejorar su industria nacional. Los semiconductores ocupan un lugar destacado en “Made in China 2025”, un plan nacional de desarrollo emitido en 2015.

Las ambiciones de China de crear una industria de vanguardia preocuparon al predecesor de Trump. Barack Obama impidió que Intel vendiera algunos de sus mejores chips a China en 2015 y obstaculizó la adquisición de un fabricante de chips alemán por parte de una firma china en 2016. Un informe de la Casa Blanca antes de dejar el cargo recomendó tomar medidas contra los subsidios chinos y la transferencia forzosa de tecnología. Otros países también están alarmados. Taiwán y Corea del Sur tienen políticas para detener las compras de firmas nacionales de chips por parte de las chinas y para impedir los flujos de propiedad intelectual.

Aunque la batalla de fichas pudo haber sido anterior a Trump, su presidencia la ha intensificado. Ha hecho a Qualcomm un campeón nacional en el rubro, bloqueando una oferta de una firma de Singapur por temor a la competencia china. A principios de este año, una prohibición de exportación de vender chips y software estadounidenses a ZTE, una empresa china de telecomunicaciones que violaba las sanciones, la llevó al borde de la quiebra en pocos días. Asustado por el daño que se avecina, y (dice) dominado por las apelaciones de Xi, Trump retrocedió rápidamente.

Dos cosas han cambiado. Primero, Estados Unidos se ha dado cuenta de que su ventaja tecnológica le otorga poder sobre China. Ha impuesto controles de exportación que afectan a Fujian Jinhua, otra firma china acusada de robar secretos, y la Casa Blanca está considerando prohibiciones más amplias sobre las tecnologías emergentes. En segundo lugar, los incentivos de China para convertirse en autosuficientes en semiconductores se han disparado. Después de ZTE, Xi habló sobre las tecnologías centrales. Sus gigantes tecnológicos están a bordo: Alibaba, Baidu y Huawei están apostando dinero para hacer chips. Y China ha demostrado que puede obstaculizar a las empresas estadounidenses. A principios de este año, Qualcomm abandonó una oferta por NXP, una firma holandesa, luego de que los reguladores chinos lo impidieran.

Ninguno de los intereses de los países está a punto de cambiar. Estados Unidos tiene preocupaciones legítimas sobre las implicaciones de seguridad nacional de depender de los chips chinos y ser vulnerable a la piratería china. Las pretensiones de China de ser una superpotencia se verán vacías mientras Estados Unidos pueda estrangular a sus empresas a voluntad. China está destinada a intentar ponerse al día; América está decidida a mantenerse por delante.

La pregunta difícil es sobre hasta donde debería ir Estados Unidos. Los proteccionistas en la Casa Blanca sin duda querrían trasladar la cadena de suministro de semiconductores a Estados Unidos. Buena suerte con eso. La industria es un himno a la globalización. Una firma estadounidense tiene 16,000 proveedores, más de la mitad de ellos en el extranjero. China es un mercado enorme para muchas empresas. Qualcomm hace dos tercios de sus ventas allí. Tratar de dividir la industria en dos perjudicaría a los productores y consumidores de Estados Unidos. Y sería un acto antagónico, que no haría distinción entre competencia desleal y genuina.

A largo plazo, también puede ser inútil. Hoy en día, Estados Unidos tiene la ventaja sobre China en el diseño y fabricación de chips de alta gama. Sin duda puede ralentizar a su rival. Pero el progreso de China será difícil de detener. Así como el crecimiento de Silicon Valley se respaldó en el apoyo del gobierno estadounidense, China combinó los recursos estatales y corporativos para lograr sus objetivos. Cuenta con programas de incentivos para atraer talento de ingeniería de otros lugares, especialmente Taiwán. Las empresas como Huawei tienen una capacidad probada para innovar; el bloqueo del flujo de chips Intel en 2015 solo impulsó a China a desarrollar su industria de supercomputación doméstica.

Por otra parte, el intento de China de convertirse en una potencia de semiconductores global está cronológicamente programado. Durante décadas, la industria de chips se ha visto impulsada por la Ley de Moore, según la cual las capacidades de un chip de un tamaño determinado se duplican cada dos años. Pero la ley de Moore está llegando a sus límites físicos. A medida que todos saltan a las nuevas tecnologías, desde la computación cuántica hasta los chips de IA especializados, China tiene una rara oportunidad de ponerse al día.

El enfoque correcto para Estados Unidos, por lo tanto, tiene tres líneas.

  • El primero es trabajar con sus aliados en Europa y Asia para seguir rechazando las prácticas chinas injustas (como la transferencia de tecnología forzada y el robo de propiedad intelectual) en la Organización Mundial de Comercio, y para proteger las inversiones chinas internas cuando la seguridad lo justifique.
  • El segundo es fomentar la innovación doméstica. Más fondos del gobierno ya están en la investigación de chips; se necesita una mayor apertura al talento.
  • El tercero es prepararse para un mundo en el que los chips chinos sean más poderosos y dominantes.

Eso significa, entre otras cosas, desarrollar procedimientos de prueba adecuados para garantizar la seguridad de los productos de fabricación china; ajustándose a los estándares de manejo de datos para que la información no sea rociada tan descuidadamente. Medidas como éstas no aparecerán en los titulares del G20. Pero harán más para dar forma al mundo en los próximos años. Lampadia




Donald Trump está destruyendo el Estado de Derecho

El Estado de Derecho distingue a las democracias de las dictaduras y lamentablemente, Donald Trump está destruyendo los fundamentos en los que se basa.

El Imperio de la Ley, o Estado de Derecho, tiene como regla básica que ninguna persona está por encima de la ley, ni siquiera un presidente. Lo que significa que un presidente no puede detener una investigación sobre sus presuntos actos ilegales. Sin embargo, en las últimas semanas, Trump despidió al fiscal general Jeff Sessions, y lo reemplazó por una persona sin experiencia, Matthew G. Whitaker, y a quien podría manipular, como afirma The Economist más abajo (en un artículo traducido y glosado por Lampadia).

El Estado de Derecho también tiene como regla tácita que un presidente no puede procesar a opositores políticos o críticos. Las decisiones sobre a quién procesar por supuestas infracciones penales deben ser tomadas por fiscales independientes de la política. Sin embargo, Trump ha presionado repetidamente al Departamento de Justicia para que presente cargos contra Hillary Clinton, su rival de 2016, por usar un servidor de correo electrónico privado cuando era Secretaria de Estado, en presunta violación de la Ley de Registros Presidenciales.

Hace casi medio siglo, otro presidente intentó destruir el Estado de Derecho, aunque no tan descaradamente como Trump. The Economist nos recuerda que esta persona fue Richard Nixon, quien trató de obstruir la investigación de Watergate, presionó al Departamento de Justicia para que procesara a sus enemigos políticos y asumió el poder judicial.

Pero Estados Unidos no lo permitió. La nación se levantó en indignación. Nixon renunció antes de que el Congreso lo destituyera. La pregunta es si esta generación de estadounidenses tendrá la fuerza y ​​la sabiduría para hacer lo mismo.

Compartimos líneas abajo el artículo de The Economist con mayor detalle:

Donald Trump está atacando el Estado de Derecho y puede que se salga con la suya

Nixon la tuvo más difícil

The Economist
24 de noviembre de 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Según la evidencia disponible, la mayoría de los estadounidenses no creen que el presidente Donald Trump haya cometido un delito o crimen grave. Solo un tercio de los votantes dice que debería ser acusado por su supuesta complicidad en el pirateo electoral de Rusia y el supuesto esfuerzo por impedir que el Departamento de Justicia lo investigue. El asunto apenas se discutió a medio plazo, y los demócratas más prominentes que lo transmitieron, como Beto O’Rourke que buscaba postular para el Senado de Texas, perdieron.

Sin embargo, es probable que los supuestos delitos de Trump ya hayan alcanzado el estándar del ‘impeachment’ (de destitución) establecido por Richard Nixon. Esa fue la implicación de un artículo notable publicado en el blog de Lawfare esta semana por el ex asesor general del FBI, Jim Baker.

Baker y su coautor, Sarah Grant, expresaron su punto de vista, sin referirse específicamente a Trump, basándose en nuevas pruebas de la investigación de Watergate. Se centraron en el esfuerzo de Nixon para apoyarse en un funcionario del Departamento de Justicia, Henry Petersen, que lo supervisaba en ese momento. Nixon le preguntó repetidamente si estaba bajo investigación. Después de que Petersen le informara que dos de sus ayudantes principales deberían ser despedidos, el presidente los defendió como “tipos buenos y sobresalientes”. Como un esfuerzo por descarrilar la investigación para salvarse a sí mismo, la acción de Nixon representó, según uno de los tres artículos de juicio político que luego enfrentó, una “indiferencia al estado de derecho”.

Los paralelismos entre entonces y ahora son inconfundibles. Trump acosó a James Comey para decir si estaba bajo investigación en la investigación de Rusia que el entonces director del FBI dirigía. Después de que la fiscal general interina, Sally Yates, informara a la administración que el asesor de seguridad nacional de Trump, Mike Flynn, había tenido comunicaciones secretas con funcionarios rusos y había mentido sobre ellos, Trump trató de protegerlo. Según Comey, el presidente lo instó a despedir a Flynn porque era un “buen tipo”. Después de que Comey se negó, Trump despidió a su director del FBI. Significativamente, Baker fue uno de la media docena de funcionarios del FBI que Comey informó sobre estos acontecimientos en ese momento.

Si la supuesta transgresión de Trump fue tan mala como la de Nixon puede depender, en otro paralelo de Watergate, de lo que sabía sobre el complot ruso y cuándo lo supo. Robert Mueller, a quien los abogados del presidente enviaron una lista tan esperada de respuestas escritas a preguntas esta semana, está tratando de determinar eso. Se informa que el abogado especial está investigando qué sabía Trump sobre el esfuerzo de los rusos para piratear los correos electrónicos de su oponente demócrata, poco después de haberlos instado a hacerlo, y lo que sabía sobre una reunión de sus asesores principales con un grupo de expertos rusos que estaban prometiendo información sobre Hillary Clinton. Tal vez, en ausencia de pruebas, el abogado especial encuentre que Trump no tiene un caso para responder. Pero, de cualquier manera, parece poco probable que sufra el destino de Nixon.

Esto se debe en parte a que las lealtades tribales que podrían haber salvado a Nixon ahora son más feroces. El día en que renunció, luego de que se le informara que los congresistas republicanos no lo defenderían, la mitad de los votantes de su partido todavía lo respaldaban. Con el beneficio de un partidismo más fuerte, políticos más débiles y una máquina de propaganda 24/7 en Fox News, Trump podría contar con una protección republicana más dura.

Otra razón por la que parece más probable que disminuya los estándares de su cargo que ser responsabilizado por ellos se relaciona con las peculiaridades de su persona política. Nixon fue un rompe-reglas comprometido que fingió no serlo. Cuando surgió la evidencia en su contra, fue condenatoria. Por el contrario, Trump siempre ha prometido que rompería más reglas de las que ha incumplido, casi sin importar lo que Mueller pueda encontrar.

Juró encarcelar a Hillary Clinton. Sin embargo, después de que su abogado de la Casa Blanca le aconsejara que abandonara esa idea, se informó que esta semana lo hizo. Él ha amenazado con cerrar la investigación de Mueller desde su inicio. En ese contexto, sus comentarios supuestamente impropios a Comey pueden parecer modestos; o en el peor de los casos consistentes con lo que ha estado diciendo abiertamente. Trump ha enredado de esta manera las expectativas de comportamiento presidencial.

El mantra favorito de los apologistas de Trump: “Toma nota de lo que hace el presidente, no de lo que dice”, es ilustrativo de eso. Sólo tiene sentido cuando se mide contra las amenazas más dramáticas y, de hecho, inimaginables. Eso es en parte porque las palabras del presidente también tienen impacto. En el transcurso de sus ataques casi diarios a la investigación de Mueller y al Departamento de Justicia, la confianza republicana en esas instituciones se ha derrumbado.

También es una tontería porque, aunque no cumple con sus mayores amenazas, Trump está cumpliendo con las menores, lo que en tiempos normales se consideraría más allá de lo normal. “Mido la sensibilidad de un presidente al estado de derecho por sus acciones, no por sus comentarios, tweets o declaraciones”, dijo uno de sus defensores más descarados, Leonard Leo, de la Sociedad Federalista, esta semana. Esto eludió el hecho de que Trump acababa de despedir a su fiscal general, Jeff Sessions, y nombró en su lugar a un sucesor en funciones inexperto y posiblemente ilegítimo, Matthew Whitaker. Y que lo hizo, sugiere un entendimiento razonable de sus palabras, en un intento por descarrilar la investigación de Mueller sobre él y sus familiares más cercanos.

Lo que temían los framers

Si el asesor especial sobrevive a esa maniobra, no recalibrará su visión del estado de derecho como lo ha hecho Leo. Por eso el presidente le teme. Sin embargo, cualquier veredicto condenatorio sobre Trump por parte de Mueller solo sería efectivo si hay voluntad política para hacerlo cumplir. Es por eso que el asalto del presidente a la dignidad de su oficina y la falta de voluntad relacionada con el Congreso de limitarlo es tan grave. Existe una opinión razonable de que, para instigar una crisis constitucional, tendría que desafiar una orden judicial o una citación. Una visión alternativa es que el efecto corrosivo de su guerra menor pero implacable en el sistema político asegurará que la necesidad de un desafío de alto riesgo nunca surja. Lampadia




El capitalismo necesita modernizarse

El mundo ha evolucionado de manera drástica en las últimas décadas. Los cambios económicos y sociales impulsados por las nuevas tecnologías, el comercio, la demografía o la migración influyen en los resultados de las políticas públicas, incluidas las que afectan a la relación de los Estados con sus poblaciones y los servicios públicos, que deben adaptarse a esas evoluciones ajustando sus políticas e innovando nuevas formas de lograr los objetivos.

El capitalismo nos ha traído muchísimos beneficios. Ha integrado efectivamente los mercados globales y han producido inmensos beneficios para la humanidad en su conjunto, como una gran disminución de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los más pobres.

Lamentablemente, en los países más ricos como EEUU y Europa, hay una tendencia populista que le está restando legitimidad y aprobación a los beneficios del capitalismo y la globalización. El aumento del apoyo al populismo de derecha en las democracias occidentales ya está alterando la historia, transformando la política y representando una amenaza para las democracias más prestigiosas.

No sin razón según The Economist, “la economía de Estados Unidos se ha convertido en una distopía capitalista; un sistema de extracción por gigantes atrincherados. Europa muestra signos de la misma enfermedad. El creciente proteccionismo y la mayor digitalización pueden empeorar las cosas.”

Según la revista, hay demasiada concentración de mercado y eso está dañando el desarrollo futuro. La competencia, a pesar de lo que dicen los críticos, tiene grandes beneficios como distribuir la riqueza, bajar los precios y brindar mayores opciones de empleo. Aumenta la productividad al presionar a las empresas a crear mejores productos por menos.

Como se puede observar en los gráficos inferiores (y como dice The Economist en el artículo ‘En todo el oeste, las empresas poderosas son cada vez más poderosas’), “si los beneficios en Estados Unidos cayeran a niveles históricamente normales gracias a una mayor competencia, y los trabajadores del sector privado obtuvieran los beneficios, los salarios reales subirían un 6%. Si la competencia también reviviera el crecimiento de la productividad, los salarios podrían aumentar mucho más. Sin competencia, el capitalismo es torpe y favorece a los pocos, no a la mayoría.”

Por lo tanto, lo que propone The Economist es actualizar el capitalismo actual, para lo cual plantea tres reformas:

  1. Los regímenes de datos y propiedad intelectual deben utilizarse para impulsar la innovación, no para proteger a los titulares.
  2. Los gobiernos deben eliminar las barreras al comercio, como las cláusulas de no competencia, los requisitos de licencias ocupacionales y las complejas regulaciones escritas por cabilderos de la industria
  3. Las leyes antimonopolio deben adaptarse al siglo XXI

Según la revista inglesa, esto “Eso podría no detener el auge del populismo. Pero una revolución de la competencia haría mucho para restaurar la fe del público en el capitalismo”.

Ver artículo completo:

Competencia
La próxima revolución capitalista

El poder de mercado está detrás de muchos males económicos. Es hora de restaurar la competencia

The Economist
15 de noviembre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

El capitalismo ha sufrido una serie de golpes poderosos a su reputación en la última década. El sentido de un sistema preparado para beneficiar a los propietarios de capital a expensas de los trabajadores es profundo. En 2016, una encuesta reveló que más de la mitad de los jóvenes estadounidenses ya no apoyan el capitalismo. Esta pérdida de fe es peligrosa, pero también está justificada. El capitalismo de hoy tiene un problema real, pero no el que a los proteccionistas y populistas les gusta comentar. La vida se ha vuelto demasiado cómoda para algunas empresas en la vieja economía, mientras que, en la nueva economía, las empresas de tecnología han desarrollado rápidamente el poder de mercado. De hecho, se necesita una revolución, una que desate la competencia, obligando a disminuir las ganancias anormalmente altas de hoy y asegurando que la innovación pueda prosperar mañana.

Los países han actuado para impulsar la competencia antes. A comienzos del siglo XX, Estados Unidos rompió los monopolios de los ferrocarriles y la energía. Después de la segunda guerra mundial, Alemania Occidental colocó la creación de mercados competitivos en el centro de su proyecto de construcción nacional. El establecimiento del mercado único europeo, un proyecto promovido por Margaret Thatcher, valoró la apertura de mercados internos a empresas extranjeras dinámicas. Ronald Reagan fomentó la competencia en gran parte de la economía estadounidense.

Hoy se necesita una transformación similar. Desde 1997, la concentración del mercado ha aumentado en dos tercios de las industrias estadounidenses. Una décima parte de la economía está formada por industrias en las que cuatro empresas controlan más de dos tercios del mercado. En una economía saludable, se esperaría que los beneficios se redujeran, pero el flujo de efectivo libre de las empresas es 76% superior a su promedio de 50 años, en relación con el PBI. En Europa la tendencia es similar, aunque menos extrema. La participación de mercado promedio de las cuatro firmas más grandes en cada industria ha aumentado en tres puntos porcentuales desde 2000. En ambos continentes, las empresas dominantes se han vuelto más difíciles de desalojar.

Los involucrados se burlan de la idea de que lo tienen fácil. Sin embargo, los mercados consolidados se vuelven domésticos, y argumentan que la globalización sigue calentando el horno de la competencia. Pero en las industrias que están menos expuestas al comercio, las empresas están obteniendo enormes beneficios. Calculamos que el conjunto global de ganancias anormales es de US$ 660 mil millones, más de dos tercios de los cuales se realizan en Estados Unidos, un tercio de eso en empresas de tecnología.

No todas estas rentas son obvias. Google y Facebook brindan servicios populares sin costo para los consumidores. Pero a través de su control sobre la publicidad, suben sutilmente los costos de otras empresas. Varias industrias de la vieja economía con altos precios y grandes ganancias se esconden debajo de la superficie del comercio: tarjetas de crédito, distribución farmacéutica y verificación de crédito. Cuando el público trata más directamente con los oligopolistas, el problema es más claro. Las aerolíneas protegidas de Estados Unidos cobran más que sus pares europeos y ofrecen un peor servicio. Las empresas de televisión por cable son conocidas por sus altos precios: se estima que el cliente promedio de televisión en Estados Unidos gasta un 44% más hoy que en 2011. En algunos casos, la ira pública abre la puerta a los recién llegados, como Netflix. Con demasiada frecuencia, sin embargo, no lo hace. Los mercados de valores valoran incluso a los participantes amigables con el consumidor, como Netflix y Amazon, como si también se convirtieran en monopolios.

El creciente poder del mercado ayuda a resolver varios enigmas económicos. A pesar de las bajas tasas de interés, las empresas han reinvertido una parte pequeña de sus beneficios extraordinarios. Esto podría deberse a que las barreras a la competencia mantienen fuera incluso a los recién llegados bien financiados. A continuación, desde el cambio de milenio, y particularmente en los Estados Unidos, la participación del trabajo en el PBI ha estado disminuyendo. Los precios monopolísticos pueden haber permitido a las firmas poderosas devorar el poder adquisitivo de los salarios. La participación laboral ha disminuido más rápidamente en industrias con creciente concentración. Un tercer enigma es que el número de nuevos participantes ha estado disminuyendo y el crecimiento de la productividad ha sido débil. Esto también puede explicarse por la falta de presión competitiva para innovar.

Algunos argumentan que la solución a los excesos de capital es reforzar lo laboral. Elizabeth Warren, una posible candidata presidencial estadounidense, quiere poner a más trabajadores en los consejos. El Partido Laborista británico promete la propiedad compartida de los empleados. Y casi todos los de la izquierda quieren revitalizar el poder decreciente de los sindicatos. Hay un rol para los sindicatos en una economía moderna. Pero un retorno al capitalismo al estilo de la década de 1960, en el que los oligopolios ganan grandes márgenes, pero se reparten a los trabajadores bajo la amenaza de huelgas, es algo que se debe evitar. Tolerar los beneficios anormales siempre y cuando se distribuyan de una manera que satisfaga a quienes tienen el poder es una receta para el amiguismo. Las personas privilegiadas favorecidas podrían hacerlo bien: ser testigos de la brecha entre los trabajadores mimados y los extranjeros olvidados en Italia. Pero una economía compuesta por incumbentes cómodos eventualmente verá un colapso en la innovación y por lo tanto un estancamiento en los estándares de vida.

Mucho mejor es deshacerse de rentas en sí mismas. El poder de mercado debe ser atacado de tres maneras. Primero, los regímenes de datos y propiedad intelectual deben utilizarse para impulsar la innovación, no para proteger a los titulares. Eso significa liberar a los usuarios individuales de los servicios de tecnología para que lleven su información a otra parte. También implica exigir que las grandes plataformas concedan licencias de datos masivos anónimos a sus rivales. Las patentes deben ser más cortas y más fáciles de impugnar en los tribunales.

En segundo lugar, los gobiernos deberían derribar las barreras de entrada, como las cláusulas de no competencia, los requisitos de licencias ocupacionales y las complejas regulaciones escritas por cabilderos de la industria. Más del 20% de los trabajadores estadounidenses deben poseer licencias para realizar su trabajo, en comparación con solo el 5% en 1950.

En tercer lugar, las leyes antimonopolio deben adaptarse al siglo XXI. No hay nada de malo en el cometido de los partidarios para promover el bienestar del consumidor. Pero los reguladores deben prestar más atención a la salud general competitiva de los mercados y al rendimiento del capital. Los reguladores de Estados Unidos deberían tener más poderes, como los británicos, para investigar los mercados que se están volviendo disfuncionales. A las grandes empresas tecnológicas les resultará mucho más difícil neutralizar a los potenciales rivales a largo plazo, como lo hizo Facebook cuando adquirió Instagram en 2012 y WhatsApp en 2014.

Estos cambios no resolverán todos los males. Pero si llevaban las ganancias en Estados Unidos a niveles históricamente normales, y los trabajadores del sector privado obtuvieran los beneficios, los salarios reales subirían un 6%. Los consumidores tendrían más opciones. La productividad aumentaría. Eso podría no detener el auge del populismo. Pero una revolución de la competencia haría mucho para restaurar la fe del público en el capitalismo. Lampadia




El nuevo juego del ‘libre comercio’

El TLCAN, que en su momento marcó la agenda del libre comercio, promoviendo los tratados bilaterales versus la agenda global de comercio de la OMC y solidificó el camino de la promoción de la globalización económica, está sufriendo hoy día una oleada de populismo y nacionalismo liderada por Trump.

El líder estadounidense populista cuestiona el orden económico internacional pro comercio en aras de una supuesta recuperación de la salud interna de su economía. Pero, al final, parece que la tan cacareada renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) solo tiene como objetivo “transferir los beneficios altamente específicos que provienen del proteccionismo de un grupo a otro.”

Detrás de todos estos enfrentamientos, lo que hay es puramente malabarismo para beneficiar a grupos de interés específicos, vinculados al espacio industrial tradicional estadounidense.

Lamentablemente, los efectos colaterales de esta ruptura de los sacrosantos contratos comerciales destruyen del orden internacional y hacen ver que, con el único expediente de un simple putsch populista, se pueden alterar y desvirtuar las estructuras de un mundo que costo mucho esfuerzo construir y que, en las últimas décadas, produjo una gran disminución de la desigualdad global y la mayor reducción de la pobreza de la historia.

Este es un antecedente muy perjudicial para el futuro del libre comercio en el mundo y para la impostergable necesidad de perseverar en la superación de la pobreza, especialmente, en los países emergentes.

Líneas abajo, compartimos un análisis sobre los daños y posibles impactos del nuevo TLCAN:

El nuevo TLCAN es solo antiguo proteccionismo y mala economía

MISES WIRE
Setiembre, 2018
Carmen Elena Dorobăț, PhD in economics from the University of Angers, and is Assistant Professor of Business at Leeds Trinity University
Glosado por Lampadia

Un nuevo acuerdo comercial de América del Norte está en proceso entre los Estados Unidos y Canadá, luego de que se llegó a un acuerdo tentativo con México la semana pasada. El acuerdo reemplazaría el acuerdo del TLCAN de casi 25 años entre los tres países. Tanto los medios como la industria están sufriendo de “fiebre de negociación”, ya que esperan ansiosamente los resultados de las negociaciones.

No se sabe mucho acerca de qué implicará este nuevo acuerdo exactamente. Sin embargo, las pocas cosas que sabemos indican que no hay necesidad de ninguna emoción. El nuevo acuerdo comercial será simplemente una amalgama del antiguo TLCAN, el TPP previamente rechazado y algunas medidas proteccionistas nuevas.

¿Es probable que sea una victoria para el libre comercio? Ni por una milla.

Primero, el acuerdo con México especifica que dos tercios del valor de un automóvil (en comparación con el 62% del TLCAN) deben ser fabricados en América del Norte, y casi la mitad debe ser fabricado por trabajadores que ganen un mínimo de $ 16 por hora. Solo los fabricantes de autos que cumplan con estos nuevos requisitos podrán enviar vehículos a través de la frontera con ningún arancel; otros pagarán un impuesto de aduana de 2.5%. Esto es una gran noticia para los sindicatos industriales en los EE UU y también será beneficioso para los sindicatos canadienses en caso de un acuerdo. Pero México también espera que esto obligue a los fabricantes de automóviles a aumentar los salarios. Sin embargo, estas reglas de origen y requisitos de salario y contenido solo aumentan los costos de fabricación. Esto puede eventualmente reflejarse en precios de automóviles más altos, y puede provocar la reubicación de las industrias automotrices de América del Norte a jurisdicciones de menor costo en el largo plazo.

En segundo lugar, las importaciones de acero y aluminio, actualmente sujetas a aranceles después de los últimos intentos de política de Trump para reconstruir las industrias metálicas de EE UU es probable que estas restricciones se mantengan en forma de un plan de cuotas. Los impactos de las cuotas y los aranceles son similares y provocarán aumentos y pérdidas de precios para los consumidores y las industrias adyacentes.

Otras medidas incluyen la extensión de los derechos de autor a un término de 75 años después de la muerte del creador y la eliminación del Capítulo 19 del TLCAN, según el cual las empresas podrían demandar por derechos antidumping o compensatorios ilícitos. Estas medidas aumentan la influencia de los gobiernos en las transacciones comerciales y la intervención en los precios y es probable que reduzcan la innovación a largo plazo. Lo irónico es que la extensión de los términos de copyright existía en la Asociación Transpacífico que Trump se negó a firmar a principios de 2017.

Canadá se ha opuesto a estos dos cambios, pero puede aceptarlos si se le da algo más a cambio. Puede, por ejemplo, negociar para mantener su umbral de minimis muy bajo para bienes libres de impuestos de $ 20, en comparación con $ 800 en los EE UU y ahora $ 100 en México. O puede luchar para continuar la protección, de una forma u otra, para sus ricos ganaderos de Ontario y Quebec, cuya gran influencia sobre la política canadiense los convierte en un poderoso grupo de interés.

Si le parece que el “mucho más justo, realmente buen trato” con México (y posiblemente con Canadá) es simplemente cambiar las regulaciones comerciales de un área a otra en lugar de reducirlas, sus ojos no lo están engañando. La razón de estos cambios es transferir los beneficios altamente específicos que provienen del proteccionismo de un grupo a otro. Incluso estos son bastante efímeros, porque cuando las importaciones disminuyen, también lo hacen las exportaciones. Si los consumidores gastan más en bienes nacionales, los precios internos aumentan, y cuanto más aumentan, más se reducen las exportaciones.

El nuevo acuerdo comercial se trata simplemente de hacer nuevos negocios para nuevos intereses especiales. El libre comercio o los intereses del consumidor nunca entran realmente en la ecuación. Las donaciones de campaña sí.

La opinión de Mises sobre esto fue muy directa y práctica. En Gobierno Omnipotente, demostró que los acuerdos comerciales modernos no guardaban ningún parecido con los tratados comerciales de Cobden y Chevalier:

En la era del laissez faire, los tratados comerciales se consideraron un medio para abolir, paso a paso, las barreras comerciales y todas las demás medidas de discriminación contra los extranjeros … Entonces cambió la situación. El significado de los tratados comerciales cambió radicalmente. Los gobiernos se entusiasmaron por sobrepasarse mutuamente en las negociaciones. Un tratado se valoraba en proporción, ya que obstaculizaba el comercio de exportación de la otra nación y parecía alentarlo a uno.

Es vano esperar algo de cambios puramente técnicos en los métodos aplicados en las negociaciones internacionales sobre asuntos de comercio exterior.

Si también le parece que el inevitable impacto perjudicial del nuevo acuerdo comercial sobre los precios internos y el nivel de vida es contrario a los objetivos declarados de otras políticas gubernamentales, tiene razón de nuevo. Mises explicó en Burocracia cómo los intereses de los grupos poderosos a menudo entran en conflicto, y las administraciones estatales se encargan de ellos de manera fortuita:

El departamento de trabajo apunta a mayores tasas salariales y a menores costos de vida. Pero el departamento de agricultura de la misma administración apunta a un aumento en los precios de los alimentos, y el departamento de comercio intenta aumentar los precios internos de los productos básicos por tarifas. Un departamento lucha contra el monopolio, pero otros departamentos están ansiosos por lograr -a través de aranceles, patentes y otros medios- las condiciones requeridas para construir la restricción monopólica.

A medida que varios acuerdos comerciales cambian nombres, cláusulas y proponentes, con la vieja táctica de cebo y cambio, el proteccionismo solo cambia su disfraz poco convincente. “El nuevo acuerdo sin sentido para el consumidor” sería un nombre más apropiado. Lampadia




De cómo EEUU defendió su sistema económico

El 9 de julio pasado, publicamos en LampadiaNuestra economía de mercado bajo ataque – A ponerse las pilas.

Hoy día, republicamos líneas abajo, solo el ‘Manifiesto de Powell’, sin nuestro análisis de su similitud con el Perú, para facilitar su lectura, que consideramos muy oportuna para los peruanos preocupados con el futuro de nuestro país.

El Manifiesto de Powel
(También conocido como el memorando Powell)

Publicado por primera vez el 23 de agosto de 1971
Presentado por: Reclaim Democracy
Traducido y glosado por Lampadia

En 1971, Lewis Powell, [cercano al partido demócrata], entonces abogado corporativo y miembro de las juntas directivas de 11 corporaciones, escribió un memorándum a su amigo Eugene Sydnor Jr., el Director de la Cámara de Comercio de EEUU. El memorando fue fechado el 23 de agosto de 1971, dos meses antes de la nominación de Powell por el presidente Nixon ante el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.

Aunque el memorando de Powell no fue la única influencia, la Cámara y los activistas corporativos tomaron en serio su consejo y comenzaron a construir una poderosa serie de instituciones diseñadas para cambiar las actitudes y creencias públicas a lo largo de los años y décadas.

El memo influyó o inspiró la creación del Heritage Foundation, Manhattan Institute, Cato Institute, Citizens for a Sound Economy, Accuracy in Academe y otras organizaciones poderosas. Su enfoque a largo plazo comenzó a dar frutos en la década de 1980, en coordinación con la filosofía del “negocio de manos libres” de la Administración Reagan.

Memorando confidencial: ataque al sistema americano de libre empresa

23 de agosto, 1971
Para: Eugene Sydnor, Jr., director de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos.
De: Lewis Powell 23/8/1971

Este memorando es presentado a su petición como base de discusión. Su propósito es identificar el problema y sugerir caminos de actuación para consideración futura.

Dimensión del ataque

Ninguna persona con capacidad de reflexión de los Estados Unidos puede cuestionar que el sistema económico de los Estados Unidos se encuentra sometido a fuertes ataques que varían en alcance, en intensidad, en las técnicas empleadas y en el nivel de visibilidad.

Siempre ha habido personas que se han opuesto al sistema americano, prefiriendo el socialismo u otras formas de estatismo (comunismo o socialismo). De la misma forma, ha habido críticos del sistema cuyo criticismo ha sido sano y constructivo en la medida en que su objetivo era mejorar el sistema en lugar de subvertirlo o destruirlo.

Pero lo que ahora nos preocupa es una novedad en la historia de los Estados Unidos. No estamos tratando con ataques esporádicos o aislados de unos pocos extremistas o incluso de la minoría socialista. Por el contrario, el ataque al sistema de empresa se produce de forma amplia y consistente. Está adquiriendo fuerza y conversos.

Orígenes del ataque

Los orígenes son variados y difusos. Incluyen, por supuesto, a los comunistas, la Nueva Izquierda y otros revolucionarios que querrían destruir el sistema entero, tanto político como económico. Estos extremistas de la izquierda son mucho más numerosos, mejor financiados y son cada vez más bienvenidos y alentados por otros elementos de la sociedad como nunca antes en la historia. Pero siguen siendo una pequeña minoría, y no son ahora la causa principal de preocupación.

Las voces más inquietantes que forman parte del coro de críticas proceden de elementos muy respetables de la sociedad.

  • De los campus universitarios,
  • Los púlpitos,
  • Los medios,
  • Las revistas intelectuales y literarias,
  • Las artes y las ciencias,
  • Los políticos

En la mayoría de estos grupos el movimiento contra el sistema está formado sólo por minorías. Sin embargo, muy a menudo son las mejor articuladas, las más ruidosas y las más prolíficas en su hablar y escribir.

Además, muchos medios de comunicación (por varios motivos y en distintos grados) o bien otorgan publicidad por voluntad propia a estos “atacantes” o, como mínimo, permiten que éstos utilicen los medios para sus propósitos. Esto es especialmente cierto en la televisión, que juega ahora un papel preponderante en la conformación del pensamiento, las actitudes y las emociones de nuestra gente.

Una de las desconcertantes paradojas de nuestro tiempo es la amplitud con que nuestro sistema tolera, o incluso participa, en su propia destrucción.

Los campus universitarios de donde emana la mayor parte de la crítica son soportados por i) impuestos ampliamente generados por las empresas estadounidenses y ii) contribuciones de fondos de capital controlados o generados por empresas estadounidenses. Los claustros de las universidades están compuestos abrumadoramente por hombres y mujeres que son líderes en el sistema.

La mayor parte de los medios, incluyendo la red de televisión, pertenece y es teóricamente controlada por empresas que dependen de los beneficios y del sistema de empresa para su supervivencia.

Tono del ataque

Las citas que siguen son suficientes para proporcionar una idea general:

William Kunstler, calurosamente acogido en los campus y mencionado en una reciente encuesta entre estudiantes como “el abogado estadounidense más admirado” incita a su audiencia de la siguiente forma:

“Tienen que aprender a luchar en las calles, a rebelaros, a disparar con pistolas. Aprenderemos a hacer todo aquello que temen los detentadores de la propiedad”. Los nuevos izquierdistas que atendieron los consejos de Kunstler están comenzando a actuar no solo contra oficinas de reclutamiento militar o fabricantes de munición, sino contra una diversidad de empresas: “Desde febrero de 1970, sucursales del Bank of America han sido atacadas 39 veces, 22 veces con artefactos explosivos y 17 con bombas incendiarias”. Aunque los portavoces de la Nueva Izquierda están consiguiendo radicalizar a miles de jóvenes, la preocupación principal es la hostilidad de liberales y reformadores sociales respetables. Es la suma total de su visión e influencia lo que de verdad puede debilitar o destruir el sistema.

Steward Alsop escribe una descripción aterradora de lo que se está enseñando en muchas de nuestras universidades:

“Yale, como todas las universidades más importantes, está graduando a numerosos jóvenes que practican la ‘política de la desesperación’. Estos chicos desprecian profundamente nuestro sistema político y económico… [sus] mentes parecen ser totalmente cerradas. No viven mediante el debate racional sino a través de eslóganes sin sentido”. Una encuesta reciente entre estudiantes de doce universidades representativas señaló que “casi la mitad de los estudiantes estaban a favor de la socialización de las industrias básicas”.

Un catedrático inglés, visitante en el Rockford College, impartió una serie de conferencias tituladas “La guerra ideológica contra la sociedad occidental”, en la que documentó la amplitud con la que los miembros de la comunidad intelectual están prosiguiendo la guerra ideológica contra el sistema de empresa y los valores de la sociedad occidental.

En un prolegómeno de estas conferencias, el famoso doctor Milton Friedman de Chicago advirtió: “Está meridianamente claro que los fundamentos de nuestra sociedad están siendo sujetos a un amplio y poderoso ataque no por comunistas ni ninguna otra conspiración, sino por individuos descarriados repitiéndose las mismas cosas como loros sin ser conscientes de que están favoreciendo objetivos que nunca promoverían intencionadamente”.

Tal vez el principal antagonista del sistema estadounidense sea Ralf Neider, quien, gracias en gran parte a los medios de comunicación, se ha convertido en una leyenda de su propio tiempo y en un ídolo de millones de americanos. Un artículo reciente en la revista Fortune describe a Naider en los siguientes términos:

“La pasión que lo posee —y él es un hombre apasionado— se orienta a destruir el objetivo de su odio, que es el poder empresarial. Piensa, y dice sin rodeos, que muchos ejecutivos de empresa deberían ser encarcelados por defraudar a los consumidores con mercancías mezquinas, por envenenar los productos alimenticios con aditivos químicos y fabricar a sabiendas productos inseguros que mutilarán o matarán al comprador. Insiste en que no se refiere a ‘charlatanes de feria’, sino a los primeros ejecutivos de las grandes empresas”.

Los objetivos favoritos son actualmente propuestas sobre incentivos fiscales mediante cambios en las tasas de depreciación y los créditos a la inversión. Los medios se refieren a estas propuestas como ‘tax breaks’, lagunas o ‘beneficios fiscales’ para beneficio de las empresas. Como se pudo leer de un columnista del Washington Post, estas medidas fiscales beneficiarían “sólo a los ricos”, sin beneficiar a “los pobres”.

Es desalentador que muchos políticos presenten el mismo argumento de que las medidas impositivas de este tipo benefician solo a los “negocios”, sin beneficio para “los pobres”. El hecho de que esto sea una demagogia política o un analfabetismo económico es de poco consuelo. Esta configuración de los “ricos” contra los “pobres”, de los negocios contra la gente, es el tipo de política más barata y más peligrosa.

La apatía y ausencia del empresariado

¿Cuál ha sido la respuesta de la empresa a este masivo asalto contra los fundamentos de su economía, contra su filosofía, contra su derecho a gestionar sus propios asuntos y, en definitiva, contra su integridad?

La dolorosa y triste verdad es que, en gran medida, las empresas, incluyendo a sus directorios y los ejecutivos principales, de grandes y pequeñas empresas, a todos los niveles han respondido a menudo —cuando lo han hecho— contemporizando, con ineptitud e ignorando el problema.

Hay que reconocer honestamente que los hombres de empresa no han sido capacitados o equipados para conducir guerras de guerrillas contra quienes realizan propaganda contra el sistema y buscan insidiosa y constantemente sabotearlo. El papel tradicional de los ejecutivos de negocios ha sido gestionar, producir, vender, crear puestos de trabajo, hacer utilidades, aumentar el nivel de vida, ser líderes en sus comunidades, servir en consejos caritativos y educativos y, en general, ser buenos ciudadanos. Por cierto, han realizado esta tarea muy bien.

Pero han tenido poca voluntad de enfrentarse con sus críticos, y pocas habilidades para el debate intelectual y filosófico eficaz.

En una columna reciente del Wall Street Journal puede leerse: “Nota a General Motors: ¿por qué no defenderse?”. Aunque se dirigía a GM por su nombre, el aviso era una advertencia a todas las empresas. El columnista St. John decía:

“General Motors, como todas las empresas estadounidenses en general, tiene verdaderos problemas, porque las obviedades intelectuales han sido sustituidas por una sólida exposición intelectual de su punto de vista”. St. John se refería a la tendencia de los líderes empresariales al compromiso y al aplacamiento de los críticos. Citaba las concesiones con las que Nader vence a los gestores y hablaba de la visión falaz que muchos hombres de empresa tienen de sus críticos. Dibujaba un paralelismo con la equivocada táctica de muchos administradores universitarios: “Los gestores universitarios aprenden demasiado tarde que este tipo de contemporización sólo sirve para destruir la libertad de expresión, la libertad académica y la libertad de cátedra. Los rectores concedieron una demanda radical que fue seguida por un nuevo cultivo que pronto escaló hasta una demanda de declaración de rendición”.

No es preciso estar completamente de acuerdo con el análisis de St. John. Pero muchos observadores de la escena política estadounidense coinciden en que la esencia de su mensaje es sólida. Estando la empresa americana con verdaderos problemas, la respuesta al amplio abanico de críticos no ha sido eficaz, y ha incluido negociaciones; ha llegado el momento —de hecho, hace ya tiempo— de reunir la sabiduría, la creatividad y los recursos de las empresas en contra de quienes quieren destruirla.

La responsabilidad de los ejecutivos de empresas

¿Qué es lo que hay que hacer exactamente? Lo primero, lo más esencial —y un prerrequisito para una acción efectiva— es que los hombres de negocios confronten esta cuestión como una responsabilidad primaria de la gestión corporativa.

La necesidad primordial de darse cuenta de que el problema último es la propia supervivencia; supervivencia de lo que denominamos sistema de libre empresa, con todo lo que significa para el progreso de los Estados Unidos y la libertad de nuestra gente.

Ha pasado ya el momento en que el presidente de una gran empresa descarga su responsabilidad manteniendo simplemente un crecimiento satisfactorio de los beneficios, con la observancia de las responsabilidades empresariales y sociales. Para que nuestro sistema sobreviva, la alta dirección debe preocuparse también de proteger la sobrevivencia del sistema mismo. Esto implica mucho más que un mayor énfasis en “relaciones públicas” o “asuntos gubernamentales”, dos áreas en las que las empresas han invertido hasta ahora sumas sustanciales.

Un primer paso significativo para cada empresa podría ser la designación de un vicepresidente ejecutivo cuya responsabilidad fuera la de contrarrestar los ataques al sistema empresarial. El departamento de relaciones públicas podría ser uno de los fundamentos asignados a este ejecutivo, pero su responsabilidad debería abarcar algunas de las actividades a las que nos referiremos en este memorando. Su presupuesto y personal debe ser el adecuado para la tarea.

Posible rol de la Cámara de Comercio [de los gremios empresariales]

Pero la actividad independiente y la coordinación realizada por cada empresa, por importante que sea, no será suficiente. La fuerza reside en la organización, en la planificación cuidadosa e implementación a largo plazo, en la consistencia de la acción a lo largo de un número indefinido de años, en la escala de los recursos disponibles sólo mediante el esfuerzo conjunto y en el poder político disponible sólo a través de la unidad de acción y de las organizaciones nacionales.

Además, existe una comprensible renuencia por parte de cualquier corporación de exponerse demasiado y de hacerse excesivamente visible.

El papel de la Cámara de Comercio es pues vital. Otras organizaciones nacionales (especialmente los distintos grupos industriales y comerciales) deben unirse en el esfuerzo, pero ninguna organización parece estar tan bien situada como la Cámara. Disfruta de una posición estratégica, con buena reputación y un amplio soporte de las bases. También —y esto es de un mérito inconmensurable— existen centenares de Cámaras de Comercio locales que pueden jugar un papel de soporte vital.

Es apenas necesario señalar que antes de embarcarse en este tipo de programas, la Cámara debe estudiar y analizar posibles caminos de acción y actividades, sopesando los riesgos frente a la posible eficacia y viabilidad de cada una.

Los Campus Universitarios

El asalto al sistema de empresa no se montó en poco tiempo. Ha evolucionado gradualmente a lo largo de las pasadas dos décadas, apenas perceptible en sus orígenes y beneficiándose de un gradualismo que provocaba poca conciencia de la acción y mucho menos alguna reacción real.

Aunque los orígenes, las fuentes y las causas son complejas y están interrelacionadas, y obviamente es difícil identificarlas, hay razones para creer que las universidades son la fuente más dinámica. Las facultades de ciencias sociales suelen incluir miembros que no simpatizan con el sistema empresarial. Desde Herbert Marcuse, un marxista de la Universidad de California en San Diego, y socialistas convencidos, al liberal crítico ambivalente que encuentra más elementos de condena que de acuerdo. No hace falta que estos universitarios supongan una mayoría. Suelen ser personalmente atractivos y carismáticos, influyen en los profesores y su controversia atrae a los estudiantes. Son prolíficos escritores y conferenciantes, autores de muchos de los libros de texto y ejercen una enorme influencia —mucho más allá de su proporción numérica— sobre sus colegas y el conjunto del mundo académico.

Las facultades de ciencias sociales (ciencias políticas, económicas, sociólogos y muchos historiadores) tienden a ser liberales [*] incluso sin la presencia de izquierdistas. No se trata de criticismo per se, pues la necesidad del pensamiento liberal es esencial para un punto de vista equilibrado. El problema es que el equilibrio es conspicuo por su ausencia en muchas universidades, con relativamente pocos miembros de convicción conservadora o incluso moderada e, incluso, esos pocos, a menudo menos articulados y agresivos que sus colegas en campaña.

[*] Liberales: en su concepción estadounidense se refiere a quienes creen en la intervención del Estado para la creación de oportunidades e igualdad, contrariamente a los llamados conservadores, que abogan por la libertad individual y el libre mercado.

Esta situación se remonta a muchos años atrás y, con el desequilibrio que empeora gradualmente, se ha producido un enorme impacto en millones de estudiantes. En un artículo en Barron’s Weekly, buscando una respuesta a la desafección de tantos jóvenes hasta el punto de convertirse en revolucionarios, se dijo: “Porque fueron educados así”. O bien, como escribió el columnista Steward Alsop en referencia a su alma Mater: “Yale, como todas las universidades más importantes, está licenciando a muchos jóvenes brillantes… que desprecian el sistema político y económico estadounidense”.

A medida que estos “jóvenes brillantes” de las universidades de todo el país buscan oportunidades para cambiar el sistema al que les han enseñado a desconfiar —si no a despreciar— encuentran empleo en los centros de poder e influencia real de nuestro país, a saber: i) los medios de comunicación, especialmente la televisión; ii) el gobierno, como consultores a varios niveles; iii) en la política; iv) como conferenciantes y escritores; y v) en las facultades, a distintos niveles.

Muchos entran en el sistema de empresa —en negocios o en profesiones— y en la mayor parte de los casos descubren enseguida las falacias que les han enseñado. Pero aquellos que esquivan el centro del sistema permanecen a menudo en posiciones claves de influencia desde donde moldean la opinión pública y conforman, frecuentemente, la acción gubernamental. En muchas ocasiones, estos intelectuales acaban en agencias legislativas o departamentos gubernamentales con gran autoridad sobre el sistema en el que no creen.

Si el análisis anterior fuera aproximadamente cierto, una tarea prioritaria para las empresas —y organizaciones como la Cámara— es confrontar el origen de la hostilidad universitaria. Pocas cosas están más santificadas en la vida de los Estados Unidos que la libertad académica. Sería fatal atacar esto como principio. Pero si la libertad académica supone retener las cualidades de “apertura”, “honestidad” y “equilibrio” —que son esenciales por su significación intelectual— existe una gran oportunidad para la acción constructiva. La motivación de esta acción debe ser el restablecimiento de las mencionadas cualidades de la comunidad académica.

¿Qué se puede hacer con los campus?

La responsabilidad última sobre la integridad intelectual en el campus descansa en la administración y el cuerpo docente de las universidades. Per, organizaciones como la Cámara de Comercio puede ayudar y activar un cambio constructivo de muchas maneras, incluyendo lo siguientes:

Plantilla de académicos

La Cámara debe considerar el establecimiento de un equipo de académicos altamente calificados en las ciencias sociales que sí crean en el sistema. Debería incluir varios académicos de reputación nacional cuya firma fuera muy respetada, incluso cuando se está en desacuerdo con ella.

Plantilla de oradores

También debe promover un equipo de oradores de la más alta competencia. Estos pueden incluir a los académicos, y sin duda los que hablan para la Cámara tendrían que articular el producto de los académicos.

Oficina del Orador

Además del personal dedicado a tiempo completo, la Cámara debería tener una Oficina del Orador, que debería incluir a los defensores más capaces y eficaces procedentes de los niveles más altos del mundo empresarial estadounidense.

Evaluación de libros de texto

La plantilla de académicos (o, preferiblemente, un panel de académicos independientes) debería evaluar los libros de texto de ciencias sociales, especialmente en economía, ciencia política y sociología. Éste debería ser un programa permanente.

El objetivo de esta evaluación debería estar orientado a restaurar el equilibrio esencial para la libertad académica genuina. Esto incluiría la garantía de un trato justo y empírico de nuestro sistema de gobierno y de nuestro sistema empresarial, sus logros, su relación fundamental con los derechos y las libertades individuales, así como comparaciones con los sistemas socialista, fascista y comunista. La mayoría de los libros de texto existentes tienen algún tipo de comparaciones, pero muchas son superficiales, sesgadas e injustas.

Hemos visto como el movimiento de derechos civiles insiste en volver a escribir muchos de los libros de texto en nuestras universidades y escuelas. Los sindicatos también insisten en que los libros de texto sean justos con los puntos de vista del movimiento obrero. Otros grupos de presión ciudadana ​​no han dudado en revisar, analizar y criticar los libros de texto y los materiales didácticos. En una sociedad democrática, esto puede ser un proceso constructivo y debe considerarse como una ayuda para una auténtica libertad académica y no como una intromisión en ella.

Si los autores, editores y usuarios de libros de texto saben que van a ser sometidos —con honestidad, imparcialidad y rigor— a revisión y crítica por parte de eminentes académicos que creen en el sistema estadounidense, se puede confiar en un retorno a un equilibrio más racional.

Igualdad de tiempo en el campus

La Cámara debe insistir en la igualdad de oportunidades en el circuito de conferencias universitarias. El FBI publica cada año una lista de los discursos pronunciados en las universidades por comunistas declarados. En el año 1970, el número superaba los 100. Hubo, por supuesto, varios cientos de intervenciones de progresistas e izquierdistas que impulsan los tipos de puntos de vista indicados anteriormente en este memorándum. No hubo representación del mundo empresarial estadounidenses, o incluso de personas u organizaciones que defendieran públicamente el sistema estadounidense de gobierno y de empresa.

Cada campus tiene sus propios grupos formales e informales que invitan a oradores. Cada facultad de derecho hace lo mismo. Muchas universidades patrocinan oficialmente programas de conferencias y charlas. Todos conocemos la insuficiencia de la representación empresarial en estos programas.

Alguien dirá que se extenderán pocas invitaciones para los oradores de la Cámara. Sin duda, esto será cierto a menos que la Cámara insista agresivamente en el derecho a ser escuchada; a menos que insista, a todos los efectos, en la “igualdad de tiempo”. Las autoridades universitarias y la gran mayoría de los comités y de los grupos estudiantiles no vería con agrado que se les colocara en la posición de rechazar públicamente un foro con puntos de vista diversos, de hecho, esta es la excusa clásica para permitir que los comunistas hablen.

Los dos ingredientes esenciales son: (i) tener oradores atractivos, elocuentes y bien informados, y (ii) ejercer el grado de presión —pública y privada— que sea necesario para asegurar las oportunidades de hablar. El objetivo debe ser siempre informar y educar, y no sólo hacer propaganda.

Equilibrio entre el profesorado

Tal vez el problema más importante es el desequilibrio en el profesorado de muchas universidades. Su corrección es, en efecto, un proyecto difícil y a largo plazo. Sin embargo, debe llevarse a cabo como parte de un programa global. Esto significaría insistir a los gestores y los consejos de administración de las universidades en la necesidad del equilibrio del profesorado.

Los métodos a emplear requieren una profunda reflexión, y hay que evitar las trampas evidentes. La presión indebida sería contraproducente. Pero los conceptos básicos de equilibrio, justicia y verdad son difíciles de resistir, si se presentan adecuadamente a los consejos de administración, por escrito y oralmente, así como a través de llamamientos a las asociaciones y grupos de ex alumnos.

Este es un camino largo y no es para pusilánimes. Pero si se persigue con integridad y convicción podría conducir a un fortalecimiento tanto de la libertad académica en el campus como de los valores que han hecho de Estados Unidos la más productiva de todas las sociedades.

Escuelas de graduados de negocios

Los gremios empresariales deberían disfrutar de un especial entendimiento con las cada vez más influyentes escuelas de negocios. Mucho de lo que se ha propuesto más arriba también vale para dichas escuelas. ¿No debería solicitarse también cursos específicos en dichas escuelas que se ocupen de la cuestión abordada en este memorándum? Esto es ahora formación esencial para los ejecutivos del futuro.

Educación secundaria

Aunque la primera prioridad debería ser a nivel universitario, las tendencias mencionadas anteriormente son cada vez más evidentes en las escuelas secundarias. Deberían tenerse en cuenta programas de acción, adaptados para las escuelas secundarias y similares a los mencionados. Su puesta en práctica podría convertirse en un importante programa para las cámaras de comercio locales, aunque el control y la dirección —especialmente, el control de calidad— debería conservarlos la Cámara nacional.

¿Qué puede hacerse con la ciudadanía?

Alcanzar el campus y las escuelas secundarias es vital para el largo plazo. Llegar a la ciudadanía en general, puede ser más importante en el corto plazo. El primer elemento esencial es establecer equipos de académicos, escritores y oradores eminentes, que piensen, analicen, escriban y hablen en público. También será esencial contar con personal que se haya familiarizado con los medios y con el modo más eficaz de comunicarse con la ciudadanía. Entre los medios más obvios hay los siguientes:

Televisión

Las cadenas de televisión nacionales deberían ser observadas minuciosamente de la misma manera que los libros de texto deberían mantenerse bajo vigilancia constante. Esto vale no sólo para a los llamados programas educativos, sino también para los “análisis de actualidad” diarios, que tan a menudo incluyen la clase más insidiosa de críticas al sistema empresarial. Tanto si esa crítica proviene de la hostilidad como si es resultado de la ignorancia económica, el resultado es la erosión gradual de la confianza en el “mundo de los negocios” y la libre empresa.

Para ser eficaz, este seguimiento requeriría una constante inspección de textos de muestras adecuadas de programas televisivos. Las quejas a los medios de comunicación deben hacerse inmediata y enérgicamente cuando los programas sean injustos o inexactos.

Se debe exigir igualdad de tiempo cuando sea oportuno. Debería hacerse el esfuerzo de conseguir que los programas tipo foro ofrezcan al menos tantas oportunidades de participación a los partidarios del sistema americano como a sus detractores.

Otros medios de comunicación

La radio y la prensa escrita también son importantes, y todos los medios disponibles deberían ser utilizados para desafiar y refutar los ataques injustos, así como para presentar la argumentación afirmativa a través de estos medios de comunicación.

Las revistas científicas

Es especialmente importante que el “profesorado erudito” de los gremios empresariales publique. Una de las claves del éxito de los profesores progresistas y de izquierda ha sido su pasión por la “publicación” y las “conferencias”. Entre los académicos de los gremios debe existir una pasión similar.

Se pueden diseñar incentivos para inducir más “publicaciones” entre los académicos independientes que sí creen en el sistema.

Debería haber un flujo bastante constante de artículos académicos presentados a un amplio espectro de revistas y publicaciones periódicas, que van desde las revistas populares hasta las más intelectuales, así como las diversas revistas profesionales.

Libros, libros de bolsillo y folletos

Los quioscos —en los aeropuertos, farmacias y otros lugares— están llenos de libros de bolsillo y panfletos que defienden de todo, desde la revolución hasta el amor libre y erótico. Uno casi no encuentra ningún panfleto atractivo y bien escrito que esté “de nuestro lado”. Será difícil competir con un Eldridge Cleaver o incluso un Charles Reich por la atención del lector, pero a menos que se haga el esfuerzo —en una escala lo suficientemente grande y con la imaginación apropiada para asegurar cierto éxito— esta oportunidad para educar a la ciudadanía estará irremediablemente perdida.

Anuncios pagados

El mundo de los negocios paga a los medios de comunicación cientos de millones de dólares en publicidad. La mayor parte de este gasto apoya a productos específicos, buena parte apoya la creación de imagen institucional, y una fracción de la misma apoya al sistema. Pero esto último ha sido más o menos tangencial, y rara vez ha formado parte de un gran y sostenido esfuerzo para informar y educar al pueblo estadounidense. Si las empresas estadounidenses dedicaran el 10% de su presupuesto anual de publicidad a este objetivo general, sería un gasto propio de estadistas.

El descuidado terreno político

En el análisis final, la recompensa es lo que hace el gobierno. El mundo empresarial ha sido el chivo expiatorio favorito de muchos políticos durante muchos años. Pero quizás la mejor medida de lo lejos que se ha llegado se encuentra en los puntos de vista anti-empresariales que están expresando en estos momentos varios de los principales candidatos a la Presidencia de los Estados Unidos.

La doctrina marxista sigue afirmando que los países “capitalistas” están controlados por las grandes empresas. Esta doctrina, que es una parte consistente de la propaganda izquierdista en todo el mundo, cuenta con una amplia audiencia entre los estadounidenses.

Sin embargo, como todos los ejecutivos de negocios saben, hay pocos elementos de la sociedad estadounidense de hoy en día que tengan tan poca influencia en el gobierno norteamericano como el hombre de negocios estadounidense, las sociedades anónimas, o incluso los millones de accionistas de las sociedades anónimas. Si alguien lo duda, permítanle asumir el papel de ‘lobista’ del punto de vista empresarial ante los comités del Congreso. Lo mismo ocurre en las cámaras legislativas de la mayoría de los estados y ciudades importantes. No es exagerado afirmar que, en términos de influencia política con respecto al curso de la legislación y la acción del gobierno, el ejecutivo de negocios norteamericano es un auténtico “hombre olvidado”.

Ejemplos actuales de la impotencia de los negocios y del casi desprecio con el que se consideran las opiniones de hombres de negocios, son las estampidas de los políticos para apoyar casi toda legislación relacionada con el “consumismo” o el “medio ambiente”.

Los políticos reflejan lo que ellos creen que es la opinión de la mayoría de sus electores. Por lo tanto, es evidente que la mayoría de los políticos están calculando que la ciudadanía tiene poca simpatía por el empresario o su punto de vista.

Los programas educativos propuestos anteriormente estarían diseñados para educar al pensamiento público; no tanto sobre el empresario y su papel individual como sobre el sistema que administra, y que suministra los bienes, servicios y puestos de trabajo de los que nuestro país depende.

Pero no se debe posponer la acción política más directa, esperando que el cambio gradual de la opinión pública se efectúe a través de la educación y la información. El mundo empresarial debe aprender una lección aprendida hace mucho tiempo por los trabajadores y otros grupos de presión. La lección es que el poder político es necesario; que ese poder debe ser cultivado con perseverancia, y que, cuando sea necesario, se debe usar con agresividad y determinación –sin vergüenza y sin la renuencia que ha sido tan característica del mundo empresarial estadounidense.

Por desagradable que le pueda resultar a los gremios empresariales, deberían considerar asumir un papel en el terreno político más amplio y vigoroso.

Oportunidades desaprovechadas en los tribunales

Los negocios estadounidenses y el sistema de empresa se ​​han visto tan afectados por los tribunales como por el ejecutivo y el legislativo. En nuestro sistema constitucional, especialmente con un Tribunal Supremo de mentalidad activista, la judicatura puede ser el instrumento más importante para el cambio social, económico y político.

Habiendo reconocido esto, otras organizaciones y grupos han sido mucho más astutos que los negocios estadounidenses en la explotación de la acción judicial. Tal vez los explotadores más activos del sistema judicial han sido los grupos que, en orientación política, van desde “liberal” hasta la extrema izquierda.

La American Civil Liberties Union es un ejemplo. Inicia o interviene en decenas de casos cada año, y presenta numerosos amicus curiae ante el Tribunal Supremo de Justicia. Los sindicatos, grupos de derechos civiles y ahora los bufetes de abogados de interés público son sumamente activos en el ámbito judicial. Su éxito, a menudo a expensas de la empresa privada, no ha sido intrascendente.

Se trata de una vasta área de oportunidad si los gremios están dispuestos a asumir el papel de portavoz de las empresas estadounidenses y si, a su vez, las empresas están dispuestas a proporcionar los fondos.

Al igual que con respecto a los académicos y los oradores, los gremios necesitarían una planta de abogados sumamente competentes. En situaciones especiales debería estar autorizada para contratar a abogados de reconocido prestigio y reputación nacional que comparecieran como amicus curiae ante el Tribunal Supremo. En la selección de los casos en los que participar o en los pleitos a iniciar, se debería ejercer el mayor cuidado posible. Pero la oportunidad bien merece el esfuerzo necesario.

El descuidado poder de los accionistas

El ciudadano promedio piensa en “los negocios” como una entidad corporativa e impersonal, propiedad de los muy ricos y gestionada por ejecutivos excesivamente remunerados. Hay un fracaso casi absoluto para apreciar que “los negocios” en realidad abarca —en una forma u otra— a la mayoría de los estadounidenses. Aquellos que trabajan en empresas privadas constituyen un sector bastante obvio. Pero los 20 millones de accionistas —que en su mayoría son de escasos recursos— son los verdaderos dueños, los auténticos empresarios, los verdaderos capitalistas en nuestro sistema. Ellos suministran el capital que alimenta el sistema económico que ha producido el mayor nivel de vida en toda la historia. Sin embargo, los accionistas han sido tan ineficaces como los ejecutivos de empresas en la promoción de una verdadera comprensión de nuestro sistema o en el ejercicio de la influencia política.

La cuestión que merece un examen más completo es cómo se puede movilizar el peso y la influencia de los accionistas —20 millones de votantes— para apoyar (i) un programa educativo y (ii) un programa de acción política.

Las sociedades anónimas están ahora obligadas a elaborar numerosos informes para los accionistas. Muchas sociedades anónimas también tienen revistas caras de “noticias” destinadas a empleados y accionistas. Estas oportunidades de comunicación se pueden utilizar con mucha más eficacia como medios educativos.

La sociedad anónima como tal debe actuar con moderación en la realización de la acción política y debe, por supuesto, cumplir con las leyes pertinentes. ¿Pero acaso no es factible —a través de una filial de los gremios o de otra manera— establecer una organización nacional de los accionistas norteamericanos y darle suficiente fuerza como para ser influyente?

Una actitud más agresiva

Los intereses empresariales —especialmente los de las grandes empresas y sus gremios nacionales— han tratado de mantener un perfil bajo, especialmente con respecto a la acción política.

Como sugiere el artículo de The Wall Street Journal, ha sido bastante característico del hombre de negocios promedio el ser tolerante —por lo menos, en público— con los que atacan a su empresa y al sistema. Muy pocos empresarios u organizaciones empresariales responden con la misma moneda. Ha habido una disposición a la contemporización, a considerar que la oposición estaba dispuesta a hacer concesiones, o que, de forma igualmente probable, esta oposición se desvanecería en su debido tiempo.

El mundo de los negocios ha esquivado la política de la confrontación. Comprensiblemente, ha sido ahuyentado de esta política por la multiplicidad de “exigencias” innegociables formuladas constantemente por grupos de interés de todo tipo.

Si bien ni los intereses de empresas responsables, ni los de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, se involucrarían en las tácticas irresponsables de algunos grupos de presión, es esencial que los portavoces del sistema de libre empresa —a todos los niveles y a cada oportunidad— sean mucho más agresivos que en el pasado.

No debería haber ninguna vacilación en atacar a los Naders, los Marcuses y otros que persiguen abiertamente la destrucción del sistema. No debería haber el menor titubeo para presionar con fuerza en todos los ámbitos políticos para que se apoye al sistema empresarial. Tampoco debería haber renuencia en sancionar políticamente a quienes se le oponen.

En este sentido se pueden aprender lecciones de los sindicatos. Puede que, a los empresarios, el jefe de la AFL-CIO [la principal organización sindical estadounidense] no les resulte el ciudadano más modélico y más preocupado por el interés general del país. Sin embargo, durante muchos años, los jefes de las organizaciones sindicales nacionales han hecho el trabajo por el que se les paga de manera muy eficaz. Quizás no hayan sido muy queridos, pero han sido respetados —donde más cuenta— por los políticos, en los campus y en los medios de comunicación.

Es hora de que el sector empresarial estadounidense —que ha demostrado la mayor capacidad de toda la historia para producir y para influir en las decisiones del consumidor— aplique enérgicamente sus grandes talentos en la preservación del sistema mismo.

El costo

Si se realiza a largo plazo y con el personal adecuado, el tipo de programa descrito más arriba (que incluye una amplia combinación basada en la educación y la acción política) requeriría un apoyo financiero de las grandes empresas estadounidenses mucho más generoso que el que la Cámara haya recibido jamás. También requeriría la participación de una gestión de alto nivel en los asuntos de la Cámara.

La planilla de la Cámara tendría que aumentarse significativamente, estableciendo y manteniendo la más alta calidad. Los salarios tendrían que estar en niveles totalmente comparables a los que se pagan a ejecutivos de negocios clave y a los académicos más prestigiosos. Habría que reclutar a profesionales de gran talento en la publicidad y en el trabajo con los medios de comunicación, oradores, abogados y otros especialistas.

Es posible que la organización de la propia Cámara se beneficiaría de la reestructuración. Por ejemplo, tal como sugiere la experiencia sindical, el cargo de presidente de la Cámara podría ser un puesto de carrera profesional a tiempo completo. Para asegurar la máxima eficacia y continuidad, el director ejecutivo de la Cámara no se debería cambiar cada año. Las funciones que ahora desempeña en gran parte el presidente de la Cámara podrían ser transferidas a un presidente de la Junta directiva, elegido anualmente por los miembros. La Junta, por supuesto, seguiría ejerciendo el control político.

El control de calidad es esencial

Los ingredientes esenciales de todo el programa deben ser la responsabilidad y el “control de calidad”. Las publicaciones, los artículos, los discursos, los programas de los medios de comunicación, la publicidad, los informes presentados ante los tribunales, y las intervenciones ante los comités legislativos —todos deben cumplir con los estándares más exigentes de precisión y excelencia profesional—. Deben merecer el respeto por su nivel de erudición y responsabilidad pública, esté uno de acuerdo con los puntos de vista expresados o no.

Relación con la libertad

La amenaza para el sistema empresarial no es simplemente una cuestión de economía. También es una amenaza a la libertad individual. Esta es la gran verdad —ahora tan sumergida por la retórica de la Nueva Izquierda y de muchos liberales— que debe ser reafirmada si este programa quiere ser relevante.

Parece que hay poca conciencia de que las únicas alternativas a la libre empresa son diversos grados de regulación burocrática de la libertad individual —desde el socialismo moderado hasta el talón de hierro de la dictadura de izquierda o de derecha—. Nosotros, en Estados Unidos, en realidad ya nos hemos acercado mucho hacia algunos aspectos del socialismo de Estado, ya que las necesidades y complejidades de una vasta sociedad urbana exigen tipos de regulación y control, que eran bastante innecesarios en tiempos anteriores. En algunos ámbitos, dicha regulación y control ya ha perjudicado gravemente la libertad de las empresas y de la mano de obra, y, de hecho, de la ciudadanía en general. Pero la mayoría de las libertades esenciales se mantienen: la propiedad privada, el beneficio privado, los sindicatos, la negociación colectiva, la elección del consumidor y una economía de mercado en la que la competencia determina en gran medida el precio, la calidad y la variedad de los bienes y servicios prestados a los consumidores.

Además del ataque ideológico contra el propio sistema (examinado en el presente memorándum), sus esencias también se ven amenazadas por una tributación injusta, y —más recientemente— por una inflación que ha parecido incontrolable. Pero cualesquiera que sean las causas de la disminución de la libertad económica, la verdad es que la libertad como concepto es indivisible. Como demuestra la experiencia de los países socialistas y totali tarios, a la contracción y la negación de la libertad económica les siguen inevitablemente las restricciones gubernamentales sobre otros derechos preciados. Éste es el mensaje, por encima de todos los demás, que debe llevarse de vuelta a casa para el pueblo estadounidense.

Conclusión

Casi no es necesario decir que las opiniones expresadas anteriormente son provisionales y provocativas. El primer paso debe ser un estudio exhaustivo. Pero esto sería un ejercicio ocioso a menos que el Consejo de Administración de la Cámara acepte la premisa fundamental de este trabajo, es decir, que el mundo de los negocios y el sistema empresarial están en serios problemas, y que el tiempo apremia.

Notas a pie de página (de Powell)

  1. Llamado de varias maneras: el “sistema de libre empresa”, “capitalismo” y el “sistema de ganancias”. El sistema político estadounidense de democracia bajo el imperio de la ley también está siendo atacado, a menudo por los mismos individuos y organizaciones que buscan socavar el sistema empresarial.
  2. Richmond News Leader, 8 de junio de 1970. Columna de William F. Buckley, Jr.
  3. Artículo N.Y. Times Service, reimpreso del Richmond Times-Dispatch, 17 de mayo de 1971.
  4. Stewart Alsop, Yale y el peligro mortal, Newsweek, 18 de mayo de 1970.
  5. Editorial, Richmond Times-Dispatch, 7 de julio de 1971.
  6. Dr. Milton Friedman, Prof. of Economics, U. de Chicago, escribiendo&
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Guerra comercial y armamentismo

La administración Trump parece mostrar señales de que detrás de su absurda guerra comercial, que ha estresado todas las relaciones internacionales, viene el impulso de una carrera armamentista que favorecería a las empresas del rubro en EEUU.

Durante el primer año de Donald Trump en la Casa Blanca, las tensiones entre Estados Unidos y Rusia y China, han aumentado notoriamente. Con Rusia parece desarrollarse una relación de amor-y-odio, mientras que con China los temas son más álgidos, y van desde el tema comercial y geopolítico al de control de inversiones chinas en EEUU.

En el caso de China, parte del interés de Trump no va por donde los titulares mayormente comentan. Como afirmó recientemente el FT: “Si bien los titulares sobre la guerra comercial de la administración Trump con Beijing a menudo se centran en materias primas como el acero, aluminio y soya, la motivación subyacente del nuevo estado de ánimo proteccionista es la ansiedad estadounidense sobre el rápido crecimiento de la destreza tecnológica de China.”

La verdad es que “la ansiedad de Estados Unidos sobre la proeza tecnológica china se refleja en Washington, donde los políticos están reconsiderando sus actitudes hacia la inversión extranjera”.

Sin embargo, uno de los temas que más están preocupando a los ciudadanos a nivel global es una posible guerra armamentista. Tanto Trump como Putin han usado una retórica belicosa sobre sus arsenales nucleares, acercando a sus países a una nueva carrera armamentista. Trump ha dicho que la capacidad nuclear de Estados Unidos necesita una renovación. Le dijo a Reuters el año pasado que “si los países van a tener armas nucleares, vamos [EEUU va] a estar en la cima”. Putin, en marzo de este año, dio a conocer una serie de nuevas armas nucleares y advirtió a los gobiernos occidentales que “ahora son necesarias en esta nueva realidad. “Una carrera armamentista sería peligrosa y costosa para ambas partes. Por lo tanto, un acuerdo para reducir la retórica sería una victoria tanto para Putin como para Trump.

En los últimos meses, la administración estadounidense ha publicado tres documentos de gran calado: la Estrategia de Seguridad Nacional, la Estrategia de Defensa Nacional y la Revisión de la Postura Nuclear. En todos ellos, se señala muy explícitamente a China y Rusia como las grandes amenazas al orden internacional.

Más grave aún, hace unos meses, Donald Trump prometió un aumento “histórico” en los gastos de las Fuerzas Armadas en el próximo presupuesto federal. “Este presupuesto es la expresión de mi promesa de mantener seguro a Estados Unidos. Incluirá un aumento histórico en gastos de defensa”, dijo el mandatario a periodistas al término de una reunión con gobernadores en la Casa Blanca.

Según las notas de prensa de la Casa Blanca (y una nota que compartirnos líneas abajo) el plan de Trump incluirá un aumento de 54 mil millones de dólares en gastos de defensa y recortes en ayuda internacional. Esto incrementaría el gasto militar de Estados Unidos (que ya es el más elevado del mundo) en 10 %.

En la última visita de Trump a Europa, para asistir a la reunión de la OTAN, Trump, después de generar nuevos enfrentamientos con Alemania, pidió que sus aliados aumentaran sus presupuestos de defensa a 4% de su PBI.

Veamos algunos informes internacionales:

i. Trump les dice a los líderes de la OTAN que aumenten el gasto militar al 4 % del PBI

Reuters
11 de julio, 2018

Traducido y glosado por Lampadia

Marlene Awaad | Bloomberg | Getty Images

El miércoles pasado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo a los líderes de la OTAN que deberían aumentar sus gastos de defensa a 4 % de la producción económica de su país, el doble del objetivo actual del grupo de 2 %.

Los aliados de la OTAN ignoraron la demanda como parte de la presión impetuosa de Trump para que los aliados gasten más en su propia defensa en una cumbre en Bruselas, pero el jefe de la alianza debería apuntar a cumplir su objetivo antes de ir más lejos.

“Primero deberíamos llegar al 2%”, dijo el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y agregó que ocho de los 29 aliados cumplían ese objetivo, mientras que otros tenían un plan para hacerlo: un gran cambio a los años de recortes presupuestarios de defensa.

El Secretario General de la OTAN responde a la nueva solicitud de gastos de defensa del 4% de Trump 
Miércoles, 11 de julio de 2018

Una portavoz de la Casa Blanca dijo que hizo sus comentarios cuando instaba a los líderes a aumentar sus desembolsos en defensa y no eran una propuesta formal.

Una fuente cercana al presidente francés Emmanuel Macron también restó importancia a las palabras de Trump como retórica y dijo que “no es una demanda nueva”.

ii. Trump está listo para ayudar a algunos estados de la OTAN a comprar armas de EEUU

Reuters
22 de julio, 2018

Traducido y glosado por Lampadia

El jueves pasado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo que estaba listo para ayudar a los países más pequeños de la OTAN a comprar armas estadounidenses mientras los empujaba a gastar más en su propia defensa.

“No vamos a financiarlo para ellos, pero nos aseguraremos de que puedan recibir pagos y varias otras cosas para que puedan comprar, porque Estados Unidos tiene, de lejos, el mejor equipo militar del mundo: los mejores jets, los mejores misiles, las mejores armas, lo mejor de todo “.

Trump obtuvo una victoria personal en la cumbre luego de pedir a los aliados europeos que aumenten el gasto o pierdan el apoyo de Washington.

La Casa Blanca ha estado impulsando una iniciativa de “Buy American” que tiene como objetivo ayudar a recaudar miles de millones de dólares más en negocios de armas.

La iniciativa ha despertado inquietudes en Europa, donde algunos ven el aumento de las ventas de armas como un objetivo clave de los repetidos llamamientos de Trump a los miembros de la OTAN para que aumenten sus gastos militares.

“Todo el mundo quiere comprar nuestro equipo … Así que estamos ayudando a algunos de esos países a ponerse en línea y comprar los mejores equipos”. Trump enumeró a los mejores fabricantes de armas de EEUU, Lockheed Martin Corp, Boeing Co y Northrop Grumman Corp por su nombre. Otras empresas estadounidenses que se beneficiarán de la venta de armas de EEUU incluyen el fabricante de misiles Raytheon Co y General Dynamics Corp, que construye buques de guerra y otros equipos militares.

El asesor comercial de la Casa Blanca, Peter Navarro, encabezará un equipo de alto nivel que asistirá al Farnborough Airshow la próxima semana para abogar en nombre de las compañías aeroespaciales y de defensa de EEUU. (Reporte de Andrea Shalal y Mike Stone, Edición de Tim Hepher, William Maclean y Lisa Shumaker)

iii. Una carrera armamentista global de US$ 100 mil millones que Trump quiere ganar

Clay Dillow, especial para CNBC.com
CNBC.com
28 de febrero, 2017
Traducido y glosado por Lampadia

El comercio mundial de armas de US$ 100 mil millones está en auge y Estados Unidos sigue siendo el líder firmemente atrincherado de la industria, que representa el 33% de las exportaciones mundiales de armas.

El año 2016, las exportaciones de armas de Estados Unidos alcanzaron aproximadamente US$ 38 mil millones, según la consultora de gestión Avascent. Los principales clientes de Estados Unidos son Arabia Saudita (13 %), Emiratos Árabes Unidos (8.7 %) y Turquía (6.3 %).

Según los datos publicados por el Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI), entre 2012 y 2016 las transacciones internacionales de armas aumentaron en un 8.4% durante el período de los últimos cinco años, el mayor aumento para cualquier período de cinco años desde el final del Guerra Fría.

Las exportaciones de armas a los ejércitos extranjeros han representado una parte cada vez mayor de los ingresos de los contratistas de defensa de EEUU durante los últimos años. Los principales contratistas de defensa estadounidenses como Lockheed Martin, Boeing, Raytheon y Northrop Grumman han mantenido sus ganancias al encontrar nuevos clientes en el extranjero, principalmente en Asia y Medio Oriente.

iv. La carrera armamentista de IA: el miedo tecnológico detrás de la guerra comercial de Donald Trump con China

La ansiedad de Estados Unidos sobre la proeza tecnológica china se refleja en Washington, donde los políticos están reconsiderando sus actitudes hacia la inversión extranjera.

Fuente: Getty

Por Shawn Donnan en Washington
Financial Times
4 de junio, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

El ZGC Innovation Center se anuncia a sí mismo como una incubadora integral para las nuevas empresas tecnológicas del futuro estadounidense. Su instalación principal se encuentra en Santa Clara, California, justo al final de la calle de los campus de Google y Apple. Su nueva ubicación en Boston está atrapada entre dos de las instituciones educativas más prestigiosas del mundo: la Universidad de Harvard y el Instituto de Tecnología de Massachusetts.

Además de abundantes oficinas y laboratorios, el centro ofrece otra atracción a emprendedores ambiciosos en inteligencia artificial, robótica y otras tecnologías: capital a través de su fondo de inversión. “Nuestra incubación total y los servicios de apoyo comercial en el centro acelerarán drásticamente el crecimiento de su puesta en marcha”, declara su sitio web.

Sin embargo, la incubadora también podría ser fácilmente la zona cero en una guerra de innovación del siglo XXI entre las dos economías más grandes del mundo. Detrás de las instalaciones de Silicon Valley y Boston se encuentra Zhongguancun Development Group, un fondo de capital de riesgo que se originó en el distrito tecnológico de Beijing y es propiedad del gobierno municipal de la ciudad.

Si bien los titulares sobre la guerra comercial de la administración Trump con Beijing a menudo se centran en materias primas como el acero, aluminio y soya, la motivación subyacente del nuevo estado de ánimo proteccionista es la ansiedad estadounidense sobre el rápido crecimiento de la destreza tecnológica de China.

En un momento en que EEUU se enfrenta en una batalla por la preeminencia tecnológica con China, el proyecto ZGC es exactamente el tipo de inversión china respaldada por el estado que los políticos estadounidenses en todo el espectro político ven con escepticismo.

“China se ha enfocado en las industrias estadounidenses del futuro, y el presidente Donald Trump comprende mejor que nadie que si China logra capturar estas industrias emergentes, Estados Unidos no tendrá futuro económico”, dijo Peter Navarro, director de política comercial e industrial de la Casa Blanca, dijo a reporteros recientemente.

La pelea más inmediata de Trump ha tomado la forma de una batalla más amplia contra lo que la Casa Blanca ha calificado como “agresión económica” de China.

Vista desde EEUU, la estrategia industrial Made in China 2025 del presidente Xi Jinping es un esfuerzo liderado por el estado para establecer el liderazgo chino en las tecnologías de la próxima generación de equipos militares y de comercio, especialmente IA, robótica y edición de genes.

Muchos funcionarios estadounidenses ahora cuestionan uno de los supuestos básicos sobre cómo opera la economía estadounidense: su apertura a la inversión extranjera.

Mientras que algunos ejecutivos de tecnología ensalzan el potencial de cooperación en áreas como la IA, el establishment de Washington las considera cada vez más como parte central de una creciente competencia geopolítica.

Algunos analistas estadounidenses temen que sea demasiado tarde para tomar medidas decisivas para evitar que los chinos entren en el sector tecnológico. “Es posible que ya hayamos perdido en esto”, dice Ely Ratner, otro ex funcionario de la administración Obama.

Estados Unidos no tiene la infraestructura necesaria para controlar adecuadamente las inversiones, dice Ratner, quien asesoró al entonces vicepresidente Joe Biden sobre la política de China. Por esa sola razón, “congelar (parar) la inversión china tiene sentido en algunas industrias”.

Ni Zhongguancun Development Group ni su brazo estadounidense, ZGC Capital, respondieron a las solicitudes de comentarios. Pero en su sitio web, la empresa matriz china es transparente sobre el propósito de sus empresas en el extranjero.

“Seguir con la estrategia nacional ‘Belt and Road Initiatives’… ZDG está [expandiendo] activamente sus negocios en el extranjero “, dice, citando la estrategia de desarrollo global de Xi. El objetivo es “aprender la experiencia en el extranjero de [un] ecosistema de innovación”.

El modelo es similar al seguido por un creciente número de compañías tecnológicas chinas y fondos que han aparecido en lugares como Silicon Valley buscando absorber el conocimiento y las nuevas empresas, dice Brewer Stone, socio del banco de inversión boutique Nfluence, que se especializa en Inversiones tecnológicas de EEUU-China.

El director comercial de la Casa Blanca, Peter Navarro, acusó a China de apuntar a las ‘industrias del futuro’ de Estados Unidos. © Reuters

“Gran parte de esto es solo inversión comercial… Su interés número uno es encontrar compañías de buena calidad para invertir y obtener buenos retornos “, dice Stone.

Mientras que muchos en Washington miran con creciente recelo a las inversiones tecnológicas chinas, no faltan las compañías estadounidenses ansiosas por obtener fondos, especialmente aquellas que buscan ingresar a un mercado complicado pero muy grande.

Aunque el enfoque de Trump en la tecnología china tiene un fuerte apoyo bipartidista en Washington, sus tácticas han sido muy criticadas. El mayor error, según muchos críticos, ha sido la disposición de la administración Trump para librar guerras comerciales simultáneas. El impulso de las tarifas impulsadas contra China ha estado acompañado por una que ha golpeado a aliados como Canadá y la UE que podrían haberse unido a una lucha contra Beijing.

Lobovsky de Formlabs teme que los esfuerzos de Trump y otros para aumentar el escrutinio de las inversiones chinas puedan desalentar a los inversores o que las empresas recién creadas apenas tengan en cuenta las ofertas. También ve lo que a él le parece una política industrial que podría ser contraproducente al impedir que las empresas estadounidenses interactúen con contrapartes dinámicas en China o que puedan hacer negocios allí.

Desde su punto de vista, el proteccionismo actual parece miope. En la impresión 3D yace un futuro para las cadenas de suministro que podría eliminar la necesidad de que las empresas produzcan en países de bajo costo como China. Si eso ocurriera, podría mover la manufactura que Trump está ansioso por repatriar un paso más cerca de casa.

“La administración de Trump debe centrarse en fortalecer nuestra economía y nuestra industria tecnológica”, dice Lobovsky. “Si todos están tan preocupados por Made in China 2025, ¿por qué no hacemos Made in USA 2025 para competir?”

Lampadia




AdP por el ALCA

AdP por el ALCA

La Alianza del Pacífico debería proponer el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA)

Jaime de Althaus
Para Lampadia

La guerra comercial desatada por el presidente norteamericano Donald Trump contra la China, Europa, Canadá y otros países está ya en su tercera ronda de retaliaciones. Lo último ha sido la amenaza de Trump de imponer un arancel de 20% al ingreso de automóviles europeos, luego de que entraran en vigencia aranceles impuestos por la UE a varios productos norteamericanos.

El problema es que una caída en el comercio global, que termine afectando el crecimiento de la China y del propio Estados Unidos, tendrá como consecuencia la reducción del potencial de nuestro país. El tema es preocupante y, el Perú desperdició la Cumbre de las Américas realizada el 13 y 14 de abril en Lima para formular ante la delegación norteamericana un alegato en defensa del libre comercio mundial en aras del interés de todos los pueblos y también de los mismos Estados Unidos, algo que Lampadia reclamó en varios artículos.

“Ojo con el neo imperialismo brasileño y madrina de los países del Alba. Recordemos su complot contra el libre mercado desde la convocatoria de  Estados Unidos en Miami para la primera reunión del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en diciembre de 1994 así como la penetración de sus compañías privadas más emblemáticas”. Lampadia, 9 de junio, 2014

Pero todavía estamos a tiempo de hacer un planteamiento interesante en esa línea. Recordemos, en efecto, que el tema central de la Cumbre de Lima fue la corrupción, específicamente la “Gobernabilidad Democrática Frente a la Corrupción”. Concluyó en una declaración que contenía 57 iniciativas que los gobiernos debían poner en marcha para combatir la corrupción. Pero nadie vio la relación entre el crecimiento exponencial de la corrupción en nuestros países, inducida principalmente por el Estado y las empresas brasileras y por el mercantilista “socialismo del siglo XXI”, y el aborto de la propuesta del ex presidente George H. Bush de formar una Área de Libre Comercio en las Américas (ALCA), rechazada precisamente por el Brasil a favor de su proyecto de expansión económica y política en América Latina.

Quien sí lo hizo fue Francisco Tudela en un artículo publicado el 16 de abril en El Comercio. El recuerda que la I Cumbre de las Américas fue convocada entre el 9 y el 11 de diciembre de 1994, en Miami, EEUU, con dos objetivos clarísimos para el futuro: conservar y fortalecer la democracia representativa en el hemisferio occidental y concluir las negociaciones para establecer un área de libre comercio en la integridad de las Américas, para el 2005.

Pero lo que ocurrió fue que en la Cumbre de las Américas llevada a cabo en Mar del Plata el 2005, los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez, de Brasil, Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva, y de la Argentina, Néstor Kirchner, desviaron deliberadamente la agenda de la cumbre. “Kirchner alegó que el tema del ALCA no estaba en la agenda; Lula… atacó el concepto mismo del ALCA, proponiendo el proteccionismo como una defensa contra el “neoliberalismo”. Tabaré Vázquez, el presidente uruguayo, los secundó. El resto, por ignorancia, frivolidad o complicidad, avaló el secuestro de la cumbre”.

Por supuesto, nunca más volvió a plantearse el tema del fortalecimiento de la democracia representativa ni mucho menos el de la integración económica de toda la región a través de un área de libre comercio de las Américas. Antes bien, señala Tudela, “Los adalides del “socialismo del siglo XXI”, por el contrario, sentaron las bases para la geopolítica del mercantilismo socialista, que generó intencionalmente la peor crisis de corrupción en la historia de América Latina”. Y concluye que, con el conjunto completo de medidas anticorrupción contenidas en el Compromiso de Lima, “estamos combatiendo los efectos de la geopolítica del mercantilismo socialista y no la causa conceptual de la gigantesca crisis de corrupción que vivimos”.

El ALBA frenó el ALCA

La causa es obvia: haber abandonado el proyecto de fortalecer la democracia representativa en el continente y de crear una Área de Libre Comercio de las Américas, desde Alaska hasta Tierra del Fuego, en favor del proyecto geopolítico brasilero o de lo que Tudela llama la “geopolítica del mercantilismo socialista”. La corrupción era el arma de penetración de la expansión política y económica brasilera.

Lo increíble –agregamos nosotros- es que el presidente Trump coincide póstumamente con la “geopolítica del mercantilismo socialista” no solo al no plantear ni por asomo volver a la idea del ALCA sino, por el contrario, al torpedear el único proyecto que pudo avanzar en esa línea que es el NAFTA, y al levantar barreras proteccionistas para proteger su mercado.

Como sabemos, el proteccionismo es el instrumento del mercantilismo para favorecer con medidas artificiales los ingresos rentistas de los grupos de trabajadores y empresas protegidos. El problema es que esa política termina siendo un boomerang, porque encarece los productos para los consumidores y reduce la competitividad de la economía. El proteccionismo mercantilista siempre termina cavando su propia tumba. Trump, a pesar de tener una balanza de servicios ampliamente favorable, por mejorar la balanza comercial bilateral en el corto plazo con algunos países, está matando el largo plazo. Lampadia ha desarrollado ampliamente este tema.    

Por eso, a fin de contrarrestar de una manera inteligente la suicida estrategia anti-global de Trump, deberían ser nuestros países –ya no Estados Unidos- quienes propongamos retomar la propuesta del ALCA. Podría hacerlo la Alianza del Pacífico, recogiendo los mismos argumentos que desarrolló el presidente Bush –republicano como Trump- para sustentar su propuesta en la I Cumbre de las Américas. El presidente del Perú debería proponerles esta iniciativa a los presidentes de la Alianza del Pacífico.

El comercio no es un juego de suma cero. Ha llevado y lleva al crecimiento mundial como nunca ha ocurrido en la historia. Y es la gran oportunidad para un país como el Perú. Lampadia