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Fobia empresarial en el agro peruano

Fobia empresarial en el agro peruano

Fernando Cillóniz B.
CÍLLONIZ.PE
Ica, 5 de marzo de 2021
Para Lampadia

Según la Real Academia Española (RAE) “fobia” significa aversión o rechazo. “Fobia” también significa odio o antipatía por alguien o por algo. En el caso concreto del presente artículo, “fobia” significa odio y envidia por el éxito empresarial en el agro peruano.

Efectivamente, una vez más – como tantas veces en el pasado – la envidia y la mediocridad están al acecho de la agricultura empresarial en nuestro país. Una vez más – de manera perversa – el firmamento político muestra el alineamiento de los 4 astros premonitores del mal: la ignorancia, la envidia, el rencor, y el egoísmo. Una vez más, el populismo, la demagogia y la politiquería pretenden malograr la exitosísima historia de la agricultura peruana de los últimos 25 años.

Si de leyes se tratara… la Ley de Promoción Agraria – la recientemente derogada – y su complemento el Régimen Laboral Agrario, constituyeron dos de las normas que más bienestar social haya jamás propiciado la frondosa – y generalmente poco efectiva – legislación peruana. Los tan comentados y admirados “pleno empleo” y “progreso socioeconómico” de Ica y Chavimochic están sustentados – en gran medida – en el extraordinario desarrollo de nuestra agricultura. Precisamente, a partir de la aplicación de las dos leyes en cuestión.

La agricultura empresarial peruana es un éxito a nivel mundial. Excepto para ciertos políticos locales – incluidos algunos periodistas, académicos y dirigentes sociales – que jamás han visto lo que ha pasado en los estupendos huertos frutícolas y hortícolas de nuestra Costa.

La Hermandad del Agua entre Ica y Huancavelica, la Siembra y Cosecha de Agua, el riego tecnificado, la recarga de los acuíferos… hemos dado pasos gigantes respecto al desafío del agua. Y lo estamos logrando.

Las tierras de nuestros valles están siendo invadidas por las urbanizaciones. ¿Qué hemos hecho frente a ello? Conquistar el desierto… nada menos. Y cada vez más, estamos conquistando las laderas y faldas de los cerros. ¡Extraordinario!

En materia sanitaria, nadie nos gana en Control Integrado de Plagas. Además, gracias al SENASA hemos avanzado mucho en el control de la Mosca de la Fruta. A tal punto, que nuestras frutas frescas son aceptadas en – prácticamente – todos los mercados del mundo. La pequeña agricultura – incluso, la de la Sierra y la Selva – está cada vez más presente en las exportaciones de paltas, mangos, bananos, granadas, cítricos, espárragos, alcachofas, quinua…

La demanda de mano de obra es tal que las remuneraciones han aumentado – y siguen aumentando – sostenidamente. La formalidad laboral en el sector está más que sustentada en las estadísticas del Ministerio de Trabajo, EsSalud, SUNAT, ADUANAS, y del sistema financiero del país. Y la dignidad también. ¡Cuántas mentiras se han vertido en torno a las notables mejoras en las condiciones de trabajo en el campo, y en el trato a los trabajadores y sus familias!

Y ¡qué decir del boom inmobiliario y comercial en Ica y La Libertad! ¡Cómo que nuestra agricultura no genera progreso y bienestar social! A ese respecto, miente – o ignora – quien sostiene lo contrario.

El éxito que hemos logrado para vencer el desafío de los mercados es impresionante. Con decir que les vendemos paltas a los mexicanos y uvas de mesa a los californianos. Algo así como venderles hielo a los esquimales.

La agricultura empresarial de nuestro país – grande, mediana, y pequeña – constituye la máxima expresión de tecnología y modernidad. En automatización, digitalización, riego y fertilización tecnificada, genética de plantas y animales, manejo integrado de plagas, post cosecha… tenemos lo mejor de lo mejor. Y en materia de gestión empresarial… lo mismo. Nuestros costos suben – fundamentalmente, por el aumento de las remuneraciones de los trabajadores – pero también sube nuestra productividad. Competimos de igual a igual con las mejores agriculturas del mundo.

Nuestra infraestructura logística también ha avanzado muchísimo en estos últimos años. Nuestras plantas de empaque son de avanzada. Nuestros sistemas de almacenamiento y transporte refrigerado, igual. Incluso, tenemos empresas de metal – mecánica que exportan plantas de empaque a otros países del mundo. Y otras que fabrican y exportan cajas para embalajes de frutas, parihuelas, software de gestión agrícola… ¡cómo que la agricultura moderna no jala a otras industrias!

Pues bien. La fobia al éxito empresarial en el agro y el populismo político… eso que tanto analizamos y advertimos que podría echarlo todo a perder, ha reaparecido. ¿Tanta envidia sienten por el éxito de otros peruanos? ¿Tanto les cuesta – a esos negacionistas – aceptar el fracaso de la Reforma Agraria de los años 70? Pues parece que sí.

Muchos peruanos estamos indignados a este respecto. Y yo – como hombre de campo que he sido toda mi vida – más aún. Prometo hacer TODO lo que esté a mi alcance para defender – y respaldar – a quienes propiciaron tanto progreso, trabajo, y bienestar en nuestro país. Me refiero a empresarios, técnicos, científicos, docentes, trabajadores, funcionarios, proveedores, comerciantes, consumidores… a TODOS.

¡No al populismo político! ¡No a la fobia empresarial en el agro peruano! Lampadia




Si algo funciona no lo toques, por favor

Si algo funciona no lo toques, por favor

Alonso Rey Bustamante
Para Lampadia

Se ha escrito mucho sobre los beneficios que ha tenido la Ley de Promoción Agraria publicada en octubre del 2000 y los abusos que ha tenido esta norma contra los trabajadores por los beneficios sociales no otorgados, contra las empresas por los beneficios tributarios y otros beneficios recibidos como por ejemplo el pago de la contribución de Essalud. Creemos que es necesario hacer un poco de historia para ver si aprendemos de nuestros errores del pasado.

1.- En los años 60´s solo exportábamos pocos productos agrícolas y ellos eran azúcar, algodón y café los más representativos; y, Perú era conocido por su alta calidad de algodón.

2.- Vino la reforma agraria y empezaron a cambiar lo que funcionaba bien que era la agricultura, para ello expropiaron las tierras a los propietarios y se las entregaron a cooperativas y campesinos que ellos si trabajaban las tierras, según su falso discurso. Resultado un fracaso absoluto, tanto así que terminamos importando azúcar por las ineficientes cooperativas. Además, estas cooperativas y muchos campesinos dejaron de pagar impuestos y se robaron hasta lo que no tenían.

Por ejemplo, en azúcar se producía 8,050 TM en el año 1970 y en el año 1980 producíamos 5,600 TM. En el caso del algodón se exportaba 113,892 TM en el año 1966 y en el 1977 exportamos 21,482 TM, tenemos que ser estúpidos para cambiar lo que funciona, y de esos ejemplos muchos como las empresas públicas.

3.- En los 80 recuperamos la democracia, pero no se hizo nada por la agricultura, por el contrario, se permitió el avance del terrorismo y la población campesina se vio obligada a migrar a las ciudades para escapar del terrorismo. En consecuencia, se abandono el agro por completo.

4.- En los 90 no se desarrolló ni se promovió la agricultura como debió hacerse. Sin embargo, se combatió al terrorismo que permitió el regreso a las tierras por los agricultores.

5.- En el 2020 se promulga la Ley hoy derogada con muchos beneficios que no sólo los agricultores la conocen, sino los trabajadores y proveedores que trabajan o prestan servicios para ellas. Pero nadie ha salido a defender a las mujeres que son las mayores beneficiadas con un trabajo digno y no dependientes de sus maridos o convivientes, es mas lograron su independencia económica. Más del 50% de las labores manuales la realizan las mujeres. Ahora ellas eligen el mejor lugar para trabajar.

En el 2019 se produjo 10,929 TM de azúcar, imagínense como se hubiera desarrollado el agro sino realizábamos los cambios absurdos que se hicieron en los últimos 40 años del siglo XX.

Algunos autores se rasgan las vestiduras por los beneficios otorgados a la agricultura y regañan de los principios del MEF al aceptar beneficios tributarios al sector agrícola, que de por sí es un sector que genera trabajo descentralizado y rural. Pero veamos para los economistas las cifras que ha generado el empleo en el sector agrícola y comparémosla con el sector textil en los mismos años. Ojalá los estúpidos que quieren cambiar cosas cuando funcionan se den cuenta de tamaña estupidez. Luego citaremos a Cipolla, gran economista.

El sector textil entre los años 2004 y 2018 ha generado un incremento de trabajadores del 5.39% en total y en su mejor momento en el año 2008 del 24%, con muchas pérdidas de trabajo durante los últimos12 años. Esto lo pueden apreciar del cuadro abajo (Cuadro I)

Cuadro I

El sector agroindustrial por el contrario entre los años 2004 y 2018 ha generado un incremento de trabajadores del 43% y sobre todo de forma descentralizada en todo el Perú. (Ver Cuadro II abajo).  ¿Por qué, se habrán preguntado?

Cuadro II

En ambos casos, tanto textil como agrícola, son trabajadores formales y tienen los beneficios sociales y el seguro social, que no sirve de nada por que a los trabajadores agrícolas se encuentran tan lejos de un centro de salud de Essalud, que no lo utilizan. Por ello al empleador le resulta mejor prestar el servicio él que el trabajador se enferme y logre llegar a un centro de Essalud. Es decir, los empleadores agroindustriales pagan por un servicio que NO reciben, como muchos otros empleadores.

En el caso textil como ha evolucionado las exportaciones del año 2000 al 2019, como se puede apreciar del Cuadro III las exportaciones se incrementaron en 194% en esos años. Es falso el argumento que el TLC con Estados Unidos haya beneficiado el incremento de las exportaciones. Ello se puede apreciar fácilmente, si bien ayudan a las empresas a colocar sus productos en otros mercados, no son el único incentivo que requieren para exportar más.

Cuadro III

Ahora veamos el sector agrícola que gracias a la Ley de Promoción se ha desarrollado y crecido no sólo por los TLC sino por que la Ley estaba bien concebida en el sentido que se requiere una flexibilización laboral, se requiere menores impuestos, se requiere inversión privada y mucho menos Estado. Como podemos apreciar del Cuadro IV las exportaciones agrícolas crecieron de los años 2000 al 2019, 1,104% es decir se multiplicaron por 11.04 y ello fue por que la Ley fue concebida y dio resultado no por haber suscrito un TLC.

Cuadro IV

Ahora bien, a pesar de los resultados no sólo en generación de trabajo sino en exportaciones, lo que resulta evidente ante cualquier persona (no estúpida), que la actividad agrícola ha sido un ÉXITO y ello no se puede ocultar.  No sólo la agricultura debería tener estos regímenes sino todos los sectores. Porque no lo ampliamos a todos los sectores para ver si tenemos el éxito de la agricultura, por cuanto con los regímenes vigentes ya sabemos que nuestro sistema tributario, laboral y de permisología no funcionan y una muestra de ello es que el sector informal en el Perú es del 60% o más.

Por lo expuesto, nos preguntamos ¿si algo funciona exitosamente y da resultados positivos, una persona NO estúpida se le ocurriría cambiarlo o destruirlo? La respuesta es lógica no se toca por que funciona bien, sin embargo, en el Perú eso no es correcto y allí entra uno de nuestros autores preferidos el economista Carlo Cipolla que dice que existe cuatro tipos de individuos en la sociedad, según el beneficio o el perjuicio que generan para el resto de las personas y para sí mismos. El los define como:

  • Inteligentes: benefician a los demás y a sí mismos.
  • Incautos: benefician a los demás y se perjudican a sí mismos.
  • Bandidos: perjudican a los demás y se benefician a sí mismos.
  • Estúpidos: perjudican a los demás y a sí mismos.

Para concluir como calificaría usted lector a nuestros congresistas, de acuerdo a la definición de Cipolla, que han cambiado el régimen que si funcionaba y era exitoso. Para finalizar como es costumbre “Donde termina la razón empieza el Perú”. Que pena. Lampadia




La mediana y pequeña agricultura

La mediana y pequeña agricultura

La experiencia de 13 ingenieros productores agrarios y propuestas para los pequeños y medianos agricultores en el marco de la recuperación económica

Coordinadores: Francisco Llerena Butrón y Alonso Bellido Mora

Enrique Lozada Casapia ϯ             Celso Bustamante Muñoz            Luis Valdivia Chávez      

Juan Villanueva Málaga                José Carlos Angulo Silva               Jesús Díaz Salas

Nicolás Gonzales Pacheco           Luis Pacheco Cáceres                   Percy Chaca V.

Álvaro Cavero Llerena                  Ruth Totora H.

Carlos Amat y León colaboró en la elaboración de este Artículo, basado en el documento: “Planteamiento para la organización de los pequeños y medianos productores agrarios del Perú”, agosto, 2020. Documento de trabajo de circulación interna., cuyos autores son los profesionales mencionados en el párrafo anterior. 

 

I. Quiénes somos

Somos trece ingenieros agrónomos y zootecnistas, productores agrarios en las irrigaciones de La Joya, Santa Rita y Majes, y en la campiña y valles de la región Arequipa. Siete miembros tenemos más de cuarenta años de experiencia y  todos seguimos produciendo en momentos de crisis. Nuestro común denominador es ser pequeños y medianos empresarios: tres del grupo tienen 40 ha y el resto, un promedio de 9 ha. Nos dedicamos a la agricultura con mucho trabajo, eficiencia y espíritu de equipo. Realizamos muchas labores “a pulmón” y en jornadas de 12 a 14 horas diarias sin quejarnos, siguiendo el ejemplo de nuestros padres. Nuestro empeño es lograr mayores ingresos para mejorar la calidad de vida de nuestras familias. Nuestra estrategia es la austeridad en el gasto y el endeudamiento reflexivo. Convivir con problemas financieros anula la creatividad y las ganas de progresar.

Estamos en la cabecera del desierto de Atacama, en un tablazo árido entre 1,300 y 1,800 m s. n. m. La precipitación es mínima y la temperatura fluctúa entre una máxima de 30° C y una mínima de 7° C. Trabajamos en uno de los ecosistemas con mayor radiación solar en el mundo y una variación de entre 10 y 12 horas de sol diarias, según la estación del año. Cultivamos con el agua regulada que nos vende el operador de cada irrigación y valle.

Estas condiciones de clima y disponibilidad de agua regulada son favorables para la producción de hortalizas y frutales durante todo el año, con altos rendimientos, precocidad y, sobre todo, gran calidad en los productos que cosechamos. Esta intensidad de radiación solar y luminosidad permite que la fruta pueda acumular mayor cantidad de azúcares, logrando un dulzor muy agradable. En cambio, la fruta producida en las zonas templadas de nuestro subcontinente tiene muy buena apariencia, pero es medio “chuma” (baja en azúcar).

II. La importancia de la pequeña agricultura

Según el IV Censo Nacional Agropecuario 2012, la mayor parte de las tierras dedicadas a los cultivos transitorios corresponden a la pequeña agricultura. Estas son la Unidades Agropecuarias (UA) con una extensión menor a 10 ha. Esta es la agricultura familiar que comprende a 1,9 millones de UA y 8 millones de personas.

  • En el caso de las leguminosas, la pequeña agricultura produce el 82 %; el 76 % del área sembrada de tubérculos; el 72 % de la siembra de cereales; el 72 % de hortalizas; y el 63 % de frutas. Estas UA son las que abastecen a los mercados urbanos y garantizan la alimentación de la población.
  • Trabajan a lo largo y ancho de nuestro territorio, son las que generan mayor empleo e ingreso en el interior del país y las que integran y dinamizan las economías locales y regionales.
  • Residen en los centros poblados del interior del país, integran los diferentes sectores productivos de bienes y servicios, y dinamizan las economías locales y regionales.
  • Se debe resaltar que la pequeña agricultura está enfrentando serios problemas de rentabilidad, debido a los sobrecostos de inseguridad en la chacra y, principalmente, por los bajos precios para los productores, la variabilidad de los mismos y la incertidumbre en el pago como consecuencia de las excesivas ganancias en la intermediación y la desordenada cadena de comercialización hasta el consumidor final.

Conscientes de la importancia de este sector en la economía del país, nos reunimos durante los últimos tres meses para elaborar esta propuesta, después de nuestras jornadas de campo. En esta propuesta se muestran los puntos críticos que deberían incluirse en un plan nacional para capitalizar y modernizar la pequeña y mediana agricultura, promover la competitividad en los mercados nacional e internacional, aumentar el ingreso de las familias de los agricultores y dinamizar las economías locales y regionales del país.

 

III. Nuestro testimonio

Una muestra de eficiencia y competitividad de nuestra región son los altos rendimientos y costos competitivos en la papa, cebolla y ajo. Los dos primeros son productos de gran consumo por la población peruana, y el ajo tiene excelentes condiciones por la calidad y de oportunidad de cosecha para la exportación desde el sur y otras regiones, aprovechando la ventana comercial en el gran mercado de Brasil.

La papa. Es de lejos el producto que más se cosecha en el Perú. Arequipa es el departamento de mejor rendimiento por hectárea con 33,5 tm/ha. El promedio nacional es de 16 tm/ha. En nuestra región se obtienen dos cosechas al año. Este cultivo utiliza 150 jornales por ha/campaña. La producción nacional de papa estimada para el año 2020, según Minagri, será es de 5,3 millones de TM. Arequipa representa solo el 3,3 % del área sembrada y el 8 % de la producción nacional.

La cebolla. Arequipa representa el 66 % de la producción nacional. En los valles de la región se obtienen dos cosechas al año, tanto de la roja para el mercado nacional, con rendimientos de 60 tm/ha a 80 tm/ha, como de la amarilla dulce para la exportación con un rendimiento de 80 tm /ha. El promedio nacional es de 40 tm/ha. Utiliza 200 jornales por ha/campaña. La producción nacional estimada para el 2020 es de 800 mil tm.

El ajo. Arequipa representa el 75 % de la producción nacional. El rendimiento del ajo morado “ochomesino” en la campiña de Arequipa (2300 m s. n. m.) es de 20 tm/ha. El promedio nacional es de 10 tm/ha. Se siembra en febrero-marzo y se cosecha en octubre-noviembre. El costo de producción de 45 a 50 centavos de dólar.

 En nuestro caso, se siembra el ajo chino “seismesino” y obtenemos un rendimiento entre 16 tm/ha a 20 tm/ha. Se siembra en febrero-marzo y se cosecha entre agosto-setiembre. Se utiliza 188 jornales por ha/campaña. En la irrigación de Majes y Santa Rita se aplica el riego por goteo con rendimientos mayores en un 50 % respecto a los valles vecinos que riegan por gravedad. El costo de producción varía entre 40 a 45 centavos de dólar. Estos costos son inferiores a los que obtienen los dos países con mayor producción en Sudamérica: Argentina y Brasil. La producción nacional estimada para el 2020 es de 105 mil tm. Perú es el tercer productor en Sudamérica.

Habría que añadir que no solo se tiene mejor rendimiento por hectárea y menores costos por kilo, sino también la oportunidad de cosechar en todo el país, gracias a los pisos altitudinales y en plena ventana comercial del gran importador: Brasil. Este país importa el 60 % de lo que consumen los 210 millones de habitantes.

IV. Nuestros desafíos

1. El costo de la mano de obra: es necesario precisar que el salario de los trabajadores eventuales en la zona de La Joya-Majes oscila entre 65 y 70 soles diarios. Además, hay que añadir la movilidad en combi y la bebida (chicha) dos veces al día. Ello significa un monto de 70 o 75 soles, equivalente a 20 a 22 dólares diarios durante todo el año. En la costa central y norte del país se paga de 12 a 13 dólares diarios gracias a la Ley de Promoción Agraria. Por otro lado, en una campaña de papa, cebolla o ajo se requiere de 150 a 180 jornales por ha/campaña, desde la preparación del terreno hasta la selección y envasado del producto. Por lo tanto, los factores de mano de obra y el costo de la tierra constituyen verdaderos desafíos que debemos superar y ello nos obliga a obtener mayores rendimientos en comparación con las otras zonas del país.

2. La comercialización: cuando estamos cerca de terminar una campaña se nos presenta un gran dilema: ¿qué sembrar en la siguiente campaña frente a lo incierto del mercado y el vacío de información sobre las tendencias de los precios, especialmente en frutas y hortalizas? Es cada vez más difícil comercializar nuestra producción y cada vez son más frecuentes nuestros desvelos y frustraciones al momento de vender. Los productores prefieren vender en chacra, aun recibiendo precios bajos, por su desinformación sobre los mercados y la desorganización. Además, después de todos los gastos de la campaña durante seis meses ya no hay recursos ni posibilidades de seguir arriesgando, lo cual debilita nuestra capacidad de negociación con los acopiadores locales.

La comercialización es un problema prioritario tanto para los productores como para los consumidores urbanos. Estos pagan precios altos en los productos de consumo masivo directo por la excesiva cadena de intermediarios que eleva de 5 a 7 veces el precio pagado en campo. Presentamos el siguiente cuadro con los precios promedio recogidos por nosotros en julio de este año

3. El costo del crédito: gestionar un crédito de campaña nos exige viajes y trámites durante 10 a 20 días y pagar una tasa de interés muy elevada. Es el caso de Agro Banco, micro financieras, cajas municipales y cajas rurales. Por otro lado, el precio de nuestros productos muchas veces no alcanza para cubrir los costos de producción o se obtienen márgenes de ganancia muy bajos. Por eso, los cuatro grandes bancos del país no otorgan créditos para la actividad agraria ni con la hipoteca de una casa, por considerarlo una actividad de “altísimo riesgo”, más bien nos derivan a sus micro financieras como Mi Banco, Confianza, entre otras, que prefieren otorgar créditos que llaman “ de consumo”. Son más ágiles en sus trámites, pero cobran intereses en el rango de 39 % al año. Según la Superintendencia de Banca y Seguros, las tasas promedio anual en moneda nacional por segmento de mercado son las siguientes: gran empresa: 6,0 %; mediana empresa: 9,4 %; pequeñas empresas: 18,3 %; microempresa: 32,7 %; consumo: 38,9 % (Gestión, 16/03/20).     

4. La abusiva inequidad en los términos de intercambio: los productores agrarios, por estar dispersos, aislados y desorganizados, negocian individualmente con sus proveedores y con sus compradores. Su posición es la siguiente: durante la campaña compran como usuarios finales al por menor los insumos con alto valor agregado; y, por otro lado, venden sus productos sin incorporar valor a un acopiador organizado (informante). Este es el primer eslabón de la cadena, seguido por los pasadores o agentes enviados a comisión por el comprador mayorista regional, para luego vender a los comerciantes mayoristas en Lima, por línea de producto. En las ciudades, a su vez, se distribuye a través de la red de mercados minoristas, mercadillos y ambulantes. Otra red es la de supermercados, bodegas, hoteles, restaurantes e instituciones.

Por otro lado, es terrible la desventaja que tienen los agricultores frente a las corporaciones comerciales que venden insumos agropecuarios importados, las financieras y las cadenas de supermercados. Esta situación se agrava al enfrentar el caótico e informal sistema de mercados mayoristas y minoristas que prevalece en el interior del país.

Esta desigualdad también ocurre frente a las tres agroindustrias evaporadoras de leche del país, con sus decisiones unilaterales, por su posición de dominio, contra los miles de proveedores de leche fresca y sus organizaciones, a las que han desaparecido. Estas empresas venden leche evaporada “recombinada” en envase de hojalata o cartón tetra pack, que dura seis meses sin refrigeración. El porcentaje actual de recombinación es de 75 % de leche fresca nacional, de más de 20 mil proveedores, y 25 % de leche en polvo importada, principalmente de Nueva Zelandia. La relación actual de precios de ambos insumos puestos en planta indica que la leche fresca cuesta 40 % menos que la leche importada de clase B, que es la que se destina para deshidratarla en los países que tienen excedentes de producción.

Efectivamente, la leche fresca nacional cuesta S/ 1,17 por kilo (promedio) en planta, frente a S/ 1,60 (promedio) de la leche importada y, además, hay que incluir el costo de envase en una lata de S/ 0,80 por cada unidad. No se tiene en cuenta el enorme costo que implica la publicidad para persuadir a la población a comprar esta leche. Lo razonable sería importar leche en polvo instantánea para consumo directo y venderla en sobres de 120 gr (equivalente a un litro de leche fresca natural) y que el consumidor pueda reconstituirla en su casa sin mayor costo.

Las consecuencias de las situaciones descritas son, por un lado, los excesivos beneficios y la super capitalización de quienes no han invertido en el proceso productivo y residen en las grandes ciudades, lo que implica, de otro lado, los magros beneficios para los que producen en el campo, invierten en tecnología y asumen el alto riesgo de pérdidas por las variaciones del clima, las enfermedades y los costos sociales de la inseguridad. Es decir, está ocurriendo la descapitalización del sector productivo del cual dependen las economías locales, el empleo de la población joven rural y el ingreso de los hogares que residen en los centros poblados del interior del país.

Es evidente, entonces, el deterioro de la calidad de vida en las zonas rurales y el abandono del campo de parte de los jóvenes del campo por el mayor atractivo que ofrecen las ciudades para “progresar”. La crisis de la COVID-19 nos ha mostrado cómo la mayor parte de los migrantes terminan “arrumándose” y tugurizando las zonas pobres en la periferia de las ciudades. 

V. Las grandes decisiones

1. La asociatividad

Lo crucial para todos los sectores agrarios es el desarrollo de una economía de escala.

Es muy difícil para los pequeños productores asociarse. Sin embargo, esta es una necesidad clamorosa, pero sin tinte político-partidario. El minifundio no es competitivo porque está aislado, disperso y muy descapitalizado. Creemos que la cooperativa agraria es el vehículo idóneo para asociarse y realizar actividades empresariales, por las razones siguientes:

  • Lograrán mejores precios por la venta de sus productos.
  • Obtienen mayores descuentos por volumen de la compra que realicen.
  • Lo que aporten como capital social seguirá siendo de ellos y cuando se retiren podrán recuperarlo. Además, podrán recibir intereses como ahorro.
  • Derecho al excedente que obtengan las empresas de la cooperativa.
  • Tienen un tratamiento tributario favorable.
  • La venta de bienes muebles y la prestación de servicios de los socios a las cooperativas agrarias, y viceversa, no se encuentran gravadas con IGV.
  • Pueden acogerse al régimen de micro y pequeña empresa.

Se debe corregir el error del gobierno militar durante los años 1969-1975, en los que se impuso las cooperativas a la fuerza a los beneficiarios de la reforma agraria. No se consideraron los principios universales de las cooperativas tales como: la libre adhesión y retiro voluntario, el control democrático y el principio de un voto por persona, la capacitación permanente de sus asociados, la distribución de los excedentes en función de la participación en el trabajo común o por sus operaciones con la cooperativa.

2. Autogravamen

Estamos plenamente convencidos que el autogravamen por línea de cultivo o crianza serían la principal fuente de ahorro y de financiamiento de la inversión privada para hacer algo grande en el agro peruano. Pero estos aportes tienen que ser voluntarios y autorizados individualmente.

Insistimos que es muy difícil organizar un grupo muy disperso y heterogéneo en sus niveles de ingreso y de educación. Por ello, el Estado, en su rol promotor debería, en primer lugar, decretar una norma que facilite la aplicación del autogravamen y, en segundo lugar, participar como socio minoritario a fin de impulsar y supervisar las actividades de las cooperativas de servicios productivos, en los ámbitos locales y regionales. Estamos convencidos que la acumulación de estos fondos serían la principal fuente para capitalizar las organizaciones del agro y para financiar los emprendimientos de los productores.

Consideramos que la vía más práctica en este momento sería la acción de la Autoridad Nacional del Agua (ANA) a fin de que autorice a las juntas de usuarios y comisión de regantes el cobro del autogravamen en forma simultánea al pago regular de las cuotas por el uso del agua de riego y apoyar la organización empresarial de los productores.

3. La comercialización

Estamos plenamente convencidos, luego de varias décadas de frustraciones y sentimiento de impotencia, que solo se obtendrá mayor rentabilidad en la pequeña y mediana agricultura peruana mediante la máxima participación de los productores organizados en la comercialización, en el procesamiento y en la distribución de nuestras cosechas. Al estar distante de las ciudades es importante reducir los costos de transporte y evitar las pérdidas y mermas en la comercialización hasta llegar a los mercados urbanos.

El gran objetivo es participar en la comercialización mayorista, en la distribución directa a los minoristas y en los lugares de venta o de consumo de los grandes compradores de alimentos. Para ello, se cuenta en la actualidad con sistemas modernos electrónicos de compraventa (bolsa de productos) y las transacciones on line a través de la web donde los encuentros se realizan a través de plataformas virtuales y también la entrega es por delivery.

Este nuevo sistema implica la necesidad de clasificar los productos cosechados, establecer su procesamiento primario, utilizar empaques ecológicos, un transporte adecuado a los centros de acopio y el almacenamiento local. De manera simultánea se organizarán las acciones de trazabilidad y las certificaciones de calidad correspondientes, con las denominaciones de origen y las marcas del valle y de las comunidades productoras.

Si se modernizarán las operaciones de contrato de compraventa entre el agricultor y el mayorista formal en el Mercado de Santa Anita, se podría reducir el margen de comercialización. Considerando un escenario extremadamente conservador, asumimos que se logra un mayor precio en chacra de S/ 0,50 céntimos/kg, y multiplicamos por 21’700,000 millones de toneladas métricas producidos por los principales 16 cultivos y 16 frutales –según estadística del Minagri 2019–. Se tendría un mayor ingreso para los agricultores por un valor de S/ 10,875’000,000. Este monto implicaría un mayor gasto de los hogares de los agricultores en las economías locales. Sabemos que la composición de su gasto se integra mucho más en la compra de bienes y servicios locales que los gastos de los hogares de las grandes ciudades. Y, por supuesto, demandarán mayor empleo en las regiones del país.

Esta es una estrategia más eficiente para reactivar y dinamizar la economía, capitalizar a la población más pobre y descentralizar el país, en comparación con el impacto que desencadena la inversión en los mega proyectos, que se concentran principalmente en Lima Metropolitana. Estos proyectos incrementan el déficit fiscal, la deuda pública y las importaciones. Asimismo, acrecientan la desigualdad en la distribución del ingreso.

En síntesis, si se modernizara la comercialización, se incrementaría el nivel de precios en chacra de los productos agropecuarios, los agricultores tendrían mayores ingresos y los consumidores urbanos aumentarían su ingreso real, al pagar menores precios por los alimentos.

4. Salto tecnológico en el sistema de riego

Emprender un gran salto tecnológico en el uso de riego presurizado, ya sea por aspersión (pasturas) o por goteo. Cinagro muestra que alrededor del 8% del área cultivada aplica el riego por goteo. Las ventajas de este cambio tecnológico es el ahorro de agua (más del 50 %) y aumentaría significativamente el rendimiento y la calidad de las cosechas, al dosificar la cantidad de agua en la cantidad y oportunidad que demanda la planta.

5. Capacitación empresarial y técnica

Están en curso grandes cambios tecnológicos en los procesos de consumo y en los de producción de alimentos. En el primero, los nuevos patrones de consumo exigen crecientemente productos saludables y con certificados de calidad. Por ejemplo, según el gerente general de Camposol, José Antonio Gómez, señala que actualmente en los supermercados en Estados Unidos la venta en este tipo de alimentos ha crecido entre 15 % a 20 %. Asimismo, la revolución de la agricultura de precisión se está difundiendo aceleradamente en todo el mundo. Este hecho impondrá para nuestros agricultores mayor competencia para reducir costos y mejorar la calidad de los alimentos.

Es importante que el Perú impulse una red de centros de capacitación técnica para innovar y aplicar conocimientos para la nueva agricultura modelo Senati en todo el país. Lampadia




En el nombre agua…

En el nombre agua…

Fernando Cillóniz B.
CIVICA.PE
Ica, 18 de diciembre de 2020
Para Lampadia

¡Llegó el agua nueva! La ansiada agua de avenida tardó… pero llegó. La pregunta es ¿acaso la situación no se repite año a año, desde que tenemos uso de razón?

La respuesta es sí; todos los años es la misma historia. Me refiero a la desesperada espera por el agua nueva. Todos los años, los agricultores de Ica – y de todo el Perú – aguardamos con impaciencia el inicio de la temporada de lluvias. Y la impaciencia es tal, que recurrentemente – tal como ocurrió muchas veces en el pasado – el Gobierno declara “oficialmente” la emergencia hídrica en el país… como si un decreto – que no es otra cosa que un papel con tinta – pudiera traer el agua que tanto necesitamos para nuestros cultivos. En fin…

El hecho es que ahora, con los ríos cargados – y superada la angustia de la espera del agua – pasaremos al segundo capítulo de la historia, cual es; la preocupación por los desbordes de ríos, o – lo que es peor – las inundaciones o huaicos. O sea, pasamos de un extremo a otro: de la sequía a las inundaciones.

Por ello, el desafío del agua es el siguiente: ¿qué hacer para tener agua en los estiajes? O mejor dicho ¿qué hacer para tener agua todo el año? ¿Y cómo hacer para tener control de la situación durante las avenidas? Y la respuesta es muy sencilla: reservorios, reservorios y más reservorios… tal como hicimos en Ica, durante el período 2015 – 2018, bajo el liderazgo de la Dirección Regional de Agricultura.

Efectivamente, en aquel entonces construimos muchos reservorios – pequeños y medianos – desde las nacientes de nuestras cuencas hasta las partes bajas de nuestros valles. Asimismo, sembramos muchas plantaciones forestales y cercamos muchos pastizales para retener el agua de lluvias, y evitar la erosión de nuestras quebradas. Esa es la mejor manera de solucionar la escasez de agua en los estiajes, y evitar los desbordes de ríos en las avenidas.

A ese respecto, debemos desterrar de nuestras mentes aquella idea de que sólo los grandes reservorios solucionarán nuestros problemas de escasez hídrica. Conste que no me opongo a los grandes reservorios… pero peor es nada. En todo caso, muchos pequeños y medianos reservorios – sumados – pueden almacenar tanta o más agua que pocos grandes reservorios. Por lo demás, los grandes reservorios son muy costosos, muy riesgosos, y – por lo visto – de larguísimo plazo. Incluso, algunos nunca se construyen.

Además, debemos trasvasar aguas sobrantes de cuencas que vierten al Atlántico, hacia cuencas deficitarias que vierten al Pacífico. Olmos… por ejemplo. Incluso, hay que trasvasar aguas sobrantes entre cuencas que vierten al Pacífico, como es el caso de Chavimochic en La Libertad. Para ello tenemos que establecer lo que hemos denominado “La Hermandad del Agua” entre la Costa y la Sierra.

¿En qué consiste la hermandad del agua?

(1) En dialogar con respeto y cordialidad con nuestros pares andinos.

(2) En crear los Consejos de Cuenca de manera equitativa. Es decir, con el mismo número de representantes de la Costa y de la Sierra.

(3) En compartir las aguas trasvasadas y almacenadas a lo largo de todas las cuencas… de arriba abajo.

(4) En mantener los ecosistemas naturales de nuestras cuencas; desde las nacientes hasta las desembocaduras. Y

(5) en establecer un Canon Hídrico – que provendría de los impuestos que pagan las empresas agrarias de la Costa – para financiar los reservorios y plantaciones forestales antes mencionadas.

Debemos infiltrar la mayor cantidad de agua posible durante las avenidas. Dar tomas libres en épocas de abundancia – levantar todas las compuertas – para que los agricultores rieguen sin ninguna limitación. Así rellenamos los acuíferos y guardamos agua para los estiajes. Incluso, debemos diferenciar las tarifas de agua según sean aguas de avenida o aguas reguladas. Las aguas de avenida deben costar poco… o nada, mientras que las aguas reguladas deben costar más. Cuidar cada gota de agua regulada… esa es la idea.

Además, debemos tecnificar el riego mediante aspersores y/o goteros para mejorar el uso del agua… sobre todo del agua regulada. Ciertamente, debemos explotar racionalmente los acuíferos mediante redes de pozos – ojalá, interconectados entre sí – para complementar las dotaciones de agua superficial, y poder regar todos los días del año.

He ahí la política que propongo respecto al agua para nuestra agricultura. Una política orientada a aumentar la disponibilidad de agua – todo el año – sobre todo para la pequeña agricultura. Una política de mejora de la productividad y competitividad del agro a través de un vasto programa de Siembra y Cosecha de Agua; y la tecnificación del riego en todo el país.

La idea es cambiar la historia de los últimos 50 años – o más – la cual podría sintetizarse así: muchos Ministros de Agricultura, muchos cambios de funcionarios, mucha politiquería, mucho floro, mucho gasto burocrático, muchas consultorías, muchos huaicos e inundaciones, mucha agua dulce perdida en el mar… y muy pocos reservorios. Lampadia




El Perú y el acuerdo de Escazú

El Perú y el acuerdo de Escazú

Carlos E, Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para
Lampadia

El Perú suscribió el acuerdo de Escazú en setiembre de 2018 y ahora, nos encontramos a muy pocos días de la probable ratificación del mismo por parte del Congreso de la República. Aunque lego, me he decidido a escribir este artículo, dado el altísimo nivel de desinformación de la ciudadanía peruana, puesto que, a pesar que han transcurrido dos años desde la firma, no se ha hecho el menor esfuerzo de difusión ni explicación de su alcance e impacto.

Efectivamente, es sólo desde que se empezaron a levantar algunas voces de protesta, ante la inminencia de la ratificación por el congreso peruano, que ciudadanos de Loreto, instituciones representativas de oficiales en situación de retiro de las Fuerzas Armadas, así como algunos colegios profesionales y otras organizaciones, que se van interesando en el tema y comenzado a discutirlo en diversos foros.

La primera pregunta es; ¿por qué no se ha actuado con la transparencia debida y se ha suscrito este acuerdo casi subrepticiamente? ¿Por que el Estado peruano no divulgó con toda amplitud y en diferentes foros, antes de setiembre 2018, el contenido, alcances e implicancias futuras del acuerdo? Este acuerdo tendrá un gran impacto respecto a las acciones y proyectos productivos y de infraestructura a desarrollarse en todo el territorio nacional, pues cubre desde el litoral hasta la selva, pasando por la costa y la sierra.

Haciendo un poco de historia, el nombre “Acuerdo de Escazú”, es en honor a la ciudad de Costa Rica, donde se adoptó el mismo, el 4 de marzo de 2018, abriéndose a la firma el 27 de setiembre del mismo año. No obstante, tiene su origen en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible que se celebró en Río de Janeiro (Brasil) en junio de 2012, en lo que también se llama “Río+20”, pues la primera ocasión en que se propuso el tema fue en Río en 1992, poco tiempo después de la caída del muro de Berlín, a sólo dos años del Foro de São Paulo. Y, en “Río+20”, 10 gobiernos de América Latina y el Caribe reafirmaron su compromiso con los tres temas; “acceso a la información, la participación pública y el acceso a la justicia en asuntos ambientales”. El proceso de diseño del acuerdo ha requerido 9 reuniones auspiciadas por la CEPAL, habiendo sido la primera en Santiago de Chile, en Chile el 2015, durante la presidencia de Michelle Bachelet.

Historias aparte, lo serio de este acuerdo, consiste en lo siguiente; el acuerdo junta el derecho ambiental con los derechos humanos, es un acuerdo al que el país se somete sin reservas, que contempla el “principio de no regresión” y tiene progresividad, a lo que hay que agregar, que tiene supremacía sobre las leyes nacionales.

Consecuentemente, un país no se adhiere a un cuerpo legal conocido, sino que de antemano se somete a las variaciones sucesivas e inciertas en el tiempo.

Se crea la categoría de ciudadanos defensores del medio ambiente, que están por encima de la autoridad nacional. Con esto se destruye el principio constitucional de igualdad ciudadana ante la ley. Las ONGs tienen atribución de denunciar ante “posibles alteraciones ambientales”, sin necesidad de demostración científica y pueden aplicar derecho precautorio, esto es que, se invierte la carga de la prueba. No es necesario demostrar en la denuncia el posible daño ambiental, sino que ante la suposición de un daño, el denunciado debe demostrar que tal riesgo no existe.

Escuchando a los defensores peruanos de la ratificación del acuerdo, uno puede encontrar en internet a la exministra del ambiente y firmante del acuerdo, Fabiola Muñoz, resaltando, que la adhesión del Perú al acuerdo, abre el camino para nuestra incorporación a la OCDE, aunque lo curioso es que ningún país miembro de la OCDE es suscriptor de este acuerdo. Seguro me dirán que muchos de esos países se han adherido al Tratado de Aarhus, pero si bien ese tratado es el antecedente de éste, no tiene las características draconianas de Escazú.

Entonces la pregunta es; ¿qué problema nos resuelve Escazú? ¿No cuenta el Perú con legislación ambiental de última generación? ¿No tiene el Perú legislación de protección a los derechos humanos y sometimiento a la Corte Interamericana de Derechos Humanos? ¿Se está poniendo en duda la legislación de defensa de derechos y seguridad? Si ese es el punto, debiéramos ya declararnos un Estado fallido y tercericemos de una vez por todas; sus funciones legales, judiciales, policiales, ambientales y de protección a los derechos humanos, puesto que, a la sola demanda de una persona, nuestras diferencias deberán ser definidas en un tribunal internacional. Es más, tendremos que ir adecuando nuestro cuerpo legal a las disposiciones de los miembros del Acuerdo de Escazú.

Un país con tantos recursos naturales en todo su territorio y extensión marítima, que además tiene aún pendiente la construcción y desarrollo de infraestructura; carreteras, puentes, puertos, sistemas de agua, eléctricos, red de transmisión de datos, aeropuertos, sólo por mencionar algunos distintos a los temas agrícolas, ganaderos, mineros o pesqueros, ¿puede darse el lujo de quedar paralizado, ante cualquier demanda por plazos y criterios fuera de nuestro control?

Para poner las cosas en contexto, sólo mencionar que Chile, uno de los promotores iniciales del acuerdo y miembro de la OCDE, no lo ha suscrito, al igual que nuestros otros dos socios en la Alianza del Pacífico; México y Colombia. Tampoco Brasil, Paraguay y Uruguay. Sólo países cómo; Antigua y Barbados, San Cristóbal y Nieves, San Vicente, Granadinas, Guyana, El Salvador, Nicaragua, Bolivia y Panamá lo han ratificado y, en mi humilde opinión, el potencial del Perú no es comparable con el de los nueve mencionados, ni podríamos comparar las amenazas a nuestro desarrollo futuro con el de estos países.

Uno de nuestros competidores cercanos para atraer inversiones y generar prosperidad es Chile, país que luego de evaluar los términos del acuerdo, ha optado por no ratificarlo, bajo los siguientes argumentos:

“(i) El acuerdo introduce una serie de principios no definidos que condicionarán nuestra legislación ambiental.

(ii) El acuerdo podría implicar cambios inciertos en nuestra legislación, dada su autoejecutabilidad, generando incertidumbre jurídica.

(iii) El acuerdo introduce obligaciones para el Estado ambiguas, amplias e indefinidas, que dificultan su cumplimiento.

(iv) El acuerdo expone a Chile a controversias internacionales por la aplicación directa de sus normas y el carácter ambiguo de las mismas”.

Siguiendo básicamente estos cuatro criterios, ninguno de los miembros de la Alianza del Pacífico lo ha ratificado y, tal como ha sido mencionado, ningún país importante, medido en términos de su desarrollo y potencial económico, población, así como necesidad de competir por atraer inversiones para relanzar su economía, lo ha ratificado tampoco.

Dicho esto, ¿cuál sería la razón para que el Perú ratifique este acuerdo?

Señores congresistas y miembros del gobierno, si algún amor les queda por el Perú y preocupación por las generaciones futuras, los invoco a no ratificar Escazú en el Perú. Lampadia




¡AGUA!

¡AGUA!

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 20 de septiembre de 2020
Para Lampadia

El famoso hashtag – #LávateLasManos – resultó más una ofensa, que una sana recomendación. Efectivamente ¿acaso el Gobierno no sabía que millones de peruanos no tenían agua… ni para lavarse las manos? Peor aún ¿no sabía que 1´600,000 familias – o sea, 8 millones de peruanos – no tenían casa para cumplir el #YoMeQuedoEnCasa? Me refiero – por supuesto – a viviendas con agua, desagüe, luz, etc.

Por otro lado ¿acaso no sabe el Gobierno que en esta época del año – entre mayo y octubre de cada año – millones de agricultores y ganaderos languidecen por falta de agua? Más aún ¿no sabe que durante las temporadas de lluvias – entre noviembre y abril de cada año – se pierde cualquier cantidad de agua dulce en el mar?

La institucionalidad del agua en nuestro país – tal como está – no tiene remedio. Por ello, mi propuesta al respecto es blindar los asuntos del agua, y alejarlos lo más posible de la política. Mejor dicho, de la politiquería. Una autoridad autónoma – tipo Banco Central de Reserva (BCR) – debe ocuparse de los quehaceres del agua. SEDAPAL no debería depender del Ministerio de Vivienda. Y el agua potable en todo el país no debería estar en manos de los municipios provinciales y distritales.

¿Por qué? Pues porque han fracasado. Por otro lado, los Ministros de Vivienda cambian a cada rato. En los escasos dos años de gobierno del presidente Vizcarra ha habido cinco Ministros de Vivienda. Y los alcaldes cambian cada cuatro años. El hecho es que, con los cambios de ministros y alcaldes, cambian también los directorios – y hasta las gerencias – de las empresas de agua.

Por ello, las Empresas Prestadoras de Servicios de Saneamiento (EPS), y las Juntas Administradoras de Servicios de Saneamiento (JASS) se han convertido en antros de corrupción… y clientelismo político. Conclusión; millones de peruanos no tienen agua.

En el agro, la situación es igual… o peor. La institucionalidad del agua para riego – bajo el ámbito del Ministerio de Agricultura – no sirve. La Autoridad Nacional del Agua (ANA) y sus derivadas locales; incluso las Juntas de Usuarios de Agua de Riego (privadas) son un fracaso. El pésimo manejo de las aguas de lluvia, la escasez de agua en los estiajes, y la proliferación de pozos ilegales – entre mil otras deficiencias – son una muestra palpable del fracaso institucional en cuestión.

La autoridad autónoma propuesta debería ocuparse del agua, en todos sus aspectos. Es decir, del agua para consumo humano; y del agua para la agricultura, ganadería, energía, minería, industria, turismo, medio ambiente, pesca, etc. La clave está en que la nueva institución no dependa de los políticos de turno… ni ministeriales, ni municipales. Repito. Que sea autónoma, como lo es el BCR.

Las empresas de agua potable pueden seguir siendo de propiedad estatal. Pero la gestión del servicio debe recaer en empresas especializadas. Pocas empresas – debidamente supervisadas por la Superintendencia Nacional de Servicios de Saneamiento (SUNASS) – deben gestionar eficientemente el servicio del agua potable y alcantarillado en todo el país.

La solución al problema de escasez de agua radica en la Siembra y Cosecha de Agua. Reservorios en las cabeceras de cuencas – miles de pequeños y medianos reservorios –, plantaciones forestales y pastizales – millones de hectáreas de bosques y pastos –, andenes, zanjas de infiltración, cochas, etc. Es decir, todo lo que retenga las aguas de lluvia arriba, para disponer de ellas en los estiajes… aguas abajo. La Siembra y Cosecha de Agua debe aplicarse a lo largo de toda la Sierra… desde Cajamarca hasta Puno. Esa debiera ser una de las principales labores de la autoridad autónoma del agua.

Y en cuanto al uso del agua para fines agrícolas… el énfasis debería estar en el riego tecnificado. Es decir, sacarle el máximo provecho al agua… aprovechando hasta la última gota. La idea es tener agua todo el año. Sobre todo, en las comunidades alto andinas.

¡No a la politiquería en los asuntos del agua! Como dice la Doctora Nicole Bernex del Instituto Científico del Agua (ICA). Un mundo sin agua no es posible. El agua es nuestro ADN. Por ello, hay que blindarla de los políticos. Lampadia




El agro peruano hacia el 2026

El agro peruano hacia el 2026

Agencia Agraria de Noticias
Agraria.pe
Glosado por Lampadia
Expositor Fernando Cillóniz

Desde el año 1993, la producción del campo nunca dejó de crecer, llegando a US$ 10,000 millones entre agricultura, ganadería y avicultura.

Las exportaciones peruanas han tenido un gran crecimiento.

Las exportaciones agropecuarias llegaron a US$ 7,000 millones, en frutas y hortalizas más café y cacao.

Cillóniz dividió su análisis en ocho puntos:

Tal vez uno de los puntos más importantes es el referido al agua, elemento que tenemos en abundancia, pero dejamos que se vaya al mar.

Cillóniz propone sembrar agua y establecer un cánon hídrico que deben pagar los agricultores de la costa, para beneficiar a la sierra.

Finalmente, remarcó la necesidad de lograr una mayor eficiencia del Estado para consolidar el sector agropecuario.

Recomendamos ver toda la presentación en el siguiente video:




¿Cómo integrar la pequeña agricultura a la agroexportación?

¿Cómo integrar la pequeña agricultura a la agroexportación?

Tony Salas
Para Lampadia

El conocido “boom” de la agroexportación en la costa es hoy un ejemplo de orgullo para nuestro país, un polo de atracción para inversiones peruanas y extranjeras, así como motivo de sana envidia de países competidores que ven cómo sus puestos en los anaqueles del retail empiezan a ceder posiciones frente a las empresas de sabor nacional. Sin embargo, los pequeños agricultores son espectadores impotentes de esta feria de millones, participando solamente como mano de obra y muchos de ellos regresando el fin de semana a su parcela de arroz, maíz o caña con márgenes por hectárea que sólo dan para sobrevivir.

Esta agricultura dicotómica no nos ayuda como fuente de desarrollo inclusivo. Además, no es nada sana en tiempos como este, cuando los políticos aprovechan el vaivén de las encuestas y el sufrimiento humano para aumentar la percepción de las brechas socioeconómicas y generar rencores entre peruanos.

Desde hace 25 años he participado en casi 500 proyectos del sector en más de 30 países y siempre me he preguntado qué modelo se podría implementar para que el spill-over effect de los agroexportadores genere desarrollo más allá del “pleno empleo” (en su mayoría de migrantes). Después de probar y analizar un sinnúmero de fórmulas fallidas, ya lo había descartado todo al ver que los certificados orgánicos de café se utilizan para traficar café convencional, que las organizaciones de Fair Trade de banano imponen precios mínimos a la fruta que los mercados de retail no respetan, y que las cooperativas (incluso las más modernas) necesitan, en los países en vías de desarrollo, grandes espaldas financieras y un potente equipo de profesionales íntegros para su gestión competitiva. 

Todo empezaba por reconocer que la pobreza y los bajos niveles de competitividad se generan, en gran medida, como una consecuencia de la falta de acceso a los recursos (naturales, financieros, tecnológicos) y los mercados. Es decir, la pobreza del pequeño productor resulta ser consecuencia de la brecha en “el acceso” que el Estado no ha logrado reducir. Así pues, un MINAGRI sin ideas, sin peso político en las regiones y casi irrelevante en su accionar, el Agrobanco, las Agencias Agrarias responsables de la extensión, la innovación del INIA y proyectos bien intencionados como el Agroideas, están condenados a padecer de las mismas limitaciones que hoy la pandemia nos revela de los sistemas de salud pública.

Por ello la única manera de poder brindar estos servicios de acceso de forma efectiva y eficiente a los pequeños productores, es a través del sector privado y qué bueno que los agroexportadores actuales hayan sentado las bases para esta potencial trasformación.

Es así como surgió la idea y con un grupo de entusiastas bautizamos el nuevo modelo de negocio como Impact Farming. La base del modelo radica en que una empresa agroexportadora articule a un grupo de pequeños productores de su zona, para fortalecer las prácticas agronómicas en las parcelas o para reconvertir sus cultivos actuales en productos de mayor valor. El financiamiento, la transferencia tecnológica y el acompañamiento agronómico, será ofertado desde la empresa, generando mayor volumen para sus exportaciones, teniendo además una historia de impacto que contar a sus clientes globales. He tenido la suerte de probar el modelo en países de Latinoamérica y África. El impacto generado en varios indicadores ha sido significativo.

Para el Perú, propongo por ejemplo que el Fondo CRECER, que hoy amasa COFIDE sin soltar hasta hoy montos importantes, se ponga a disposición de los agroexportadores que tengan las capacidades de tener una división de Impact Farming en su empresa. Cabe recalcar que la empresa que quiera participar de este proyecto mantenga por lo menos ingresos equivalentes por la venta de lo producido en sus propios campos. Esto no está diseñado para otorgarles capital de trabajo a habilitadores ni intermediarios, sino para fondear agricultores exitosos que quieran financiar y compartir el éxito con peruanos con actitud ganadora, a los que se les dé la oportunidad de transformarse.

Para que Tinajones riegue mucha uva en vez de arroz, y podamos llenar Andahuasi de cítricos, Pucalá y Tumán de palto y el valle del Tambo de olivos orgánicos. Lampadia




Informalidad y Mercados

Informalidad y Mercados

José Antonio Luna Bazo
Sociólogo/Consultor
Para Lampadia

La atención de las autoridades y de los medios de comunicación, en tiempo reciente, se ha centrado en los mercados de abastos a raíz de la pandemia desatada por el COVID 19 y del serio problema socio sanitario que ha originado para la sociedad y, principalmente, para prácticamente todas las actividades económicas.  

La preocupación se sustenta en que los mercados han sido identificados como focos de contagio y de aceleramiento de la pandemia. Esta mirada desde los más altos niveles de la autoridad en el país, ha puesto de manifiesto una realidad existente de larga data y que la crisis ha develado.

La crisis sanitaria ha puesto de manifiesto la complejidad de la informalidad del comercio de productos alimenticios de origen agrícola, tanto a nivel mayorista como minorista. Los Mercados son, por definición, un espacio público donde la interacción y la comunicación social es cotidiana y difícil de evitarse. Las transacciones siempre implican, por lo menos, dos partes y así ha sido por decenas de años.

Mercados y compradores

Estas relaciones en los mercados urbano/municipales/populares están acompañadas de vínculos sociales desarrollados por la interacción y la frecuencia. Son relaciones de naturaleza personal en las que muchas veces se conoce el nombre de uno u otro. El regateo y la identificación del comprador y/o vendedor, con la expresión “caserita”, es una fórmula de relación amigable y de búsqueda de mejores condiciones económicas para la compra y venta del producto. En esta relación también está presente, como un gesto de cortesía y de fidelización, la “yapa”, obsequio de un producto determinado.

En los autoservicios, la relación entre el vendedor y el comprador no existe. El contacto social está ausente.  A lo sumo se solicita orientación, a algún dependiente, para localizar determinados productos. La interacción y el vínculo amigable desarrollado por la frecuencia en los mercados tradicionales, solo se produce en la caja registradora entre el operador de ésta y el registro de la tarjeta de crédito y/o el efectivo y el cambio. No hay regateo ni yapa alguna. La relación socio cultural se ha diluido y es en extremo impersonal y el vínculo social está ausente.

El tipo de relación que se produce en los mercados es un factor coadyuvante para la transmisión del virus y la propagación del contagio. Las relaciones son nítidamente personales y las interacciones frecuentes. El comercio electrónico no existe. Ha sido muy difícil la introducción de la tarjeta de crédito/debito.  Los comerciantes de los mercados están durante años ubicados en sus puestos y muchos han pasado de una generación a otra y han sumido la actividad sin mayores exigencias, salvo la experiencia familiar. Hay contacto físico y hasta saludos próximos. Aquí ocurren y se identifican varios vectores de contagio.

El virus acompaña a las personas y se extiende por las variables que traen consigo la proximidad, los contactos socio-laborales y la informalidad. Las aglomeraciones ocurridas en los mercados, por decisiones poco previsoras, han gatillado los contagios. Bastó que un comerciante se contagiara para que su entorno laboral y familiar quede expuesto al virus. El coronavirus encontró espacios fértiles para propagarse en estos conglomerados humanos de vendedores y compradores, con absoluta ausencia de la distancia social entre unos y otros, con prácticas tradicionales, desprolijidad e higiene soslayada y desde ahí la multiplicación exponencial fue inmediata, dispersándose por los barrios de diversos sectores urbanos.

Comerciantes y colaboradores

Los comerciantes no actúan solos. Están en relación con los compradores y múltiples actores sociales. Desde el abastecimiento de los productos que comercializan en el o los mercados mayoristas, en la ciudad de Lima o en otras capitales regionales, la exposición al contagio es alta. El comerciante mayorista está tan expuesto como el minorista. Unos y otros tienen relación con ayudantes y colaboradores al igual que con los estibadores, vale decir con la “mano de obra informal”.

Los estibadores son informales, aun cuando pertenezcan a organizaciones que puedan representarlos. Son personas que realizan el carguío de los productos, desde la tolva del camión al puesto mayorista y desde éste a la unidad menor que trasladará los productos al mercado urbano. Desempeñan una actividad independiente, sin seguro social, ni CTS, vacaciones o licencia médica, tampoco están registrados en una planilla y, por consiguiente, no tienen acceso a ningún beneficio laboral. Brindan el servicio de estiba y desestiba para obtener el “día a día”, son expresión de la economía de subsistencia.

Una situación similar ocurre con los choferes/transportistas, quienes en su mayoría son “fleteros”. La supuesta formalidad que exhiben radica solamente en la Licencia de Conducir y en la eventual propiedad del vehículo. Trasladan cargas de abastecimiento y de redistribución a otras zonas. Los conductores pasan una parte importante de sus jornadas de trabajo en las cabinas de los camiones. Duermen y descansan en ellas, incluso ingieren sus alimentos en esos espacios.

Sus ayudantes, también informales, que muchas veces viajan en la tolva de los camiones o junto a los conductores y, al igual que los choferes, pasan largas jornadas al interior de las unidades. Duermen y comen en el interior de las cabinas. Son “ayudantes informales”. No tienen beneficios de ningún tipo. Estos son otros vectores de contagio, bien en el viaje de ida o de retorno.

El transporte de los productos agrícolas desde el centro de comercialización mayorista a los mercados urbanos se realiza con medios informales. Sea en una moto furgón o un triciclo, en el que se transportan a la intemperie los productos, o bien en un taxi o camioneta, se trasladan todos juntos el comerciante minorista, el ayudante y el chofer contratado con la respectiva unidad, prácticamente uno sobre otro. No existe control sanitario de los transportistas y comerciantes no desinfección de las unidades vehiculares.

La situación de la estiba y desestiba no es diferente en los centros de producción agrícola, también es realizada informalmente y la comercialización mayorista sigue siendo tradicional, de manera presencial. Aún no se ha desarrollado el comercio electrónico.

Estas escenas que forman parte de la misma realidad, son las que ha permitido revelar la pandemia del coronavirus y alertar a las autoridades acerca de esta situación. El covid19 ha mostrado la informalidad de las actividades laborales vinculadas a la comercialización de los productos alimenticios y a las personas expuestas al riesgo del contagio o bien actuando, sin saberlo, como vectores del contagio a terceros. 

¿Qué debemos y podemos hacer?

En lo inmediato se debe asumir el estricto control sanitario de los mercados, junto con medidas de higiene personal, con normas claras y susceptibles de cumplirse, estableciendo protocolos que apunten a la formalización de los actores sociales. Sin embargo, Es preciso dar un salto cualitativo de lo pre-moderno a lo moderno, es un cambio socio cultural, de mediano y largo plazo.

El factor humano, es decir, las fuerzas laborales que trabajan en los mercados, deben ser foco de atención especial de parte de las autoridades. Profesionalizar la administración de los mercados con gerencias calificadas y técnicos especializados. Urge instituir la “trazabilidad” de los productos y el “Sello Verde” como garantía sanitaria desde el campo –“buenas prácticas agrícolas” y para comercialización medidas de higienización.

Es prioritario “reinventar” y “profesionalizar” la ocupación de cada segmento laboral. Esta es una tarea de mediano plazo, pero claro está urge iniciarla.  La precariedad institucional junto con la corrupción, convalidan la indisciplina social y, a su vez, impulsan la asunción de liderazgos espurios, por lo que es indispensable iniciar un proceso de formalización en todos los órdenes de las actividades productivas y de comercialización, comprometiendo a todos los actores sociales que intervienen en estos procesos en el campo y en las ciudades.

La pandemia del covid-19 es el punto de inflexión desde el cual debemos construir sólidos espacios para la producción agrícola y la comercialización de alimentos acordes con la dignidad humana, en uno y otro extremo. Ese es el reto. El covid-19 será vencido, tarde o temprano, pero la cuestión de fondo queda planteada, ¿superaremos la informalidad? La pandemia nos ha revelado múltiples debilidades estructurales y entre la más seria y hasta hace muy poco invisible, se encuentra la informalidad laboral. Lampadia




La cadena global de alimentos en tiempos de pandemia

La cadena global de alimentos en tiempos de pandemia

En un contexto como el actual de recesión económica mundial producto de la pandemia del covid 19, la cadena global de suministros de alimentos juega un rol fundamental para no caer en el desabastecimiento y/o escasez de productos de consumo básicos hacia los segmentos de población más sensibles a las cuarentenas masivas, como son los hogares pobres cuyos ingresos no cubren el mínimo de subsistencia.

¿Cómo viene desempeñándose esta cadena a nivel mundial frente a la emergencia y qué podría hacerse desde la política pública para desplegar todas las capacidades de las empresas productoras en torno a ella?

Un reciente artículo de The Economist que compartimos líneas abajo contesta esta pregunta a la vez que advierte de los peligros que podría enfrentar el sector si es que se provocase mayor intervencionismo gubernamental en aras de asegurar el abastecimiento nacional en los países además y de la mayor concentración que se generaría a partir de la quiebra de varias empresas de menor tamaño en el rubro.

El mensaje pues es claro: se debe abrir más los mercados y liberalizarlos para permitir que el mismo sistema de precios realoque los recursos a los países en donde más se necesite dada la emergencia, dando no solo cantidad sino también diversidad. Esta diversidad de productos sólo podría aflorar a través del libre comercio entre países y no cerrando las fronteras como muchos políticos podrían plantearse hacer para disque asegurar la producción alimentaria de su población.

Estas reflexiones deberían llevar al Perú con más razón a plantear la rápida reactivación de las actividades tanto de agroindustria como agrícolas en las primeras fases del reinicio de actividades. Asimismo, urge hacer permanente la ley de promoción agraria  – y ampliarla a las inversiones acuícolas y forestales – puesto que gracias a ella se produjo un crecimiento inusitado en el sector que nos posicionó como principales exportadores a nivel mundial en productos como espárragos, quinua, alcachofa, entre otros (ver Lampadia: Ley de Promoción Agraria propició prosperidad).

Fuente: Mincetur

Si nuestro país se sube a esta ola creciente de necesidades de alimentos en el mundo por la pandemia del covid 19 y la aprovecha tanto para acumular recursos fiscales como para generar empleo, nos será más fácil levantarnos una vez que la crisis sea superada y la oferta se estabilice. Lampadia

Cómo alimentar al planeta
La cadena mundial de suministro de alimentos está pasando una prueba severa

Manteniendo al mundo alimentado

The Economist
9 de mayo, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

Si vives en el mundo rico y quieres un ejemplo de comercio y cooperación global, no busques más que tu plato. Cuando comenzaron los bloqueos en Occidente hace dos meses, muchos temían que el pan, la mantequilla y los frijoles se quedarán cortos, causando una ola de abastecimiento. Hoy, gracias a las flotas de camiones de reparto que llenan las estanterías de los supermercados, puedes comer en exceso mientras observas en exceso.

Este milagro capitalista no refleja un plan monolítico, sino una cadena de suministro global de US$ 8 trillones que se adapta a una nueva realidad, con millones de empresas que toman decisiones espontáneas, desde cambiar proveedores de arroz en Asia hasta reacondicionar congeladores. El sistema está lejos de ser perfecto: a medida que los ingresos colapsan, más personas pasan hambre. Existen riesgos, desde escasez de mano de obra hasta malas cosechas. Y es una ironía ver a la industria lidiar con una crisis que probablemente comenzó con la venta de carne de pangolín en un mercado en Wuhan. Pero la red alimentaria está pasando una prueba severa hasta ahora. Es crucial que, durante y después de la pandemia, los gobiernos no caigan en una campaña equivocada por la autosuficiencia.

Las cadenas de suministro detrás de un iPhone, o un componente de automóvil que cruza el Río Grande, son maravillas de coordinación. Pero la estrella no reconocida de la logística del siglo XXI es el sistema alimentario global. Del campo al tenedor, representa el 10% del PBI mundial y emplea quizás a 1,500 millones de personas. La oferta mundial de alimentos casi se ha triplicado desde 1970, ya que la población se ha duplicado a 7,700 millones. Al mismo tiempo, el número de personas que tienen muy poco para comer ha caído del 36% de la población al 11%, y un bushel de maíz o corte de carne cuesta menos hoy que hace 50 años en términos reales. Las exportaciones de alimentos se han multiplicado por seis en los últimos 30 años; cuatro quintos de las personas viven en parte de las calorías producidas en otro país.

Esto sucede a pesar de los gobiernos, no por ellos. Aunque su papel ha disminuido, a veces todavía fijan los precios y controlan la distribución. Los aranceles agrícolas de la Unión Europea son cuatro veces superiores a los de sus importaciones no agrícolas. Una docena de grandes exportadores, incluidos EEUU, India, Rusia y Vietnam, dominan alimentos básicos como el trigo y el arroz. Media docena de empresas comerciales, como Cargill de Minnesota y Cofco de Beijing, cambian comida en todo el mundo.

La concentración y la intervención del gobierno, junto con los caprichos del clima y los mercados de productos básicos, significan que el sistema está finamente ajustado y puede fallar, con consecuencias devastadoras. En 2007-08, las malas cosechas y los mayores costos de la energía hicieron subir los precios de los alimentos. Esto llevó a los gobiernos a entrar en pánico por la escasez y prohibir las exportaciones, causando más ansiedad e incluso precios más elevados. El resultado fue una ola de disturbios y angustia en el mundo emergente. Fue la peor crisis alimentaria desde la década de 1970, cuando los altos precios de los fertilizantes y el mal tiempo en EEUU, Canadá y Rusia provocaron una caída en la producción de alimentos.

A pesar de la gravedad de la conmoción actual, cada capa del sistema se ha adaptado. Se ha mantenido el suministro de cereales, ayudado por cosechas recientes y existencias muy altas. Las empresas navieras y los puertos continúan moviendo alimentos a granel. El cambio de comer afuera ha tenido consecuencias dramáticas para algunas empresas. Las ventas de McDonald han disminuido en un 70% en Europa. Los grandes minoristas han reducido sus gamas y han vuelto a cablear su distribución. La capacidad de comercio electrónico de comestibles de Amazon ha aumentado en un 60%; Walmart ha contratado a 150,000 personas. De manera crucial, la mayoría de los gobiernos han aprendido la lección de 2007-08 y han evitado el proteccionismo. En términos de calorías, solo el 5% de las exportaciones de alimentos enfrentan restricciones, en comparación con el 19% en ese entonces. En lo que va de año, los precios han bajado.

Pero la prueba aún no ha terminado. A medida que la industria se ha globalizado, se ha vuelto más concentrada, creando cuellos de botella. Los brotes de covid-19 en varios mataderos estadounidenses han reducido los suministros de carne de cerdo en un cuarto y han aumentado las licencias de caza de pavos salvajes en Indiana en un 28%. EEUU y Europa necesitarán más de 1 millón de trabajadores migrantes de México, el norte de África y el este de Europa para traer la cosecha. Y a medida que la economía se contrae y los ingresos colapsan, el número de personas que enfrentan una escasez aguda de alimentos podría aumentar: del 1.7% de la población mundial al 3.4%, según la ONU, incluso en algunos países ricos. Esto refleja una escasez de dinero, no de alimentos, pero si la gente pasa hambre, los gobiernos, comprensiblemente, tomarán medidas extraordinarias. El riesgo siempre presente es que el aumento de la pobreza o las fallas en la producción llevarán a los políticos en pánico a almacenar alimentos y limitar las exportaciones. Como en 2007-08, esto podría causar una respuesta de ojo por ojo que empeora las cosas.

Los gobiernos deben mantenerse firmes y mantener el sistema alimentario mundial abierto a los negocios. Eso significa dejar que los productos crucen las fronteras, ofrecer visas y controles de salud a los trabajadores migrantes y ayudar a los pobres dándoles efectivo, no acumulando existencias. También significa protegerse contra una mayor concentración de la industria que podría crecer, si las empresas de alimentos más débiles quiebran o son compradas por empresas más grandes. Y significa hacer que el sistema sea más transparente, rastreable y responsable, con, por ejemplo, estándares de certificación y calidad, para que las enfermedades sean menos propensas a pasar desapercibidas de animales a humanos.

Entender la comida como un problema de seguridad nacional es sabio; doblar esa comprensión a las unidades de autosuficiencia y la intervención contundente no lo es. Ya, antes de este año, la comida se había convertido en parte de una guerra comercial. EEUU ha tratado de gestionar sus exportaciones de soja y aplicar aranceles al queso. El presidente Donald Trump ha designado mataderos como parte de la infraestructura crítica de EEUU. El presidente Emmanuel Macron ha pedido a Europa que desarrolle su “autonomía estratégica” en la agricultura. Sin embargo, la autarquía alimentaria es un engaño. La interdependencia y la diversidad te hacen más seguro.

Cocinando una nueva receta

El trabajo del sistema de suministro de alimentos aún no está terminado. En los próximos 30 años, el suministro debe aumentar en aproximadamente un 50% para satisfacer las necesidades de una población más rica y en crecimiento, incluso cuando la huella de carbono del sistema necesita al menos reducirse a la mitad. Se requiere una nueva revolución de la productividad, que involucre todo, desde invernaderos de alta tecnología cerca de las ciudades hasta robots de recolección de frutas. Eso requerirá toda la agilidad e ingenio que puedan reunir los mercados, y enormes sumas de capital privado. Esta noche, cuando recojas tus palillos o tu cuchillo y tenedor, recuerda tanto a los que tienen hambre como al sistema que alimenta al mundo. Debe dejarse libre para hacer su magia no solo durante la pandemia, sino también después de ella. Lampadia




Pensando en el Perú del siglo XXI

Pensando en el Perú del siglo XXI

Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia

Después de casi medio siglo desarrollándome en la industria Mineroenergética, he querido revisar la historia económica e imaginar el futuro para nuestras nuevas generaciones.

El mundo está cambiando rápidamente y pocos jóvenes se sienten atraídos por las ciencias de la tierra, poniendo al Perú en riesgo de no aprovechar sus potencialidades. Soy un firme creyente de que nuestra principal fortaleza es el potencial geológico de nuestro país, el que debemos poner en valor para que, fruto de esto, podamos dar el salto económico que requerimos.

Nuestra industria minera, además de brindarnos divisas e impuestos, es el llamado a generar oportunidades de trabajo digno; pues no son sólo los aproximadamente 210,000 puestos de trabajo directo y los 1.2 millones de puestos de trabajo indirecto, es también quien a partir de nuestros desafíos puede y debe plantear a nuestros profesionales y estudiantes universitarios, los retos que darán los cientos de miles de oportunidades de trabajo en ciencia, tecnología e innovación.

Con eso en mente, el Perumin del año 2019 se enfocó en esa tarea; convocó estudiantes, profesionales jóvenes, promovió Hackatones y eventos de Tecnología de información, comunicación, automatización y robótica, con gran éxito. Promovió iniciativas de proyectos sostenibles con “Perumin Inspira” e incorporó al evento, además de geólogos, mineros y metalurgistas, a profesionales y conferencistas de profesiones diferentes a estas. Entre estos conferencistas estuvo Andrew McAfee, profesor de MIT.

Coincidentemente el señor McAfee estaba publicando su libro “More from less”, el que acabo de leer y cuyas ideas, jalonada de sus datos, me estoy permitiendo tomar de manera resumida para beneficio de quienes aún no lo hayan leído y ver de aprovecharlas.

La historia del mundo tuvo un primer gran cambio con la mecanización e industrialización, aumentando radicalmente nuestra productividad al reemplazar la fuerza del músculo humano y animal, por la fuerza de los equipos de motor a vapor y después combustión interna y la posterior incorporación del uso de la energía eléctrica y uso de la ciencia, que produjo fertilizantes sintetizando el amonio. Estos avances permitieron una mejor nutrición, mejora de la calidad de agua consumida y manejo de desagües. Esto, a su vez, permitió un gran salto en la expectativa de vida de 29 años en 1770 a 60 años dos siglos después y multiplicó la riqueza medida en términos de ingreso per cápita por 5 a 6 veces en Europa y Latinoamérica, entre 1870 y 1970.

Para ese entonces (siglo XX), el crecimiento económico estaba directamente ligado al consumo de recursos naturales y de energía, convirtiéndose estos en los limitantes al mayor crecimiento. El gran cambio se inicia con la incorporación de la ciencia, el invento de nuevas herramientas y equipos, así como el uso de tecnología. Esto introdujo un elemento contraintuitivo y no previsto, pues se optimizó el uso de los recursos tales como agua, fertilizantes, pesticidas y extensión de campo agrícola para, reduciendo su consumo producir mucho más.

Otro tanto ocurrió con la demanda de metales, madera y otros, pues, independientemente del reciclaje de estos (47% del aluminio, 33% del cobre, 68% del plomo y 49% del hierro y acero consumido en USA es reciclado), se inició un proceso de “desmaterialización” de la economía, al consumir cada vez menos de ellos por; reducción del peso usado para los productos finales, uso más eficiente del parque de grandes activos aplicando sistemas de información (ferrocarriles, barcos y camiones) o simplemente dejar de usarlos al desplazar por ejemplo; linternas, radios, cámaras fotográficas, cámaras de vídeo, teléfonos y máquinas de escribir, entre otros, reemplazados todos por un solo aparato, el “smartphone” en el que se incorporan, con mucho menos recursos materiales, todos los productos sustituidos juntos.

En lo agrícola, en USA, entre 1982 y 2015 más de 18 millones de hectáreas fueron “devueltas a la naturaleza” convirtiéndose en bosques y parques, con 35% de crecimiento de producción en ese lapso. Productos vegetales genéticamente modificados han logrado productos agrícolas de mejor calidad, más resistentes a plagas, que demandan menos agua y más productivos, con la consecuente reducción de uso de tierras señalada. Asimismo, en 2015 se produjo 78% más leche que en 1950, con 41% menos del número de vacas.

En otra línea, el peso de las latas de aluminio para cerveza o gaseosas se ha reducido de 85 gr en 1996 a 12.75 gr en 2011, una reducción de 85% del peso. En lo energético, 1 kg de Uranio para la generación de energía reemplaza 2 a 3 millones de veces la energía de la misma masa de carbón o petróleo.

En los 70’s los que seguían las teorías de Malthus (hoy los post-extractivistas), vivían/viven bajo el concepto que se agotarán los recursos naturales en pocas décadas, sin embargo, hoy se verifica que las reservas disponibles son mucho mayores y el consumo de estas se va reduciendo en términos relativos, por la desmaterialización de la economía que mencionamos.

El siglo XXI se sustenta en innovación tecnológica. La innovación es la combinación y re- combinación de cosas existentes. Es altamente descentralizada, no coordina y por lo tanto genera sorpresas imprevistas. Por lo anterior, impulsar que nuestros estudiantes y profesionales jóvenes se introduzcan y trabajen en ese ecosistema, es una receta muy efectiva para el país.

Para la economía del siglo XXI, el sistema de patentes y el respeto a este es fundamental, con ello, tecnología y capitalismo se retroalimentan y hacen gente más próspera. Según Pinker la cultura occidental se caracteriza por 4 valores: razón, ciencia, humanismo y progreso. Y la combinación de progreso tecnológico y capitalismo nos lleva a obtener más con menos.

Hay tres críticas válidas al capitalismo: Es egoísta, porque la ganancia es un incentivo poderoso. Es amoral. Es desigual. Pero hay tres críticas inválidas: Fomenta el “favoritismo”, lo que va contra la competencia. Es anárquica, lo que es contrario a la aplicación de la ley y protección de derechos. Es opresor, contrario al mejoramiento de toda la población, lo cual es demostrado.

Otra crítica al capitalismo es la externalidad negativa de la polución. Se creó para eso un mercado para la polución, pero se requiere que el gobierno responsable de controlar no sea débil ni corrupto y eso es lo más difícil.  En términos de contaminación es importante hacer notar por ejemplo que; USA con 25% de la economía mundial genera solo 1% de los plásticos que van por los ríos al mar, mientras China que aporta 15% del PBI mundial contribuye con el 28% de los desechos plásticos. De otro lado, globalmente la generación de Gases de Efecto Invernadero (GEI) provienen 20% de la industria, 6% de los edificios, 14% del transporte, 24% de la agricultura y 25% de la generación eléctrica y calefacción.

Debemos indicar que el cambio de generación eléctrica de carbón a gas, ha permitido reducir la emisión de GEI.

La contaminación con residuos nitrosos de los fertilizantes no absorbidos por las plantas es la causa más importante de contaminación, después de la acidificación de los océanos y los desechos plásticos.

El mundo ha evolucionado a lo largo de su historia en función del comportamiento de sus instituciones. De ahí la importancia de saber que, las Instituciones son en realidad “las reglas de juego”, por eso se resalta que la gran diferencia entre las distintas sociedades no está dada por sus constituciones, leyes y normas, sino por el comportamiento del sistema judicial, las burocracias y si son o no altamente corruptas.

Un elemento diferenciador entre países ricos y pobres es el distinto tratamiento en la aplicación de las reglas; los países ricos las aplican drásticamente, en cambio, los países pobres, a quienes no les falta leyes, lamentablemente no las respetan. Sus funcionarios son corruptos y las élites esperan tratamiento especial a base de coimas u otros.

El mundo ha mejorado dramáticamente en los últimos 50 años; la población en extrema pobreza declinó en 60%, a pesar que la población creció drásticamente desde 1970. La población que consume el estándar de 2500 calorías día y tiene acceso a agua potable asciende al 90%, más de la mitad de la población tiene alcantarillado, más del 75% de los adolescentes atiende al colegio, la expectativa de vida en el mundo ha pasado de 45 años en 1950 a cerca de 70 en 2015 y mejorando por regiones. En ninguna región del mundo la tasa de mortalidad infantil es hoy superior al promedio mundial de 1998.  Obviamente subsiste desigualdad en el mundo, pero se va ajustando la brecha.

La tecnología ha gestado un gran milagro y es que está produciendo gran diversidad de bienes de alta calidad con un consumo cada vez menor de recursos naturales, energía y mano de obra y generando la mencionada desmaterialización de la economía. Pero también creando una nueva brecha entre los que asimilan esa modernidad y los que no, pues los niveles de competitividad, eficiencia y costos, destruyen las posibilidades de competir de los segundos.

¿Quién mayor de 50 años de edad en el Perú, no recuerda las épocas de imposibilidad de acceso a una línea telefónica y el altísimo costo de compra en el mercado de segunda o coimeando en la compañía de teléfonos para conseguir una en años?; hoy tienes una línea telefónica en minutos. O las colas para obtener un auto de una de las 4 marcas disponibles para los peruanos, con todas las limitaciones de calidad; hoy adquieres con facilidades de crédito el auto que quieras, con entrega inmediata. Las dificultades para obtener “leche ENCI”, azúcar o aceite racionados por el Estado, o arroz de ECASA. No quiero referirme a otros productos, variedades y calidades respecto a lo que hoy se puede obtener.

Lamentablemente en el Perú de hoy tenemos gente que aún está produciendo como en el siglo XIX, con una agricultura de subsistencia sin capacidad de competir por falta de tecnología. Otros productores “Modernos del siglo XX” que están pensando en la diversificación productiva propia de los tiempos en que se dio la revolución industrial a base de la mecanización de hace 50 o 100 años, cuando hoy se compite con líneas de ensamblaje robotizadas y automatizadas. Y lo que debemos es, incorporarnos a la competencia del siglo XXI a base de conocimiento e innovación.

Ciertamente para esto requerimos un gran esfuerzo e inversión inteligente en educación, cosa que no estamos trabajando. Las tecnologías a las que este mundo moderno nos permite acceder, son especialmente aplicables a educación entre otros. Contar con interconexión por fibra óptica en todo el país, software educativo manejado en redes y que hace del profesor un tutor que orienta y acompaña al proceso de educación/instrucción de las materias requeridas, especialmente idiomas del primer mundo. Esto permitiría que nuestros niños y jóvenes cierren la brecha educativa que los separa de los del primer mundo. Inculcar un concepto claro de valores, deberes y derechos, nos permitiría que en un horizonte de 20 a 30 años remontemos el nivel de atraso que mantenemos respecto a los países más desarrollados, pues los trabajadores modernos y bien calificados generan una mayor concentración de riqueza y aumentarán la desigualdad económica. Y aunque todos los segmentos mejoran, la brecha de los que se esfuerzan y acumulan respecto a los que no, se ampliará. Por esto quienes se esfuerzan en educación y trabajo aceptan una “distribución justa” de la riqueza, que no es lo mismo que una distribución igual, que es la demanda de los socialistas.

Estamos en tiempos de gran cambio y mientras en los 70’s el 60% de los individuos en edad laboral consideraba que podía confiar en la gente, eso se ha reducido al 20%.  La fe en los gobiernos ha caído de cerca del 70% en los 60’s a cerca de 19% ahora. Y en lo político, se está observando, por los indicadores mencionados que, en las elecciones, en la mayoría de países observados hay una propensión a la búsqueda de líderes autoritarios. Lo dicho impacta negativamente en la salud de la economía, pues gran parte de los negocios dependen de la credibilidad y reciprocidad.

Por otro lado, debemos resaltar que, los países que han aplicado políticas socialistas han destruido valor, generado gran inflación, pobreza y altísimo nivel de delincuencia, crimen y violencia seguido de altas tasas de homicidios. Los casos están a la vista y el límite lo vemos en Venezuela.

Si observamos el sector moderno del mundo, podemos verificar que el avance tecnológico, aplicado con criterio capitalista en una población vigilante y con un gobierno responsable, permite mejorar las condiciones y expectativas de vida, con más salud, capacidad económica (continuar reduciendo pobreza), reduciendo la contaminación, preservando especies y hábitats, reducir las áreas de cultivo por eficiencia, dosificando agua, fertilizantes, minimizando pesticidas (control exacto de lo requerido), mejores y más resistentes productos con organismos genéticamente modificados. Mejor y más eficiente generación de energía y menor consumo de esta, menor generación de gases de efecto invernadero, reducción de desechos plásticos y vertimiento de residuos nitrosos (proveniente del exceso de fertilizantes) y en consecuencia, menores impactos ambientales.

Todo lo dicho acelerará la DESMATERIALIZACIÓN de la economía, con la consecuente reducción relativa de la demanda de recursos naturales, lo que, como hemos visto viene ocurriendo de manera acelerada. Una lección importante es que el crecimiento económico del siglo XXI no es enemigo del medio ambiente.

Andrew McAfee menciona siete temas que él considera importantes: 1. Reducir la polución, pues polución no debe ser el costo de hacer negocios. 2. Reducir gases de efecto invernadero (GEI). 3. Promover energía nuclear (mínimas emisiones de GEI). 4. Preservar especies y hábitats. 5. Promover organismos genéticamente modificados (aumenta lo positivo y reduce lo negativo). 6. Invertir fondos en investigación básica/inicial. 7. Promover mercados, competencia y trabajo.

Confucio decía: Si tu plan es para un año, siembra arroz. Si tu plan es para diez años, siembra árboles. Si tu plan es para 100 años, educa a los niños.

Nuestra apuesta debe ser esta tercera opción y para ello debemos optimizar urgentemente la puesta en valor de nuestros recursos naturales e invertirlos en educación. No podemos permitir que despistados “intelectuales” detengan el aprovechamiento de estos y atenten contra nuestra competitividad y el desarrollo de las generaciones futuras. Probablemente esta sea una de nuestras últimas oportunidades de remontar el tiempo perdido y llevar a nuestros niños a condiciones de competir en el primer mundo. Lampadia




La otra agricultura

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 12 de julio de 2019
Para Lampadia

Simplificando en extremo las cosas, se podría decir que nuestro país tiene dos agriculturas. Una es la agricultura tecnificada de la Costa. Aquella que está focalizada principalmente en la producción y exportación de frutas y hortalizas. Aquella que empezó con el espárrago, pero que continuó con las uvas, paltas, mandarinas, y otras frutas. El arándano constituye un éxito muy reciente. El hecho es que en pocos años nos hemos convertido en una potencia mundial en este rubro.

Pero nuestro país tiene otra agricultura. La de siempre. La que – dicho sea de paso – ocupa la mayor extensión e involucra a la mayor cantidad de peruanos. Me refiero a la agricultura tradicional. La de la Costa donde predominan el arroz, caña de azúcar, maíz, algodón, y una variada gama de cultivos de panllevar. La agricultura de la Sierra donde predominan las pasturas – es decir, la ganadería – y cultivos como la papa, cereales, y hortalizas. Y la de la Selva con el café a la cabeza. Pero donde también destacan el cacao, arroz, maíz, y una gran variedad de frutas tropicales. La Selva – por cierto – también tiene vocación ganadera y forestal.

A lo que quiero llegar es que – en términos generales – la agricultura frutícola y hortícola de la Costa está bien, y la otra está mal. Las empresas agroexportadoras generan rentas, tributos, exportaciones, empleo formal y bienestar social. Mientras que la otra genera pérdidas, pobreza, informalidad, migraciones, y todo lo demás. La pregunta es ¿por qué la otra agricultura está mal?

En mi opinión la crisis de la otra agricultura se debe a 3 factores. Escasez de agua en los estiajes. Competencia desleal con productos subsidiados del exterior. Y baja productividad. Es decir, 3 factores que bien pudieron haber sido corregidos por el Estado… pero no. El Estado ha hecho muy poco a ese respecto.

La escasez de agua en los estiajes se resolvería con un programa masivo de Siembra y Cosecha de Agua. El Ministerio de Agricultura tiene el programa Sierra Azul. ¡Lindo nombre! Pero el programa ha sido un fracaso. Cientos de millones gastados en burocracia y consultorías innecesarias. Y nada en reservorios, plantaciones forestales, o cercos de pastizales. Además – valgan verdades – a muchos Gobernadores Regionales el tema les importa un bledo.

La libre importación de productos agrícolas subsidiados constituye una gran torpeza política. ¡Claro que queremos libre comercio! Pero con la cancha pareja. ¿Por qué no fuimos capaces de establecer aranceles compensatorios para contrarrestar los millonarios subsidios que se aplican en EEUU, Europa y otros países a productos como el algodón, azúcar, trigo, soya, leche, arroz, maíz, etc.? La verdad, no se entiende. Sobre todo porque los más perjudicados son los campesinos más pobres del país. ¡Qué injusticia!

Por último, tenemos el factor de la baja productividad. A ese respecto, el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) es otro fracaso más. Nada que ver con el extraordinario Servicio de Investigación y Promoción Agraria (SIPA) de los años 60. El INIA es un monstruo burocrático – como muchos otros en el Estado – que cuesta un montón de plata, pero no sirve.

Agua en los estiajes. Aranceles compensatorios para contrarrestar los subsidios del exterior. Y asistencia técnica. Eso es lo que más necesita – y merece – la otra agricultura. Lampadia