Winston Manrique Sabogal
El País de España, 14 de diciembre de 2015
El historiador británico Anthony Pagden disecciona las claves de los ataques de los distintos fundamentalismos a la convivencia y reivindica los valores de la modernidad
La diana de los ataques extremistas es la Ilustración. Y la mejor defensa es la propia Ilustración. “Por mucho que sus valores estén siendo atacados por elementos como los fundamentalistas estadounidenses y el islam radical —e incluso no tan radical—, es decir, por la religión organizada, sigue siendo la fuerza intelectual y cultural dominante de Occidente. La Ilustración sigue ofreciendo un arma contra el fanatismo”. Estas palabras del historiador británico Anthony Pagden, una de las voces más prestigiosas que ayudan a descifrar el mundo contemporáneo, llegan en un momento en que algunas fuerzas insisten en dinamitar la herencia del Siglo de las Luces.
El planeta se ha convertido en un campo de minas de miedos. El penúltimo objetivo fue hace un mes, de nuevo, París, la ciudad que vio nacer el proyecto de modernidad más importante del mundo occidental: la Ilustración. Los atentados del 13 de noviembre, con un saldo de 130 muertos y 350 heridos, llegaban menos de un año después del ataque, el 7 de enero, a la sede de la revista satírica Charlie Hebdo, con 12 muertos.
Las reflexiones de Anthony Pagden, quien habla con EL PAÍS por correo electrónico, son como una matrioska: de cada respuesta surge otra pregunta. Profesor de Historia y Ciencias Políticas de la Universidad de California (UCLA), tras pasar por Oxford, Cambridge y Harvard, Pagden acaba de publicar La Ilustración. Y por qué sigue siendo importante para nosotros (Alianza). Es una continuación de La Ilustración y sus enemigos. Ensayos sobre los orígenes de la modernidad. Y complemento a su imprescindible Mundos en guerra. 2.500 años de conflictos entre Oriente y Occidente.
Un mundo, afirma Pagden, donde “escapar de la religión como una forma de organización fue el paso verdaderamente original de la modernidad y de la Ilustración. Y esto no va a cambiar”. ¿Cómo explicar los valores de la Ilustración a quienes no creen en ella, además del papel esencial de la razón como motor del desarrollo individual y colectivo? “Es un proyecto importante y en incesante evolución. Proporciona una imagen de un mundo capaz tanto de alcanzar cierto grado de universalidad como de liberarse de las restricciones de la clase de normas morales interesadas que ofrecen las comunidades religiosas y sus análogas ideologías laicas: el comunismo, el fascismo y, ahora, incluso el comunitarismo”, asegura Pagden. Y agrega: “Es importante, porque situó lo individual, lo frágil, lo mortal y lo imperfecto en el centro del cosmos. Sin la Ilustración, los avances de la civilización occidental habrían sido quizá no imposibles, pero, desde luego, muy lentos, desde la salud hasta Internet”.
No olvida el historiador algo que resulta común a todos: “Está lo que hoy llamamos empatía, la conciencia de la experiencia humana compartida y, por tanto, la posibilidad de la existencia de valores humanos comunes que no dependan de ninguna fe religiosa”.
Una religión primitiva
Varios aspectos de esas creencias más que paz han sembrado zozobra. “La religión tiende a impedir el desarrollo del intelecto, de la razón”, opina el autor. “El islam es una religión primitiva. Quiero decir que, a diferencia del cristianismo, nunca se ha visto obligada a adaptar a las circunstancias de un mundo laico moderno lo que en realidad es un conjunto muy simple de creencias y mandatos a medida de las necesidades de un pueblo tribal del siglo VII. El islam nunca ha tenido que amoldarse, como el cristianismo, a los valores de la Ilustración. Esto no lo hace intelectualmente inferior al cristianismo, que también es bastante simple, o al judaísmo, pero sí mucho más agresivo cuando se ve amenazado por la modernidad”, añade
Mientras por un lado la Ilustración es atacada, por otro se le pide que despliegue sus principios de universalidad y ciudadanía ante la ola de migraciones a Europa o las ayudas al resto del mundo. “La ciudadanía siempre ha estado estrechamente ligada a las naciones”, recuerda Pagden. “Con los nuevos inmigrantes que fluyen a Europa desde Oriente Próximo y África, el concepto de ciudadanía se ha vuelto aún más restringido. Sin embargo, sin las aspiraciones de universalismo que la Ilustración formuló e inspiró, por las que ha sido denostada, no habría cooperantes, ni Médicos Sin Fronteras, ni Corte Internacional de Justicia, ni Naciones Unidas, ni existiría el concepto de derechos humanos, y, en última instancia, tampoco la Unión Europea”.
No todo son luces; también hay sombras. El precio ha sido un mundo dividido en Norte y Sur, cuyo desequilibrio en prosperidad y las guerras se achacan al intento de imponer los valores occidentales. “La ironía es que, en este relato, los africanos y los indios, los sirios y los egipcios, han sido privados por completo de cualquier capacidad de actuación propia y se han convertido en los instrumentos pasivos de las ideologías occidentales y de las tecnologías generadas en última instancia por el universalismo de la Ilustración. Es lo que Finkielkraut llamó el etnocentrismo de la mala conciencia de Occidente”, responde.
Intentos de eclipsar un proyecto prodigioso de la humanidad, cuya crisis está lejos de superarse, lamenta Pagden: “Como dijo Kant, la Ilustración es un proceso de continuo devenir. El error de todas las religiones monoteístas es suponer que tiene que haber un fin inmutable decretado por Dios. Y no lo hay. Pero si bien esta clase de perfección no existe, el progreso, desde luego, sí”.
Raíces del conflicto
Lo que ha sucedido, sobre todo desde que terminó la invasión estadounidense de Irak, forma parte de “la creciente hostilidad hacia un mundo al que se considera responsable del hecho de que los beneficios de la modernidad no se hayan distribuido equitativamente”, afirma Anthony Pagden.
El historiador recalca que “la mayoría de los terroristas que actúan en Europa son autóctonos, y muchos han estado en la cárcel, donde se han radicalizado. Han sido rechazados y marginados por un mundo que intentaron hacer suyo sin lograrlo. La reacción es echar la culpa de su situación a Occidente”.
El profesor encuentra diversos paralelismos en ese echar las culpas a otros. “A escala internacional, es lo mismo que está haciendo el ISIS [Estado Islámico, en sus siglas en inglés]. No cabe duda de que la situación actual de Oriente Próximo es consecuencia en gran medida de la desintegración del Imperio otomano después de 1918, y del subsiguiente intento por los árabes de importar las ideologías occidentales, sobre todo el nacionalismo y el comunismo, a la región”, concluye.