Víctor García-Belaunde Velarde
El Comercio, 10 de junio del 2025
“¿Qué ocurrirá cuando la IA descubra tecnologías inalcanzables para nosotros?“.
Desde la Revolución Industrial, la fuerza laboral humana ha sido sustituida gradualmente por máquinas que no descansan, no cobran salario y ejecutan sus tareas con precisión. En economías avanzadas, trabajos repetitivos o peligrosos ya están automatizados, dependiendo solo de técnicos que los supervisan. Creímos que la creatividad sería nuestro último bastión frente a las máquinas. Nos equivocamos.
La inteligencia artificial (IA) avanza reconfigurando el rol humano. La innovación tecnológica, antes impulsada por mentes humanas, ahora es delegada a sistemas que aprenden y crean sin limitaciones biológicas. La inteligencia humana evolucionó durante millones de años, mientras la IA se desarrolla exponencialmente, acercándose a la singularidad tecnológica: el momento en que supere nuestra inteligencia sin restricciones físicas.
Ejemplos concretos lo confirman. En el 2020, investigadores del MIT descubrieron el antibiótico ‘halicin’ usando IA. Plataformas de empresas como Insilico Medicine o Exscientia han producido fármacos en fase de ensayos clínicos, reduciendo procesos de años a semanas. Modelos como GPT-4 redactan contratos legales con calidad comparable a abogados y superaron en un 81,7% a humanos en debates persuasivos.
Androides como Ameca (Engineered Arts) y Sophia (Hanson Robotics) conversan, expresan emociones y aprenden en tiempo real. Estas máquinas se nutren del conocimiento universal en Internet, y se convierten rápidamente en expertas multidisciplinarias.
¿Qué ocurrirá cuando la IA descubra tecnologías inalcanzables para nosotros? ¿Podría resolver la muerte? Vivimos creyendo que es inevitable, pero es un problema técnico. Algunos organismos son biológicamente inmortales y el envejecimiento es una degeneración progresiva. Invertimos en combatir el cáncer o el Alzheimer, pero incluso venciéndolos el envejecimiento persiste.
Más del 70% de las muertes globales están relacionadas con el envejecimiento, pero solo una mínima parte de recursos médicos se destina a investigar su ralentización. La IA podría abordar este desafío. Si no somos nosotros quienes diseñemos la tecnología para alargar la vida, probablemente lo hará una máquina.
Estamos al borde de un cambio histórico: la innovación humana podría dejar de ser el motor del progreso y la muerte volverse opcional. ¿Estamos preparados para un mundo donde la tecnología no solo piense por nosotros, sino que también nos vuelva inmortales? Solo el tiempo –o la IA– lo dirá.