El Internet y la oferta masiva de programas educativos de muy alta calidad a través de este medio tienen el potencial de revolucionar la educación postsecundaria y de enriquecer la educación media. Harvard, MIT y Stanford ofrecen cursos gratis derivados de sus currículos que crean la posibilidad de adquirir conocimientos equivalentes a los que se obtienen en esas mismas universidades. Cuando pusieron en línea estas posibilidades de educación masiva, fueron muchos los que predijeron que esto estaba a punto de causar un revolcón sin precedentes en el sistema educativo y que los días de las universidades estaban contados.
Pese a ello, las universidades siguen recibiendo más solicitudes que las que pueden atender, las matrículas siguen carísimas y los estudiantes continúan financiando sus estudios recurriendo a créditos cada vez mayores.
El educador estadounidense Kevin Carey, en un artículo del “The New York Times”, publicado en agosto del 2014, explica que estos programas en línea no han dado el resultado esperado por razones que no tienen que ver con la calidad de los cursos, que son buenos y cada vez mejores. “Las universidades han detenido el avance de la tecnología porque lo único que ofrecen estos programas en línea es acceso a profesores de la más alta calidad mundial a un precio imbatible. Lo que no ofrecen son títulos universitarios oficiales, de los que permiten conseguir trabajo. Y eso es por lo que pagan los estudiantes universitarios” y sus padres. La mayoría pagan por vehículos para conseguir empleo y conexiones, no por conocimientos.
El reto que esto les presenta a los que desarrollan las tecnologías de educación en línea es
que tienen que inventarse credenciales o certificados que el mercado de trabajo acepte como señal positiva de buen desempeño, como lo hace con los títulos universitarios, pero no solo tendrán que hacer eso. Deben compensar otros atributos que les dan ventajas a las buenas universidades.
En general, “un título universitario es [mucho] más que haber tomado cursos por un total de 120 créditos”. Además, la institucionalidad está sesgada a favor de la educación tradicional: hay muchas actividades laborales que legalmente requieren un título para llevarlas a cabo.
Pero el atractivo que brinda obtener conocimiento en línea es un poderoso estímulo para que el mercado encuentre soluciones y cree credenciales, insignias y otras señales que les pueden hacer contrapeso a los títulos universitarios. La revista “Fortune” dice que programas vocacionales como Dev Bootcamp o Hackbright Academy y algunos otros se dan el lujo de admitir menos del 20% de los que solicitan ingreso y han colocado egresados en el mercado que obtienen salarios de seis dígitos, reservados para ingenieros diplomados. Empresas como Coursera ofrecen los cursos universitarios gratuitamente en línea, pero cobran por los credenciales.
La educación masiva de alta calidad en línea le da acceso gratuito a todo el mundo, le corresponde entonces al Gobierno apoyarla creando servicios de tutoría para facilitar el éxito de quienes se aventuren a aprovecharla, y sustituir el requisito de título universitario por ‘pruebas de Estado’.