Por: Rolando Arellano
El Comercio, 20 de setiembre de 2021
Muchos ciudadanos se alarman al ver que las encuestas siguen mostrando un alto porcentaje de preferencia por el actual Gobierno. Quizá ello se deba a que no están interpretando bien las cifras ni entendiendo el mecanismo que las genera.
Primero, deben ver que las cifras de aprobación del Gobierno, como el 29% en Lima y el 57% en el sur (El Comercio-Ipsos), reflejan las mismas posiciones de las elecciones, aunque en descenso, pues están lejos del 50,5% nacional de los comicios. Luego, deben entender que lo que les parecen errores alarmantes; en realidad, no son un cambio de lo ya conocido. ¿Que se nombran ministros y autoridades sin formación? Cierto, pero lo acepté al votar por un profesor sin experiencia para el cargo. ¿Que se dan opiniones filocomunistas y extremistas? Ya lo sabía, cuando no deslindó con Cerrón antes de las elecciones. ¿Que no se declara ni se comunica con la prensa? Cierto, pero ya antes rehuían entrevistas y confrontaciones. ¿Por qué, entonces, a dos meses de asumido el poder, debería alarmarme lo que no me preocupó antes?, dice el elector.
Adicionalmente, deben saber que lo natural es que la decisión de voto se refuerce por un mecanismo que los psicólogos llaman “evitación de la disonancia cognoscitiva”, que evita cargar con arrepentimientos o culpas. Así como quien compró el auto pequeño en vez del grande le buscará atributos que justifiquen su decisión (“es fácil de estacionar, gasta poca gasolina”), quien votó mal buscará justificar su elección antes de aceptar que se equivocó en votar (“es demócrata”, “no es corrupto”).
Aquí deben comprender que, si por salud mental interna no es fácil asumir que se actuó mal, es peor si la contradicción viene con ataque personal. Llamar a alguien ignorante o proterrorista por haber votado de determinada manera hará que se reafirme en su posición. Y eso es más grave en el caso de los líderes de opinión, a los que insultarlos diciéndoles ingenuos o peor por haber apoyado una candidatura, hará que se esfuercen más en justificar su decisión (prefiero ser digno a corrupto, por ejemplo).
Y deben entender que, así como a quien está en contra cualquier error le parece importante, a quien votó a favor solo lo convencerán evidencias claras y contundentes de lo contrario. Decir que alguien habla mal o que fue acusado hace 30 años de extremista, no son para ellos argumentos de peso.
Pero, por encima de todo, deben saber que para pedirle a alguien que cambie una posición que lo compromete personalmente, debe presentársele una alternativa superior y diferente a la que ya tuvo antes. Alternativa que en la política peruana de hoy no se conoce. Que tengan una buena semana.