Comentario de Lampadia:
Las acusaciones a las características personales y políticas al candidato Castillo parecen haber tenido efecto en la población. Sin embargo, Arellano puntualiza que ese es un tema agotado, que más bien ahora genera efectos contrarios.
Hoy hay muchos espontáneos en la cancha que ojalá empiecen a referirse a las acciones necesarias del próximo gobierno para enfrentar las múltiples crisis que atraviesa nuestro país.
Por: Rolando Arellano
El Comercio, 10 de mayo de 2021
En vez de lo natural que sería elegir entre dos candidatos que nos atraen, últimamente nuestras campañas electorales han buscado que escojamos al candidato menos malo. Hoy esas campañas se han deteriorado más, pues en vez de orientarnos a elegir al menos malo se dedican a mostrar lo mal que nos irá si elegimos al candidato contrario. Eso no solo es ineficiente, sino muy peligroso para la democracia.
Hoy las manifestaciones “a favor” de Castillo tienen como objetivo mostrar los errores fujimoristas y lo poco confiable que es su candidata. Por su lado, aquellas “a favor” de Fujimori se dedican a atacar la poca capacidad de gobierno del candidato del sombrero. Los del lápiz quieren dar miedo sobre un posible gobierno corrupto y los naranjas buscan lo mismo hablando de la posible ‘venezolanización’ del país. Nadie presenta las razones por las cuales su candidato merece el voto. No dicen que tiene el equipo adecuado para mejorar la salud y luchar contra la pandemia, que está capacitado para mejorar la educación, o que tiene la fuerza para dar mayor seguridad y la intención de ayudar más a los agricultores.
Esta supuesta estrategia tiene al menos cuatro efectos negativos, dos importantes para la estrategia electoral y dos que conciernen a la democracia en sí misma.
El primer efecto, que todos los buenos comunicadores conocen, es que mencionar insistentemente al contrincante aunque sea para denigrarlo lo hace más visible. Como en el vals que dice que el rencor hiere menos que el olvido, los ataques lo ayudan a ser más conocido.
El segundo efecto es que los ataques victimizan y llevan a una identificación con el agredido. “Maltratan a un campesino o a una mujer como yo”, dicen, y se alían al equipo contrario. Peor si, de tanto repetirlos, mensajes como el miedo al comunismo o a las mafias, se vuelven banalidades.
El tercero es que una campaña negativa puede hacer dudar más al indeciso, pero nada asegura que más bien refuerce su desconcierto. Si ambos son pésimos, lo mejor sigue siendo abstenerse, dirían, siendo malo para la democracia que no asuman la responsabilidad que les toca.
Y entre muchos otros, el cuarto efecto negativo es que será un bumerán para quien resulte elegido. Este tendrá a millones de votantes que no lo apoyarán, pues votaron por miedo y no por esperanza, lo que generará una inestabilidad que pronto se convertirá en una nueva pesadilla política.
En fin, es claro que una campaña donde nadie está a favor y todos están en contra, además de ineficiente para los candidatos, puede profundizar divisiones entre peruanos que deben convivir juntos. Por motivos de corto y de largo plazo, es importante evitar que eso ocurra. Que tengan una buena semana.