Por: Paul Krugman
Premio Nobel de Economía 2008
NYT SYNDICATE
Gestión, 23 de agosto del 2023
China es un enorme jugador en el comercio mundial, pero no le compra mucho a EE.UU.”.
China, la primera o segunda economía del mundo dependiendo de cómo se mida, parece estar al borde de una crisis que tiene mucha semejanza a lo que el resto del mundo vivió durante la crisis financiera del 2008. No sé si ese país será capaz de controlar su “momento Minsky” —el repentino instante en que todos se dan cuenta de que una deuda insostenible es, en efecto, insostenible—. De hecho, no estoy seguro de que alguien, incluidos los funcionarios del Gobierno chino, conozca la respuesta a esa pregunta.
Pero pienso que podemos responder una pregunta más condicional: si China cae a una crisis estilo 2008, ¿impactará significativamente en el mundo, Estados Unidos en particular? Y la respuesta es un “no” bastante claro. Aunque la economía china es grande, Estados Unidos tiene una exposición financiera y comercial marcadamente pequeña a los problemas de ese país.
La crisis del 2008 fue provocada por el estallido de una enorme burbuja trasatlántica, cuyos efectos fueron magnificados por una perturbación financiera, en especial el colapso de “bancos en la sombra” —entidades que actuaban como bancos y crearon el riesgo de corridas bancarias, pero que estaban mayormente no reguladas y carecían de la red de protección que los bancos convencionales sí proporcionaban—.
China, entre tanto, posee un sector inmobiliario que está incluso más sobredimensionado que los de los países occidentales en el periodo previo al 2008. También tiene un sector bancario en la sombra de gran tamaño y altamente turbio, además de problemas singulares, sobre todo enormes deudas contraídas por sus gobiernos locales. La buena noticia es que este caso no es como el de Argentina o Grecia, que adeudaban grandes sumas a acreedores extranjeros.
La deuda en cuestión es, en esencia, dinero que China se adeuda a sí misma y, en principio, debiera ser posible que el Gobierno nacional resuelva la crisis mediante alguna combinación de rescates financieros para los deudores y recortes del valor de la deuda para los acreedores. ¿Pero el Gobierno es lo suficientemente competente para manejar el tipo de reestructuración financiera que su economía necesita? ¿Sus funcionarios poseen la suficiente firmeza o lucidez intelectual para hacer lo que se necesita hacer? Esto último me inquieta más.
China necesita reemplazar su insostenible inversión inmobiliaria con una mayor demanda de consumo. Pero algunas noticias señalan que altos funcionarios continúan desconfiando del “derrochador” gasto del consumidor y se resisten a la idea de “empoderar a las personas para que tomen más decisiones sobre cómo gastar su dinero”. Y no es tranquilizador que los funcionarios estén respondiendo a una potencial crisis presionando a los bancos a prestar más.
Así que China podría sufrir una crisis. ¿Si ocurre, cómo nos afectará? Lo que puedo responder es que, hasta donde sé, la exposición de Estados Unidos a una potencial crisis china es sorprendentemente pequeña. La inversión directa estadounidense en dicho país y en Hong Kong es alrededor de US$ 215,000 millones. La inversión de portafolio —básicamente acciones y bonos— es un poco más de US$300,000 millones, lo que totaliza US$ 515,000 millones.
No parece un número pequeño, pero para una economía tan grande como la nuestra, lo es. Por ejemplo, en estos momentos preocupa mucho el sector inmobiliario comercial, en especial de edificios de oficinas, que probablemente afronta una permanente reducción de la demanda debido al trabajo remoto. Pues dicho rubro está valorizado en alrededor de US$2.6 billones, poco más de cinco veces nuestra inversión total en China.
¿Por qué una economía inmensa ha atraído tan poca inversión estadounidense? Yo argumentaría que, debido a las arbitrariedades de la política económica china, muchos inversionistas potenciales temen que ese país sea una especie de trampa para cucarachas: uno puede entrar, pero quizás no pueda salir.
Respecto de su papel como mercado, China es un enorme jugador en el comercio mundial, pero no le compra mucho a Estados Unidos —alrededor de US$ 150,000 millones el 2022, menos del 1% de nuestro PBI—. Por ende, una recesión china no tendría mucho efecto directo sobre la demanda por nuestros bienes. Sería mayor para países que le venden más, como Alemania y Japón, así que habría algún efecto rebote a través de nuestras ventas a estos países. Pero el efecto total sería modesto.
Una crisis económica china podría incluso tener un pequeño efecto positivo en Estados Unidos, porque reduciría nuestra demanda por materias primas, en especial petróleo, lo que posiblemente resultaría en una disminución de la inflación. Nada de esto significa que debamos regodearnos por la posibilidad de una debacle china.
Hasta por motivos puramente interesados, debemos preocuparnos por lo que el régimen chino podría hacer para distraer a sus ciudadanos de sus problemas internos. Sin embargo, en términos económicos, parece que estamos viendo una potencial crisis dentro de China, no un evento global al estilo del 2008.