Por: Patricia Teullet
Perú21, 17 de Abril del 2023
“La norma, similar a aquella mediante la cual se pensaba prohibir que más de una persona se trasladara en una moto lineal, es absurda”.
En Lima, las esquinas de los semáforos por donde el tránsito es denso y el tiempo de espera es largo se convierten en puntos de venta de libros para colorear, cables para celular, fruteros en forma de manzana, caramelos y chupetes, respaldos de asientos, plumeros, entre otros. También encontramos malabaristas con viejas pelotas de tenis, madres pidiendo limosna con el niño cargado a la espalda; otros con un cartelito diciendo que tienen hambre y, cómo no, los limpiaparabrisas que, a diferencia de quienes solo piden dinero, están ofreciendo un servicio a cambio de una moneda.
A raíz de un lamentable y trágico incidente en el que un limpiaparabrisas asesinó al conductor de un vehículo, el alcalde de Surco ha decidido, como ya lo hiciera antes el de Magdalena (y esta semana ya lo anunciaba la alcaldesa de Barranco y el propio alcalde de Lima), prohibir esta actividad, mediante una ordenanza que la cataloga como actividad comercial ilegal, al igual que al lavado de autos en la calle.
La norma, similar a aquella mediante la cual se pensaba prohibir que más de una persona se trasladara en una moto lineal, es absurda y solo ocasionará que los hasta ahora autoempleados en el muy noble y respetable oficio de limpiavidrios migren a otros distritos o se conformen con pedir limosna sin ofrecer nada a cambio; y la trampa está en que al dueño del vehículo que sea lavado o cuyo vidrio sea limpiado en la vía pública también se le impondrá una multa.
Hagamos la analogía: supongamos que se cometió un asalto a un local de comida (o un banco o un negocio cualquiera); los delincuentes huyeron en un auto azul. La autoridad decide que, a partir de la fecha, quedan prohibidos de transitar los autos azules o que los choferes de los mismos deben ser empadronados. Eso no impedirá que el próximo asalto se realice en un auto blanco, al igual que no se impedirá que los delincuentes, sin importar qué actividad en apariencia desempeñen, asalten o asesinen. No se trata de la ocupación; se trata de la persona y sus intenciones.
Por mi parte, prefiero dar una propina a quien hizo el esfuerzo de comprar sus caramelos o cualquiera que sea el producto que ofrezca, o que me brinde el servicio de avisarme para poder salir de un lugar de estacionamiento complicado y sin visibilidad antes de al que solo pide, con o sin cartelito, con o sin niño a cuestas o de la mano. Prefiero también dar unas monedas a quien limpia los parabrisas de mi auto antes que darle mi celular a quien me está apuntando con un arma.
¿Qué pasará con esta norma? Seguirá escrita, los limpiaparabrisas migrarán de distrito o de ocupación y seguiremos teniendo los mismos problemas de inseguridad, si es que no mayores, porque habrá más gente sin la opción de ganarse la vida con un trabajo que, en sí mismo, a nadie daña.