Paola Villar
El Comercio, 3 de setiembre del 2025
“Tanto el déficit calórico como la malnutrición –sobre todo la desnutrición crónica infantil– representan bombas de tiempo que impactarán al desarrollo social y económico del país si no se actúa ahora”.
El delicioso pan con chicharrón se ha convertido en el protagonista inesperado de un Mundial de Desayunos y, como era de esperarse, diversas entidades estatales se han colado en una fiesta a la que nadie invitó. Desde Palacio de Gobierno hasta el Congreso, los equipos de comunicaciones han aprovechado esta coyuntura para subirse a un trend y cosechar ‘likes’ que, en cualquier otra circunstancia, les sería imposible de alcanzar, dada la altísima impopularidad que arrastran a la fecha. Pero ni una imagen de Congresito –la nueva mascota del Parlamento– disfrutando de un buen pan con chicharrón puede ocultar la desidia de estos mismos poderes del Estado que, mientras posan para la foto, ignoran uno de los grandes desafíos que golpea con más fuerza a muchísimos peruanos, especialmente desde la pandemia: la mala nutrición.
Las cifras y los datos nos muestran un contraste brutal con la felicidad que genera el tan celebrado desayuno peruano, y nos recuerdan que la malnutrición afecta a ciudadanos de todas las edades. Según los últimos resultados de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, la desnutrición crónica en menores de cinco años subió de 11,5% en el 2023 a 12,1% en el 2024, a pesar del leve retroceso de la pobreza monetaria, y aunque la cifra pueda parecer baja, es importante recordar que este indicador representa a niños que no reciben los nutrientes necesarios para un buen desarrollo físico y mental en la etapa más crítica de su crecimiento. En simples palabras, estamos viendo comprometido a diario el futuro de los adultos del mañana.
Mientras tanto, el último informe del INEI sobre la situación de la población adulta mayor advierte que en el primer trimestre de este 2025, el 25,9% de los hogares con al menos un integrante adulto mayor enfrenta un déficit calórico. Esto significa que, por cada tres hogares en los que habita un adulto mayor en nuestro país, uno podría estar pasando hambre.
Esta cruda realidad se conecta directamente con datos del último informe de pobreza del INEI, que reveló que al cierre del 2024, cuatro de cada 10 limeños enfrentaban un déficit en la ingesta de calorías por falta de recursos económicos. Dicho de otro modo: el 40,2% de los limeños pasaba hambre.
El economista Javier Herrera, quien sigue de cerca estos indicadores, ha alertado que esta cifra está 10 puntos por encima de los niveles previos a la pandemia; un impacto que limita las oportunidades de progreso y la productividad de miles de ciudadanos.
Tanto el déficit calórico como la malnutrición –sobre todo la desnutrición crónica infantil– representan bombas de tiempo que impactarán al desarrollo social y económico del país si no se actúa ahora. ¿Prestarán más atención los llamados padres de la patria o seguirán esperando la siguiente tendencia para subirse a la ola?