A inicios de noviembre se realizó la segunda reunión para tratar sobre la congestión en la carretera central, problemática que se encontraría entre las razones que ha hecho retroceder a Junín del puesto ocho al 16 en el ránking de competitividad nacional.
Muchos de los funcionarios del Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) ahí sentados no tenían la mínima intención de analizar el problema y mucho menos la intención de resolverlo.
Algunos incluso pretendieron engañarnos con la promesa de carreteras alternas. ¿Cómo una carretera que demorará ocho años en hacerse realidad puede ser hoy una solución?
En un año muchas pequeñas y medianas empresas emblemáticas de Huancayo se extinguirían, pues tienen dificultad en bajar sus productos y subir sus insumos.
Además, el turismo se está viniendo a menos (en la región Junín, el turismo se ha reducido 1,5% si comparamos el período entre enero y setiembre del 2013 y enero y setiembre del 2014). Un autogol.
Si el Gobierno nacionalista (de la ‘inclusión social’ –¿y económica?–) quiere que la sierra centro se desarrolle, la solución es la declaratoria de emergencia de la carretera central y el control a los camiones que no deben seguir circulando, todo ello para recuperar la transitabilidad perdida.
¿Por qué se la juegan por las grandes flotas de camiones de carga minera y no por las familias que piden hace años a gritos que les devuelvan su carretera?
Los más de 800 camiones de seis ejes que no van a más de 15 kilómetros por hora –y que nadie puede adelantar– han causado la congestión por su excesivo peso y largo.
La pista y los puentes no soportan más de 44 toneladas métricas, pero se autorizan camiones de 48 toneladas métricas.
No contento con eso, el lobby de propietarios de camiones hizo cerrar los centros de pesaje para que nadie fiscalice a sus monstruos que hoy bajan con 60 toneladas métricas.
Así, la carretera central, que fue reasfaltada en el 2006, está hoy destruida. Su reconstrucción costaría alrededor de US$500 millones. ¡Y todo pagado por los peruanos para el tránsito de estos camiones!
No solo eso: el programa Pro Puentes busca reconstruir 1.000 puentes en todo el país que han sido socavados por estos camiones, haciendo un costo total de US$1.000 millones. ¡Lluvia de dólares para los contratistas!
Hubiera sido mejor bajar el peso de los camiones a 44 toneladas métricas hace cinco años y con los millones de dólares ahorrados hacer hospitales, colegios, más carreteras y etc.
El peso no es el único problema, sin embargo, sino también de tamaño. Según el MTC, la longitud máxima de los camiones en una carretera de montaña con curvas cerradas es 23 metros, pero cada vez que se encuentran dos camiones en cada una de las 80 curvas de la carretera central, uno de ellos tiene que parar y dejar al otro maniobrar, alargando la fila de buses y autos detrás de ellos.
Resultado: accidentes y muertos, pasajes por los aires, fletes carísimos, tiempos de viaje multiplicados, desaceleración económica regional.
El Gobierno, al sacar la palabra “orden” de la carretera central, ha permitido que esta se privatice de facto por los camiones monstruos.