4 de agosto, 2021
Señor Almirante Comandante General de la Marina;
Señor Vicealmirante Silvio Alva Villamón;
Señores Oficiales Almirantes;
Señoras y señores Oficiales Superiores y Subalternos;
Señor Técnico Supervisor Maestro de la Marina de Guerra del Perú;
Señores Técnicos Supervisores;
Señoras y señores Técnicos y Oficiales de Mar;
Señoras y señores Cabos, Marineros y Grumetes;
Señoras y señores miembros del Personal Civil;
Damas y Caballeros;
Querida familia;
Hace más de 41 años, un 26 de febrero de 1980; inicie en esta, nuestra alma mater, el camino de lo que, sin lugar a dudas, resulto la empresa más satisfactoria que podría haber escogido por voluntad propia. Con dieciséis años decidí incorporarme a la Marina de Guerra del Perú, y desde ese primer día, cada experiencia propia del proceso formativo, me lleno de entusiasmo y forjo mi carácter.
Como todo en la vida, la única manera de aprender es con obstáculos, y la carrera que inicié, conjuntamente con CIENTO DIEZ compañeros y amigos, tempranamente nos puso a prueba, y así, dicha experiencia, nos unió, fortaleció nuestros lazos, y esos lazos nos acompañaron durante esta larga travesía.
Me incorpore a la Escuadra conjuntamente con OCHENTA Y NUEVE compañeros, un 26 de diciembre de 1984, y disfrutamos los mejores años de la Escuadra, dotando Fragatas, Corbetas y Submarinos, los cuales no contaban con más de 10 años de antigüedad, y en ese esplendor, aprendimos a ser marinos, aprendimos de nuestros superiores, aprendimos de nuestros subalternos, aprendimos del mar; tiempos en los que navegar era lo cotidiano, pero a la vez comenzamos a experimentar las consecuencias de la barbarie terrorista que poniendo en jaque a nuestro país, obligo a las Fuerzas Armadas a participar en esta lucha, y la Marina no fue una excepción.
Con el esfuerzo inicial e incansable de nuestros Infantes de Marina y nuestros Operadores Especiales, nos toco a todos dar nuestro grano de arena en esa lucha, y así, dotamos los Caimanes, los Tiburones, los Grupos Rotativos de la Fuerza de Tarea 100, los Batallones Ligeros de Combate, los Batallones Ligeros de Infantería de Marina y otras unidades y dependencias en las Zonas declaradas en Estado de Emergencia.
En esta lucha perdimos valerosos hombres, y mi promoción no fue la excepción; la guerra y sus consecuencias, tomo la vida de varios compañeros; pero como todos, sentimos que con la captura de Abimael Guzmán, líder de sendero luminoso, nuestro País se llenaba de esperanza, y con los primeros años, con el auge de nuestra economía, nos entusiasmamos.
Sin embargo, el destino y el olvido, nos haría pasar momentos amargos. Muchos compañeros viven el calvario de procesos interminables, y nuestro sistema judicial ha olvidado nuestro sacrificio; y hoy por hoy, los enemigos del ayer, amparados en nuestra débil democracia, han logrado acceder a los partidos y entidades del Estado, y hoy nuevamente, la incertidumbre crece y nos pone a prueba.
En estas circunstancias, habiendo pasado al retiro por decisión del Presidente Constitucional de la Republica, me toca aceptar la decisión por corresponder de acuerdo a Ley; pero recordando las palabras de nuestro insigne Marino el Gran Almirante del Perú, Don Miguel Grau Seminario, demócrata cabal, quien enfatizo: «No reconozco otro caudillo que la Constitución», le queda a Ud. Señor Almirante, Comandante General de la Marina, seguir la senda de honor y ejemplo del Peruano del Milenio, y como representante de la Institución le corresponde defender el honor de la misma, y por supuesto a la patria entera.
Seria interminable hacer un resumen de los casi TREINTA Y SIETE AÑOS de servicios como Oficial, y nombrar a aquellos superiores que me ayudaron con su ejemplo y que tuvieron, en los momentos difíciles, las palabras de aliento que me impulsaron a seguir adelante; de igual manera a la hermandad submarinista, calificación que escogí, y en donde encontré a mis mejores amigos, que me acompañaron siempre, y con los que disfruté momentos profesionales, personales, deportivos y académicos.
Al culminar mi singladura, no puedo terminar mis palabras sin agradecer primero a Dios, por haber estado siempre conmigo y haber guiado mis pasos, a mis padres y hermanos, y en especial a mi madre, quien supo inculcar en mi los valores que me han permitido llevar mi carrera con honestidad y sentido de justicia; a mis suegros, por su ejemplo e invalorable apoyo; a mis adoradas hijas, Macarena y Paloma, quienes son el mejor regalo que Dios me ha dado, y que alegran cada momento de mi vida, y me siento orgulloso de las mujeres y profesionales en que se han convertido, son mi mejor legado; a Manuel y Rodrigo, por cuidar a mis flores más preciadas; y por supuesto a mi querida esposa Mili, incansable compañera, amiga, consejera, sin ti nada hubiera sido posible, fuiste padre y madre en mis ausencias, fuiste hábil consejera en los momentos mas difíciles, y asumiste con carácter, iniciativa y entusiasmo las diversas tareas que te asignaron como Directora de la Asociación Stella Maris, siempre preocupada por el bienestar de los más necesitados.
A mis superiores, el agradecimiento eterno por sus enseñanzas, a mis subalternos por su invalorable esfuerzo y lealtad, mis éxitos son consecuencia de sus actos, y finalmente a mis compañeros de promoción, que con excepción de Silvio, por razones de la pandemia no nos pueden acompañar, en este nuestro último acto oficial, agradezco su amistad, fue un honor crecer y disfrutar esta aventura llamada Marina con ustedes.
Personal naval, la Marina necesita hombres comprometidos con la Institución, que sin dejar de lado sus propios y entendibles intereses personales, entiendan que somos herederos del ejemplo y la imagen del Peruano del Milenio, y por lo tanto tenemos la gran responsabilidad y el deber de preservar los valores que son intrínsecos a nuestra condición de marinos, actuar siempre con dignidad, honestidad y lealtad, con respeto al superior y al subalterno, pero por sobre todo, con respeto a nuestra Institución y a aquellos que dieron su vida por forjar esta gran nación que es nuestro Perú.
Lampadia