Por: Jorge Abad, Director de la Escuela de Posgrado de UTEC.
Gestión, 8 de junio de 2020
Una de las principales recomendaciones para prevenir el contagio del covid-19 es el lavado contante de manos con agua y jabón, durante al menos 20 segundos. Sin embargo, el acceso al gua potable-indispensable para esta acción tan cotidiana- es todavía un lujo para cerca de 700, 000 ciudadanos de Lima y Callao, de acuerdo a cifras de la Superintendencia Nacional de Servicios de Saneamiento (Sunass).
Esta población vulnerable se ve obligada a pagar hasta seis veces más por el recurso, en comparación con un hogar que posee conexión domiciliaria. Por ello, está expuesta a una serie de enfermedades (como el cólera, dengue o fiebre del Zika) debido al inadecuado almacenamiento del agua. Solo se podrá generar un auténtico avance si el Esado invierte en infraestructura apropiada, para asegurar un servicio idóneo de agua potable en las zonas más alejadas. De esa manera, lavarse las manos, cuantas veces sea necesario, dejará de ser un lujo.
A esta problemática se suma que en la red de tuberías de la ciudad, que alcanza los 30, 000 kilómetros, se pierde el 27.8% del agua potable de Lima, debido a la falta de mantenimiento y control. Este último problema encierra una gran paradoja: en Lima, la segunda capital más desértica del mundo, se desperdician 69,000 litros de agua potable por segundo, de acuerdo a cifras de Sunass. ¿Qué podríamos hacer para mejorar esta grave situación?
Es vital y urgente modernizar nuestra infraestructura de manera estratégica. La investigación cumple un rol fundamental en ello, ya que desarrollarla implicaría tener un entendimiento más profundo sobre la gestión del recurso hídrico , lograr mayor eficiencia en la ejecución y tener bases técnicas más sólidas para los equipos de trabajo. Asimismo, el reúso del agua, su desalinización y una mejor eficiencia en su distribución también son aspectos fundamentales para iniciar los cambios que requiere nuestro sistema. Así, acceder al gua permitirá la prevención no solo del covid-19, sino de enfermedades diarreicas, neumonía, anemia y otros males que aquejan al país. No podemos seguir perdiendo más vidas por no contar con este importante recurso.
Si indagamos en el pasado, Perú ya ha tenido una experiencia similar. De acuerdo a cifras de la organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), durante la epidemia del cólera de 1991, casi 3,000 personas fallecieron a causa de esta enfermedad, agravada por la falta de un saneamiento adecuado y el acceso a agua limpia.
El agua es un derecho, pero hoy es insuficiente para todos los peruanos. La tecnología, la ingeniería y la investigación pueden revertir este escenario.
El Gobierno no es el único actor principal en este proceso de cambio. Lograr mejoras reales en esta situación implica un trabajo conjunto con la industria, universidades y centros de investigación.
Actualmente, diversas empresas peruanas, principalmente en los sectores de industria y construcción, ya han conseguido reutilizar el agua que emplean en sus procesos. Sin embargo, como país, el reaprovechamiento del agua y la mejora de su calidad son todavía un gran pendiente. Actualmente, existen -aun que el número es aún reducido- edificios con plantas de tratamiento que permiten la reutilización del agua. El reto es extrapolar esta tecnología en zona rurales, con edificaciones de bajo costo. Debemos repensar el futuro del desarrollo sostenible de la sociedad. Solo con agua limpia, de acceso a todos los peruanos, podremos combatir futuras enfermedades y retos como la actual pandemia.