El libro de Richard Webb, “Conexión y despegue rural”, publicado luego de una investigación de tres años, revoluciona la percepción acerca del medio rural andino. Revela que en los últimos veinte años se ha producido allí una transformación sin precedentes, una explosión económica de integración al mercado, de incremento de la productividad y de los ingresos. Si el crecimiento del ingreso rural fue de 1,4% anual en promedio entre 1900 y 1993, entre 1994 y el 2011 fue de ¡7,2% anual!
Webb atribuye este resultado principalmente a la explosión de conectividad. Entre 1950 y 1994 se construían 1.000 kilómetros de caminos por año. Entre 1995 y 2011, 3.200 kilómetros anuales. Caminos que ahora no se deterioran, pues su mantenimiento se ha privatizado. Los tiempos para llegar de la capital de distrito a la ciudad más cercana se han reducido a la mitad. Esto ha hecho posible que en los pueblos se instalen colegios, médicos y diversos servicios y comercios. Al revés de antaño, ahora la población de los pequeños pueblos crece al doble de velocidad que las grandes ciudades. Y ellos son los primeros mercados de la nueva producción agropecuaria.
El resultado es histórico. Se han liberado las fuerzas productivas del Ande, que se están integrando, por fin, a la nacionalidad. Y esto tiene que ver, aunque Webb no lo desarrolla, con el cambio de modelo de crecimiento. ¿Por qué en los 70 y 80 no se invirtió en caminos si el gasto público era igual (aunque desfinanciado) como proporción del PBI? Porque había que financiar los proyectos y pérdidas de las empresas públicas y pagar la enorme deuda contraída por una economía que no generaba ingresos fiscales suficientes.
A partir de mediados de los 90 hay más dinero disponible para construir carreteras. No solo eso. El consumo de papa se redujo en el Perú de 100 kilos per cápita en 1970 a 34 kilos en 1990. Esa caída tan abrupta no se debió a una involución de la conectividad, sino a la importación subsidiada de alimentos. Una vez eliminados esos subsidios, el consumo se recuperó hasta más de 80 kilos en la actualidad. El proteccionismo industrial transfería ingresos del medio rural y del interior al sector urbano-industrial. La abolición del proteccionismo produjo, entonces, una redistribución de ingresos rentistas al interior y al medio rural.
El retorno de la inversión minera, por su parte, aumentó los ingresos fiscales y generó mercados internos en la sierra. El canon benefició a las municipalidades, que, además, con los 2 puntos del IGV sin inflación que recibieron a partir de mediados de los 90, pasaron a ejecutar hoy el 40% de la inversión pública total. Antes no pasaban del 5%.
El otro lado de esto es el incremento de la conflictividad. Forma parte de lo mismo. Campesinos empoderados y mejor conectados se levantan contra alcaldes corruptos que no cumplen con caminos prometidos o contra mineras para sacarles una tajada mayor o a las que perciben como una amenaza al agua que necesitan para producir más. Los radicales se aprovechan, pero no saben que la lucha es por mejores condiciones de integración al mercado.