Iván Arenas
Perú21, 10 de octubre del 2025
«Puno es un imperio del capitalismo (a veces salvaje) y de la informalidad. No solo eso. Puno, y en general las regiones del sur, están hechas de instituciones sociológicamente conservadoras».
Phillip Butters se presenta en una radio y casi es linchado por algunos ciudadanos puneños. No es una mayoría, no son el “pueblo” puneño sino una parte, una minoría, pero el hecho es que son. El periodista de la radio local ocupa la plaza de activista rudo y no de entrevistador. Si uno mira la entrevista de cabo a rabo hay muchos enunciados, creencias y pasiones que conforman —para el análisis— una “riqueza narrativa” de lo que sucede en Puno en particular y en general en el sur.
Es cierto que hay una narrativa local potente sobre los sucesos ocurridos entre enero y marzo de 2023, como también es cierto que hubo excesos y un mal manejo del gobierno. De hecho también hubo aprovechamiento de las vanguardias ideológicas que agudizaron las contradicciones para una asamblea constituyente; pero además hubo una mala lectura —tanto de analistas como periodistas— de lo que pasaba al punto que se llegó a decir que Puno “quiere ser boliviana” o que el evismo era la “masa gris” detrás.
Ojo, aquel Puno que votó por Castillo y que se movilizó a favor del golpe “que nunca existió” es la misma región que en 1995 votó por el fujimorismo albertista en más de 65%, que acompañó en el difícil año 2000 al ‘Chino’ y que lo apoyó en 1990. Es curioso, pero quienes sostienen que hay un “sur rojo esencialista” omiten estos y otros datos.
Pero Puno es un imperio del capitalismo (a veces salvaje) y de la informalidad. No solo eso. Puno, y en general las regiones del sur, están hechas de instituciones sociológicamente conservadoras. Las empresas no se explican sin las familias, ni la sociedad sin las tradiciones, la comunidad y la “mano dura”. No hay un “gen” comunista (como la izquierda desde Mariátegui sostiene) sino comunitarista. Pero Puno, la región de voluntad capitalista, votó por Castillo “el comunista” como en su día lo hizo por Fujimori. En otra columna he escrito sobre eso.
Hay otro detalle que acaso aclara mejor la “conducta” puneña. Si uno observa bien lo que pasó en Juliaca y Puno fue una movilización de la “ruralidad” comunal y sureña. Igual pasó en Cusco que venían desde Sicuani y Chumbivilcas. En las ciudades puneñas hubo una minoría ruidosa y urbana (Sutep/Fenate, mercados y transporte local) ¿Por qué se movilizó la “ruralidad” a favor de Castillo? ¿Por qué las ciudades apenas “despertaron” a pesar de la “minoría ruidosa”?
Creo que el apoyo de la “ruralidad” hacia Castillo era, en el fondo, el hartazgo hacia la fallida “promesa liberal” de modernización que se inició con el fujimorismo. Tres décadas después esa “promesa liberal” de modernización nacional llegó a su límite, sobre todo por un Estado que abandonó su fin subsidiario, deficiente, corrupto, sin autoridad ni liderazgo para frenar la inseguridad (por ejemplo) Al mundo rural se le dice que hay dinero (de la minería moderna, otro ejemplo) pero no ve que las históricas brechas se cierran. ¿Está perdido el sur peruano? No. Puno como el sur es “antiestablishment” y demanda, en el fondo, un proyecto nacional/popular, con un Estado fuerte pero no estatista.