Iván Arenas
Perú 21, 7 de noviembre del 2025
«Hoy, como jamás en la historia de la República, tenemos una clase empresarial mestiza y emergente a lo largo y ancho de la patria y —que además— un sector de este ya participa en la CADE a pesar de que pervive el simplismo de decir que el evento suele ser de “blancos y pitucos”».
Decía Mariátegui que “en el Perú no hemos tenido en cien años de república, una verdadera clase burguesa, una verdadera clase capitalista”. Desde un sector político e ideológico se repite todo lo anterior, no obstante en las dos últimas décadas hay un empresariado nacional potente que ha dirigido (y dirige) económicamente el país. No reconocer lo anterior no solo es mezquino, sino que le hace un tremendo favor a algunas posiciones ideológicas que culpan al empresariado nacional de todos los males.
Antes de continuar vale hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué a pesar de “todo” el proyecto republicano persiste? ¿Por qué a pesar de la degradación del espacio público, a pesar de todos los yerros de la clase política en general, de la debilidad de los partidos, de la enorme polarización entre fujimorismo-antifujimorismo y de la crisis en instituciones tutelares, el Perú (y la democracia) aún se mantiene (a pesar de todas las narrativas que sostienen que vivimos en una “curiosa” dictadura)?
La única razón es porque existe una clase empresarial y dirigente que sostiene esa democracia, que no es sino el régimen de la burguesía como indicaba Marx. Allí está la respuesta sociológica de todo el asunto. Es decir, sin burguesía, sin clase dirigente, sin clase empresarial, el país no habría soportado todo lo que hasta ahora.
No obstante vale decir lo siguiente. Hoy, como jamás en la historia de la República, tenemos una clase empresarial mestiza y emergente a lo largo y ancho de la patria y —que además— un sector de este ya participa en la CADE a pesar de que pervive el simplismo de decir que el evento suele ser de “blancos y pitucos”.
Asimismo, vale también hacer la siguiente observación. Hay un capitalismo informal y popular, también emergente que ante la ausencia y/o ante el enmarañado burocratismo salvaje, apoya y apoyó proyectos antiestablishment de corte socialista. Puno, Huancayo y el capitalismo andino sureño o cajamarquino que se movilizó a favor de Pedro Castillo en las pasadas elecciones, es la mejor prueba de ello.
Hoy hay un riesgo de que en las próximas elecciones este mismo capitalismo emergente y popular vote a favor de algún proyecto similar a Pedro Castillo. ¿Por qué? Porque este capitalismo es antiestablishment, a veces identitario, anticentralista en el papel y reclama, sobre todo, un lugar en la mesa del poder empresarial. La encrucijada está en conectar las demandas y aspiraciones de este enorme capitalismo popular con un proyecto de modernización nacional con Estado de derecho y mercados libres.



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