Ismael Benavides
Expreso, 13 de junio del 2025
En simple, la macroeconomía de un país es un grupo de elementos que hacen un delicado balance y que en conjunto hacen que el país se desenvuelva en una forma equilibrada y ordenada en beneficio de población. Solo para reseñar algunos, en primer lugar las políticas económicas para promover el crecimiento económico, sentadas sobre la base de la constitución de 1993, que está compuesto por una serie de variables, entre ellas, inversión, confianza, empleo y consumo, en segundo lugar la política monetaria cuyo fin es una inflación más baja, y que se maneja con el volumen de crédito con que se nutre al mercado financiero y la tasa de interés de referencia, en tercer lugar nuestro sector externo que es el balance de nuestro comercio exterior, entre exportaciones e importaciones, pagos e inversión extranjera, y las reservas internacionales para respaldar al país, y por último pero no menos importante la política fiscal que es el resultado de los ingresos por tributos que recibe el estado, más el endeudamiento interno y externo, y los gastos corrientes y de inversión, más el servicio de la deuda.
Cualquier desequilibrio de uno de los elementos antes mencionados afecta a la economía de un país y a sus ciudadanos. En el caso peruano el gran problema que tenemos es un creciente déficit fiscal que el gobierno prevé optimistamente que llegará a un 2.8% del PBI en el 2025, y seguramente al ritmo de aumento del gasto que va el gobierno será mayor. Muchos se preguntan, ¿Qué importa un poco más de gasto publico si ahora nos estamos sintiendo mejor?, los precios no suben tan rápido, lo salarios están mejorando de a poco, hay algo más de empleo y vuelvo a tener disponibilidad en mi tarjeta de crédito o crédito para comprar una vivienda, ¿qué importa que el déficit suba 2.8 o 3% del PBI? Lo cierto es que, si importa, pues son casi US$10 mil millones que deberán financiarse este año ya sea con menor gasto, que es imposible con un Congreso que está en una farra fiscal de mayor gasto, y un ejecutivo débil, incapaz de pararlo; o con un aumento de impuestos sobre una ya recargada masa de contribuyentes que es apenas 20% de la PEA, y retraería la inversión y el empleo, o endeudamiento del estado, al que ya está recurriendo el gobierno, gracias a que tenemos grado de inversión. Solo con los gastos que ya aprobó el Congreso con la transferencia adicional del 2% del IGV a los municipios, y el aumento de pensiones para los maestros propuesto demagógicamente por la Congresista Flor Pablo y la izquierda, se calcula que la deuda publica pasaría de 31% del PBI hoy a 41% en el 2030. Hoy el peso del servicio de la deuda excede el costo de los servicios de salud, y pronto lo será de la educación y otros sectores, lo cual demuestra que vamos en una dirección gravemente equivocada.
Los déficits fiscales no solo afectan la deuda, toman recursos que normalmente irían a los sectores productivos y los absorbe el estado que es ineficiente e improductivo, en el ámbito externo presionan sobre el grado de inversión y el riesgo país, aumentando el costo de la deuda externa, y por otro lado presionan sobre los precios y el costo de vida al inyectar expansivamente dinero no productivo a la economía. Lo más grave, y que está ocurriendo ahora con las leyes que se están aprobando en el Congreso y aceptadas por el ejecutivo, es la creación de gasto permanente que se vuelve ineludible para los presupuestos futuros, y si se acumulan suficientes de este tipo de gastos, a la quiebra de los equilibrios macroeconómicos el empobrecimiento del país y la eventual necesidad de un doloroso ajuste económico.
El aumento del gasto público es la típica formula de la izquierda, siempre irresponsable, que no le importa quebrar países o empobrecer al pueblo, porque después le echan la culpa a la “derecha empobrecedora y abusiva”; solo basta ver Bolivia o Venezuela. Es hora de que los gremios empresariales y los medios de comunicación responsables se pronuncien sobre el aumento desmesurado del gasto fiscal y exijan mesura en las leyes de gasto al Congreso y pantalones al ejecutivo para poner coto a todas estas iniciativas disparatadas, y los partidos que pretenden ser gobierno mañana, que tengan muy claro que cualquier disparate en el gasto que apoyen hoy les regresará a tomar cuentas en el futuro. La caja fiscal no es infinita y no podemos farrearnos hoy el futuro del país.