La publicación de los resultados PISA es un acontecimiento de resonancia en todos los países que participan de las pruebas. El Perú no es la excepción. Quedamos a la cola de la evaluación de 65 países con el agravante de que casi la mitad de los estudiantes evaluados en matemáticas no llegó siquiera a ubicarse en el nivel 1, el más bajo. No existen estudiantes ubicados en el nivel 6, el más alto, en matemáticas, ciencias y lectura; incluso en ciencias no hay estudiantes en el nivel 5.
Lo positivo es que el país optó por la decisión de continuar en PISA, aun cuando se corren riesgos como el que analizamos. Estas pruebas no son la solución a los problemas de la educación, pero, si económicamente queremos acercarnos al Primer Mundo, tenemos que saber cuánto nos falta para hacerlo.
Más que lamentarnos por los resultados, lo importante es identificar las causas que nos llevan a ellos. ¿Por qué si en este siglo el presupuesto de educación se multiplicó por tres y la matrícula estatal disminuyó en más de un millón de estudiantes, los resultados no mejoran? ¿Por qué tantas reformas y políticas educativas fracasadas? ¿Por qué nunca hay responsables de tales fracasos?
PISA es el pretexto ideal para promover y ejecutar un plan concertado y sostenido en los siguientes años de mejora de los aprendizajes. Pero el Ministerio de Educación debe convencerse de que las responsabilidades que asume desbordan sus capacidades, que solo tendrá éxito si concentra su trabajo en la educación básica, transfiriendo la mayor parte de la educación tecnológica a los gremios empresariales. Organismos tan fuertes y autónomos como el ministerio deben crearse para funciones como el control de la calidad de la enseñanza y la rendición de cuentas, además de un Consejo Nacional de Educación con mayores atribuciones. También son indispensables alianzas con todo aquel que pueda ayudar: empresas y educación privada, universidades y otros centros de formación docente, gobiernos regionales y municipalidades, cooperación internacional, directores, docentes y familias.
El Perú no saldrá bien en PISA y en otras pruebas mientras lo que se enseña sea diferente a lo que se evalúa. El currículo, además de ambicioso y anticuado, no prepara para las competencias que demanda la sociedad en que vivimos; los docentes no están preparados para ese desafío, existe un divorcio entre los programas que los forman y lo que se necesita para trabajar en las aulas. Siendo el Ministerio de Educación el principal empleador, debería imponer estándares mínimos de formación que le impidan después capacitar a docentes que egresan de la carrera sin la formación debida.
Si bien no deberá extrañarnos que los resultados de la Evaluación Censal de Estudiantes 2013 y los del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Enseñanza, a publicarse en los siguientes meses, sigan mostrando la triste realidad de PISA, no esperemos resolver problemas de más de cuarenta años en dos o tres. Demandará tiempo, pero hay que empezar desde ahora, sin improvisaciones, con realismo y humildad, aprovechando lo bueno de experiencias que hay en el Perú y en el mundo. A favor está que el presupuesto crece a un ritmo mayor que la matrícula. De lo contrario, como lo ha dicho el ministro Saavedra, perderemos en competitividad.
Publicado en El Comercio, 10 de diciembre de 2013