Fundación para el Progreso – Chile
Axel Kaiser
Publicado en El Mercurio
22.11.2025
Glosado por Lampadia
Uno de los peores errores que podría cometer José Antonio Kast sería renunciar a su idea de gobierno de emergencia para hacer uno como si los tiempos fueran normales.
La máxima expresión de esta postura es lo que se conoce como gradualismo, la idea de que no deben hacerse cambios radicales debido a que el costo es demasiado alto.
Los gradualistas, como se sabe, fracasaron totalmente con Macri en Argentina y por cierto también con Piñera en Chile, pues ninguno de los dos arregló uno solo de los problemas serios que aquejaban a la población.
Obviamente, el caso argentino era mucho más severo, pero, así y todo, cuando Milei apareció en escena los gradualistas lo despreciaron y anunciaron su ocaso, pues, decían, su terapia de shock no era políticamente viable y además era equivocada económicamente.
Ahora todos ellos guardan silencio frente al éxito colosal de Milei, refrendado masivamente por la población argentina que entendió por fin que para sacar a su país adelante necesitan libertad en serio y reformas que causan dolor en el corto plazo.
Si Kast se confunde y sigue el guion de Chile Vamos, se enfrentará con un colapso muy rápido de su popularidad. Esto no solo porque se le verá como un presidente moderado, algo que rechaza la ciudadanía, sino porque difícilmente podrá hacer cambios de la magnitud que requiere la economía para despegar.
Más decisivo es el tema de seguridad, donde la paciencia del electorado será mucho más limitada.
Si no se percibe determinación absoluta en las medidas y retórica del gobierno y no se ofrecen resultados rápidos, el electorado lo castigará en las encuestas.
Ahora bien, es fácil caer en la tentación gradualista, pues esta, por un lado, deja tranquilos a los gobernantes en el sentido de que están haciendo algo para resolver los problemas y, por otro, minimiza los costos asociados a las medidas.
El problema es que la luna de miel política es muy breve y si no se aprovecha para no generar resistencia, se despilfarra todo el capital político acumulado en el triunfo para cosechar luego una resistencia aún mayor.
Un gobierno determinado, en cambio, que prometió medidas drásticas, contará con el respaldo de quienes lo votaron o al menos con una buena parte de ellos. Kast tendría probablemente un piso de 40% si se mantiene firme y una aprobación mucho más alta si consigue resultados positivos, especialmente en seguridad. Pero si cede ante la idea de recortar rápidamente el gasto estatal, de aplicar estado de sitio en el sur y otros lados, de cerrar la frontera y otras cosas del estilo, su destino será el de Piñera, no porque le hagan un estallido delictual 2.0, sino porque decepcionará a la enorme mayoría que votó por él.
La izquierda, por su parte, se dará un festín señalando que la derecha era pura boca, que es totalmente incapaz de resolver los problemas y, percibiendo debilidad, le hará la vida imposible en las calles, sindicatos, etcétera. Todo ello llevará a que se agigante aún más el Partido Nacional Libertario, por el que muchos querían votar y no lo hicieron por la engañosa campaña del voto útil. En otras palabras, el Partido Republicano se desangrará si se confirma el temor de muchos de que no es más que otro grupo tipo Chile Vamos.
Kast, entonces, debe mantener sana distancia de la élite de economistas, políticos e intelectuales que le sugieren seguir un gobierno de sello moderado, lo que no implica dejar de tomar sus mejores ideas para aplicarlas. En otras palabras y guardando las diferencias, pues la situación es muy distinta, Kast debe decidir si tendrá la energía política de Milei o de Macri.
Esperemos que elija de manera sabia, pues la verdad es que Chile no se cae a pedazos para la élite, pero sí se derrumba para grandes mayorías que jamás han visto un peor contexto en seguridad y que sufren los estragos de la parálisis económica.
Es a ese grupo que deben orientarse las reformas y no al primero, pues es esa la gente que no puede esperar. Lampadia






