Fernando Calmell del Solar
Expreso, 11 de noviembre del 2025
El desarrollo y éxito de un país se sostiene en su capacidad de generación de riqueza, y los llamados a hacerlo somos los empresarios de todos los tamaños. Eso es imposible si se cuenta con un Estado enemigo. En sus inicios, la CADE fue un espacio donde el sector público y el privado dialogaban para ejecutar cambios sustanciales. Con el tiempo, esa idea se fue perdiendo bajo la falsa premisa de que la economía no se mezcla con la política. Ya hace unos años esto empezó a cambiar. En esta edición fui invitado a ser expositor en uno de los paneles y debo decir que, desde su programación, se marcó la intención de volver a las raíces y dejar el falso discurso de las cuerdas separadas. En esta CADE no se dieron diagnósticos, se habló de propuestas, metas y acciones que deben ser ejecutadas cuanto antes.
Se coincidió en la urgencia de que el Estado debe dejar de ser el enemigo del ciudadano; se debe simplificar, eliminar la burocracia y la tramitología. Se dejó en claro también que, sin una reforma total del sistema de justicia, será imposible luchar contra el crimen organizado, la corrupción y la persecución política a los empresarios. Amigos, cuando me tocó exponer sobre la generación de empleo de calidad, dije lo que hemos dicho acá muchas veces: es necesario un cambio de ciclo donde se reformule la formalidad, donde el Estado no vea al ciudadano y al empresario como enemigos. Que en vez de discutir nuevas normas y el aumento del sueldo mínimo, debemos trabajar todos para que el Estado cumpla y se disminuya el costo de vida para permitir el crecimiento y desarrollo de más emprendedores, porque solo a través de la inversión privada se podrán crear más empleos de calidad.
De la CADE que fue, puedo decir que se notó en los empresarios —que conocen el esfuerzo de generar desarrollo desde las empresas que formaron y han hecho crecer— la voluntad de ejecutar y ser parte de ese cambio que todos los peruanos reclaman a gritos.
El CADE que no fue: en cada CADE preelectoral está la costumbre de invitar a los “principales” candidatos (según lo que digan las encuestas) a exponer y debatir sus propuestas. Pero este año, por miedo a no tener nada que decir o por posturas populistas, Carlos Álvarez, Acuña y Keiko decidieron no ir, y Mario Vizcarra canceló a último minuto.
Los que sí fueron dejaron mucho que desear. López Chau, desconectado de la realidad, con un discurso monótono lleno de propuestas para la platea y una pobre capacidad para responder con sustancia.
López Aliaga, por su parte, expuso algunas nuevas propuestas basadas en su desempeño como alcalde, muy a su estilo, pero también demostró ese temperamento o falta de control ya conocido al ser preguntado sobre su gestión municipal y otros temas, evitando así dar las respuestas que todos queremos conocer.
Lo que no fue, es ese espacio que los peruanos reclaman: un lugar de diálogo donde quienes aspiran a ser funcionarios públicos se acuerden de que no son nuestros jefes, que deben trabajar para solucionar nuestros problemas y no los que ellos crean.






