Emmanuel Rincón
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21 de junio de 2023
A finales del siglo XIX Argentina era el país más rico del mundo, sí, no se trataba de que era una economía grande para la región, era, con todas las letras, el país más poderoso en términos económicos del planeta, por encima de Estados Unidos, Alemania, Reino Unido y las potencias habituales. Durante ese tiempo en la capital argentina, se construyeron todo tipo de monumentos y edificios que hoy siguen adornando la que es para mí, por mucho, la ciudad más hermosa y con la arquitectura más fascinante de América Latina, a pesar de que el socialismo implementado desde hace un par de décadas ya ha comenzado a deteriorar el paisaje visual de Buenos Aires.
Para el año 1895, Argentina tenía un PIB per capita de 5,786 dólares, seguido por Estados Unidos y Bélgica en tercer lugar.
Pero, ¿qué pasó?
¿Cómo pasó la economía argentina de ser la más rica a ser en la actualidad la segunda más miserable del mundo (según datos aportados por Bloomberg), solo por detrás de Venezuela?
La respuesta es sencilla: un proteccionismo exacerbado, acompañado de una buena dosis de gasto público, estatización y en definitiva: socialismo.
En aquella época, la Argentina tenía una de las economías más liberales del planeta, aquello propició que los argentinos comenzaran a trabajar en el campo, y a exportar materia prima a Gran Bretaña, quien fue durante muchos años su principal socio comercial. El presidente Julio Argentino Roca fue quizás el mayor artífice del crecimiento económico argentino, en su primer mandato se produjo una expansión de la tierra, el trabajo y el capital, debido a la inmigración que fue muy bien aprovechada, con el otorgamiento de tierras disponibles. En aquel entones la lana de oveja era uno de los principales productos de exportación, y poco a poco la carne argentina fue ganando espacio y una enorme reputación en los mercados internacionales.
Bajo el mandato de Roca se produjo la llamada Conquista del desierto, que anexó al control argentino millones de hectáreas, que posteriormente serían aprovechadas para fortalecer e incrementar la producción y por ende, la economía argentina; durante ese período en la economía de la Pampa, se pasó de cultivar en unos 2 millones de hectáreas, a más de 20 millones; la producción de carne y granos, también aumentaron exponencialmente, y de a poco, Argentina, vendiendo al exterior sus productos, se convirtió en el país más rico del planeta; tal era así, que para ese entonces, el PIB per cápita argentino era tres veces superior al del resto de países de una región subdesarrollada.
Luego de unos años con algunos reveses económicos bajo la administración del sucesor de Roca, Miguel Juárez, quién cayó en el vicio del enorme gasto público, el exmandatario de apellido “Argentino” volvió a la presidencia tras protestas por la afectación de la economía, entonces se volvió a encaminar el rumbo.
Mediante privatizaciones, exportaciones, e incentivos a la producción y el agro, la economía argentina volvió a ponerse sobre ruedas, llegando a ser un par de años el país más rico del mundo. Empezó entonces el proceso de industrialización de la nación, en el año 1914 ya la industrialización representaba el 16 % del PIB.
Argentina fue además un ejemplo exitoso de inclusión migrante: italianos, judíos, portugueses, alemanes, españoles, y guaraníes conformaron el más grueso grupo inmigrante; varios de estos llegaron con capital para invertir, lo que repercutió de manera favorable en el país. Entre la década de 1870 y 1920, más del 70 % de la inversión extranjera en la región, llegó a Argentina.
Sin embargo, la primera guerra mundial y la gran depresión norteamericana, afectaron la economía argentina al perder sus principales socios comerciales capacidad de pago.
El 1 de mayo de 1933 se firma el tratado Pacto—Roca—Runciman que establecía que el Reino Unido se comprometía a continuar comprando carnes argentinas siempre que su precio fuera menor al de los demás proveedores mundiales. Como contraparte, Argentina aceptó la liberación de impuestos para productos británicos al mismo tiempo que tomó el compromiso de no habilitar frigoríficos de capitales nacionales; esto hizo que llegada la segunda guerra mundial, Argentina alcanzara un excedente comercial de 1,7 mil millones de dólares acumulados; y entonces llegó el sujeto que cambiaría para siempre la historia de Argentina: Juan Domingo Perón.
A finales de la década de los 30, justo a un par de meses de dar inicio la Segunda Guerra Mundial un suceso cambiaría la historia de la Argentina para siempre: un desconocido teniente coronel de apellido Perón, serían enviado a la Italia fascista para capacitarse en áreas de economía y otras disciplinas militares; durante el par de años que Juan Domingo estuvo en Italia además de estudiar el modelo político fascista, también fue asignado brevemente a la embajada en Roma; en el interín el teniente coronel aprovechó para acudir en un par de ocasiones a congregaciones y discursos públicos de Benito Mussolini en Piazza Venecia.
De hecho, en una carta enviada por Perón a su cuñada durante su estancia en Italia escribe: “Este gran hombre que es Mussolini sabe lo que quiere y conoce bien el camino para llegar a ese objetivo”.
Al regresar a su país natal, el teniente coronel Perón se hinchó de popularidad al ejercer como Secretario de Trabajo y Previsión, haciendo nexos con los sindicatos de trabajadores socialistas y comunistas del país, consiguiendo negociaciones que “favorecían” a los empleados, la popularidad de Perón fue creciendo hasta llegar a convertirse en vicepresidente, y luego ser electo presidente de la Argentina.
Durante la primera etapa peronista, su gobierno se caracterizó por mantener un exacerbado gasto público que justificaba con “redistribuir el ingreso hacia los más pobres”, y empezar a intervenir con fuerza en la economía.
Juan Domingo Perón empezó a imponer fuertes aranceles a la economía, de hecho, los cuatro principios fundamentales de su discurso fueron: “mercado interno”, “nacionalismo económico”, “rol preponderante del Estado”, y “papel central de la industria”.
Con base en estos principios el presidente argentino procedió a nacionalizar el Banco Central de Argentina en 1946, también fueron estatizadas todas las líneas férreas del país entre 1946 y 1948, que antes pertenecían a empresas británicas y francesas.
Empezó a construir un discurso populista de índole nacional socialista, inspirado en los tiempos que vivió de cerca el fascismo de Mussolini en Italia, y el nazismo alemán de Hitler; de hecho, Argentina durante la era Perón fue acusada de recibir y hacer negocios con los nazis. En ese sentido, la tercera vía que promulgaba Perón, no era otra cosa que un calco del fascismo socialista autárquico ideado por Giovanni Gentile.
Estos “principios económicos”, dieron origen a lo que se conocería más adelante como las “20 verdades peronistas”, que se convirtieron en mandamientos bíblicos para gran parte de los argentinos.
Algunas de las “verdades” más preponderantes en su gobierno eran las siguientes:
- Ningún peronista debe sentirse más de lo que es ni menos de lo que debe ser. Cuando un peronista comienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en oligarca.
- Para un peronista de bien, no puede haber nada mejor que otro peronista
Los dos brazos del peronismo son la justicia social y la ayuda social. Con ellos, damos al pueblo un abrazo de justicia y amor.
- Como doctrina económica, el justicialismo realiza la economía social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social.
- Constituimos un gobierno centralizado, un Estado organizado y un pueblo libre.
Cuando Perón asumió como presidente en el año 1946 había aproximadamente 500,000 trabajadores agremiados; ya en el año 1951 esta cifra había sido elevada a 3 millones.
De esta forma se inició la gran debacle económica argentina, los factores domésticos impulsados por Perón:
Impresión descontrolada de billetes, alto gasto público, inflación excesiva, proteccionismo elevado y un exceso de regulaciones, fueron dañando la competencia empresarial de la nación, pulverizando los márgenes de producción, y derrumbando la bonanza económica, a cambio de una “redistribución de los ingresos”; los argentinos empezaron a empobrecerse, pero tenían al frente a un hombre que les decía que estaba luchando por ellos, algo muy similar a lo que haría años después Hugo Chávez en Venezuela…
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