Diana Seminario
El Comercio, 1 de agosto del 2025
“Si ella obviaba las siguientes cuatro horas de discurso, no pasaba nada”.
El último mensaje de la presidenta Dina Boluarte podría resumirse a los primeros 15 minutos. Si ella obviaba las siguientes cuatro horas del discurso, no hubiera pasado nada, pero ella optó por repetir la historia del año pasado.
En esas primeras 10 páginas del total de 97, Boluarte describió lo que hasta el momento ha sido el logro más importante de su gestión: romper con el modelo estatista y socialista del partido Perú Libre que, paradójicamente, la encumbró en el poder. Si no hubiera sido la primera vicepresidenta de la plancha de Pedro Castillo, nunca hubiera llegado a ocupar la presidencia.
“Por mi profundo amor a nuestra patria renuncié a continuar con un proyecto político que conducía al Perú a una polarización insana, a un enfrentamiento fratricida, a la destrucción del Perú, y que llamaba a la violencia bajo un lema que se puso en práctica: ‘Ahora sí, guerra civil’. […] Perversas ideas sostenidas en la creencia de que la violencia es la partera de la historia sin haber aprendido nada de ella, pues la violencia en donde se ha aplicado ha generado más violencia, muerte y destrucción”.
Boluarte rompía públicamente con el pensamiento marxista-mariateguista del partido que la llevó a la presidencia. Su alusión a la “violencia como partera de la historia” es una clara denuncia al marxismo y en sí misma un señalamiento a los perulibristas que no ocultan su afinidad con la ideología sangrienta de Sendero Luminoso.
“¿Qué hubiera sucedido si no hubiera asumido el gobierno y no hubiera actuado con absoluto respeto al orden democrático y a la institucionalidad? El país estaría sumido en un indeseado vacío de poder con graves consecuencias: elecciones en medio de la violencia y un poder autoritario e improvisado para supuestamente elaborar una nueva Constitución; un país sin inversiones, sin obras ejecutadas, con mayor pobreza, camino a convertirnos en un país fallido como Cuba, Bolivia y Venezuela”.
Más allá de la controversia diplomática con Bolivia, Boluarte hizo una declaración de convicciones, que nunca sabremos si fue circunstancial o movida por un afán de supervivencia ante las protestas desatadas luego de que asumiera el poder el 7 de diciembre del 2022. Lo que sí es comprobable es que –esta vez– los dichos se condicen con los hechos.
Esta Boluarte conversa generó la ira de sus exaliados en el hemiciclo, la que vino acompañada de un vistoso espectáculo para las tribunas.
Esos 15 minutos no estuvieron exentos de sombras como cuando usó el manido recurso de la publicidad estatal. Según Boluarte, tomó la decisión de no destinar “recursos millonarios en publicidad estatal, […] hemos asumido las consecuencias que hoy todos conocen”.
Sin decirlo explícitamente, la presidenta daba a entender que la fiscalización de los medios a su gestión tiene su origen en la ausencia de publicidad estatal. Como si la prensa la hubiera llevado a incrementarse el sueldo en más de 100%. ¿Y acaso es culpa de los medios su falta de transparencia en el caso de sus cirugías estéticas?
Los peruanos hubiéramos agradecido más autocrítica y menos cifras, que por cierto no todas son fruto de su gestión. Para eso, 15 minutos hubieran sido suficientes.