David Tuesta
Perú21, 29 de mayo del 2025
«En lugar de impulsar reformas tributarias estructurales estructurales, como ampliar la base, reducir exoneraciones por 23 mil millones de soles, o enfrentar la evasión del IGV que supera el 36%, se recurre al populismo generalizado».
El manejo de nuestras cuentas fiscales ha sido pieza clave de nuestra tan preciada estabilidad económica. Mientras otros países lidiaban con espirales de deuda y déficits persistentes, el Perú se destacaba por mantener una política fiscal prudente, anclada en reglas macrofiscales claras y consistentes. Hoy este pilar comienza a desmoronarse por decisiones y omisiones que reflejan una peligrosa complacencia institucional.
Es cierto que, en la “foto” actual, el Perú aún se ve bien en términos fiscales, en comparación con el promedio latinoamericano, pero la “película” que ya se empieza a proyectar cuenta otra historia: una de deterioro fiscal sostenido, crecimiento desordenado del gasto, estancamiento de ingresos, y señales políticas espantosas por parte de los que deben cuidar las arcas del Tesoro. La trayectoria es cada vez más preocupante.
El déficit fiscal de 2024 se ubicó 0.8 puntos porcentuales por encima de la meta, pese al contexto históricamente favorable de altos precios de materias primas. El gasto en planillas estatales se ha casi duplicado en una década alcanzando el 7.3% del PBI, mientras los ingresos fiscales siguen estancados. La deuda neta —más reveladora que la bruta— ha pasado de 2.7% a 24.1% del PBI en una década.
El MEF ha anunciado el relajamiento de la regla fiscal, elevando la meta de déficit para 2025 de 2.2% al 2.8%. Peor aún, lo ha hecho en paralelo a respaldar una medida abiertamente antitécnica del Congreso que reduce el IGV del 16% al 14% y eleva el IPM del 2% al 4%, reflejando desorden e inconsistencia. El MEF ha ido experimentando una metamorfosis. Primero, dejó de ser quien se imponía con aplomo ante las locuras del Legislativo. Segundo, transitó al modo “me hago el loco”, y en esta última etapa, ha mutado al “modo aplauso” donde avalo las insensateces que salen del Congreso. Y, como consecuencia de todo esto, lo que antes era impensable —una rebaja adicional en nuestra calificación crediticia o incluso la pérdida del grado de inversión— se va volviendo más plausible.
En lugar de impulsar reformas tributarias estructurales estructurales, como ampliar la base, reducir exoneraciones por 23 mil millones de soles, o enfrentar la evasión del IGV que supera el 36%, se recurre al populismo generalizado. Sin un plan serio de consolidación, no solo se socavará la confianza de los inversionistas, sino también la capacidad del Estado para responder ante futuras crisis. Y si el MEF celebra lo que debería lamentar, y el Congreso legisla como si hubiera una chequera infinita, ¿cuánto falta para que perdamos lo que tanto nos costó construir? ¿Será el momento de decirle bye bye, a la sostenibilidad fiscal peruana?