Berit Knudsen
Para Lampadia
El antagonismo latinoamericano entre “izquierdas” y “derechas”, presenta como valor compartido la Libertad, entendida de forma distinta por cada colectivo.
Isaiah Berlin, filósofo y politicólogo, estudio la libertad política clasificándola en dos grupos: “libertad para” y “libertad de”; traducido al castellano como “libertad positiva” y “libertad negativa”; lo que causa confusión ya que no existen aspectos negativos en ninguna de las dos tipologías y Berlin defendía la libertad negativa.
La libertad positiva es aquella que busca la “libertad para” lograr lo que uno quiere en la vida, con un enfoque comunitario. Pero también implica que el Estado intervenga para hacer posible que las personas tengan acceso a recursos y oportunidades para alcanzar sus objetivos. El rol del Estado es crear un ambiente propicio para lograr el éxito y la felicidad personal, así como el bienestar general de la sociedad.
La libertad negativa, busca la “libertad de” poder tomar decisiones y actuar consecuentemente, sin restricciones o limitaciones externas; sin interferencias. Propicia la necesidad de un Estado que no interfiera, permitiendo el desarrollo de las capacidades para la superación personal y el libre emprendimiento. Cree en la necesidad de un estado pequeño que proteja y respete sus libertades.
El filósofo alemán Friedrich Hegel, decía que la “Libertad Sustancial” se expresaba en las costumbres y tradiciones de una sociedad para buscar el bien común. Consideraba la importancia de la familia en la sociedad, pero no reconocía la libertad individual en la política. Pensaba que el Estado era lo más importante, y que los intereses individuales debían sumarse a los intereses colectivos por el bien común. Sin embargo, nada garantiza que el Estado este formado por “sujetos morales”. Autores como Berlin afirman que darle todo el poder al Estado, sin dejar que las personas tomen sus propias decisiones es una forma de justificar el totalitarismo.
Organizaciones como Freedom House, muestran con preocupación la disminución de la libertad mundial, reportando que 20% de los países se clasifican como “libres”, 55% como “parcialmente libres” y 25% como “no libres”; aumentando la represión política, violación de las libertades civiles y el retroceso de la democracia.
Según el informe de 2022 de la Universidad de Gothenburg, la población que vive en países totalitarios en el mundo ha pasado de 49% a 70% en 10 años; con mayor autocracia electoral.
Estos datos despiertan serias alarmas en la región latinoamericana;
Bolivia, ha sido catalogado como Estado autoritario;
Cuba, Honduras, Nicaragua y Venezuela, lideran el ranking de países con menor libertad de prensa;
La CIDH declara a Cuba como el país con más alta tasa de población penitenciaria per cápita a nivel mundial, 882 personas privadas de libertad por cada 100,000 habitantes;
El profesor Steve Hanke de Cato Institute coloca a Cuba en el primer lugar como el “País más Miserable” en términos económicos del mundo, superando a Venezuela que ocupó ese puesto durante 5 años consecutivos; y la lista continua.
Pero la marea roja sigue creciendo al mismo ritmo que el antagonismo latinoamericano, con países hermanos enfrentados. El autoritarismo, violación de derechos humanos y libertades es denunciado; pero las graves acusaciones parecen no afectar a estos gobiernos que hacen “oídos sordos” y causa común para defenderse.
El gran argumento es la victimización y todos los males son atribuidos al embargo norteamericano, con el antimperialismo como bandera. Ya es tiempo de resolver esa situación que arrastra a toda Latinoamérica, obligándonos a pagar las consecuencias. Lampadia