Ariana Lira Delcore
El Comercio, 26 de agosto del 2025
“Al final del día, no se trata de votar por votar. Sin calidad de voto, la democracia corre el riesgo de quedarse vacía”.
Como ya es costumbre, cuando pensábamos que el panorama político peruano no podía ser más complejo y desordenado, el nuevo año electoral amenaza con elevar aún más el nivel de complejidad de nuestro curioso sistema democrático.
Y es que, como ha reportado Jorge Falen para ECData, el 2026 será el año con más cargos a elegir en los últimos 25 años. Sumando autoridades nacionales –presidente, vicepresidentes, diputados, senadores y parlamentarios andinos– y subnacionales –gobernadores, vicegobernadores, consejeros, alcaldes y regidores–, los peruanos deberán votar para reemplazar a más de 13.000 autoridades. La abrumadora responsabilidad que nos espera para escoger a nuestros gobernantes no solo coincide con un récord histórico de desinterés por la política, sino que complejiza preocupantemente la capacidad de informarnos lo suficiente para emitir un voto que valga la pena. ¿Puede un elector promedio realmente conocer las propuestas de miles de candidatos?
Según la teoría de la ignorancia racional, cuando las personas perciben que el costo de informarse es menor al beneficio, mantenerse en la ignorancia es una decisión racional. Si un ciudadano promedio tuviera que añadir a sus quehaceres incontables horas para informarse lo suficiente sobre las elecciones que vienen y, al mismo tiempo, piensa que su solo voto no incidirá realmente en la elección, exigirle que esté realmente informado no solo es injusto, sino imposible en muchos casos.
Como han advertido la CEO de Datum Urpi Torrado y la politóloga Macarena Costa Checa, la cantidad de cargos a escoger y candidatos postulando, así como las distintas reglas electorales dificultan que la verdadera voluntad del votante se traduzca en la cédula. Si el voto blanco o viciado –intencional o no– fue el gran protagonista en el 2021, preparémonos para lo que se viene. Ahora bien, si de por sí ya es difícil informarse, agreguemos un ingrediente más para el desastre: las ‘fake news’ y el mal uso de la inteligencia artificial durante la campaña electoral. En un escenario donde tres de cada cuatro peruanos desconfían de los partidos, ¿qué tan fácil es que se impongan narrativas que, en lugar de aclarar, desinforman?
Por último, el desorden también podría trascender lo electoral. Si al altísimo nivel de desconfianza hacia los políticos se le suma un contexto en el que las autoridades elegidas llegan al poder con un respaldo débil, la gobernabilidad entrará en alerta.
Al final del día, no se trata de votar por votar. Sin calidad de voto, la democracia corre el riesgo de quedarse vacía. El 2026, claro está, pondrá a prueba no solamente a los partidos y candidatos, sino también a la poca fe que nos queda en la política.