Por: Anthony Laub
Perú21, 19 de febrero de 2021
Alfonso Ugarte dio el salto al vacío más heroico que se conozca. Saltó, abrazado a su bandera para que no sea mancillada por el enemigo, destilando amor infinito por su patria y en defensa del honor peruano, mientras volaba alado al encuentro glorioso de su muerte. Es el único salto al vacío que ha tenido sentido.
El otro Ugarte, Oscar, tomó las riendas del MINSA que su antecesora Mazzetti, arrastró por los suelos y usó vilmente para traicionar a todo un pueblo en una guerra, tan trágica como la del Pacífico.
Mazzetti y antes Zamora (socialistas), encerraron a un país, quebraron miles de empresas, condenaron a la pobreza y enfermedad a millones y negaban a los peruanos que ejerzan su derecho a la salud, sin camas, oxígeno y vacunas; vacuna que ella, no dudó en inocularse antes que todos junto al sátrapa de Vizcarra. Cobardes y traidores.
Oscar Ugarte, montó el caballo que galopa al desfiladero y en un brevísimo acto de cordura heroica, enfrentando a sus amigos socialistas que se relamen con esta tragedia (más pobres y desesperanza, más votos para ellos), y con un grito casi imperceptible anuncia a sus agotadas, heridas y diezmadas tropas, que a falta de municiones estatales para sus fusiles traería munición privada para seguir dando batalla. Luz de esperanza.
Los traidores de siempre, al grito infame e infraterno de la Vero y la IRA, acallan a Ugarte, mientras el general repasa a Vallejo en su santuario y las tropas peruanas ahí siguen muriendo.
¡VACUNAS YA! Dejen que los privados ayuden a resolver lo que ustedes no pueden. Presidente Sagasti, dé la orden. Oscar, no insultes ese heroico apellido. Alfonso no te perdonaría.