Por: Andrés Balta
Perú21, 30 de setiembre de 2021
En reflexiones sobre la revolución francesa, Edmund Burke, escritor y político irlandés, comentó: “Lo único necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada”.
Pero, hay algo peor que no hacer nada. Eso es anestesiar diciendo que es un delirio preocuparse por el avance del comunismo, que felizmente está en extinción en el mundo, porque nunca funcionó, excepto como una justificación ideológica de una cúpula partidaria por sobre una población sometida y sin derechos fundamentales.
¡Las huiflas! El narcocomunismo hace tiempo pasó de excepción a regla, molde y mecanismo globales y, de lejos, debe preocuparnos. Esa mezcla de mafia, comunismo y fascismo nos ocupa para accionar en su contra. Su modelo es Venezuela, su técnica, las maletas de dinero sucio y su mecanismo, el desmontaje, desde dentro, del Estado de derecho, convirtiendo la ley, que está hecha para proteger al débil del Estado, en algo que sirva para proteger al Estado del débil.
Sí al régimen constitucional y no a las normas que destruyen los recursos de la sociedad civil para defenderse del Estado. No queremos la paradoja que la legalidad la impongan desde fuera de la ley, gente que no acepta la democracia ni el régimen constitucional. No queremos ser asustadas, indefensas y empobrecidas personas que dependan del Estado para todo.
El comunismo, aliado del narcotráfico, cuenta con métodos distintos. Ese súper poder, que está detrás y delante de Rusia, China y del eje La Habana-Caracas-Buenos Aires, es brutal, sobre todo a través de los medios.
Desde la caída del Muro de Berlín, la lección, que nunca será suficiente repetir, es: A la izquierda, ni hostia y a la droga, legalización.