Alfredo Torres
Perú21, 10 de agosto del 2025
«El Perú necesita renovar su clase política, pero no de cualquier manera, sino a favor de personas íntegras, con vocación de servicio, capaces de sumar esfuerzos…”.
‘Un espectro recorre Europa: el espectro del comunismo’, escribió Karl Marx en las primeras líneas de su Manifiesto comunista en 1848. Casi dos siglos después, el espectro ideológico que desafía a los políticos tradicionales de Europa y gran parte del mundo democrático ya no es el comunismo, sino el populismo”. Así empieza la sexta edición del Reporte de Populismo de Ipsos 2025, una investigación que se hace cada dos años en más de 30 países, incluido el Perú.
Los resultados son preocupantes en la mayor parte de países estudiados, pero en todos los casos los indicadores del Perú son más alarmantes. Por ejemplo, 56% piensa en el promedio de países que sus sociedades están rotas. En el Perú, 61% tiene esa percepción. En el mundo, 47% cree que su país necesita un líder fuerte, dispuesto a romper las reglas. En el Perú, 57% es de esa opinión.
El populismo se ha vuelto un tema de inquietud en Europa y Estados Unidos en los últimos 10 años, pero la verdad es que en América Latina el populismo es un viejo conocido. Lázaro Cárdenas en México, Getulio Vargas en Brasil y Juan Domingo Perón en Argentina son ejemplos clásicos, pero hubo muchos más en toda la región a lo largo del siglo XX. La saga continuó en el siglo XXI con Hugo Chávez en Venezuela, Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, entre otros.
Para entender el caso peruano es especialmente útil el libro que acaba de publicar el profesor de la Universidad del Pacífico Carlos Parodi, Populismo en el Perú. Parodi hace una minuciosa revisión histórica que se remonta a la elección en 1912 de Guillermo Billinghurst, popular político conocido como ‘Pan Grande’, aunque estima que la verdadera partida del populismo en el Perú se da en 1931, cuando se enfrentan violentamente dos personalidades muy distintas, pero ambas con un discurso populista muy potente: Luis Sánchez Cerro y Víctor Raúl Haya de la Torre.
Parodi disecciona el gran daño que hicieron a la economía del país gobernantes populistas como Juan Velasco y Alan García en su primer periodo, los perjuicios a la institucionalidad de neopopulistas como Alberto Fujimori y los daños que incluso un populista inepto como Pedro Castillo le pudo causar a la gestión pública al hacer 58 cambios ministeriales en 16 meses —en promedio un ministro nuevo cada 8 días—, los cuales a su vez removieron a centenares de funcionarios calificados.
Los populistas suelen tener mucho éxito en campaña y ser populares al inicio de su gobierno, pero terminan consiguiendo lo contrario de lo que ofrecían. El nacionalista Velasco recibió el país con una deuda externa de 15% del PBI y dejó al país mucho más dependiente del exterior, con una deuda externa de 48% del PBI. El candidato del partido del pueblo Alan García recibió el país con una inflación de 158% en 1985 y, luego de controles de precios y aumentos salariales, concluyó su primer gobierno en 1990 con una hiperinflación de 7,500% y una caída en el ingreso per cápita real de más de 20% (felizmente, su segundo gobierno fue la antítesis del primero). El promotor de un Estado interventor Pedro Castillo dañó gravemente la capacidad técnica del Estado durante su infausto desgobierno 2021-2022, afectando especialmente a los más pobres.
Lamentablemente, ser populista en campaña suele servir para ganar elecciones. La tragedia viene después. ¿Cómo hacer para detectar a los candidatos populistas e intentar frenarlos? Los más peligrosos cumplen con al menos la mitad de estas características:
1) Son líderes personalistas que polarizan: si no los apoyas, eres su enemigo.
2) Suelen emplear una retórica emocional, cargada de insultos a quienes consideran sus enemigos.
3) Su narrativa central consiste en acusar a una élite (económica, política o intelectual) de todos los males que sufre el pueblo.
4) Sus propuestas son simplistas, no resisten un análisis costo/beneficio, no están basadas en evidencia, no son sostenibles en el mediano plazo.
5) A veces ofrecen recuperar la grandeza de una época del pasado, así hayan pasado cinco siglos.
6) Así tengan tiempo en política, se presentan como candidatos fuera del sistema, contra el sistema.
El Perú necesita renovar su clase política, pero no de cualquier manera, sino a favor de personas íntegras, con vocación de servicio, capaces de sumar esfuerzos y convocar a los mejores especialistas para la gestión pública. La prensa y la sociedad civil tienen una gran tarea de orientación al elector peruano para evitar que este se deje seducir por falsos “salvadores de la patria”.