Alfredo Torres
Perú21, 19 de enero del 2025
“Levantar artificialmente las diferencias étnicas —como lo hace, por ejemplo, Antauro Humala cuando habla de la ‘raza cobriza’— solo conduce a fomentar el enfrentamiento entre peruanos”.
Cualquiera que se haya hecho una prueba de ascendencia genética sabe que no hay razas puras. Producto de múltiples migraciones y, en el caso peruano, de cinco siglos de mestizaje, todos tenemos “de inga y de mandinga”, como dice aquella expresión atribuida a Ricardo Palma. Por eso —y para no dar pábulo a sentimientos racistas— las preguntas sobre identidad racial se dejaron de hacer en los censos en la mayor parte del mundo desde mediados del siglo XX.
En el Perú, la pregunta sobre autopercepción étnica volvió en el censo de 2017 con algunas categorías discutibles, como “quechua”, que es en realidad una familia lingüística, no una etnia. La cultura chanca, por ejemplo, fue sometida por los incas en 1440 y la chimú en 1470, apenas décadas antes de la conquista de los incas por los españoles. En todo caso, el censo de 2017 confirmó que la mayor parte de los peruanos nos consideramos mestizos (60%) y, en menor medida, quechuas (22%), blancos (6%), afrodescendientes (4%) y aimaras (2%).
El Latinobarómetro 2023 también preguntó por la autoidentificación étnica y encontró que en el Perú la gran mayoría se define como mestizo (75%), seguido de lejos por indígenas (7%), blancos (6%) y afrodescendientes (3%). Es revelador que, cuando no se introduce la opción de respuesta quechua, la mayor parte de la población que vive en los Andes prefiere identificarse como mestiza antes que como indígena. Cualquiera que haya observado el sincretismo de creencias, trajes típicos e instrumentos musicales en una fiesta patronal andina puede dar fe de ese mestizaje.
En el censo que se tiene planificado para este año, debería repetirse la pregunta del censo 2017, añadiendo entre las opciones de respuesta a los asiáticodescendientes (tusán, nikéi), que estaban invisibilizados en ese cuestionario en la opción “Otros”. Lo que se pretende hacer, en cambio, es una aberración metodológica: se quiere retirar de las opciones de respuesta a los mestizos y blancos. Solo si menciona el censado de manera espontánea que es mestizo, blanco o trigueño, se registraría esa identidad dentro del grupo “Otros”.
Como sabe cualquier estudiante de Estadística o Ciencias Sociales, la opción “Otros” se usa solo para categorías de respuestas de muy baja frecuencia. ¡No se puede esconder ahí categorías que fueron contestadas por dos de cada tres peruanos en el censo anterior!
Para medir el enorme sesgo que introduciría la manera de preguntar proyectada por el INEI, Ipsos hizo la pregunta de identidad étnica a la mitad de su muestra nacional con la pregunta de 2017 y a la otra mitad con la pregunta tendenciosa proyectada para el censo de este año. Como manda la metodología, ambas muestras fueron exactamente iguales en su distribución geográfica y demográfica. Los resultados fueron elocuentes. Mientras la muestra con la pregunta de 2017 obtuvo resultados similares a los de ese censo (con las variaciones previsibles dentro del margen de error), la pregunta proyectada para el censo 2025 obtuvo resultados inverosímiles.
Con la pregunta sesgada, los quechuas “crecieron” a 38%, otras etnias de origen americano (aimaras, amazónicos, etcétera) a 13%, los afroperuanos a 11% y, en cambio, los “Otros” (mestizos, blancos, trigueños, etcétera) se redujeron de 66 a 24%. En este grupo, 13% se identificó espontáneamente como mestizo, 6% como trigueño y 2% como blanco. Además, 14% no respondió a la pregunta, precisamente por no sentirse reflejado en las opciones de respuesta. Una manipulación tan grosera pone en riesgo la credibilidad de todo el censo y del propio INEI que hasta ahora mantiene el proyecto de cuestionario en secreto, lo que también es inaceptable.
Levantar artificialmente las diferencias étnicas —como lo hace, por ejemplo, Antauro Humala cuando habla de la “raza cobriza”— solo conduce a fomentar el enfrentamiento entre peruanos. La mayor riqueza del Perú está en la interacción e integración de sus culturas, como lo demuestra el éxito de su gastronomía. El Perú es un país “de todas las sangres”, como decía José María Arguedas. El mestizaje es nuestra mayor riqueza. No permitamos que sea invisibilizado.