Gestión, 13 de noviembre del 2025
Camila Vera Criollo
El principal comprador de esta fruta en el mundo es el país asiático. Para este año se estima que alcance un récord histórico de 600,000 toneladas. Su principal proveedor es Chile, que envía el 91% de su producción.
El campo peruano podría sumar un nuevo protagonista a su lista de potenciales cultivos de exportación: la cereza. Tras una década de ensayo y error, el 2026 se posiciona como el año indicado para que, al fin, vea la luz la variedad adaptada a las condiciones climáticas.
El descubrimiento promete impulsar, a largo plazo, el circuito que exige expedir esta fruta hacia los mercados internacionales. En esa línea, China cobra una relevancia especial.

La variedad adecuada
Gabriel Amaro, presidente de la Asociación de Gremios Productores Agrarios del Perú (AGAP), precisó la respuesta del sector ante un cultivo que lleva al menos 10 años como pendiente en la agenda agrícola.
“Hay varias empresas que en su proceso de diversificación están probando, en zonas aparentes para la cereza, variedades que puedan adaptarse. Algunas en Arequipa, Huancavelica, la frontera con Ica, pero en la zona más de sierra. Se necesitan condiciones especiales de luz y de temperatura”.
Al respecto, le adelantó a Gestión: “Estoy seguro de que el próximo año tendremos la buena noticia de haber encontrado la variedad adecuada. Se está trabajando para ello”.
César Romero, especialista de la Dirección de Estudios Económicos de la Dirección General de Políticas Agrarias del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri), reforzó la premisa, pero precisó un dato: “Se estima que la primera cosecha podría darse en el 2026, aunque para consolidar su volumen de carácter comercial van a pasar más o menos entre 7 y 10 años”. Y enumeró otras zonas actuales de prueba: Huaraz, Huancayo y Ayacucho.
Cabe resaltar que los cerezos acondicionados genéticamente –usuales para la agroexportación– tardan entre 3 y 5 años para dar fruto; a diferencia de los cerezos cultivados desde semilla, cuyo rango de producción es de 7 a 10 años.
El especialista agregó: “Una vez que se identifique la variedad, se tiene que empezar a desarrollar el cultivo y ver su rendimiento. […] Luego hay que firmar protocolos fitosanitarios para poder acceder, si es un producto fresco, a los mercados de destino, con certificaciones de calidad e inocuidad».
Incluso explicó por qué, a lo largo de una década, las investigaciones han caminado a paso lento: “Posiblemente, por exceso de calor, una variedad que es tan sensible que se malogra; la floración es muy limitada, entonces su rendimiento cae. O sus tamaños no son lo suficientemente grandes, aceptables, técnicamente hablando, para los estándares internacionales”.
Romero, asimismo, estableció un símil con otros productos agrícolas de piel suave: “La cereza actúa diferente al arándano, que se ha adecuado muy bien, al igual que la frambuesa y la fresa. La cereza es mucho más delicada”.
Mercado chino
Amaro subrayó que “el principal comprador de cereza es China”. En efecto, para este año se estima que el gigante asiático alcance un récord histórico de 600,000 toneladas. Su principal proveedor es Chile, que envía el 91% de su producción.
Perú podría competir, posteriormente, siempre y cuando su esfuerzo apunte a nutrir el factor calidad, uno que cubra los requerimientos internacionales: “Teniendo el producto, necesitamos abrir el mercado. Si abrir el mercado demora años, va a demorar años desarrollar el cultivo. En cambio, si las autoridades hacen su labor técnica junto con nosotros, los productores, y, por otro lado, hacen su labor diplomática con los países, puede ser muy rápido el acceso al mercado de la cereza”.
El país cuenta con la opción de aprovechar la ventana de conectividad que brinda el megapuerto de Chancay. Por esta vía, un producto puede tardar aproximadamente de 21 a 23 días en llegar. Antes de la inauguración, dicha travesía podía tomar entre 33 y 40 días.
Por su parte, Romero recordó que este acercamiento comercial ya está en curso: “A China ya le hemos enviado ciertos volúmenes pequeños que se han cosechado, pero no es nada. Todavía no podemos hablar seriamente de una industria de la cereza”.
Pese a los avances, continuar con la investigación científica es un paso que no se puede detener, aseguró a su turno el vocero de la AGAP: “Además de todo, necesitamos adquirir más variedades de material genético”.






