¿Formar gobierno a cualquier costo?
Jaime de Althaus
Para Lampadia
Es conocido que un régimen parlamentarista es superior al presidencialista desde el punto de vista de la gobernabilidad, por la sencilla razón de que en ese régimen el gobierno tiene por definición mayoría en el Congreso, desde el momento en que el jefe del gobierno (presidente o primer ministro) es el jefe de la mayoría congresal.
El problema se presenta, en ocasiones, para formar gobierno, cuando hay muchas bancadas y no hay una mayoría clara, y para formar gobierno se hacen concesiones perjudiciales para el futuro del país.
Es lo que está pasando en España. Esa democracia solía tener un sistema relativamente bipartidista (Partido Socialista Obrero Español -PSOE- y Partido Popular -PP), pero un sistema electoral basado no en distritos electorales pequeños uninominales como otras democracias estables sino plurinominales, sumado al desgaste de los partidos tradicionales, ha llevado a un multipartidismo mezclado con partidos regionales cuasi separatistas.
En la Cámara de Diputados actual elegida hace tres meses, hay nueve bancadas.
El PP ganó las elecciones generales, pero no obtuvo el número de escaños suficiente para formar mayoría.
El Rey le encargó al líder del PP, Alberto Nuñez-Feijóo, formar gobierno, pero no pudo conseguir el apoyo de otros partidos para sumar la mayoría necesaria.
Entonces le pidió a Pedro Sánchez, líder del PSOE, que había quedado en segundo lugar, que formara gobierno.
Pues bien, para hacerlo, Sánchez está negociando con partidos de izquierda y con partidos regionales. Pero para conseguir el apoyo a su investidura, tiene que hacer concesiones que a todas luces son perjudiciales para la institucionalidad y la economía española, cuando no inmorales.
Por ejemplo, los dos partidos nacionalistas catalanes le exigen una amnistía para los líderes procesados y sentenciados por el intento separatista concretado en el referéndum y en la declaración unilateral de independencia del 2017.
No es solo que, si se otorga la amnistía, se abre la posibilidad de que se abra nuevamente un proceso independentista, sino el rechazo moral que genera el que pueda otorgarse la amnistía no como resultado de un consenso nacional por la reconciliación y a cambio de la integración, sino solo como una medida del presidente del gobierno para permanecer en el poder. Con el agravante que el líder separatista, Carles Puigdemont, está pidiendo además que junto con la amnistía se les devuelva a los implicados siete millones de euros depositados y se reconozca a Cataluña como Nación.
De otro lado, para asegurar el voto del izquierdista partido Sumar (ex Podemos Unidos), Sánchez firmó un pacto con su lideresa Yolanda Diaz acogiendo sus propuestas de reducir el número de horas de trabajo semanales sin reducir las remuneraciones, al mismo tiempo que se sube el salario mínimo y se endurecen las causales de despido. Es decir, la combinación perfecta para llevar a la quiebra a muchas empresas pequeñas y medianas y para socavar la competitividad de la economía española en general.
Lo que golpea la razón democrática es que un líder que no ganó las elecciones pueda formar gobierno haciendo concesiones atentatorias contra la integridad de la nación y la economía españolas. Todavía no lo ha logrado, pero esas son las reglas.
En conclusión, si bien un régimen parlamentarista facilita la gobernabilidad, en ocasiones para formar gobierno, cuando hay muchas bancadas, se pactan decisiones negativas para el futuro del país. Lampadia