Jaime de Althaus
Para Lampadia
El gabinete Torres no hará sino agravar la descomposición del Estado y la precariedad del gobierno. Es de una base aún más estrecha que el anterior, y de relativamente menor calidad. Una receta para seguir marchando al abismo.
Pedro Castillo no aprende. Designar al atrabiliario, confrontacional y ocasionalmente desaforado Aníbal Torres en la presidencia del consejo de ministros es una temeridad.
Para comenzar, Torres es una persona que se exalta y pierde los papeles muy fácilmente. Es un gran defensor de la pertinencia constitucional de la asamblea constituyente. No sería de extrañar que vuelva con esa monserga sobre todo si busca tener el beneplácito de Vladimir Cerrón, que siempre denostó al ex ministro de justicia.
Según el renunciante ex vice ministro de Justicia Gilmar Andía Zúñiga, Aníbal Torres desarrolló acciones sin precedentes para el debilitamiento institucional y técnico de ese ministerio. Impuso “el autoritarismo, el menosprecio al trabajo técnico y el maltrato injustificado” hacia los profesionales que integran los equipos.
Torres no tuvo escrúpulos para despedir a funcionarios íntegros y capaces como el ex procurador Daniel Soria y la ex jefa del INPE Susana Silva Hasembank, simplemente porque tomaron decisiones correctas en ejercicio de su autonomía.
Pero es chotano, así como los ministros de Defensa e Interior, chotanos o cajamarquinos. Castillo sólo confía en sus paisanos y se somete a las sugerencias de Vladimir Cerrón, que coloca a dos funcionarios del gobierno regional de Junín y militantes de Perú Libre en los ministerios de Salud y de Energía y Minas.
Es decir, la base del gobierno se estrecha cada vez más, como decíamos, condenándose a una agonía que no hace sino dañar gravemente el devenir nacional. Pedro Castillo no fue capaz de abrirse a nuevas fuerzas y orientaciones como hubiera supuesto la designación de una persona como Jorge Nieto, por ejemplo. Cerrón puso el veto y nada pudo hacer.
No solo eso. Pierde al único ministro de izquierda relativamente eficiente, Hernando Cevallos, y para ser reemplazado por Hernán Condori que, según el Doctor Huerta, es un charlatán. El gabinete es de menor calidad aun que el anterior, si tal cosa es posible. La ministra de Energía y Minas, que reunía calificaciones, es reemplazada por el cerronista director de energía y minas del gobierno regional de Junín, mientras el bloqueo a Las Bambas llega a su día 14 con el aviso de que las operaciones se paralizarán, por segunda vez en dos meses, el 20 de febrero. Pésimo cambio. En el ministerio de Desarrollo Agrario ingresa un congresista de Perú Libre de la facción magisterial. Habría que preguntar qué sabe de agricultura.
Al mismo tiempo, permanece en el ministerio de Transportes el inefable Juan Francisco Silva. Lo más probable es que con el nuevo gabinete se agrave el asalto patrimonialista al Estado por parte de partidarios sin preparación y por intereses informales y hasta delincuenciales. El nombramiento de un ministro cajamarquino en Interior podría indicar la voluntad de seguir controlando las investigaciones a personajes del oficialismo y al propio presidente. La degradación de la calidad del Estado no se detendrá.
La única noticia positiva ha sido la permanencia de Oscar Graham en el ministerio de Economía. Pero tendrá que exigir que el gobierno abandone la locura ideológica de la asamblea constituyente y otros proyectos intervencionistas, y que eso se anuncie claramente, si quiere que sus políticas para reactivar la inversión y la economía, que necesitamos a gritos, funcionen. Lampadia