Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Lima, 16 de diciembre de 2022
Para Lampadia
El atributo más característico de todo corrupto es el cinismo. Efectivamente, los corruptos – por definición – son cínicos. Y los cínicos no tienen vergüenza de nada. No reconocen sus faltas. No tienen propósito de enmienda. En ese sentido, los corruptos no tienen cura. Por ello, no tiene sentido dialogar con ellos. ¿Para qué perder el tiempo?
Ahora bien, en el caso de Pedro Castillo – valgan verdades – el cinismo le venía de atrás. Al menos – que yo sepa – desde el año 2017, cuando siendo dirigente sindical, lideró la famosa huelga magisterial que malogró injustamente el año lectivo de millones de niños y jóvenes escolares, en todo el territorio nacional.
En aquella oportunidad – aparte del vandalismo dirigido por él mismo – Castillo se hizo famoso por el recordado “¡tírate!” … y se tiró. Se tiró al suelo para simular una agresión policial inexistente. O sea, cinismo total. Sinvergüencería a tope.
No obstante, su actuación en el reciente intento de Golpe de Estado superó todas las expectativas.
“No recuerdo nada del mensaje golpista.” “Me drogaron para que leyera el mensaje.” “Me apuntaron con una pistola.” “Soy víctima de una conspiración.” Todo eso – y mucho más – ha dicho cínicamente para defender lo indefendible.
Lo bueno es que todo le salió al revés. Tanto que ahora Castillo está en la cárcel. En tal sentido, el Poder Judicial debe procesarlo penalmente y castigarlo como corresponda. ¿Cuántos años pasará en prisión? Pues los que merezca un vil aprendiz de tirano, capturado en flagrancia por sedición, corrupción, ladrón… ¡y todo lo demás! Incluso, la pena que reciba Castillo debe servir de escarmiento para que nadie jamás ose repetir una aventura similar en nuestro país.
Lo cierto es que – aunque parezca mentira – ¡Castillo está en la cárcel! ¡Cómo no valorar y agradecer a las instituciones tutelares del Estado, las cuales respondieron ejemplarmente frente al pretendido Golpe de Estado!
Me refiero al Congreso de la República, a las Fuerzas Armadas y Policiales, al Ministerio Público, al Poder Judicial, al Tribunal Constitucional, entre otras. Y por el lado civil ¡cómo no valorar y agradecer a todos los que rechazaron el intento golpista!… la prensa, los gremios y asociaciones de la sociedad civil, los peruanos que marcharon y protestaron contra la corrupción del presidente Castillo, la ciudadanía en general.
Repito. Lo que hemos logrado los peruanos en estos últimos días es extraordinario. Castillo – el corrupto, cínico, mentiroso, y encima golpista – ya no es más presidente del Perú. ¡Está preso! Y lo estará hasta ¡sabe Dios cuándo! Su pandilla también cayó: ministros, asesores, familiares, amigos, etc. Todos sus prefectos y subprefectos también. Es cuestión de tiempo para que veamos a varios de ellos en la cárcel. Más aún, se viene el adelanto de elecciones generales. ¡Cómo que no es extraordinario lo que estamos logrando!
Los bloqueos de carreteras y actos vandálicos recientes son consecuencia de la caída de Castillo. A ese respecto pregunto: ¿se podía esperar otra reacción de ese 20, 25, 30% de peruanos que lo respaldaban? ¿Acaso el narcotráfico, la minería ilegal y los políticos y empresarios corruptos no pierden con la caída de Castillo? ¡Claro que sí! Ahora – vacado y preso Castillo – el desafío es vencer a los vándalos.
Lo bueno – siempre hay que ver el lado bueno de las cosas – es que el 70% de peruanos repudiamos a Castillo y su pandilla. Y 70 es más que 20, 25 o 30%. Así que somos más – muchos más – los que valoramos la caída de Castillo.
Obviamente, debemos lamentar las cuantiosas pérdidas humanas y patrimoniales. ¡Cómo no lamentar las veintitantas muertes y centenares de compatriotas heridos! Muchos de ellos, valerosos soldados y policías. ¡Como no llorar la muerte de aquellos bebitos que quedaron atrapados en los bloqueos! ¡Cómo no deplorar que millones de peruanos hayan perdido sus salarios la semana pasada, por no poder llegar a sus centros de trabajo! ¡Cuánta carga podrida y perdida por los bloqueos! ¡A cuánto ascenderán los daños a las instalaciones saqueadas y destruidas por los vándalos! Me refiero a aeropuertos, carreteras, ferrovías, fiscalías, comisarías, locales municipales, centrales hidroeléctricas, plantas de distribución de gas, plantas industriales, centros comerciales, maquinarias, vehículos y demás. ¡Atroz!
Sin embargo, todo parece indicar que la Policía y las Fuerzas Armadas están logrando dominar al monstruo. Entonces ¿cómo no apoyarlos y agradecerles por jugarse la vida por nosotros? ¿Qué tiernas aquellas escenas de la gente maravillosa – jóvenes la mayoría – entregando galletas y gaseosas a los policías y soldados? ¡Un aplauso para todos ellos!
A lo que quiero llegar es que – en las actuales circunstancias – debemos ver el vaso medio lleno. Después de la caída de Pedro Castillo (por golpista) los peruanos – mayoritariamente – hemos demostrado que repudiamos el cinismo, la corrupción y la sinvergüencería. Y ¡eso es bueno… muy bueno!
Y es bueno también – extraordinario – que aquel sinvergüenza al que le ordenaron “¡tírate!” y se tiró, “¡lee!” y leyó, no sea más – nunca más – presidente del Perú.
¡Bravo peruanos! Sigamos así: firmes, unidos y felices. ¡Viva el Perú! Lampadia