Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Lima, 6 de marzo de 2023
Para Lampadia
La pregunta que los peruanos debemos hacernos es: ¿acaso más Estado ha significado más bienestar para nosotros? Porque más Estado… ¡vaya que tenemos! El Estado – nuestro Estado – se ha atiborrado de “servidores públicos” indolentes, ineptos y corruptos. El entrecomillado es adrede porque muchos “servidores” no son – para nada – serviciales y eficientes. Y menos, honestos. Ciertamente hay funcionarios públicos serviciales, eficientes y honestos. Pero ellos no son el problema.
El problema son los burócratas que todo lo traban. Aquellos que maltratan a la ciudadanía a más no poder. Aquellos que le brindan pleitesía al dios soborno. Aquellos que se sirven de la ciudadanía, en vez de servirla.
Por ellos – por los malos funcionarios del Estado – los servicios públicos están como están. Me refiero a servicios como salud, educación, seguridad ciudadana, justicia, etc. Por ellos, muchas inversiones públicas están paralizadas. Por ellos, las inversiones privadas avanzan a paso de tortuga. Muchos peruanos no están conscientes de que gran parte del presupuesto público se destina al pago de remuneraciones de esa burocracia parasitaria, la cual crece día a día.
El problema se ha agravado por la proliferación de instituciones públicas. Básicamente Ministerios, Organismos Públicos Descentralizados (OPD´s), y Municipios Distritales. Tenemos 19 ministerios, alrededor de 70 OPD´s y 1,874 municipios distritales en el país. Pero eso no es todo. Hay en proceso de creación ¡120 nuevos distritos a nivel nacional!
En los últimos 22 años la burocracia estatal no esencial – es decir, excluyendo a médicos y enfermeras, maestros, policías y militares, y jueces y fiscales – creció 11 veces (de S/. 3,500 millones en el 2000 a cerca de S/. 39,000 millones el año pasado).
Mientras que la recaudación fiscal a cargo de la SUNAT aumentó 7 veces en dicho período (de S/. 25,000 millones en el 2000 a S/. 180,000 millones en el 2022).
O sea, estamos aumentando desmedidamente la burocracia administrativa del Estado en desmedro de los servicios de salud, educación, seguridad y justicia. Y ni qué decir de las tan necesarias inversiones en infraestructura pública.
¿Qué sentido tiene que tengamos – por un lado – un Ministerio de la Producción, ¿y – al mismo tiempo – un Ministerio de Energía y Minas, ¿un Ministerio de Agricultura, y ¿un Ministerio de Comercio Exterior y Turismo? ¿Acaso no todo es “Producción”? En vez de cuatro, podríamos tener un solo ministerio que agrupe a todos.
¿Para qué tenemos Ministerio de la Mujer? ¿Y qué decir del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social? Un solo ministerio debería cubrir – con mayor eficiencia – todos los programas sociales. La verdad que tenemos ministerios por demás. Y como se sabe, a más ministerios… más burocracia. Y a más burocracia… más corrupción.
Algo parecido pasa con los distritos.
Colombia tiene 50 millones de habitantes y 1,000 distritos en todo el país.
Nosotros somos 33 millones de peruanos, pero tenemos más distritos que Colombia. ¡Casi el doble!
Bogotá – y Lima – tienen alrededor de 10 millones de habitantes, cada una. Son ciudades enormes.
Sin embargo, Bogotá tiene un Alcalde y un Consejo Municipal para todo el territorio metropolitano.
Mientras que Lima cuenta con un Alcalde Metropolitano y su Consejo Municipal… más 43 Alcaldes Distritales con sus respectivos Concejos Distritales.
¡Y lo mismo se repite en TODAS las provincias del interior del país! O sea… burocracias por las puras.
¿Se imaginan cuánto dinero habría para pagar mejor a maestros, médicos, enfermeras, policías y jueces; y para invertir más en carreteras, escuelas y hospitales… si elimináramos toda esa burocracia redundante?
¡Disolver! ¡Eliminar! ¡Reducir! ¡Desaparecer! ¡Fusionar! Llamémosle como queramos. Pero para salir del caos burocrático – y presupuestal – en el que nos encontramos, tenemos que fusionar ministerios y reducir drásticamente las burocracias estatales. ¡No a la proliferación de instituciones públicas – inoperantes y costosas – a lo largo y ancho del país!
¡Quién se atreve a tomar al toro por las astas… y reducir – drásticamente – el cardumen burocrático en el Estado!
¡Quién se atreve a gobernar para servir a la ciudadanía, en vez de servirse de ella!
¡Quién se atreve a transformar nuestro Estado de Malestar a un Estado de Bienestar!
Lampadia