El Ejecutivo presentó el proyecto de Ley del Servicio Civil y el Congreso procedió a aprobar la iniciativa y el Presidente la promulgó. De una u otra manera, se rompió la inercia y la mediocridad de la política peruana. Al César lo que es del César. Así como criticamos la frustrada compra de La Pampilla, ahora, nos toca aplaudir. Así como criticamos las Normas Contra-Propósito del Congreso, como La ley de comida chatarra, y el cuoteo estéril de los congresistas para elegir a los miembros del Tribunal Constitucional, del Banco Central de Reserva y al Defensor del Pueblo, hoy, como se dice, reconocemos que el Legislativo no se ha dejado amilanar por las protestas y bloqueos de carreteras que las minorías burocráticas y mafias sindicales impulsaron para imponer su voluntad a las mayorías silenciosas.
«La nueva ley establece que más de medio millón de trabajadores del Estado serán evaluados periódicamente y quienes desaprueban en tres exámenes, previa capacitación, no seguirán en la administración pública. Es decir, un sistema basado en la meritocracia. Sin temor a equivocarse, se puede afirmar que la nueva ley del Servicio Civil se constituye en uno de los pilares de la imprescindible reforma del Estado que necesita el país para continuar con los procesos virtuosos que desarrollan el mercado y la inversión privada desde dos décadas atrás, pero que necesitan ser acompañados por un Estado Moderno.
Es más, diversos intelectuales y analistas señalan que el Estado es una rémora que obstaculiza las inversiones y las iniciativas de la sociedad con una pesada tramitología, procedimientos y demandas que nada tienen que envidiar a los más terribles procesos kafkianos. No hay error cuando se afirma que, en las últimas décadas, el mercado aprueba con nota sobresaliente y el Estado sale desaprobado. Peor aún, cuando se trata de un Estado que cuenta con enormes recursos fiscales -como pocas veces en nuestra historia-gracias al crecimiento económico y tributación de los peruanos.
Aprobar la ley del Servicio Civil es romper la inercia del estatus quo estatal, pero tampoco significa que, con esta sola medida, se cumple con la Agenda Pendiente en educación, infraestructuras, institucionalidad y clima de inversión. Hemos dado un gran paso y valen las felicitaciones, sin embargo sería gravísimo caer en el conformismo, o dar marcha atrás frente al embate radical.
Esta vez la política ha cumplido, aunque nos ha dejado absortos la conducta del fujimorismo y del aprismo, que se han opuesto a la nueva ley con el mismo perfil populista de las izquierdas y las minorías sindicales. Es evidente que, en la mayoría de partidos políticos, no hay una idea de país y de sociedad. A algunos solo parece interesarles los codazos, las zancadillas y las mañas electorales.