Nuestra biblioteca virtual: Recursos Naturales y Desarrollo sigue creciendo semana a semana con las contribuciones del Centro Wiñaq. Estas contribuciones al debate nacional, tal como esperábamos, están generando diversas reacciones en las redes sociales. Algunas, por supuesto, basadas en lecturas interesadas y, otras, en defensa de las ideologías que sustentan buena parte de la acción de los grupos anti-mineros. Ideología que pretendemos combatir con información y análisis que empodere a nuestros lectores con los mejores elementos posibles para que cada uno pueda desarrollar su propio criterio.
En esta ocasión, el siguiente artículo describe las diferencias conceptuales y de acciones entre el ambientalismo no-ideologizado y el ambientalismo ideologizado.
La historia de una corriente que llegó tarde a la historia
Los anti-mineros peruanos se presentan a la sociedad como ambientalistas, pero sus motivaciones predominantes son políticas e ideológicas.
Como no pueden decir abiertamente sus ideas anti-sistema, ellos presentan los componentes ambientalistas de su pensamiento como su identidad ética. En la práctica, el ambientalismo de los anti-mineros les sirve como escudo moral para justificar su accionar conflictivo.
La tragedia intelectual de los anti-mineros es que ellos llegaron tarde al ambientalismo. Llegaron cuando el movimiento ya se había institucionalizado, cuando la mayoría de los temas ambientales ya se canalizaban vía instituciones y empresas, y se acercaron a los rezagados, a los más ideologizados dentro de las corrientes internacionales.
Lo que pasó es que después de la victoria moral del ambientalismo, ante la opinión pública en el primer mundo, en los 80 y 90, los reclamos principales del movimiento ambientalista original se institucionalizaron, quedando los grupos anti-sistema como los más visibles.
La afinidad de los anti-mineros es con las corrientes, que usan el ambientalismo como sustitución del marxismo. Si estuviéramos en 1970 ó 1980, ellos serían marxistas. Pero en 2016, ellos son anti-sistema con escudo moral ambientalista.
Los dos tipos de Ambientalismo
El ambientalismo es un movimiento que se origina a fines del siglo 19, en los países desarrollados, como una respuesta crítica a la revolución industrial, pero que llega a adquirir gran fuerza a partir de 1970.[1]
Entre los ambientalistas, ha habido siempre una gran diversidad de posturas filosóficas sobre la naturaleza y sobre la relación entre el hombre y su entorno. A pesar de la divergencia de filosofías, es posible clasificar a los ambientalistas en dos grandes tendencias, los no-ideologizados y los ideologizados.
Para los ambientalistas no-ideologizados el problema era la destrucción del ambiente. Ellos eran, principalmente, ambientalistas, y su foco estaba en modificar las leyes, prácticas humanas y prácticas empresariales para asegurar la protección del ambiente: prohibición del uso del DDT, paralizar la fabricación de CFC, procesamiento de desperdicios, reclamación de estudios de impacto ambiental en los proyectos económicos, etc. En el Perú, Antonio Brack Egg, ex Ministro del Ambiente, fue una muy respetable expresión de ese ambientalismo no-ideologizado.
Para los ambientalistas ideologizados, los problemas ambientales son manifestaciones de cuestiones políticas, sociales, filosóficas, económicas y culturales, y no pueden ser resueltos sin la realización de cambios radicales en la sociedad. Para ellos las actividades empresariales, el libre mercado, la familia patriarcal, el antropocentrismo, etc., son los verdaderos problemas, y su foco es el cambio del sistema socio-político. Uno de sus lemas en la reunión reciente del Banco Mundial en Lima (2015) fue: “No cambiemos el clima, ¡cambiemos el sistema!”. Cien años atrás el objetivo de las corrientes ideologizadas era muy similar, cambiar el sistema socio-político (capitalista), aunque la justificación era la injusticia en las relaciones laborales, y las simpatías ideológicas estaban con el marxismo.
La institucionalización del ambientalismo (El ambientalismo no-ideologizado)
En sus inicios (en los años 70 y 80), los ambientalistas no-ideologizados ganaron el liderazgo del movimiento, y sus ideas fueron gradualmente ganando influencia en la opinión pública e incidiendo en los hacedores de política.[2] En los 80s, la gran mayoría de las personas en los países desarrollados ya estaban a favor de la protección del ambiente, y los líderes del ambientalismo, como Rachel Carson, habían ganado un gran prestigio.[3]
El movimiento ambientalista no-ideologizado fue incidiendo en los organismos internacionales y, en 1987 una comisión de la ONU especializada en ambiente y desarrollo elaboró el informe “Nuestro Futuro Común”[4] que incorporó las ideas centrales del ambientalismo, superando el conservacionismo puro,[5] y compatibilizaron las ideas de desarrollo y protección ambiental.[6] Ese informe de la ONU plasmó el concepto de “Desarrollo Sostenible” como un tipo de desarrollo que atiende las necesidades de la actual generación sin comprometer las posibilidades de las futuras generaciones de satisfacer sus necesidades. Ese informe no se opone a las actividades económicas: minería, agricultura, o pecuaria; ni a la explotación de los recursos naturales. El informe defiende la explotación de los recursos naturales, considerando las necesidades futuras, y sí se opone a la contaminación del ambiente y a la depredación de dichos recursos.
El informe afirma:
“En esencia, desarrollo sostenible es un proceso en el cual la exploración de los recursos, la dirección de las inversiones, la orientación del desarrollo tecnológico; y el cambio institucional están todos en armonía y expanden el potencial actual y el futuro [del ambiente y de las tecnologías] para atender las necesidades y aspiraciones humanas” (capítulo 2, párrafo 15).[7]
El concepto de desarrollo sostenible no se refiere a ideologías, ni a sistemas económicos o políticos. Se refiere sí a la relación entre las actividades humanas, los recursos naturales y las condiciones ambientales, y reclama que las actividades de hoy respeten las aspiraciones y necesidades de las generaciones del mañana. Al no estar ligada a ninguna ideología radical o revolucionaria, la idea de desarrollo sostenible se irradió globalmente, más allá de las diferencias socio-políticas de los países. Sin embargo, ese hecho ha sido considerado un gran defecto por parte de las corrientes ideologizadas.[8]
Una vez que las ideas centrales del ambientalismo (no-ideologizado) fueron aceptadas, sus principios fueron transformados en políticas públicas, leyes, prácticas empresariales, instituciones, y en currículos universitarios, y los antiguos activistas ambientalistas fueron incorporados como profesores, gerentes de empresas o ministros de Estado.
Como lo explica Coglianese (2001),[9] investigador de Harvard University, pasado el período transformacional de los 70s, el movimiento ambientalista (no-ideologizado) logró institucionalizarse, generándose los canales para resolver los problemas ambientales a través de instancias públicas, procesos políticos y medios de comunicación. Habiéndose institucionalizado, el movimiento ambientalista (no-ideologizado) incrementó su capacidad de lobby e incidencia política, y por ello su presencia en las calles se redujo notablemente.
Ya en los 90s, el ambientalismo había sido asimilado por la sociedad moderna, y se hizo parte de la cultura de nuestras sociedades. Ello constituyó una gran victoria de los ambientalistas (no-ideologizados), resultado de su coraje y rigor científico.
No es que todos los problemas ambientales se hubieran resuelto (calentamiento global, destrucción de bosques y selvas, contaminación de ríos, lagos y mares, especies en peligro de extinción, derrames de petróleo, pesca de ballenas, pruebas nucleares, etc.); es que hoy su abordaje se da, principalmente, vía instituciones dedicadas a ello, y su denuncia ocurre vía los medios. Hoy, por ejemplo, empresas que tenían prácticas contaminantes se han visto obligadas por la opinión pública mundial a corregir y a adoptar el estándar ambiental ISO 14,000. Además, existen abundantes organizaciones ambientalistas que están fiscalizando las prácticas de las empresas, cumpliendo una labor muy positiva como una especie de auditoría ambiental de la sociedad civil.
El ambientalismo ideologizado
La historia del ambientalismo ideologizado es distinta, y no es de logros científicos, ni éticos, ni institucionales. Su desarrollo se dio ligado al éxito del ambientalismo no-ideologizado, pero su motivación central no era el ambiente sino sus ideologías anti-sistema. Con el colapso del marxismo (1989-91), parte de los grupos disconformes con la sociedad moderna habían quedado huérfanos de una teoría integradora y optaron por organizar sus ideas alrededor de alguna variante del ambientalismo.
Actualmente existen muchas decenas de grupos ambientalistas ideologizados: Deep Ecology, Earthfirst!, Social Ecology, Anarcho-Primitivism, Animal Liberationists, Green anarchists, Ecofeminism, Anti-globalization, Anti-Capitalists, Green Politics, Evangelical Environmentalism, Ecodefense, Eco-socialism, Simple Living, Green Peace, Partido Verde Alemán,[10] y muchos más.
Para esos grupos lo más importante es el término que viene junto a la palabra “Ambiental” pues ahí se define su ideología. Ellos pueden ser anarquistas, socialistas, primitivistas, tribalistas, localistas, cooperativistas, marxistas, ex-marxistas, anti-patriarcales, anti-capitalistas, evangélicos, católicos, budistas, anti-corporaciones, anti-mercado o simplemente rebeldes en busca de una causa ‘social’. La diversidad de ideologías en esos ambientalismos es tan grande como es ideológicamente diversa la sociedad moderna. Igual que en la izquierda tradicional, en las corrientes ideologizadas todos creen ser dueños de la verdad, los únicos correctos, y todos son críticos severos de todos los demás.
En el ambientalismo ideologizado el ambientalismo es la justificación y la ideología es lo fundamental.
Este ambientalismo funciona como una especie de escudo moral para los grupos ideologizados. Y es el rostro con el que prefieren mostrarse frente a la opinión pública en general.
Siendo que la defensa del ambiente es socialmente valorada, el nombre Ambientalista sirve para justificar muchos actos.[11] Todo lo que hacen, la violencia que promueven, es en nombre de la protección del ambiente.
La tragedia intelectual de los anti-mineros peruanos
Los anti-mineros peruanos llegaron tarde a la historia. Llegaron cuando el movimiento ambiental ya se había institucionalizado (Coglianese, 2001), y había dejado de ser un movimiento social dinámico.
Los anti-mineros llegaron con impulsos anti-sistema cuando el sistema ya había asimilado e incorporado el ambientalismo. El sistema ya lo había hecho antes con las patentes, el libre comercio, la democracia, el voto femenino, el rechazo a la segregación racial, los derechos de los niños, etc., y va a seguir haciendo con otros derechos en el futuro.
Llegaron cuando las sociedades y las empresas ya habían creado instancias para tratar los problemas ambientales. Llegaron con motivación conflictiva cuando lo más efectivo, para un ambientalista, ya es mejorar el funcionamiento de las instituciones que supervisan el cumplimiento de las normas ambientales.
Llegaron cuando las ideologías ya predominaban en amplios sectores del movimiento ambientalista internacional y eran esas corrientes ideologizadas las que financiaban a las ONGs en los países en desarrollo. Llegaron para dejarse adoctrinar por corrientes radicales ideologizadas, corrientes que, en sus propios países, ya se estaban volviendo marginales.
Ellos se imaginan a sí mismos reproduciendo la fase heroica del ambientalismo de los 60s. Se imaginan siendo Rachel Carson. Pero entre lo que se imaginan y lo que son hay un gran abismo. Capturados por ideologías anti-sistema y motivados por ambiciones políticas personales, todo lo que logran hacer en la práctica es bloquear actividades productivas, dificultando el progreso de las poblaciones pobres del país, sin hacer nada efectivo para mejorar las instituciones ni las prácticas ambientales de las empresas.
En un análisis de las propuestas programáticas de los anti-mineros peruanos, Ferreira y Olcese (2015)[12] encontraron que el foco de sus propuestas no estaban en la protección ambiental ni en el desarrollo institucional para el cuidado ambiental, estaban sí en la creación de condiciones y incentivos para incrementar la conflictividad social. Además, su propuesta se basa en el supuesto de que la minería moderna, aún con regulaciones ambientales, alta tecnología y aplicando estándares ambientales internacionales, no tiene futuro.[13]
La conclusión de Ferreira y Olcese (2015) fue que: “la etiqueta de ‘anti-mineros’ que reciben estas organizaciones corresponde a la realidad puesto que sus propuestas llevarían en el corto plazo al incremento de la conflictividad y paralización de las inversiones, y en el largo plazo, a la desaparición del sector minero en el Perú” (p. 9).
Los anti-mineros peruanos fueron adoctrinados por las corrientes ideologizadas del ambientalismo (europeas y americanas) que fueron fortaleciéndose después que el ambientalismo se institucionalizó.
Los anti-mineros están sometidos a un sistema de incentivos negativo. Tienen que pensar como piensan quienes los financian, y tienen que hacer lo que a ellos les agrade.
La dependencia financiera e intelectual de los anti-mineros respecto a las corrientes ideologizadas los limita profundamente en su capacidad de hacer algo positivo para mejorar la sostenibilidad de las actividades productivas del país. Lampadia
[3] En esa época, los ambientalistas se caracterizaban por realizar estudios de indiscutible calidad científica, que soportaban los embates críticos más severos. Esta tradición, lamentablemente, no se ha mantenido entre los ambientalistas ideologizados.
[4] Ese reporte también es conocido como Informe Brundtland, pues estuvo a cargo de la señora Gro Harlem Brundtland ex-primer ministro de Dinamarca.
[5] Los ambientalistas ideologizados retoman ideas de los conservacionistas puros del siglo 19, como la no exploración de los recursos naturales, ni la alteración de los paisajes naturales.
[6] La aprobación de ese informe por Naciones Unidas marca la victoria científica y política del ambientalismo (no-ideologizado) a nivel internacional. A partir de ese punto, el ambientalismo pasó a ser parte del sistema, fue asimilado. Para los ambientalistas ideologizados esa asimilación del ambientalismo por los organismos internacionales y gobiernos les quitó una importante bandera programática, y los obligó a poner énfasis en los aspectos puramente ideológicos. Por esta razón el concepto de desarrollo sostenible no les gustó.
[7] United Nations. (1987). Our common future.
[8] McCloskey, M. (1999). The emperor has no clothes: The conundrum of sustainable development. Duke Environmental Law & Forum, 9(2), 153-59. Duke University School of Law.
[9] Coglianese, C. (2001). Social movements, law, and society: The institutionalization of the environmental movement. Harvard University. http://scholarship.law.upenn.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=3250&context=penn_law_review
[10] Los Verdes Europeos financian a grupos y actividades anti-mineras en América Latina.
[11] En el Perú, la gran mayoría de los aventureros políticos, incluidos algunos ex-miembros de organizaciones terroristas, se presentan ante los medios de comunicación como ambientalistas.
[12] Ferreira, C. & Olcese, F. (2015). ¿Una nueva minería o no más minería? Lampadia:
http://www.lampadia.com/assets/uploads_documentos/c2379-no-mas-mineria-.pdf
[13] Por las ideologías en que fueron adoctrinados, ese supuesto sobre la minería es una verdad por sí misma, es como un acto de fe, y no necesita evidencias para descartar su falsedad.