José Miguel Insulza, olvidando que es el secretario general de la OEA, sorprendió a toda la comunidad internacional al sostener que la situación en Venezuela no está afectando a la democracia. Indignante. Organizaciones independientes como Human Rights Watch, han denunciado la brutal represión del gobierno chavista contra los opositores y la ha calificado de abierta violación a los derechos humanos. Mientras los EEUU reclaman que se aplique la Carta Interamericana, los demás países de América y el propio Insulza prefieren hacerse de la vista gorda. Un descarado despliegue del doble estándar.
El secretario general de la Organización de los Estados Americanos, el chileno José Miguel Insulza, afirmó el jueves (13 de marzo) en una entrevista en una radio chilena que «se requiere, a través de la Carta Democrática Interamericana, que se considere que la situación afecte la democracia o la seguridad del continente. «Además dijo que «se determinó que lo de Venezuela no afectaba a la democracia. Hay casos que son evidentes, son imposibles de cuestionarlos, como lo que pasó en Honduras».
Insulza, parece querer poner el parche antes de que salte el chupo, pues esta indignante declaración se dio después de que el gobierno venezolano rompiera relaciones con el de Panamá, solo por solicitar una reunión de la propia OEA. También es posterior a la declaración del Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, quien sostuviera que su gobierno estaba «preparado, si es necesario, para invocar la Carta Democrática Interamericana en la OEA e involucrarnos de varias formas, con sanciones o de otra forma». Kerry también señaló que “Creemos que es hora de que la OEA, los socios regionales y otras organizaciones internacionales asuman un rol más activo en pedirle al gobierno de Venezuela que no siga demonizando a los opositores, permita las protestas pacíficas y se encamine a un diálogo significativo con la oposición». Una clara crítica a la inacción de los países y las organizaciones regionales, que lejos de condenar lo que ocurre, parecen apañarlas.
Una de ellas el Celac creada para, justamente, refrendar y proteger los comportamientos autoritarios del bloque chavista, tal y como quedó demostrado luego de la última cumbre de este esperpento celebrado en Cuba. Como se recordará en esa reunión se suscribió una declaración en la que se renuncia a la defensa de la democracia y condena del totalitarismo al señalar: “Reiteramos que la unidad y la integración de nuestra región debe construirse gradualmente, con flexibilidad, con respeto al pluralismo, a la diversidad y al derecho soberano de cada uno de nuestros pueblos para escoger su forma de organización política y económica” (ver el Fin de la democracia en América Latina).
La crítica también es contra la inacción de Insulza. El diplomático chileno, no puede señalar que no se ha afectado a la democracia en Venezuela, cuando el derecho a protestar está prácticamente suprimido. La represión es a balazos, se está encarcelando a los líderes opositores, como a Leopoldo López y se ha suprimido la presencia de la prensa libre.
Como ha denunciado, José Miguel Vivanco (Human Rights Watch): “en un país donde el Poder Judicial carece de independencia, el futuro de Leopoldo López está en manos de una jueza que podría ser removida por un telegrama sin mediar ninguna explicación, como ha ocurrido rutinariamente en el pasado. La decisión sobre el futuro de la jueza, a su vez, está en manos de magistrados del TSJ, órgano que habitualmente avala políticas del Gobierno. La reunión de la OEA de la semana pasada, celebrada a puertas cerradas, terminó con una declaración que parece describir la situación en Venezuela como si fuera una catástrofe natural, en vez de responsabilizar al Gobierno Venezolano por violaciones de derechos humanos como la censura y la brutalidad de las fuerzas de seguridad”.
Está claro, que en Venezuela no hay una democracia. Como dice Mario Vargas Llosa: “Desde luego que la oposición pacífica es lo ideal, en democracia. Pero Venezuela ya no es un país democrático, está mucho más cerca de una dictadura como la cubana”. No existe independencia de poderes, condición básica para poder llamar a un régimen de esa manera. Y ahora el pueblo viene siendo brutalmente reprimido. Eso es lo que no quiere o no puede ver Insulza, quién ahora, por la exigencia de los Estados Unidos tendrá que ver si aplica la Carta Interamericana. Alguien tiene que hacer algo para evitar las atrocidades que está cometiendo el chavismo, las cuáles han sido declaradas como abiertas violaciones a los derechos humanos por una organización independiente, y que de ninguna manera puede ser acusada de “servir a los intereses de la derecha latinoamericana”, como Human Rights Watch.
La complicidad con el autoritarismo venezolano no es aceptable. La solidaridad con el pueblo venezolano que está luchando en las calles por la libertad y la democracia es urgente. Insulza que perdió la posibilidad de candidatear a la presidencia chilena, ahora parece que solo cuida sus formidables honorarios. La OEA necesita otro líder y reasumir el rol de la defensa de la democracia en el continente. Agenda urgente de los países democráticos de América Latina. Lampadia