Uno de cada cuatro trabajadores está en paro. El dato es redondo, contundente, frío. Muy frío. Y, en cambio, también es muy elocuente. Habla por sí mismo de cuál es el principal problema que padece España. Eso se corroboró este viernes, cuando el Instituto Nacional de Estadística (INE) dio a conocer que el desempleo siguió subiendo en verano. Llegó al 25,02%. Un nuevo hito histórico de la crisis, como los 5,778 millones de parados. Este dato, otro lado de un prisma muy complejo, no es tan frío, está lleno de caras.
El combinado de recesión más abaratamiento del despido y recortes ha logrado algo que parecía imposible: agravar la enfermedad que sufre el mercado laboral español. Desde que comenzaron a notarse los primeros síntomas de la recaída en la segunda mitad del año pasado se han destruido 835.900 empleos y el número de parados ha crecido en 799.700 personas.
Y ahora comienza el invierno, la peor época para buscar trabajo. Se ha acabado la temporada alta turística: el buen tiempo ya no protege las obras ni las campañas agrícolas; y el resto de sectores ya no tienen que sustituir a los empleados que se van en las vacaciones estivales. Dice la lógica y la costumbre —agravadas por la recesión— que ahora se recrudece la destrucción de empleo y el aumento del paro. Dicho de otra forma, más pronto que tarde España marcará otro trágico hito laboral: superará los seis millones de parados.
La magnitud de estas cifras es de tal calibre que por sí mismos bastan para hacerse una idea del tamaño del desastre. Pero si a esta cifra se añade una lista de países con los que España comparte este grave problema la idea se puede transformar en pesadilla. Grecia, Serbia, Bosnia, Armenia, Suráfrica… Estados casi fallidos o países que todavía se recuperan de traumas históricos muy recientes.
“Nunca la subida del paro es una buena noticia”, admitió la ministra de Empleo, Fátima Báñez. Hecha esta declaración de principios, Báñez trató a continuación de resaltar algunos datos que ella considera esperanzadores. Resaltó que “en los dos últimos trimestres se ha moderado la destrucción de empleo” o que ha aumentado el número de autónomos.
12.000 personas menos dispuestas a trabajar
La ministra no mencionó la caída de la población activa. El número de personas y disposición de trabajar se redujo en 12.000 personas entre julio y septiembre y evitó una subida mayor del número de parados y de la tasa de desempleo. Esta reducción se debe exclusivamente a la salida de España de los trabajadores extranjeros.
Tanto la titular de Empleo como la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, en la comparecencia posterior al Consejo de Ministros, pusieron énfasis en destacar que la destrucción de empleo se debe en buena medida a los despidos en la Administración. Solo en el último año el sector público cuenta con 230.000 empleados menos; en el trimestre 49.400, 200 menos que en el sector privado.
Si algo diferencia a esta nueva recesión de la anterior, es que en esta ocasión el ajuste está haciendo mella en el empleo público. En la contracción de 2008 y 2009, el desplome del mercado laboral procedía exclusivamente del sector privado. A pesar del déficit y las múltiples voces que advertían de esto, las Administraciones siguieron creando empleo y evitaron un desplome mayor.
En cambio, ahora sí que hay un rasgo constante común con la anterior recesión y que ha permanecido inmutable durante los cinco años de crisis: el hundimiento de la construcción. A pesar de ser verano, entre julio y septiembre desaparecieron 56.100 empleos en este sector. Fue el que más perdió.
Explicar el drama laboral español sin recurrir a lo sucedido con el ladrillo es imposible. La crisis ha arrastrado 3,2 millones de puestos de trabajo (tantos como habitantes tiene Madrid). De ellos, unos 2,2 millones se relacionan de forma directa con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria: proceden de la construcción y de industrias y servicios afines como la fabricación de muebles, la venta de viviendas, o arquitectos, ingenieros y jardineros.
Después de la construcción, el sector más castigado en verano fueron los servicios. Que sean estas dos ramas las más golpeadas en los meses de verano es una prueba irrefutable de la gravedad de la situación actual. En concreto, los últimos tres meses vieron como los servicios empleaban a 32.700 personas menos.
La gran importancia de este sector en España —el que da trabajo a más gente con mucha diferencia sobre el segundo, la industria— marca el ritmo del deterioro laboral. Los servicios han sufrido la nueva recesión con fuerza y eso explica, por sí mismo, más de la mitad del empleo que se ha perdido en el último año.
En la encuesta de población activa (EPA), la mejor herramienta para conocer al mercado laboral, también pueden observarse los lados más dramáticos del desempleo. Uno de ellos son los parados de larga duración, aquellos que llevan más de un año en paro y quienes, según la teoría económica, tienen más problemas para salir de esa situación. En el tercer trimestre, este colectivo contó más de tres millones por primera vez. Otro es el número de hogares en el que todos sus miembros están en paro. Aunque la cifra apenas varió de junio a septiembre, sigue siendo igual de elocuente: 1.737.900.
Más autónomos ante la desesperación
Cuando la crisis ya camina hacia su sexto año, en la EPA proliferan preocupantes síntomas de agotamiento. Para observar esto hay dos elementos. Por un lado, el número de personas que deja de buscar empleo y tira la toalla, cerca ya del medio millón. Por otro, el incremento de los autónomos. Solo en un trimestre han recurrido al autoempleo 65.100 trabajadores. Esto que para la ministra de Empleo es un síntoma esperanzador, para muchos expertos no es más que una prueba de desesperación por parte de los parados, que ante la evidencia de que no encuentran un empleo acaban intentándolo por su cuenta.
Conocidos los datos, oposición y sindicatos se lanzaron contra el Gobierno. El secretario general de CC OO, Ignacio Fernández Toxo, señaló que eran “malos sin paliativos”. Ignacio Fernández Toxo, que dirige una organización que ha convocado una huelga general para el próximo 14 de noviembre, puso el acento sobre la caída de la población activa afirmó que la EPA “en goteo persistente”. UGT, otra de las centrales convocantes del paro del próximo mes, volvió a reclamar al Gobierno un cambio en su política para insuflar aire en el mercado laboral. Es tradicional en la organización que lidera Cándido Méndez que con cada mal dato sobre empleo reclame al Ejecutivo un cambio de rumbo.
También la patronal CEOE recurrió a su manual en esta ocasiones y aprovechó la publicación de la EPA con datos “desfavorables” para reclamar más “medidas de flexibilidad en el mercado laboral”.