Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
En el libro “Basta de historias” que comenté hace poco, Oppenheimer resalta de manera especial, la gestión de la Sra. Cecilia María Vélez White, economista con posgrado en Lovaina (Bélgica) y MIT (USA), quien había sido ministra de educación de Bogotá durante los ocho (8) años de gobierno del presidente Álvaro Uribe.
Ciertamente, los resultados no se hicieron esperar. Se aumentó la cobertura escolar y universitaria en Colombia, mejorando dramáticamente la calidad educativa:
- La educación primaria se universalizó.
- El número de estudiantes de secundaria creció de 410 mil a 700 mil
- La educación superior pasó de 24% a 36% de la población en edad universitaria, esto es de 1 a 1.5 millones de estudiantes.
- Las escuelas primarias incrementaron su participación en exámenes internacionales.
- Se inició un sistema de estímulos económicos para los maestros con mejores evaluaciones.
- Se inició el sistema de acreditaciones universitarias, lo que fomentó la competencia por excelencia entre cerca de 200 universidades del país.
Y al decir de la ministra, “Colombia se lanzó a competir sin complejos en la carrera internacional por la calidad educativa, aun sabiendo que arrancaba de muy atrás”.
¿Cuántos ministros de educación ha tenido el Perú durante los últimos ocho (8) años? Pues nada menos que la friolera de 13 ministros, algo más de 1.6 ministros de educación por año (ministros sietemesinos). ¿Podría alguien, por el amor de Dios, pensar que hemos podido establecer alguna política educativa? ¿Alguna estrategia? ¿Algún plan estructurado, consistente en el tiempo y con objetivos medibles? Obviamente, NO.
Y los resultados son evidentes:
- No tenemos una infraestructura escolar en condiciones razonables (más de 2 mil colegios en condiciones ruinosas, sin baños, agua y desagüe, carpetas, ni techos que protejan a los alumnos del sol y la lluvia). ¿Qué hicieron los ministros de educación durante los dos años de pandemia, cuando pudieron reconstruir todas las instalaciones?
- No tenemos planes educativos encaminados a enseñar a leer y escribir bien, verificando comprensión lectora.
- A realizar operaciones aritméticas y a estimular habilidades y razonamiento matemático. Hemos terminado por entregarle la educación escolar al FENATEP, quienes lejos de educar, buscan adoctrinar a los niños y, como resultado, hemos retrocedido.
Hace muy poco, un “congresista” Quito, en una entrevista televisiva, decía que en el Perú no debía existir la educación privada, que esta debía desaparecer, “tenía que ser cero”, que toda la educación y la salud debieran ser públicas. ¡Dios nos libre! ¿Se imaginan que los chicos salgan del colegio y universidades con un “desarrollo cerebral” como el de este Quito? El pobre no entiende nada y, ciertamente, desea que nuestra juventud, tampoco sea capaz de entender nada, para seguir manipulándola.
Escuchaba a una “congresista” Portalatino, defender “especialización” de los médicos, sin haber estudiado tal especialidad o, enumerar artículos que deseaba cambiar de la Constitución sobre la educación para, al encontrarse perdida, decir que había que “reforzarlos”. Peor aún, la “congresista” Agüero, quien discutía la necesidad del cambio de Constitución, porque en la de 1993, “la educación no es un derecho” y para esto, se paseó por varios artículos de la misma, sin atinar a qué artículo se refería y menos lo que deseaba modificar, aunque finalmente se quejó de que “sólo podían estar en la universidad, quienes demuestran suficiencia académica y eso no es justo”. Finalmente, los tres coinciden en la cantaleta del ingreso directo a las universidades y sin examen de admisión, que se pasó propugnando Castillo y sus adláteres, durante los 16 meses de “gobierno” y que, aun los que no demostraban capacidad académica, tenían derecho a la “educación universitaria”.
La pregunta es ¿de dónde sacaron esa idea los Castillos, Quitos, Agüeros y otros? Pues de Venezuela, donde consideran un gran logro el crecimiento de la escolaridad, en un 93.2% entre el 2000 y el año 2010 y que al 2012 habría alcanzado la universalización de la educación y acceso a las universidades. ¿Era cierta esta afirmación? Desde el punto de vista numérico, sí, gracias a la creación de instituciones “para el proletariado” y “universidades”, creadas por Chávez, que los críticos calificaban de “cursos de adoctrinamiento político disfrazados de estudios universitarios”.
En realidad, estas universidades nacionales bolivarianas, sin requerimientos académicos mínimos, ni exámenes de ingreso, dictaban muchas carreras de dos años de duración. Con esto inflan las estadísticas de educación superior, reportando esto como un gran logro de la “Revolución Bolivariana”. Lamentablemente, no son sólo peores que la peor universidad privada de Venezuela, terriblemente deficientes, donde les enseñan: el pensamiento Chávez y del Che Guevara, como materias obligatorias. Eso, en el concepto de algunos, no sería necesariamente malo, si es el costo de acceder a una educación superior, pero lo cierto es que Chávez buscaba una educación altamente ideologizada, para constituir un ejército de “cuadros” o empleados públicos alineados al pensamiento político, buscando que, las escuelas públicas, sólo admitan maestros graduados de la Universidad Bolivariana de Venezuela, lo mismo que la presidente del poder judicial, quien dijo que a ese poder, sólo se admitiría a egresados de esa universidad.
Obviamente, esas universidades ni siquiera tenían carreras que ofrezcan títulos que les permita encontrar empleo en el sector privado. La Universidad Bolivariana de Venezuela no tiene una escuela de derecho, tiene un programa de formación que otorga el grado de “licenciado en estudios jurídicos”. En medicina, mientras las universidades regulares otorgan el título de médico cirujano, la Universidad Bolivariana de Venezuela otorga el título de “médico integral comunitario”, quienes no hacen pasantías en hospitales sino en módulos de la “Misión Barrio Adentro”, donde los médicos cubanos principalmente toman la presión y hacen revisiones elementales. Nadie sabe si los “médicos integrales comunitarios” pueden operar o atender un parto. ¿No será ese el objetivo de esa congresista “médica” de una universidad no certificada, a la que hicieron ministra de salud?
México es otro claro ejemplo de lo que no se debe hacer, gobiernos que han dejado la educación en manos de los sindicatos de maestros, con puestos de trabajo heredables o transmisibles por venta del cupo. Ahí, por más propuestas efectuadas, les ha sido imposible mejorar la calidad educativa.
En palabras de Oppenheimer, “Argentina se distingue por tener uno de los pasados más gloriosos y uno de los presentes más penosos”. Un país con gigantescas universidades que solían tener una estupenda calidad educativa y, que hoy, no puede estar más alejada del mercado laboral, la investigación científica productiva y de la economía global.
Me he tomado la licencia de volver al tema educativo del artículo “Nuestro principal desafío”, para contrastar lo que vimos, como los éxitos de los países con las mejores prácticas del mundo: Finlandia, China, India, Corea del Sur, Singapur, Japón o Israel, que debiéramos copiar y aplicar de inmediato y sin complejos. Por contraste, ver las peores prácticas del mundo, con las que hemos obtenido muchos de los congresistas que hoy tenemos, tales como los mencionados y algunos otros, quienes quisieran radicalizar ese esquema en el Perú. Con esto se asegurarían que nuestros jóvenes jamás se eduquen, ni que nuestro país salga del lodo en el que ellos nos están sumiendo. ¡No lo podemos permitir!
Aquí tenemos claro lo que no debemos hacer con la educación. Lampadia