En el preciso momento en que el menor crecimiento causaba pesimismo en algunos sectores que confunden desaceleración con crisis económica (“recesión”), y cuando el gobierno, los ministros y la oposición se enfrascaban en un debate improductivo, la agencia internacional S&P elevó la calificación soberana en moneda extranjera de largo pasó a BBB+ desde BBB y la calificación soberana en moneda local de largo plazo a A- desde BBB+. De esta manera, el Perú consigue la mejor calificación de riesgo de su historia, que nos sitúa por encima de España, Italia, México y Colombia.
Esta mejora de una calificadora de prestigio internacional confirma una vez más que el Perú no cesa de brillar en el mundo a pesar de la crisis económica internacional y el ruido político interno. El riguroso seguimiento que se hace en el exterior de la economía peruana, del que no podemos sospechar romanticismo ni complacencia, contrasta con el pesimismo y la desazón de ciertos sectores, que llegan incluso a cuestionar el modelo económico que ha reducido la pobreza y la desigualdad a un ritmo sin precedentes en la historia contemporánea.
Hoy por ejemplo, algunos sectores quieren convertir la reducción del canon (que se explica por menores precios de minerales, incremento de costos y por la parálisis de algunos proyectos) en una oportunidad para construir un escenario de agitación social contra el gobierno y la economía de mercado, en lugar de transformar este hecho en un momento de reflexión que nos ayude a identificar las causas de fondo de la desaceleración (como la paralización de megaproyectos que aún no se ejecutan) y las actitudes con las que se debe enfrentar la coyuntura política, es decir: liderazgo y comunicación efectiva sobre nuestro potencial de desarrollo y los beneficios del actual modelo, así como la urgente necesidad de destrabar proyectos de inversión, enfrentar el déficit de infraestructuras, mejorar el clima de negocios y ejecutar las reformas en educación y salud e instituciones.
De acuerdo a S&P, la mejora del perfil de la economía peruana se explica fundamentalmente por la menor dependencia del sector externo, la mejora en la capacidad de crecimiento y la reducción de la vulnerabilidad a shocks externos. Esto contradice, una vez más, a los sembradores de mitos sobre la dependencia de un modelo primario exportador y la falta de diversificación de la economía. Además, S&P estima que la alta tasa de inversión, que bordea el 27% del PBI, mantendría el crecimiento per cápita sobre el 4% en los siguientes años, al tiempo que el buen manejo macroeconómico del gobierno ha logrado que la deuda pública represente menos de un quinto del PBI, uno de los niveles más bajos de la región, y que acumule cerca de US$ 7,000 millones de dólares para el Fondo de Estabilización Fiscal (FEF).
Es innegable que el Perú está enrumbado en el camino correcto y que no existe la “crisis” que algunos sectores quieren vender; la mejor calificación de S&P afectará positivamente las expectativas de los agentes económicos. Es importante no perder la perspectiva de largo plazo en el análisis de nuestra situación, sin ignorar los problemas de la coyuntura política actual, agravados por la falta de liderazgo del Gobierno y el oportunismo de los agitadores sociales. Si no los enfrentamos, los problemas políticos pueden, eventualmente, generar efectos negativos en la economía de un país brioso y lleno de oportunidades.