La República, 8 de julio del 2013
Jim Yong Kim, presidente del Grupo Banco Mundial, visitó el Perú esta última semana. A su paso por la Pontificia Universidad Católica del Perú, en donde tuvo un encuentro con alumnos, profesores y autoridades, pudimos conversar. Un hombre nacido en Corea del Sur, criado y educado en las mejores escuelas y universidades de los Estados Unidos, hablaba bien el castellano aunque prefería contestar preguntas en inglés. Médico y antropólogo de profesión, su compromiso en la lucha contra la miseria y la pobreza no es nuevo en su hoja de vida. Conoce bien el Perú, en donde hace 20 años desarrolló un programa contra la TBC. Su cariño y reconocimiento por el padre Gustavo Gutiérrez, quien estuvo presente como un invitado especial durante su presentación, fue una sorpresa para muchos. Un banquero que cree en la opción preferencial por los pobres no se ve todos los días. Aquí la entrevista realizada por la periodista Rosa María Palacios.
La estructura del Grupo Banco Mundial, que agrupa a 5 instituciones, ¿ha tenido un propósito de cambio en los últimos años?
Hay un cambio importante. En el pasado veíamos la ayuda para el desarrollo como la existencia de cuánto dinero daban los países ricos a los países pobres. La ayuda al desarrollo, hoy en más de 20,000 millones de dólares, parece mucho dinero, pero si vemos la necesidad en África, solo en infraestructura, ya se está cerca de eso. En la India solamente en los siguientes 7 años la inversión es de un billón de dólares. Entonces, la asistencia no es suficiente y la única manera de salir del subdesarrollo y promover la prosperidad compartida es a través de una alianza entre el sector privado y el sector público para llegar realmente en países que tienen aspiraciones de desarrollo.
Sabemos que hay dicotomías en el mundo, especialmente en América Latina, donde algunos países solamente hablan de aspiraciones sociales y otros solamente del sector privado. Realmente pienso que para que los países puedan ser competitivos con otros países en la región, a futuro, la gente tiene que despertar e invertir, usar el capital, y tener, también, por supuesto educación, salud, seguridad social. El sector privado crea muchos empleos en el mundo. Entonces todo el mundo tiene que encontrar una manera de encontrar el equilibrio, de invertir en las personas, invertir en la educación y al mismo tiempo estar muy concentrados en mejorar las condiciones de tal manera que el sector privado pueda ser exitoso y crear los empleos que la gente necesita.
El Grupo Banco Mundial, a través del BIRF, les presta a países de ingresos bajos y medios como el Perú. AIF presta a países muy pobres, básicamente al África, pero a mejores tasas de interés y con un porcentaje importante de donación. ¿No hay un incentivo perverso para mantener a los países en ingresos más bajos y así obtener mejores condiciones?
Por supuesto que no. El foco principal es ayudar a los países a continuar creciendo y sacarlos de la pobreza. Como usted sabe, pensamos que nuestra ventana de préstamos para los países de bajos ingresos es importante, pero también celebramos cuando los países se gradúan de esos préstamos de costo mucho más bajo en comparación con otros préstamos del banco. Tenemos nuestra misión y nuestra misión es terminar con la pobreza. Si todos los países del mundo llegan al punto de que no necesitan nuestros préstamos, para los más pobres eso va a estar muy bien. Pero nosotros pensamos que van a necesitarlo por mucho más tiempo y además sabemos que en los países más pobres los préstamos que hacemos son cruciales y especialmente cruciales porque los préstamos que hacemos se centran todos en asegurar que no solamente tengan un impacto sino también en que usemos esos préstamos para apalancar fondos de sectores privados y gubernamentales, y esto es una gran ventaja. Damos préstamos a países y nos aseguramos a la vez de que también mejoramos el gasto nacional y del sector privado.
El Grupo Banco Mundial y el Estado Peruano tienen una alianza para los próximos años. ¿Cuáles son las prioridades del banco en el Perú?
He tenido muchas reuniones con líderes aquí y por supuesto con el presidente Humala y la primera dama Nadine Heredia. Hemos hablado mucho de mejorar los programas sociales. El compromiso del gobierno de invertir más en salud, educación y protección civil es muy alentador para nosotros. Estamos tratando de enfatizar entonces que los países en América Latina no deben pensar que el mundo está dividido entre los países que invierten mucho en recursos sociales y aquellos países que se enfocan solo en el sector privado. Yo no puedo enfatizar suficientemente que tenemos que centrarnos en ambos. Además, hay que hacer inversiones en el sector social pero no solo contar los dólares invertidos con cifras como cuántos hospitales o escuelas se han construido. Lo que estamos tratando de hacer es diferente. Cada dólar extra que se gasta en salud tenemos que asegurar de que se centre en gasto que realmente mejore la salud de la gente. Yo he estado yendo a países en otras partes del mundo y he descubierto que hay una epidemia de construcción de hospitales. “Hospitalitis” dicen algunos, y es perfectamente comprensible desde la perspectiva política que todos los políticos quieran entregar un hospital a una región pero esa no es la mejor manera de gastar el dinero en la salud. En la educación, lo que estamos viendo es que se construyen escuelas pero los niños que se sientan en las bancas. ¿Están aprendiendo? Esa es la pregunta. La buena noticia en el Perú es que he visto a las ministras de Educación, de Salud, de Inclusión Social y hay un gran compromiso de racionalizar, ser eficaces en estos gastos. También estamos trabajando en mejorar el entorno del negocio y asegurarnos especialmente de que las empresas pequeñas y medianas tengan lo que necesitan directamente del IFC pero también el trabajo con funcionarios gubernamentales para construir un ambiente que será muy abierto y que invite a la inversión.
Existe el temor de que las políticas públicas de inclusión social sirvan solo para mejorar el ingreso de los pobres en forma transitoria, generando asistencialismo temporal, y una clientela política pero no ciudadanos a largo plazo. ¿Cómo enfrenta ese dilema el Banco Mundial?
Los tipos de programas que hemos estado defendiendo son los llamamos de transferencias condicionadas de efectivo. Grandes programas en México, como Progreso y Oportunidades, o en Brasil, programas como Bolsa Familia. La clave de nuestros programas es que hacen transferencias de efectivo pero estas dependen, por ejemplo, de asegurarse de que los niños van al colegio, de que reciban nutrición, de que los padres comprenden la lectura, etc. No es solamente la transferencia de dinero sino que está relacionado con la educación y con la salud. Esto es realmente importante. Pero indudablemente el siguiente nuevo paso de ser receptor de estas transferencias de dinero, de llevar a los niños al colegio, de asegurarse de que no estén malnutridos, etcétera, es entrar al mercado formal del empleo. Por ejemplo, en México el Ministro de Finanzas ha dicho muy claramente que el objetivo es el moverse hacia la formalidad y están trabajando en eso de tal manera que la gente que se ha beneficiado de estos programas pueda graduarse y terminar en el mercado del empleo.
¿En un trabajo pendiente?
Sí, pero lo estamos viendo ocurrir. Estamos viendo que estas inversiones terminan en que la gente verdaderamente se gradúa de estos programas y entrar en el sector formal del empleo.
En el pasado, una de las principales críticas al Banco Mundial, y en general a toda la política de créditos internacionales, es que direccionaban la política pública no de acuerdo a los intereses del Estado y el gobierno nacional, sino de acuerdo a los intereses del Banco. ¿Qué tan válida es esa crítica sobre el pasado? ¿Hay un futuro distinto?
Sí, hay una larga historia en América Latina de una crítica muy acuciosa al Banco Mundial por ser ideológico, por tener una solución única para todo y por defender a algunos países sobre otros. Pero hay una cosa importante, y esto forma parte importante de lo que voy a decirle. A inicios de los 90 uno de los primeros viajes que hice a Washington DC, luego de graduarme en la Universidad, fue para participar en una manifestación contra el Banco Mundial. El movimiento se llamaba “50 años son suficientes”. Estábamos protestando para que se cerrara el Banco Mundial en sus 50 Aniversario. Las críticas entonces eran muy parecidas a las que todavía se hacen hoy día: que el Banco Mundial es muy prescriptivo (daba recetas), que tiene una solución de talla única, que lo más importante son los préstamos, y que todo resultaría con el crecimiento.
Yo creo que hay muy pocas organizaciones que han cambiado tanto como ha cambiado el Banco Mundial en este sentido. Ahora somos líderes en defender transferencias de dinero en salud, educación, medio ambiente, y promover una salud y educación de calidad. Todas estas cosas son nuevas en los últimos 20 años. Entonces, estoy muy contento de que perdiéramos el argumento por el que protestamos hace muchos años porque ha habido enormes cambios en el Banco Mundial.
¿Por qué el Banco Mundial es un mejor socio que otras organizaciones de cooperación?
Una de las cosas más importantes en el Banco Mundial es que podemos trabajar con el sector público y privado a la vez y ofrecerles garantías. Para darle un ejemplo, nuestra agencia MIGA (Organismo Multilateral de Garantías de Inversión, en español) da garantías para que una inversión extranjera pueda cobrar sus seguros en caso de que el país decida nacionalizar su compañía. Nosotros a la vez procuramos que esto no ocurra porque sabemos que si un país hace eso, que comienza a nacionalizar sus industrias, el sector privado verá que hay muchas decisiones arbitrarias y será un entorno en el que no puede confiar. Si eso ocurre, sabemos por experiencia –lejos de si uno está por o en contra de la inversión privada– lo que pasa: el costo país sube, los precios suben, el costo del capital sube, la cantidad de inversión baja y la gente que más sufre es la gente más pobre. Quiero agregar que hoy he almorzado con el padre Gustavo Gutiérrez aquí. Él es uno de mis héroes. Cuando fundamos la Organización Partners in Health, que traje al Perú hace más de 20 años, nuestro modelo se basó en algo que él dijo: una opción preferencial por los pobres.
¿No es una idea católica?
Sí, pero es el fundamento de todo el trabajo que hacemos. Yo todavía creo en mi propio papel, en mi trabajo, es esa elección preferencial por los pobres. Si vemos la vida ahora, ¿qué quieren los pobres? Quieren un empleo, un buen empleo, quieren acceso a buena salud, a buena educación para que a sus hijos les vaya mejor que a ellos. Esto lo vemos en todos los países del mundo. Entonces mi trabajo como Presidente del Banco Mundial está muy incrustado en esta idea de una opción preferencial por los pobres y por eso es que estoy promoviendo la inversión del sector privado en países como el Perú. La economía necesita crecer, el gobierno necesita impuestos para dar servicios, la gente necesita empleo. No estoy pensando en la educación como gasto, sino como inversiones cruciales,
fundamentales para crear capital humano. Hay que invertir en la gente, y es así que se va a echar los cimientos para el crecimiento.
Es la primera vez en mi vida que un banquero me habla de la opción preferencial por los pobres.
(Risas)
Chile, nuestro vecino, está por salir del subdesarrollo. Si usted tuviera que hacer una apuesta por el Perú, ¿qué horizonte ve? ¿20, 30 años para que el Perú esté en el mismo lugar?
Espero que sea mucho menos que eso. El asunto es que hay tanta gente con talento aquí en el Perú. Pienso que el Perú además tiene un espíritu empresarial intenso. Cuando veo la intensidad de todos, desde los choferes hasta la gente que vende en el mercado y la gente en las instituciones académicas yo siento un impulso enorme hacia hacer las cosas de manera más eficaz, más rápido, así como lo vi en Corea hace 20 años. Entonces mi esperanza es que la conversación comience a ocurrir entre el gobierno, el sector privado y la sociedad civil en condiciones en que las comunidades puedan hablarse entre sí en vez de centrarse solamente en enfrentar los problemas de unos y otros o a la gente de aquí versus la gente de allá. La pregunta que deben hacerse es: ¿con quién estamos compitiendo? Con los coreanos, los chinos, los chilenos, los brasileños. ¿Qué es lo que tenemos que hacer para asegurarnos de que estamos próximos de todos ellos? En los siguientes 5, 10, 15 años yo tengo una gran fe de que el Perú tendrá respuestas y podrá convertirse en un país desarrollado donde haya prosperidad compartida y no exista pobreza.
“MUCHOS PAÍSES EN EL MUNDO QUISIERAN TENER LOS PROBLEMAS DEL PERÚ”
–Usted ha visitado el Perú en otras oportunidades. ¿En este viaje ha percibido cambios favorables o desfavorables? ¿Cómo evalúa la situación peruana hoy?
–He estado hoy en Carabayllo, Hace veinte años, cuando llegué en 1993, en Carabayllo no había servicio de teléfono, teníamos que ir a Comas y pararnos en línea para utilizar el único teléfono público que había. No podíamos imaginar que tendríamos cobertura 4G en celulares en Carabayllo. Las instituciones se han construido. Están ahí. Hasta nos sirvieron vino fabricado en Carabayllo. Si nos vamos a los cerros todavía podemos ver asentamientos humanos, pero cuando estuve ahí, hace 20 años, todo Carabayllo era un asentamiento humano. Las cosas han cambiado tremendamente. Sé que en el sector privado y en la sociedad civil hay un diagnóstico muy articulado de los problemas y críticas a la situación peruana. Pero, desde mi punto de vista, puedo constatar que hay muchos países en el mundo que quisieran tener los problemas que tiene el Perú. Mucha gente habla de la fragmentación social, de la pobreza, de los problemas de la inequidad pero están muchísimo mejor que hace 20 años, y más aún, las perspectivas de crecimiento son muy buenas.
Perú va a crecer al 6% el próximo año. No solamente hay una industria nacional sino que también la gente cree en el Perú, incluso más que en sus vecinos, a veces más ricos y están pensando en distintos tipos de actividades. Los peruanos mismos harán actividades de valor agregado, no solo de extracción. Esto es fantástico y por eso salgo de esta visita con muchísimo optimismo de lo que los peruanos pueden hacer. Los peruanos tienen que hablarse entre sí, sociedad civil, gobierno, sector privado tienen que hablarse entre sí. Es mucho más fácil hacerlo cuando se tiene 6% de crecimiento. Por favor, comiencen a hacerlo, comiencen a pensar en cómo ese diálogo puede llevar a centrarse en las estrategias del futuro. En el país donde yo nací, Corea del Sur, no hay recursos naturales y no sufre la “maldición de los recursos naturales”. Por eso, tiene que reinventarse constantemente. Fueron de la televisión blanco y negro a la televisión a color, de ahí a los microchips, a los teléfonos celulares y ahora la cultura. Estos raperos coreanos no son una coincidencia. Forman parte de la industria de la cultura en Corea. El Perú tiene todas estas oportunidades, para pensar juntos cómo van a echar los cimientos de la siguiente era de crecimiento. Este es el momento de hacerlo, por favor, tengan estas conversaciones.
Publicado por La República, 8 de julio del 2013